Heberto de Sysmo
Pseudónimo de José Antonio Olmedo López-Amor. Nacido el 24 de Julio de 1977 en Valencia (España). Titulado en audiovisuales. Articulista, crítico literario y cinematográfico, cronista y divulgador científico entre otras cosas.
Incluido en la antología Cartografías de Orfeo (Ediciones Isla Negra, 2014) seleccionado por su antólogo, el poeta Sergio Arlandis, como uno de los doce poetas jóvenes más interesantes de la Comunidad Valenciana, ha dejado atrás calificativos como “emergente” o “local” para convertirse en un valor seguro dentro del panorama lírico español.
Amadrinado en las letras en primera instancia por Encarna Beltrán-Huertas ex-directora del Círculo de Bellas Artes de Valencia, escritora y compositora de música clásica entre otras muchas cosas y alumno de María Teresa Espasa en la actualidad.
Colaborador y socio de la asociación Poesía del Mediterráneo durante varios años, así como redactor de su revista (Corazón de papel), actualmente ha sido finalista en el II, III y IV certamen literario organizado por el mismo Ateneo Blasco Ibáñez de Valencia en la sección de Poesía. Pertenece a la agrupación literaria “Ateneo Blasco Ibáñez” de Valencia. Pertenece a la asociación de escritores valencianos: Tertulia la Buhardilla Pertenece a la Red Mundial de Escritores en Español (REMES). Pertenece a la red internacional de escritores por la tierra (RIET). Colaborador de la revista digital: “Palabras Diversas” Colaborador de la revista: “Literaturas.com” Colaborador de la revista: “Xilote” Colaborador de la página: “www.escritores.org” Colaborador de la revista: “Ariadna” Colaborador de la revista: “El Desván” Colaborador de la revista “Sede” Colaborador de la revista: “Culturamas” Colaborador y miembro del consejo editorial de la revista: “Todo literatura.es” Corresponsal en Valencia de la revista digital “Absenta” en la que publica diversos escritos; artículos, crónicas, poemas, críticas de cine y literatura…etc. Socio cofundador junto a su tío Juan Antonio López-Amor Martínez de la asociación artístico-solidaria “Arkanos”. En dicha asociación es el responsable del “Aula de Poesía” que organiza eventos como: recitales, tertulias, entrevistas, programas de radio…etc. Socio cofundador del grupo poético: Alquimia y Verso, acompañado por Gregorio Muelas Bermúdez, grupo que está en activo y realiza recitales, conferencias, tertulias…etc.
Publicó el 1 de Diciembre de 2011 “Luces de Antimonio” una antología poética junto con su tío citado anteriormente, un libro de 417 páginas prologado por Isabel Oliver y con ilustraciones realizadas por los autores, se publicó mediante la Editorial Ateneo Blasco Ibáñez y pertenece a la colección “Algo que decir” volumen XI.
El día 19 de Enero de 2012 publicó un poema de catorce páginas llamado: “Anaranjado de metilo” en la misma editorial y en un libro de 20 autores perteneciente a la misma colección (volumen XII) que fue presentado en el ámbito cultural del Corte Inglés de Valencia.
En 2012 participó en la antología del Ateneo Blasco Ibáñez: “Latidos contra la violencia de género” con un texto ensayístico que denuncia la violación de los derechos humanos.
Ganador del primer premio del III certamen literario del Ateneo Blasco Ibáñez en la sección de Narrativa con el relato: “El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal”. Ganador del tercer premio del I Certamen de poesía “Rima Jotabé” con la obra: “Las Ocho virtudes capitales” que ya ha sido publicado en un libro por la editorial Publiberia. Ganador del primer premio del II Certamen de poesía “Rima Jotabé” con la obra: “¿Acaso no es amor haber querido?”. Ganador de una mención honorífica en el certamen de la primavera 2013 de la asociación castellonense “Amigos de la Poesía” (ALCAP) por su poema “Noche” perteneciente al poemario inédito “Sinfonía alpina”.
Tiene dos poemarios inéditos: “Diario de lo humano y lo divino” y “Cuaderno íntimo” y un libro de relatos inédito en coautoría con Juan Antonio López-Amor llamado: “Epilogonías”.
Tiene un libro de haiku, senryu y tanka inédito titulado “La soledad encendida”, escrito a cuatro manos con Gregorio Muelas Bermúdez.
Ha sido distinguido con el título de embajador de la Rima Jotabé por sus méritos obtenidos en su escritura así como por su divulgación.
