Diego Bentivegna
(Munro, Buenos Aires, ARGENTINA 1973)
Las sirenas
Fue en un segundo.
Oímos el canto genital de las muchachas,
las pájaras fatales de las rocas;
la melodía sabrosa de la muerte,
un ulular clavado
en las gargantas oscuras de la horda.
Fue en un segundo
ver desde el barco un pobre cuerpo mixto:
Parténope destrozada entre las rocas,
hecha polvo en la tierra abandonada.
Paisaje de fondo
…l´incontro con la immensa capitale mediterranea, piú classicamente antica di Roma stessa, e insieme spagnolesca e orientale…
Roberto Longhi, Caravaggio.
Al fondo, Nápoles es un cuaderno abierto,
un trozo de papel que mancha las orillas,
un manuscrito perdido en la basura,
rastros de tinta que las tormentas llevan,
que el viento vuelve signos ilegibles.
La ciudad como un manto
bordado con su sangre
de calles olorosas, perros, cuerpos:
una tierra encarnada que declina
hacia el borde del agua;
muros que tiemblan con la marea densa
frente a las olas que arrastran pedazos
de cartón, culos de botella, gritos.
En el fondo
la escollera en que las sombras se difunden,
la orilla a la que vuelven
salados los difuntos
como si todavía, en un instante,
lográramos rozarlos.
Líquidos
este viento que desnuda los huesos de la carne…
Yorgos Seferis
I
De todas esas cosas algunas nos llevamos,
un cuerno de marfil, las fotos de los muertos,
reliquias de la tierra, ampollas
de vidrio azul, vidrio verdoso, vidrio amarillento
con el maná que exudan los cuerpos de los mártires.
Palpita en los canales la reliquia obsesiva,
pervive en sus entrañas la sustancia
que no puede quebrarse
porque cada fragmento es, él mismo, una reliquia,
un trozo de sí mismo irreductible.
II
Pero hacia abajo
la saga de la carne prolifera
en un pueblo de ratas;
se esparce en las cloacas,
en la brasa rojiza
que se quema en la lengua del castrado.
La arena musical se hace un solo chirrido,
como el rumor que persiste entre las púas
se aloja en la hendidura pastosa de los discos
con su voz aguzada, su mar claro,
allá donde los peces lunares se enamoran.
Una música intáctil es lo que ahora sentimos,
la sangre rítmica que a la medianoche
estalla en las almohadas:
Nápoles, líquida,
que se aleja hacia el fondo con sus calles,
como un inmenso
cuenco desventrado,
como el cadáver mórbido de un río.
[de "El texto sembrado"]
Las palabras que tiemblan arrojadas...
Las palabras que tiemblan arrojadas
desde la Cruz o en el camino
de la muerte, ¿son la letra
preciosa, el paciente
bordado de las hojas?
¿los folios trabajados en el alba de la isla,
la letra sutil
donde la vista se pierde, como
en el mar de los almendros en Sicilia?
Casi un chico, bellísimo, lampiño...
Casi un chico bellísimo, lampiño
en su pureza meridional señala
desde el ícono una tierra
completamente bella:
la tierra manuscrita
regada por la luz
que cae desde lo alto
como el oro; enramadas
de sol que cruzan los sembrados pálidos
como arcángeles que cantan.
Las reliquias, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2013
[de "Rebaño místico"]
(Doménico, frente a los Alpes, 1917-1918)
En estas distendidas
reguladas campiñas del Véneto o del Friuli
también hiciste muchacho tu experiencia.
La muerte en la trinchera era
un simple resultado de la técnica,
su mera consecuencia;
un estallido de tierra ante los ojos,
un verso que se tritura entre los dientes,
un espacio sin nombre más allá de la palabra,
el campo inexpresable de la ética.
Los Alpes recortados sobre un fondo
véneto o lombardo;
campos azules como vistos
a través de un diafragma, contra el cielo,
bajo un aire en que flotan, suspendidas,
nubecitas de polvo;
cerros tiznados por la nieve, la amarilla
luz temblorosa, tremante, del invierno.
Peñascos, valles,
donde hemos combatido,
donde el cuerpo tirita -despojado
ya casi de todo,
frágil-, como tiemblan
en las salas, por reflejo, los muertos.
[de "El niño expósito"]
Odorata ginestra / contenta dei deserti
(Leopardi)
Se recorta en el fondo, entre la espuma
y la sierra, el exterminador Vesubio:
padre terrible sentado entra las rocas,
profeta formidable.
Mira el Golfo africano abierto sobre Nápoles.
Mira Torre del Greco y los retazos
de poblaciones blancas que cuelgan
de los cerros, casi acantilados.
Mira la espalda seca donde crece
a los tumbos la pálida ginestra,
la retama amarilla en la que estalla
la luz violenta, el sol mediterráneo.
Mira, está mirando
lo vegetal que se asoma apenas entre las rocas.
Mira la piedra esparcida entre la lava
reseca por el sol.
Mira el manto de pólvora volcánica
que cubre las praderas,
que hace de este suelo un lugar inhabitable,
con sus ciudades muertas, sus hombres y mujeres
abrasados, vueltos combustible
en el instante irreversible de la muerte.
Mira las ciudades quemadas por el fósforo.
Mira la gente reducida losa montículos
de tierra y de ceniza, a un mancha
en el suelo. Mira los paisajes
lunares: visiones de Marte o de Saturno,
que bajan con las bombas a la tierra.
Diego Bentivegna (Munro, provincia de Buenos Aires, 1973), Las reliquias, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2013
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