martes, 23 de julio de 2013

JORGE A. MONTIEL [10.249]


JORGE A. MONTIEL
Jorge A. Montiel nació el 6 de noviembre de 1986 en Paterson, New Jersey, USA. A los cinco años de edad llegó a residir a Puebla, México, donde hizo sus estudios básicos. Formó parte del Seminario Palafoxiano Angelopolitano de 2002 hasta 2007. En 2007 regresó a los Estados Unidos y actualmente reside en Chicago, Illinois, donde cursa sus estudios de Filosofía en Northeastern Illinois University. Participó entre 2005 y 2007 en el taller de poesía que ofrece La Casa del Escritor en Puebla, dirigido por el Mtro. Alí Calderón. Ha Publicado esporádicamente en revistas como Alforjapoesia.com, Contratiempo en Chicago, IL., y el Semanario Koinonia de la ciudad de Puebla. En la actualidad participa en el taller literario de la revista Contratiempo, colabora con Seeds Arts Magazine y Colectivo El pozo.






A mis pulmones

Estos pulmones se mueven ya
trabajosamente
faltos de aire
pisados  
estropeados de humo
como zapatos de años

Están rotos de ciudad estos pulmones
y nada saben hacer sino respirar
constantemente
bocanadas de aire  
sudor cenizas y fuego

Han de morir estos pulmones
irán secándose 
en el espacio  
escurriendo 
sus ácidos sobre las costillas
y musgo nacerá de este cuerpo
creciendo verde
húmedo y contagioso

Han también de ser sepultados estos pulmones
desaparecerán bajo el polvo
serán olvidados y nada 
como estas palabras
cubiertas de musgo y alimañas
arrojadas con el tiempo al fuego






Chicagoan Song

1

Yo no sé qué es más ensordecedor
el trueno o la sirena

Me llegan 
noche afuera
y me ensordecen los dos

Pero el trueno es armonioso
su ruido vuela canto allá

La sirena lleva sangre
es repetitiva
alarmante




2

Sábado en la noche
La ciudad

Se oyen truenos
sirenas
carros desbocados

Estallan mentadas de madre
en inglés

Relámpagos de misterio
carros sirenas y relámpagos

Alarmas y gritos
gritos a golpes

Borrachos
Mujeres

Luego la lluvia



3

Esta noche 
Chicago está despierta
lo dice el ruido de su canto







Holofernes

A Gerardo Lino

Si no existieras, noche
si no dolieras
para qué traer a qué Judith
pechos afilados
a degollarme en tu ceguera.







Buzón de voz

Has aprendido a deletrear los números de mi nombre
sabes que todo empieza con el siete
que se repite para que quede bien claro
le sigue una eme vertical a la izquierda
una curva rodeando tus pensamientos
bólido mis manos en tus caderas / te detienes
un calor remoto te llega hasta las piernas / apresuras el paso
cuatro siete hasta el génesis en retroceso 
pasando por el éxodo desde el no me dejes
en el cuatro esta vez perdida / lo has olvidado / te pones nerviosa
te repites la serie mentalmente
en este punto el siete como al principio
luego el oráculo de Isaías que no se cumplirá sobre tu falda de Tehuitzingo
las curvas cerradas / tus caderas / el bólido
el calor que esta vez te sube a las mejillas 
la uña sobre el botoncito verde

El número que usted marcó no está disponible, por favor deje su mensaje después del tono








Símbolo

Tanto ruido
tanto símbolo
dirigiendo el movimiento
one way
right turn only
exit
red light
te inmovilizas frente a lo fatal
frente a la sangre del semáforo
que llama a tu sangre a detenerse
o entras al subterráneo
y te traga la serpiente
que corta el tiempo y el espacio
escapas por un segundo
te ves saliendo por la ventana
con la serpiente en movimiento
te ves chocando 
contra el muro de concreto
ir y venir del concreto al vagón
escuchas el crujir de huesos
sientes explotar tus venas
el desgarrar de tu carne
tronar tu cabeza y esparcirse
ahí está tu libertad
ve
tómala

This is Belmont Blue line… Doors open








Pequeñín

‒Do you like me?
‒Yes, and you?
‒Yes, yes.
Federico García Lorca

Tu nombre que no existió es un vacío
en el que intento entrar con la memoria pero no alcanzo.

¿Dónde te fuiste, amigo, qué mundo te prefiere?

Resbalaste como el agua por el vientre de tu madre,
vives ahora pececillo en el río de su pensamiento
y te pone nombres, zapatitos, y te viste de negro,
te lleva de su mano por la nostalgia que no pudo heredarte
y escapas a veces tras las palomas del invierno
y no te encuentra, no te encuentra.

¿En qué secreto se perdió tu voz,
latido pum, pum, pum, sangre degollada?

Ahora que te invento existes con más fuerza, pequeñín
son tus pies los de un gigante
tu corazón viste de seda y es volcán y estalla.
Impregnas la ciudad de talco, pequeñín
que te he perdido antes de puchero y primavera.

Abre y cierra tu manita, pequeñín, abre y cierra tu manita,
así se dice adiós.








El precio del llanto

Para el llanto se necesitan kilos de sal y litros de agua potable. El llanto requiere también una tarde pálida, lluviosa –preferiblemente. El llanto es mucho. Es tiempo para sentarse tristemente, sin trabajo, ni escuela, ni diligencias que apurar, ni tráfico. El llanto, además, necesita algo que haga patente la impotencia. Si se llora por muerte se llora la propia finitud. Si no, es preciso un desalmado, algún villano que vaya por el mundo engañando a muchachitas, quitándole el puesto a su vecino, jalando coletas sin razón alguna, sacando la lengua a diestra y siniestra, haciendo señales obscenas con los dedos o el antebrazo en una hora pico de 40 grados centígrados. El trabajo de villano es arduo, y se requiere al preciso para detonar el llanto –aunque no dudo que los haya. Por eso el llanto no sólo es costoso, también es escaso. Con el aumento del precio desciende la demanda, y pocas veces se puede uno dar el lujo del llanto en esta vida, en la que apenas alcanza para lagrimitas.

 http://www.laotrarevista.com/2013/06/jorge-montiel/




Me gustaría soltar este poema al mundo

Me gustaría soltar este poema al mundo
Silvia salomónica angustia sorda
decir un día suyo fui Saturno de sus manos

Pero no te conozco ni te canto
qué palabras dónde los recuerdos de estos versos
sin tus siluetas Silvia
sorbo de sal tu ausencia

Lo peor es que te hayas ido sin este canto
palabras que quisieron tocar tus labios
como beso insulso para una diosa Silvia

Ida tú hiedra
soltaré el poema que no te dije
Silvia ahuyenta poetas corazón infierno
latiendo en mi contra sangre veneno 
suerte de mí seguir con vida Silvia





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