La Voluntad De Dios
Debo leer a hurtadillas en el libro de tu cuerpo
toda la poesía vivificadora que la Vida me niega,
sorber del cáliz uterino las esencias prohibidas
masticar tus labios de pétalos carnosos y dormidos,
barnizar tus aureolas, profanar los surcos de tus pliegues,
y sentirme vivo y miserable al mismo tiempo
al degustar placeres que no merezco…
Debo atravesar el Infierno para alcanzar el Paraíso
debo atravesar el río a nado si quiero alcanzar la otra orilla
quiero gozar de libertad sin pagar su fianza,
quiero sentir el perdón indultando mi cuerpo
pero sin contriciones ni penitencias, sin arrepentimiento.
Quiero vulnerar los castigos y los precios
esos son impuestos a ignorantes de suma bajeza,
yo quiero privilegios y deleites de rey
y me trae sin cuidado que no los merezca.
Sólo si no existe un dios en el Cielo
sólo si es verdad que no hay Amor en el Mundo
podría comprenderlo todo,
¿y qué me regala la Vida? Éste absurdo sentimiento de culpa
el constante y estremecedor alarido
de la vergüenza en el parnaso de mi conciencia.
Si anhelo mi muerte debo vivir primero
si pretendo ostentar sabiduría debo padecer los fracasos,
si valoro la sonrisa es porque el llanto ha deformado mi cara,
estoy harto de esa ambivalencia jocosa entre el Sueño y la Vigilia
entre la Luz y la Oscuridad, de esa enseñanza revelada
que anuncia que el Bien y el Mal se complementan…
Quisiera cercenar de una vez esa voz interior
ese dictado ignominioso que escupe benevolencia,
porque esa culpa arraigada y lacerante
es el último velo que me separa
de la gloria de los éxtasis divinos.
Y sólo creo ganar este desafío
cuando beso la curva de tu seno turgente,
cuando tu cuerpo al que ansío
sobre el mío retumba en un pálpito de voracidad urgente,
cuando mi lengua te socava y mi pasión te adolece
de una forma febril y casi sobrehumana,
es sólo entonces cuando esquivo el impuesto
y devoro el premio sin el tributo que lo grava.
Lloro cuando hacemos el amor y sé que no me amas
porque con desmesura siento lo que cualquier enamorado
y me brindas la posibilidad de quererte aunque no lo haga
sintiendo la vulnerabilidad del que se cree amado.
Y sin embargo creo que no te quiero porque puedo llegar a quererte
y si no existiese esa posibilidad te amaría para siempre,
porque obtengo la poesía que necesito a través de tu cuerpo
cuando me permites tenerte,
y es entonces cuando advierto que la vida
debe todo su valor a la muerte,
cuando creo que tu muerte sería mi muerte y entretanto
permanecemos obstinados en esta latitud perversa
donde el fuego se enfrenta a la carne
donde la Locura al Alma majestuosamente secuestra
y fingimos amarnos devorándonos mutuamente.
Del poemario “Diario de lo humano y lo divino”.
METAXEANDO
(Soneto)
Sobre el lecho do este poema escribo
Ayer besaba tus pechos amados,
Estampas de limbos policromados
Bella sustancia en vena que hoy revivo.
Ayer me deleitaban tus suspiros
Aquí, sobre éste manto que me cubre,
Fuimos leño, pavesa y lumbre
Onda errante en un viento torbellino.
Ayer fue realidad, hoy recuerdo
La lírica candor de tu episodio,
Trágica metástasis de tu cuerpo
Convertida en mi poema-testimonio,
Doloroso temblor, brutal, siniestro
Como ancestro que inspira a los demonios.
NOSOTROS, LOS DORMIDOS
Nosotros, los dormidos;
los que decimos que estamos despiertos
los que a cualquiera llamamos amigos,
los que no sabemos si estamos en lo cierto
y vistiéndonos de vanidad
nos desvestimos.
Nosotros, los dormidos;
que alardeamos de una vida interesante
y somos la función andante
de nosotros mismos,
una comedia llena de fatalidad
el pasto de los vicios y mentiras,
el muérdago que anida en el portal
de la celestina ruina...
Nosotros, los dormidos;
somos pastores de rebaños muertos
capitanes de hundidos navíos,
mecenas de gloria en mármol
y atardeceres consumidos…
NO PERMITAS
…No permitas a mi corazón ambicioso
llenarse de tu amor proscrito,
por más que te pida y suplique
por más que me veas en dolor monstruoso,
o jamás tendrá sentido lo que he escrito.
No permitas el ocaso de la aurora
sin palabra de consuelo a quien te ame,
entrega rama de laurel a quien te adora
a quien extrañe disfrutarte a todas horas
no hagas caso a lo que diga nadie.
