sábado, 13 de noviembre de 2010

1848.- CÉSAR SECO


César Seco. (Coro. Estado Falcón, Venezuela 1959). Poeta, ensayista y editor. Fundador de la Casa de la Poesía "Rafael José Alavarez" y de la Bienal de Literatura "Elìas David Curiel". Director de la Revista OIKOS. A principio de los años 80 formó parte del grupo literario Cráter. Ha sido galardonado dos veces con el Premio Municipal de Literatura de la Alacaldía de Miranda del Estado Falcón (1993 y 2000). Con el libro El Viaje de los Argonautas y otros poemas obtuvo el Premio de Poesía Bienal de Literatura "Ramón Palomares" (Trujillo, 2005). Fue colaborador del Suplemento literario Verbigracia del Diario El Universal. Integra la redacción de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Ha publicado El Laurel y la piedra (1991), Árbol sorprendido (1995). Oscuro ilumina (1999), Mantis (2004). Poemas y ensayos de su autoría han aparecido en revistas nacionales y extranjeras. Ha sido invitado a eventos literarios la Semana Internacional de la Poesía en Caracas (1999). I Encuentro Internacional de la Revista Poesía (Valencia, 2002), la Feria Internacional del Libro: (Mérida, 1999), (Maracaibo, 2002), Caracas (2003), el I y II Festival Mundial de Poesía (Caracas 2004, 2005) y la Feria Internacional del Libro de la Habana (Cuba, 2006)


Árboles

Qué conversan estos árboles
Que se dicen a media tarde
Cuando alguien demora
En cruzar de esquina

Qué hablan, qué discuten
Acaso escuchan que el corazón
De ese alguien se anuda
Y desanuda en sus raíces

Qué escriben en el aire sus hojas
Qué diálogo suscita la altura
De sus frondas y tallos macizos
Donde ese alguien se detuvo

Qué dicen, qué callan
Qué vocablo mueve sus ramas






a Eugenio Montejo

Invisible

La noche que caminamos apenas comienza
Juntos la hemos traído hasta aquí
Ya no hay más, dejé de mí cuanto era
Estos días ya no tienen mis pies
Lo que borran detrás es hilo indiviso
Trozo de nadie, escalera sin sostén
Escucho el agua como nada escucho venir
Allá arriba el lobo aúlla
Pasadizo en sus ojos no hay
En su pelambre no hay luna
No hay de donde saltar
Aúlla allá cuál si una mano sustrajera una
Estrella




a Benito Mieses


Renuncia

We never would d had love strued
Rober Graves, Under the olives

Siento la necesidad expresa de desposesionarme
Nunca como ahora sentí el hilo roto
Nunca como ahora me supe transitorio
Apuesto: va a llover
Voy a reunirme con lianas finísimas de agua de cielo
Es decir, ya no apuesto a nada
Amé como sólo se ama a una mujer
Le concedí mi aquí, mi allá, le concedí mi 3
Cual hambre de dos peces nos alcanzamos aire
Éramos el sol
Pan pedido por su mano alcanzado
Ella trajo a mi boca pólen de la suya
Yo ya no era Yo
Lo que nos llenó es ahora
vacío sobrecogedor
(Se había dejado por mí
Me había dejado por ella)
Está llegando sola al Terminal
La noche dispone el último auto
La veo perderse de mí y encontrarse con ella
Volver a respirarme es hundir los dedos en su piel
Ondulación, nubes
Le estoy diciendo adiós
Yo ya no vivo
Yo ya no soy
Yo era esa mujer.







Al oído de Orfeo

8

Anoche, en el Hebrus, Hécate reía.
Recordaste a tu amigo,
mal poeta suicidado, dijeron.
Hasta el humo del cigarro
se escondía de él.
La mesa y los otros amigos:
"puedes fracasar en todo porque todo
nada es". Dios irónico,
insobornable deprimido de hoy
desayunando la página roja.
"Puedes separarte pero nunca de aquél
que solo prodiga perdón
rociado de nada y de todo"

Veré de frente si te he merecido,
perfume, hacha de luz.







