Luis Fernando Cuartas Acosta
Nacido en Bello, Antioquia, Colombia, 1957. Miembro fundador de la Revista Punto Seguido de la Ciudad de Medellín. Fundador del espacio Laberinto Lunario, Universidad Nacional dedicado a difundir la poesía. Algunos poemas de su autoría han sido publicados en periódicos y revistas de Colombia, Brasil, Estados Unidos, Francia y Suecia. Entre sus libros se encuentra para editar: Delitos del paraíso, La luna de los Lunes, El libro de los Objetos perdidos, Cosa con ojos, En la calle no calle. Tiene un programa de radio llamado Taller de Luna en la emisora de la Universidad Nacional, 100.4 FM, UNRADIO. Coordina el Taller Un Viaje por la Literatura, Biblioteca efe Gómez de la Universidad Nacional, donde se escribe y se lee literatura acompañados por recorridos urbanos y rurales del Valle de Aburrá. Ensayista, historiador y gestor Cultural.
LOS LUGARES POSIBLES
Pequeño palacio de un reino sin coronas
Donde los reyes han perdido sus barbas desdeñosas
Y las damas de la corte son nidos de abejas africanas
Que buscan aceite secreto entre los libros
Balcón donde se puede mirar el último elefante
Del sol de los dormidos
Y por donde se cuela la música quejumbrosa
De los vecinos exaltados entre el miedo y la pobreza
Legajos de escritos, imágenes impresas, libros descuidados,
Tesoro de un bienandante caballero con apellidos
Comunes y corrientes
Falsos damascos, una loca grabadora, una silla
Que nuca puede ser eléctrica
Y una pantalla de luces con códigos y cifras
Que sirve para hacer aparecer signos en la escritura
Del insomne.
Un reino donde asecha un tigre de barro
Y aún hay vestigios de salvajes manías
Que sólo se parecen al desorden de una selva personal
Donde las montañas de papel armonizan mi memoria
Y esconden mis piedras de recuerdos. Mis miedos de origami doblados en el cuerpo.
Y las botellas de azufre que delatan una retorta en mi aposento.
UNA LARGA TEMPORADA...
Ya sabemos, Rimbaud,
Que las vocales están llenas de colores
Que las palabras se vuelven risa
Y tinta impregnada entre los cuerpos
Que ser joven
Es una guerra con tambores de luna
Y armas de pólvora de fiestas.
Reyes niños reinventando el abandono
Un sol derretido en la chaqueta
Y un paraguas de infierno
Apuntando a un firmamento
De estrellas sin diploma.
Ya sabemos, por ti,
La burla que puedes hacer a los burócratas
Y de lo bien que caería
Un brandy en el café Marilyn Monroe
Dulce borrachera
Entre nuestras pequeñas hierbas
Llenas de cabellos rojos
Y entre nuestros poetas jóvenes
Que caminan el desierto de sus causas
Esperando ver una rosa
Nacida en una gota de aceite en medio de la guerra.
No existe un dolor sin cuerpo
Las palabras se pronuncian y no duelen
Ellas no saben de heridas
Y el desasosiego de lo dicho no duele
En el dolor que duele
Cuando se dice a otro
“cuanto dolor se queda en mis costados”
nos vienen viejas canciones
arrastrando una pena de otros
el dolor no sabe nada del dolor
nadie mide centímetros dolidos
ni se atreve a poner la piel al otro lado
del filo de la espada propia
el poema dolor no existe
es máscara y conflicto
palabra y acertijo
puntos o signos
que socavan la mazmorra cerebral
y nos dejan sólo dudas
de un dolor dolido ya en el olvido
Lo demás es un dólar
Cobrado con furia y en tristeza concebido.
Quien duele no reclama que se le mire el dolor
Se sabe dolido en el lugar exacto
Donde toda herida se vuelve inexpugnable.
TIEMPO DE LA ESPERA
Son los cristales rotos
Advertencias, advertencias
Ríos helados
Personas heridas
En un cielo sin palabras
Una forma de decir relámpago
En un campo sin faroles
Nada en la nada
Sin un resplandor que pregunte
Sólo tarde y lluvia
Desde una cárcel
Tan solo una cometa mojada
Hace signos en las nubes
Para ver pasar el tiempo
De la espera.
LÁMPARA
Ninguna botella está vacía, ni después de apurar las últimas humedades de su genio oscuro. Ya no existen vendedores de lámparas con forma de botella que quieran buscar un Aladino. La melancolía se llena de lámparas. La ausencia se convierte en luz, la poca luz de lo que queda. Ya no hay quien trate de saber que hay dentro de la botella que regala el mar. Ni una lámpara que pueda ser frotada contra el pecho para buscar la noche que presagia su mensaje. El candil sin sus deseos, la sucia palabra de un cuento sin sus peregrinos gritos en los sueños. Lámpara, vaso de la incertidumbre con su pequeña fogata que nos ciega. No veo el cristal, la límpida memoria que ilumina, esa figura nocturna que encandila. Demasiada luz sin lucidez, hoy es el encierro de la música que quema. Encender entre las sombras un fósforo ya es un acto de soberbia. Se puede dejar en paz las sombras, las lámparas hoy son estorbos que perviven en los ojos que recuerdan. Apaga la luz, ya parece innecesario saber si existen tres deseos.