No permitas el azul del prado en mis infiernos
ni intentes apagar sus vivas llamas,
yo merezco arder entre los leños
llorando la muerte de cada sueño
ya esculpí mi letra en las mastabas.
No permitas un dolor sin su caricia
una herida sin su beso
un lamento sin sonrisa,
y destierra de tu corazón esa avaricia
sólo somos hueso y fugitiva brisa.
No permitas el álgebra de mi fracaso
interrumpe sus mil ecuaciones,
pues si llegara al final y fuera el caso
sentirías amor por mí
y yo amaría sin contemplaciones.
Permite el divino canto del ruiseñor
el hermoso abrazo de los amantes
la tupida flora y su bella eclosión,
permite a todo aquello que enamora
amapolas, ángeles…sin excepción.
No permitas el silencio a quien pueda rugir
ni a la cobardía acechar a los valientes,
no permitas que haga aquello para lo que nací
yo no sé amar sin sufrir
ni vivir sin hacer frente.
Quiero la rosa en mis manos
de tu gracia inmaculada,
esa que convierte a eruditos en profanos
quiero dejar de combatir y por fin mis palabras
regalarte en versos como ramos.
No permitas a mis lágrimas la alteza
de tener a tus ojos por motivo,
si algún día me derrumbo que sea por flaqueza
no quiero perder la entereza
ni por amor ni su néctar baldío.
No permitas que odie de mí lo más hermoso
aquello que nos hermana
mi sentimiento, mi alegría,
quiero ser el núcleo por el que gira tu energía
rama de árbol que te enrosca presuroso.
No permitas nunca que te quiera
pues tal vez muera
al terminar mi cometido,
yo soy invierno, tú la primavera
seguiré amándote desde el olvido.
BELLOS TUS OJOS DETRÁS DE LA MESA
(Soneto)
Bellos tus ojos detrás de la mesa
me contaban entre suspiro y lágrima,
todo aquello que te duele y te pesa
y quise devorar tus negras páginas.
Quise hacerte olvidar el duro infierno
con palabras de calma y de sosiego,
quería colmarte de amor eterno
plantar mil primaveras en tu invierno.
Tu relato conmovió mi pecho
y mi mano te escribió poesías,
llenar de bellas rosas a tu lecho
humildemente amor yo pretendía,
cruzamos presurosos el estrecho
y nuestras almas se reconocían.
El día muere, hermosa
y en cegador contraluz
mi alma persigue a tu silueta,
y me sonroja el valor de mis ojos
que te desnudan…
y si tu alma cesara de reír
porque es bella,
escucharía el llanto de la mía
pidiendo un beso.
El día muere, hermosa
y a tu pletórico esplendor
quisiera mío,
pues se incentiva en mi alcoba
el albedrío de tenerte,
música nueva,
engárzame con tu discurso
de amor erial,
pretende en mí
la sensación de amarnos
porque…
el día muere, hermosa
y aún no te tengo entre mis brazos.
El nacimiento de la Música,de Heberto de Sysmo
POR DAVID ACEBES
[Advertencia del autor: La reseña que leerán a continuación es una reseña especial. Que yo sepa, no es la primera reseña escrita por un poeta (léase, un servidor) sobre la plaquette de poemas de otro poeta (léase, un amigo). Lo que la hace especial es que tal circunstancia se hace constar de forma expresa y por adelantado. Decía Borges: «Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir, que yo me jactaré de los que me ha sido dado leer». Pues digo yo: «Que otros se jacten de los libros que han escrito, que yo me jactaré de los que han escrito mis amigos»].
Empecemos…
«Y dijo Jehová: He aquí que el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.»
Génesis 3, 22
Para escribir esta reseña, prometo haber leído, previamente, los 64 prólogos que Jorge Luis Borges incluye en su Biblioteca personal, las 157 Lecturas no obligatorias de Wislawa Szymborska, premio Nóbel de Literatura en 1996, y las 82 críticas literarias que la poeta y erudita mexicana, Carmina Davis, publicó en su libro póstumo Leer o no leer: esa es la cuestión. Todo ello para reseñar, en menos de 1.000 palabras, 12 silvas y un soneto colofón que, a la postre, conforman la totalidad de El nacimiento de la Música, breve pero intenso poemario, que el poeta valenciano José Antonio Olmedo López-Amor, alias «Heberto de Sysmo», presenta en el Volumen XXI de la Colección Algo que decir, Ediciones Ateneo Blasco Ibáñez.