Nunca habíamos sido tan abstractos

(poema-carta para Ana Nuño)

Un asestado golpe a "nuestra lírica" sus tinas.
El país da tumbos y pide "lo enderecen".
Nunca habíamos sido tan abstractos.
Nadie debe ir más lejos que nadie.
¿Pides no jugar al poker del poema y la política?
De nada vale regodearse con el tufo del poder
si no hace erupción el lenguaje y la máscara cae.
Dramatis. Pena.
Sólo salva esta línea la imagen de tu padre
huyendo del halago hipócrita del poder.
Los que ahora pugnan contra el gobierno
son los mismos de ayer, de hoy y de mañana.
Lo sabes. No morirán mejor o peor que él.
En verdad no hay poker que valga
si la vida no es auténtica. La vida de tu padre lo fue.
Dulcísima rima, duele.
Subsiste a la pradera donde raptaron a Helena.
Discúlpame, es retórica.
No sólo somos de la tierra en que se nace
sino también de la que se pisa.
Aunque tengamos que irnos luego,
nos estamos yendo a otra parte siempre,
nos estamos quedando en este país, siempre.
Y qué si no es sólo el país lo que se conquista,
sino el lugar, el aliento, la espiga y la sal del Verbo
Nunca habíamos sido tan abstractos.
Se le han invertido los guantes a boxeadores y viejas.
Tarde se dieron cuenta de que pobres
no eran sólo los que iban en autobús.
Aquí más de uno aspira ir al Panteón.

SELECCION: César Seco. "El Viaje de los Argonautas y otros poemas". Fondo Editorial Arturo Cardozo. (2005). Gobernación Bolivariana de Trujillo. Coordinación Trujillana de Cultura.

***Esta obra fue Premio de Poesía II Bienal de Literatura "Ramón Palomares"







Doppelgänger

Es hora de que no te pierdas de vista.
El mar tiene insospechadas dimensiones.
en tu cuarto y si estás despierto mucho más.
Aquí en esta playa viste nacer al otro
como una proyección pálida en la pared.
Tú viste venir el barco en el horizonte.
En ese tiempo sólo eran cuatro casas
que daban al mar y en una de ellas
tú leías para otro amigo mientras
la flauta de él mediaba solícita.
Todos los rumores acudían entre pausas
y silencios, entre el viento que zurcía
su propia melodía por las claraboyas.
Un contínuum de olas se replegaba
no sin un golpe consecutivo en las rocas.
Cada movimiento por sigiloso o violento que fuera
decía que la tierra estaba devolviéndote sus señales.
Sospechabas que se inflaba la piel del agua
y se adelgazaba la corteza mineral.
Hiciste bajo tus pies ese círculo
de donde no saliste hasta que todo cesó.
El vendaval se desprendía afuera
como si el cielo mismo pidiera la palabra
y todo de repente calló para oírlo.
Las paredes se cimbraron cual cascarón de proa.
Un relámpago trajo lumbre súbita a la cal que las vestía.
Escuchaste el sí agónico de la madera
cuando el agua la penetra.
Bogaba ya por un mar desconocido y turbulento la casa.
La cabeza de un decapitado pasaba a ras de la ventana
cantando aquello que sólo puede el misterio.
Tú habías hecho el viaje, tú estabas de vuelta.