http://eugeniasancheznieto.blogspot.com.es/
Un hijo del aire
Al quitarte el resplandor de los yarumos
Poeta bíblico
De lengua de árbol y ojos de cabrito
Algo de animal queda en ti
Para conversar con el río y fabricar nidos
Algo de nubes en tus barbas
Y de silencio de páramo
En tu semblante frío
Ave hecha de tórtola y de paloma negra
No has visto que el hacha es una duda
Que corta las preguntas
Y que el sol ya no es tan libre
Porque de su labor salen cadenas de dinero
Y lazos de tristeza
Hijo del viento
Vuelve a nacer
Para que no le des la vuelta al patio
Para que treinta años de encierro
No sequen la fuente
Vuelve para ver el matadero
Con la mirada triste de los viejos toros
Que maniatados y lánguidos
Se comen el miedo para evitar
Que la locura se derrame por la sangre
En buena hora te tocó volver
Para ver las lágrimas del final de la vela
Y así plantar soledades
En las locomotoras del tren de la nada
Es ventura que toques la frente
De los ángeles engaminados
Tú que sólo eres un niño
Con un abecedario de piedras
En un rostro lunar
¡Lo que puedes hacer hoy
Al hablar con nosotros!
Acto de magia con la muñeca que besa.
La magia no está en la muñeca del Vudú, está en la fuerza con que
palpita su corazón tras la ropa del anochecer. Algo escarba en sus
pliegues, permite ver las ramas sagradas de sus arbóreas presencias.
Una cicatriz de años de inocencia se levanta tras la puerta donde se
esconde su silencio. Aparece una escritura desigual, algo enfermo que
escribe con los dedos temblorosos en los muros de un cuartel conyugal.
Luego aparece la presencia fría, la dolida esfera de un rostro que
gime por encontrar la luna entre sus piernas, luego huye, como si
supiera que todos los besos están listos para embotellar. Hay un
mercado negro, los embarcan para las barracas de un barco en el mar
quieto, los venden en porciones para los deseosos amigos de la zupia y
del miedo. Mientras tanto sabremos esperar un día victorioso, una hora
genuina, el único placentero segundo donde pueda redimir la desnudez
con la desnudez de quien exige ser vista en los tejados del alma.
Cuanta ostia amarga, cuanto vino salubre, cuanta agua envenenada, pero
todo pasa pronto...al fondo veo una puerta abierta y en ella veo un
cielo azul y una mano que me llama. Es la muñeca del vudú, la
deshilachada muñeca de mi sudorosa espera.
Ven, hay mucho por hacer y apenas se comienza.
Alcohol
La botella espera sobre una mesa, la mesa es una balsa, la botella un
mensaje cifrado. El resto es una isla, una isla pánico, una isla
ausencia, una isla de archipiélagos deformes, de acantilados que
invitan al abismo, las rocas como púas y el mar que las besa con
furia y con la pasión húmeda del que sabe del amor como de la sed de
las sirenas. La botella es de alcoholes perfumados con estrellas, es
un líquido que dulcifica y envenena, es la diáspora de mis amores por
la tierra, es la canción que se queda sobre la misma arena del ocaso.
Bebo en silencio estas palabras, me sumerjo en etílicas metáforas para
combatir la soledad sobre mi insular forma de palpitar corazones que
se alejan. Bebo, bebo más ahora que soy abstemio, bebo luciérnagas y
flores, bebo amaneceres y relámpagos, bebo de un amor que se fermenta
en cada segundo que se empoza sobre mi cuerpo humedecido en las
tristezas. Bebo de ti, bebo del mundo, soy atropellado por una botella
siempre llena, la minúscula botella donde han envasado nuestras vidas.
Rayos y centellas
Vísteme de rayos, acuérdate del sol en media noche, hay trajes para
aquietar el viento y para buscar el acogedor silencio. Toma centellas
como abrigo para el milagro de la oscuridad, habrá bufandas con la vía
Láctea, millones de botones nos vestirán estrellas, millones de
abrazos nos dejaran arropados de Universo. Una mujer cose sonámbula un
abrigo, ella viaja con una barca india por el río de la temprana
aurora, teje, viste, desnuda y viste de nuevo, cada prenda entre
sollozo y risa. Una mujer mar, una mujer cielo, toma rayos y centellas
para hacer antorchas sobre el firmamento, caricias sobre la piel,
vestidos sobre los cuerpos que salen desde el frío a recuperar el
borbotón de su sangre tibia. Rayos y centellas, los vestidos del cielo
para los humanos de la Tierra.
Esguince
Falta cometer el equívoco para saber que somos de la tierra. La luna nos arrojó hacia el suelo. El mismo Li Po conoció el agua fría en medio de su esguince buscando la luz nocturna en un arroyo. Párpados inundados de rocío, son pequeñas lágrimas que salen cuando uno se ha caído, mas el ser se levanta, anda rengo por un rato, el tobillo aumenta y el agua de los ojos ya se ha ido. La bicicleta esas gafas a caballo que leen calles y se estrellan contra el poema convertido en muro. Todo es veloz, un parpadeo, una calle, se trata de bajar de la máquina y luego se presenta el pie doblado, un cierto tambaleo que es la duda, un dolor que es certeza y un olvido que es lo único que cura. Todos tenemos nuestro esguince, la torcedura de la vida, el mal pie sobre el piso ya movido, el arte de un desamor que nos mueve hacia el lado débil por donde se gasta el cuerpo. Todos somos un esguince, tiembla el cuerpo después de amar inmensamente, tambalean las piernas después de subir miles de cuestas, se cae lo más sólido, se derrite lo perenne. Mas después de todo, seguiremos la ruta que nos otorga el gran deseo, la levedad y la sensación de estar vivos con la bicicleta del poema como una mascota urbana que nos ayuda a leer la suerte en cada esquina.
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