[Inciso pitagórico: Sucede que esta plaquette se compone de 322 versos, cifra de vital importancia para los Skull&Bones, sociedad secreta a la que pertenece, entre otros, George Bush Jr., y de la que, según modernas teorías de la conspiración, podría estar detrás de las «Piedras de Georgia», cuya novena regla en español propugna la “búsqueda de la (h)armonía con el infinito”. Lo curioso del caso es que estas piedras fueron erigidas el día 22 de marzo de 1980, esto es, mes 3, día 22, números que, como vemos, coinciden con los versículos de la cita bíblica que antecede mi reseña. Por tanto, no resulta descabellado argumentar que el nacimiento de la música tuvo lugar en ese preciso instante, cuando el hombre, desoyendo la conminación de Dios, alargó su mano y probó del fruto del árbol de la vida.]
Piedras de Georgia
Sigamos…
A mi entender, El nacimiento de la Música no tiene argumento. Parece que lo tiene, pero no lo tiene. Durante su odisea, Aban, el protagonista, viaja hacia un no-lugar. En manida metáfora, podríamos afirmar que Aban viaja hacia ninguna parte, reflexionando en cada uno de sus cantos acerca del alma humana y de las relaciones del Hombre [ese ser en mayúsculas] con dios [ese ser en minúsculas]. No es, como quiso Nietzsche, que «dios haya muerto». Lo que ocurre es que dios, como en una de esas clásicas miniaturas bizantinas, se ha vuelto diminuto. Oigamos al propio autor:
«El gran guerrero desencadenado,
al que nada ni nadie detendría,
atravesó los páramos oscuros,
en busca de la reliquia sonora,
en busca del color, que en lo sagrado
corusca levemente y diviniza.»
Hay quien dirá [la expresión es una libertad, no una certeza] que este viaje homérico podría hacer las veces de hilo argumental, pero, valga la redundancia, dicho argumento es del todo incierto, pues, en la pluma volátil de este joven y prometedor poeta, tal trayecto vital no es más que una excusa, un mero subterfugio para disertar acerca de aquellos temas que realmente le preocupan; el tiempo, la muerte o el silencio mismo.
[Enarratio poetarum: Esta opinión es compartida por la profesora Carmina Davis, quien en su artículo Profecía del adiós o el augurio de una bienvenida, dejó escrito que “toda la poesía de Heberto de Sysmo es una poesía decididamente original y valiente, pues trata de un tema, el Hombre y la Muerte, al que pocos poetas actuales se acercan o pueden acercarse.]
Un apunte final…
Los que hemos tenido la suerte de leer El nacimiento de la Música, hemos comprobado in situ que su autor se posiciona a favor de la reciente y novedosa teoría de las «esferas de valor».
Esta teoría declara que en nuestro interior se producen vibraciones imperceptibles que equilibran ciertos vectores de nuestro cuerpo, logrando que alcancemos lo que los Pitagóricos llamaron «Armonía». Por tal motivo, cuando vemos una obra de arte, cuando contemplamos una determinada creación artística, estos vectores se acoplan en nuestro cerebro, permitiendo que salte la «chispa» de la armonía. Esa misma chispa se produce, según Heberto De Sysmo, a un nivel etéreo. Los cuerpos celestes vibran en el espacio, chocando entre sí y dando origen a la armonía del Universo, al nacimiento de la Música, a la creación de ondas que, como músicas no escuchadas, componen lo que este joven poeta se ha atrevido a denominar «sinfonías de la naturaleza»… Ya lo dijo el gran orador Demóstenes:
en qué te has transformado, poeta,
sino en el silencio consumido,
en la música no escuchada,
en el grito de la última boca
agazapada, como un fauno,
entre el caos del universo…
Título: El nacimiento de la Música
Autor: Heberto de Sysmo
Género: Poesía
Editorial: Ateneo Blasco Ibáñez
"El testamento de la rosa"
Por Sonia Aldama
Dice la biografía de José Antonio Olmedo López- Amor (Valencia, 1977), que es poeta, crítico literario, ensayista, pintor y, además, Técnico de Imágen y Sonido. Se diría entonces que Olmedo es un artista de la palabra y de la luz del que hoy escribimos para celebrar su segundo libro de poesía: El testamento de la rosa (junio, 2014).
Firma el prólogo el poeta valenciano Blas Muñoz Pizarro que habla de la imperfección, la transformación y la revelación, tres partes que son las mismas que dividen el libro, una estructura que nos acerca a ése descubrimiento al que el autor necesita llegar, en el que también aterrizamos los lectores. El seudónimo del poeta, Heberto de Sysmo, y el título del libro son evocadores, como los versos: nos lleva a otros lugares, a otro sitio, a lo clásico, a una tradición no exenta de proeza contemporánea.