Últimas noticias

No son buenos estos tiempos, no lo son.
Como no lo fueron cuando los idus de marzo
anunciaron lo que iba a ocurrirle a César.
Ciertamente no lo son.
Una mancha de petróleo derramado
avanza sigilosa por el Golfo de México
ahogando inmisericorde miles de aves y peces.
Una nube de ceniza cubre el gélido cielo
del norte de Europa causando pánico
y suspensión de los vuelos.
La economía se preocupa pero no se detiene.
La guerra es ahora por el silicio,
pero igual los niños mueren de hambre en África.
En Gaza el sueño de la libertad cuesta la vida
de pacifistas acribillados a mansalva
por un estado que es asesino desde Cristo.
La política encubre las reglas de la diplomacia.
En la esquina del barrio donde vivo
esta mañana fue atracada una muchacha
mientras bajaba del transporte público.
No hubo policía que atrapara a los malhechores.
Escasean los alimentos, escasean las medicinas,
escasea todo, pero la pregunta es: dónde se oculta
la rata que lo devora todo y si hay suficiente
veneno para sus fauces insaciables.
Como creyente elevo mi oración y mi plegaria.
La iglesia católica, apostólica y romana se sacude
en sus cálices por la pederastia de sus prelados.
El Papa dice que son los niños que los sonsacan
y anima a los filólogos a buscar otro significado
para eso que ocurre en colegios y sacristías.
Las iglesias protestantes y las sectas se sostienen
en eso que han llamado el bazar espiritual
de los símbolos y los inciensos.
Los que predican el Nuevo Reino se han constituido
en Corporaciones, y como éstas, se manejan con siglas
y cifras debidamente calculadas con sentido financiero.
La Fe no se negocia. La Dignidad tampoco.
Pero todo es negocio en estos aciagos días
y la muerte amasa un puñado de dólares cada segundo
mientras las pestes se multiplican y el corazón del cielo
se desintegra por la emisión de gases que nadie detiene.
Ciertamente no son estos buenos tiempos.
Lo que La Palabra dijo que vendría está llegando.
Esperamos por los titulares de la emisión nocturna.







De aquellos por el cual habla el espíritu

¿Para qué poetas en tiempos de crisis?
Algo así se preguntaba Hölderlin
arrastrado a la locura por la fugacidad del amor.
En el silencio en que engendran su decir,
los poetas sirven de mucho y de poco.
Mucho porque todo lo que escuche su gran oreja
y profiera su voz es letal para la mentira.
Poco porque antes que vestir al desnudo
la poesía lo deja en los huesos,
en esa, su radiografía del alma.
El poeta es un pequeño dios derribado que no cesa
de levantarse a cada instante mientras la luz
lo fulmina y lo arroja en lo inconmensurable:
astro en la sola órbita de aprehensiones y súbitos.
La poesía puede ser lo que tú quieras
si verdaderamente lo deseas.
A veces, como afirmó Juan Sánchez Peláez
es “la corsa frágil y el lebrel efímero”.
Relumbrón, intensidad instantánea.
Con ella “nunca se sabe”, dijo la lechuza.
Otras, el caudal del río que ha venido a encontrarnos.
Las más, mar anochecido y turbio que trae
en sus rugientes olas un puño de sombras
para que les demos palabra a ver si contestan
y ciertamente lo hacen desde la ausencia.
Ya no hay laurel para los poetas, se les venera
reduciéndolos a la tiranía de los bares y las cantinas,
a la dicción dura de las drogas, o se les pervierte
con cargos burocráticos y prebendas oficiales
para que no molesten y escriban sus versos
atrapados en la solemne arquitectura
de embajadas y ministerios, con el fuego
escapando de sus manos y entristecido humo
rondando sus cabezas de volcanes dormidos.
El verdadero poeta estará siempre donde esté la verdad
interrogándolo, alerta ante la nombradía del ego
y el aplauso.








Jazz
a Ricardo Chitty


La noche viaja al fondo del azul
índigo del humo circundante.
Me espabila la punta del cigarro
que otro ha encendido bajo la lluvia.
Cuido caminar con su sombra al lado
antes que líquida me cubra.
El saxo es perseguido por el piano
en algún lugar de mi cabeza.
La trompeta sale adelante metálica,
sucesivos disparos de revolver,
mientras me doy una vuelta
por la esquina más sola del mundo.
Mis ojos son espuma. Mi lengua,
muda por intervalos, es sonora ya
tal cual esa moneda que el transeúnte
ha arrojado tintineante en la acera
reflejada en traslúcidos charcos.
Un solo de batería hila mis pasos.
El paraguas gira como mariposa
sobre sus alas, se escurre silencioso
sobre el pavimento que vira hacia
un callejón de Ámsterdam.

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