En El testamento de la rosa, López- Amor se arma de fuerza para desatar y deshacer el dolor del duelo, ahuyentar a la muerte y recuperar a través de los versos, ya para siempre la rosa: imagen que maneja a lo largo del poemario, que nos traslada una sincera declaración de amor a la madre mujer, a la mujer madre, a la vida, entonces.
"Perdona que no haya sabido lo bastante
como para quererte tanto".
Cuenta el poeta en uno de los versos dedicados a esa Rosa, versos encadenados que conforman un libro como una carta de despedida, o la certeza del amor que no muere si evitamos su ausencia a través de las palabras: la pulsión entre la vida y la muerte, uno de los grandes temas de la literatura que el poeta aborda con maestría.
Si observamos la retaguardia de la poética del autor, comprobamos la rigurosidad con la que Olmedo trabaja, que es una de las claves para estudiar su manera de componer: sentimos la pasión con la que mancha de tinta el papel y lo envuelve de lirismo. Olmedo eleva las palabras y deja que caigan con la suavidad lúcida de la buena poesía.
Terminamos con una muestra de la destreza poética del escritor, que, además, ha dado como resultado que Testamento de una rosa sea finalista este año del VI Certamen de Poesía Poeta Juan Calderón Matador.
A LA ESPERANZA
A Elena Torres
Tú eres, de mis recuerdos, el más limpio
holografía de una primavera,
un estero cubierto por magnolias
tapiz de cientos de árboles quemados.
Un color confinado a una gran celda,
la promesa de amor en el infierno,
el frasco que contiene las esencias
que disuelven las nubes de la duda.
Un sol entre las sombras protestando,
el abrazo de luz que reconforta
a cualquiera que vuelva de lo oscuro,
la huella que demuestra que aún no ha muerto
aquello por lo que mi vida diera.
El motivo por el que me levanto
cada día a esperar promesas rotas
el sueño inacabado que yo acuno
y protejo, llorando a la inocencia.
LA FLOR DE LA VIDA de HEBERTO DE SYSMO (por Manuel Guerrero Cabrera)
La flor de la vida. Elogio de la geometría sagrada
Heberto de Sysmo
Lastura, 2016
Ciencia y poesía no han estado desligadas siempre o, dicho de otro modo, han estado unidas desde la Antigüedad. Aristóteles afirma en la Poética que se llamaba poesía épica a lo que se expone en verso, «sea un tema médico o sea un tema físico, […] mas nada tienen en común Homero y Empédocles, excepto el metro», pero el primero es el poeta que bien conocemos y el segundo, el filósofo de las cuatro raíces (que después daría lugar a los átomos), no. Gracias a la Antología Palatina se han conservado problemas y cuestiones matemáticas en verso. Manilio en el primer libro del Astronomicón (el más astronómico de la obra) expone en verso que la Tierra es una esfera y determina su eje; también, entre otros asuntos, habla de las constelaciones de cada hemisferio (de la Osa Mayor como inmutable en el cielo) y del movimiento del sol alrededor de la Tierra (una rotación geocéntrica). No debemos dejar atrás otros ejemplos como el Aryabhatiyam de Aryabhata o la obra de Omar Khayyam en Alandalús. Ya pasado algo más de tiempo, Tartaglia en el Renacimiento expone en verso la solución a algunas ecuaciones cúbicas, en el Barroco John Milton alude a la reducción de los metales en El paraíso perdido y en el Romanticismo Goethe elabora un tratado de botánica en el poema 'La metamorfosis de las plantas'. Mientras tanto, en España no podemos afirmar que, salvo escasas excepciones que no voy a señalar, haya una poesía sobre ciencia o en relación con ella hasta finales del siglo XIX o el siglo XX: Francisco García Olmedo, Assumpció Forcada, Clara Janés, Rosa Fabregat, Andrés Neuman, José Miguel García Conde y Agustín Fernández Mallo, entre otros nombres. El universo, fórmulas, teorías (como la de los seis grados y de la catástrofe, entre otras), teoremas, paradojas matemáticas (por ejemplo, la de Zenón de Elea), geometría, elementos químicos y un sinfín de motivos extraídos de la ciencia en general que la han unido a la poesía. En esta línea se circunscribe La flor de la vida de Heberto de Sysmo.
Heberto de Sysmo es el pseudónimo de José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, 1977), colaborador habitual en más de una treintena de medios literarios (El coloquio de los perros, La Galla Ciencia, Caocultura, Culturamas o Todoliteratura.es, del que es miembro del Consejo editorial), Primer Premio de narrativa Ateneo Blasco Ibáñez en 2012, 2014 y 2016, ganador del VII Certamen Internacional de Poesía Fantástica Minatura 2015, del LVII Certamen Poético Fiesta de la primavera 2015 de Amigos de la Poesía de Valencia, y Primer premio del Limaclara Internacional de Ensayo en este mismo año de 2016. Además de la obra de la que vamos a hablar, es autor de Luces de Antimonio. Antología poética, escrito junto a Okoriades Varacri (2011), El testamento de la rosa (2014) y La soledad encendida, junto a Gregorio Muelas (2015).
Uno de los motivos para argumentar el encuadre de La flor de la vida dentro de una poesía unida a la ciencia es el «Ensayo de un entrópico desorden. El axioma del sofisma» que abre el libro y en el que asienta las bases científico-poéticas generales con las que luego versará el volumen. Así, parte de la laripse-espiral:
Reunir en una palabra, lo cotidiano, lo divino y el yo […]. Lo terrenal, lo celestial y el alma […]. Lo que verdaderamente me atrajo de la palabra laripse, es que leída del revés, da como la resultado la palabra «espiral».
Nos atrapa en la Teoría de las Supercuerdas: «todas las partículas que existen y que conocemos, se componen de un mismo material». Y nos descubrimos envueltos en un entorno de espirales, como el ADN, la Vía Láctea o nuestras huellas dactilares; para manifestarnos dentro del fractalismo: «El ser humano, a fin de cuentas, es un elemento singular en el interior de un universo fractal, un ser que debe estar en armonía con su entorno». Y, por consiguiente, afirma que la geometría (recordemos que esta palabra está en el subtítulo del poemario) ha de entenderlo como un principio vital «que eroga cualquier energía». Heberto de Sysmo aprovecha para confesarnos sus influencias:
La observación de los hechos como método de conocimiento. La primacía de la razón, pero sin desdeñar la intuición. La metafísica cartesiana. El recurso a Dios. Descartes está por todas partes en este poemario. Como también lo están Blavatsky, Jung, Kepler, Galileo, Gauss o Gödel.
Y su admiración a Kepler que le lleva a sostener que «somos la intuición de que disponemos, aquello que demostramos, en lo que creemos». También tiene palabras para la sucesión de Fibonacci o la teoría de la masa crítica para llegar a una conclusión que es tan científica como poética: «El Universo está lleno de singularidades, una de ellas es la vida».
La flor de la vida. Elogio de la geometría sagrada continúa con el texto poético, que se estructura en siete apartados: «Cuerpos geométricos», «Las llaves de la vida», «Versos áureos», «Humanas reflexiones», «Sinergia del amor cuántico», «Sonetos atlantes» y «Las siete leyes de la creación & Tradición Hermético-Alquímica». Cada una contiene siete poemas, salvo el central, expresamente humano. Cada apartado y cada poema se acompañan de unas anotaciones de David Acebes, que le da a la obra el cariz científico, aun cuando sus palabras no lo sean o no pretendan serlo.
En «Cuerpos geométricos», la primera parte poética, nos descubre la rica adjetivación del libro y nos pone en conocimiento del sutil vocabulario del autor; no hay mejor muestra de ello que con el último poema de esta sección, en la que el cuerpo femenino es el cuerpo geométrico que:
Tras una tolvanera de moléculas candentes
un soplo corifeo trascendió al Tiempo,
trascendió a la misma Muerte,
y los elementos se confabularon
en un nomograma de munificente simetría.
[…]
Y ninguna obra de arte cincelada por el Hombre
como ninguna otra creación de lo que llamamos dios
jamás albergaría tanta belleza y sabiduría
como la extraordinaria arquitectura que habita
en la proporción del cuerpo femenino.
Influye en este primer grupo de poemas el tono razonado del ensayo inicial, como demuestran los versos anteriores, la selección de los vocablos y la mayúscula de algunos sustantivos, pero no todo es así, porque en otro de los poemas, a propósito de la elipse, dice con una poética brutal que:
El Viento es el mayor elipsógrafo de la Naturaleza;
la mentira lo es del Hombre.
A partir del segundo canto, «Las llaves de la vida» (por las siete formas de ser en el mundo: en el cuerpo, en la psique, en el cosmos, en un dios, en el cuerpo geométrico, en el símbolo y en el número), el verso se vuelve más cuidadoso, aunque continúa el discurso didáctico de lo anterior. Otro rasgo valioso de las composiciones de esta segunda parte son los cierres de los poemas, algo a lo que el autor dedicará otra sección más adelante, pero que, como hemos indicado, el cuidado del verso, del poema, es mayor a partir de aquí. Fijémonos en el dedicado al ser en el símbolo, que lleva el título de Llave simbólica: endecasílabos rítmicos y cuidados, imágenes logradas, afán didáctico y un cierre brillante.
Saber interpretar pequeñas pistas
conduce a los senderos apropiados,
tal vez en nuestras huellas dactilares,
tal vez en los relieves de la Luna.
Las lúcidas improntas, sutilmente,
balizan las vertientes entre el caos
señalando un camino abandonado,
una ruta que exige sublimarse.
[…]
Interpretar el rastro de unos versos
que parecen venir del mundo onírico.
La sección de los «Versos áureos» contiene poemas cuyas estrofas están inspiradas en la sucesión de Fibonacci y cuyo contenido se inspira en las cuestiones que dan vida al libro y que ya hemos enunciado en algún momento. Por ejemplo, la espiral:
No podemos obviar que de las formas
sin duda es la que con mayor frecuencia
revela y muestra su tangible estado,
trasiego de materia, ya infinito,
como un dios que al morir siempre renace.
O sobre la masa crítica:
La vía para transformar conciencias.
Respecto a Dios:
No hay lugar para el trono de algún Dios.
Siglos ha, fue cercado por los números.
O sobre el universo y el Amor:
Un bien que desterrado por los fuegos
levantiscos de la condena humana
se enrosca omnipresente y demiurgo
en las espiras de la Eternidad…
El Amor que permite la Esperanza.
«Humanas reflexiones» ocupa la parte central del libro y contiene más de siete poemas. Comienza estableciendo una semejanza entre la grafía del haikú (en japonés, evidentemente) y la ilustración de la Teoría de Cuerdas, además de aclarar la presencia de los versos endecasílabos en los dos cantos anteriores y en los dos siguientes, cuestión relacionada con las cuerdas del espacio-tiempo que vibran en once dimensiones, según se indica en el volumen. De vuelta al análisis literario, «Humanas reflexiones» comprende 27 haikús, cuya forma domina el autor sin trabas.
mover el mundo,
con un punto de apoyo…
O sin ninguno
Impone en el ánimo lo cuidado de este canto y la sutileza del tratamiento de los temas ya tratados en el libro en estos poemas de Heberto de Sysmo:
mi corazón
late en preciso cálculo,
predestinado
la esfera duerme,
paradigma de forma,
en cada núcleo
A fin de cuentas, seamos objetivos y convengamos que mucho de lo que trazamos en la vida queda reducido a lo que aquí se afirma:
separa el éxito
tan sólo del fracaso…
Un logaritmo
El canto de «Sinergia del amor cuántico» se revela distinto a los anteriores, pues deja el cosmos para centrarse en el amor:
Por el amor del Sol hacia la tierra
crece la flor, amada por el agua.
Un amor en concepto cuántico: tiempo, espacio, universo… En definitiva, la Vida:
Después de todo llegará la Muerte
y nos preguntará sus acertijos.
Y en sus ojos concéntricos veremos
la grandeza de la geometría.
La gran geometría de la Vida,
un milagro de números y sueños.
Ese «milagro de números y sueños» es lo exaltado en este canto y es lo que poco a poco va desmenuzando cuánticamente el autor hasta encontrar los versos anteriores, que pertenecen al que cierra esta parte y da título a la obra, «La flor de la Vida».
Así llegamos a «Sonetos atlantes», en los que, como se apuntó unas líneas más arriba, se le da mayor importancia al último verso y, en este caso, al último verso de un soneto. El contenido se relaciona con siete elementos, «siete pilares para la vida».Vale la pena apuntar aquí los siete últimos versos que, aunque se presenten exentos del poema al que pertenecen, denotan fuerza, ritmo y conexión con el motivo poético:
Fuego: Tras morir un amor, tú, te presentas.
Tierra: Quien sueña y busca un paraíso hermoso.
Agua: Virtud de los legados cardinales.
Aire: Al son, al vuelo, a ser ascua encendida.
Éter: Sigue siendo reducto, madriguera.
Carne: Su arquitectura es templo del amor.
Alma: Y pesa: el Alma en ti es excelencia.
Finalmente, el canto de «Las siete leyes de la creación & Tradición Hermético-Alquímica» recoge los principios que han aparecido o que se han sugerido al lector en las secciones anteriores; así, en el «Principio de mentalismo. Ley de Vacío» hallamos que «El vacío es tan falso como la Muerte» o en el «Principio y Ley de Polaridad» que dice:
Amor, día, odio, noche.
Quizá la noche y el día sean lo mismo,
el amor y el odio, sucesos radiales que nos subyugan,
pero en momentos y formas diferentes.
En coherencia con el espíritu de recopilación de lo didáctico y lo poético del volumen, esta última parte es una suerte de revelación para quien la lea, pues ya ha conocido las bases que sustentan La flor de la Vida, si no la Vida misma, a la que debemos corresponder, así como apreciar lo sagrado de su esencia:
La fractalidad del amor hace sostenible la vida,
una geometría en lucha constante
contra la asimetría de los Hombres.
(«Principio de correspondencia. Ley de Unidad»).
La flor de la Vida nos invita a reflexionar, a vivir y a valorar el universo del que formamos parte, mediante la poesía. Para ello, Heberto de Sysmo se inscribe en la línea de poesía de espíritu científico que exalta la singularidad de la Vida, porque «tener el afán de comprenderla puede acercarnos a saber algo más de nosotros mismos y del lugar en el que vivimos». Y su poesía contribuye a ello entre lo didáctico y lo estético.
II
Esfera
A Miguel García Casas
Impúdica perfección de los cuerpos
que gravitan en sus densos celestes,
densos de magmas amnióticos
y abrazos invencibles.
En la circunferencia duerme
el ejemplo absoluto,
la astrogénesis, la universografía;
desde el glóbulo al globo,
desde el satélite a la onda,
desde el minúsculo átomo
hasta la gigantesca estrella,
siempre esgrimiendo la redondez divina.
Grandeza con la que sueñan
todas las formas poligonales;
el arco iris reflejado sobre el lago,
las espirales, los círculos viciosos y polares,
la sombra de un aro,
los anillos de humo…
Cualquier miserable busca el compás de Dios
para trazarse círculo,
pero esos grados curvos
que nos convergen y nos dignifican
no los dispensa nadie
y, por suerte,
son una albur recensión
de la testimonial Naturaleza.
«ESFERA».- Los cuerpos celestes, las esferas, gravitan en un «magma amniótico», en un cielo primario, convertidos, desde nuestra perspectiva terrenal, en símbolos de lo absoluto. Este absoluto acontece tanto a un nivel microcuántico («desde el minúsculo átomo») como a un nivel macrocuántico[1] («hasta la gigantesca estrella»). «En la sombra de un aro», «en el anillo del humo», percibimos esa redondez divina, esa curva que quiere tensarse y convertirse, a causa de su propia tensión, en recta, en cuadrado, en cubo, dando testimonio a su paso de una naturaleza que engendra per se más naturaleza. Fue el vacío (véase Desocupación de la esfera, de Jorge Oteiza) quien alumbró la esfera y esta, de manera paulatina, engendró al resto de los cuerpos geométricos.
VII
Llave matemática
Euclides definió en sus ecuaciones
la dorada espiral que eterna gira
sin principio ni fin y es el modelo
secuencial que en mutismo se repite.
Si odiamos, padecemos una arritmia
convulsa y asimétrica que impele
a asir nuestra esperanza a lo imposible,
el caos de los números inversos
que subvierten la lógica del Todo.
Fibonacci se encargó de encontrar
el cálculo de Dios entre las plantas
y sus pétalos y hojas configuran
sus espinas, sus tallos y sus brotes
al exacto valor de su secuencia.
«LLAVE MATEMÁTICA».- El paisaje se compone de números. Miremos los pétalos de una flor como los miró Fibonacci y hallaremos el exacto valor de una secuencia que tiende hacia el infinito. Y es en esta secuencia donde radica la belleza suprema. Si nos salimos de ella, solo encontraremos caos y (des)orden. Si en lugar del amor, cedemos al odio, nos saldremos de nuestra espiral dorada y caeremos, irremediablemente, en la espiral de los «números inversos», en la negatividad que subvierte la «lógica del Todo». ¿Y qué es el Todo al revés? Ya lo hemos dicho: la Nada.
[1] La tesis principal de este poemario es que l que se produce a nivel cuántico, se produce asimismo en el ámbito estelar. Por tal motivo, no procede hablar de cuántico para aquello que ocurre en el ámbito subatómico, sino que se proponen los términos microcuántico para aquello que se refiere a los presupuestos de la mecánica cuántica y macrocuántico para aquello que tiene lugar a nivel espacial. Con esta nueva terminología, se compatibiliza, de un modo poético y definitivo, la teoría de la relatividad general con la mecánica cuántica.
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