Dª. Agustina González y Romero, "La Perejila"
Nacida en Las Palmas de Gran Canaria en 1820, se la conoce con el sobrenombre de «La Perejila», su pseudónimo. Fue integrante del notable grupo de poetas satíricos que escribió en esta ciudad a fines del siglo XIX y en el primer tercio del XX.
Su poesía satírica era agresiva y burlesca, aunque no toda su producción literaria pertenece a este género. Ocurrente y de vocabulario desvergonzado -al menos para su época-, fue un personaje popular en la Vegueta de aquellos tiempos, y sus improvisaciones se han incorporado a la cultura popular canaria, tal vez por eso mismo. Baste como ejemplo la cuarteta dedicada a la colocación de los perros que guardan la Plaza de Santa Ana en su ciudad natal:
"¡Vaya, vaya! ¡Vaya, vaya!
El mundo se va a acabar
¿Dónde se han visto ocho perros
cuidando la Catedral?"
Sus textos, de composición improvisada en su mayor parte, no se habían reunido en un libro hasta que en 1963 Néstor Álamo los recopiló en el volumen titulado "Poesía". Falleció en 1897.
A un paso de la Escuela Lírica de Telde (2): Agustina González ('La perejila')
Por José Juan Sosa Rodríguez
Me cuesta trabajo llamar a doña Agustina González Romero por su apelativo. Más sabiendo que a esta valiente e inteligente bardina decimonónica no le hacía maldita gracia cuando alguien la llamaba de tal forma. Así que, permítame lector que en lo sucesivo trate a esta poeta con el respeto que se merece, tanto ella como su obra.
Doña Agustina nace en Las Palmas de Gran Canaria el 20 de agosto de 1820 y fallece en la misma cuidad el 4 de diciembre de 1897, curiosamente justo cincuenta años después del óbito de Julián Torón Navarro, que aconteció en 1847.
Contemporánea de Roque Morera, del que hablo en otro artículo, sufrió, como él, el embate de la incomprensión de una sociedad decimonónica de moral victoriana, caracterizada por el puritanismo y la doble vida. Pero si Roque Morera, tachado de borracho, fue poco valorado entre sus coetáneos, imagínese usted la opinión que la vecindad tenía de doña Agustina. A nuestra bardina le tocó padecer una sociedad donde la mujer sufría una permanente minoría de edad, tutelada, primero por sus padres y, posteriormente, por su esposo, sin tener siquiera derecho al voto.
Me atrevo a decir que una parte de su obra, caracterizada por ser satírica, agresiva y burlesca, junto con un vocabulario insolente, es un testimonio fehaciente de su rebeldía ante la marginalidad que sufría las mujeres de su época. En este sentido debemos ver a doña Agustina como una mujer rebelde que, adelantada a su tiempo, luchó a su manera en contra de las injusticias sociales emanadas de una sociedad predominantemente machista.
“Hasta hace algunos años era regalo de los ojos verla cruzar por la más destartalada de las Veguetas, grave, “nana”, chatona, con su vasta saya de espumilla negra, blusa de lo mismo y manga al puño. Tableros plegados, cuello de bien subido gorquerín y chispas de botones de azabache. Todo aquel aire de dueña rechoncha se veía como resbalado por el caer uncial de la negra mantilla de velo religioso entre verde y “mojino” con algún que otro zurcido al desgaire”. Así es como la describe Néstor Álamo en la introducción del libro que trata de la vida y obra de la poetisa. Con acierto, el gran Néstor, describe a una mujer que habiendo nacido en el seno de una familia “de rancio abolengo”, termina sus días en la más absoluta pobreza, manteniendo como herencia el mote que la atormentaba, una vasta cultura y el porte de alta dama.
También Néstor, en el mismo libro, distingue tres estilos en la obra poética de doña Agustina; uno satírico e hiriente, otro que relativiza la importancia de las cosas, sirviéndose de la ironía y la hilaridad y un tercero sublime, que él llama “de vuelo alto”. Estilos que, por otra parte, no alejan a la poeta de las corrientes románticas de la época:
“En este ente romántico, bohemio y señoril que fue doña Agustina González y Romero vemos como se agitan tres personajes poéticos: el francamente escatológico y de demoledor, con asuntos de hiriente volterianismo; el de la zona neutra, que diluye la dureza de las cosas con irónica sonrisa y el personaje de vuelo alto e ideas puras, ligeramente desgarrado en ocasiones. Pero justo será lector reconocer que es el primero quien más vale y predomina, sin posibles regateos”.
Ejemplo del primer estilo lo podemos comprobar en el epitafio que le escribió a su sobrino primo, del que estaba enemistada, entre otros motivos, por problemas de herencias, el también vate, don Pablo Romero y Palomino:
“Bajo desta loza fría
reposa el célebre vate
que dejó en fiero combate
a sus hermanos y tía.
A la marrana María*
le dejó tierra y chiquero;
al Ayuntamiento y Clero
dejó todo lo demás
con su alma a Satanás;
este fue Pablo Romero”.
*la “marrana María” fue una amante que, al parecer, tenía el difunto en el municipio de Valleseco.
O esta otra cuarteta que le “brindó” a unas chismosas, que residían en una populosa calle de Vegueta:
“Calle de San Agustín,
siempre llena de disputas,
¿cómo albergas tantas putas
desde el principio hasta el fin?”
El segundo estilo, diluir o relativizar la dureza de las cosas, se puede constatar en otro epitafio; esta vez escrito a don Manuel Rodríguez y Martínez, primer director de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas:
Aquí yace la cabeza
de un loco que se arruinó,
de espejos se rodeó
para ver su panza obesa.
Quiere ostentar su grandeza
con mármoles y dorados,
techos al óleo pintados…
Todo es aquí resplandores,
menos los dos fundadores
que están medio reventados.
En este poema utiliza la ironía para describir lo dura que puede ser la convivencia dentro un matrimonio malavenido:
El casado
“Un casado se cayó
en un hondo lodazal
y tendido se quedó;
pero otro que lo vio
lo fue al punto a levantar.
-Agárrese usted de mí
si se puede sostener…
-Déjeme, mi amigo, aquí,
que mejor estoy así
que en casa, con mi mujer…
Del estilo “de vuelo alto y de ideas puras”:
Soledad y sufrimiento
“Triste, muy triste es la vida
y poco grata en verdad
cuando el señor nos da
alguna afección querida.
Ya mi alma dolorida
va muriendo por momentos.
Estos golpes tan violentos
me han herido el corazón
y no basta la razón
a calmar mis sufrimientos”
También “de altos vuelos” este soneto:
Al sueño aquel
“Espíritus que vais a otro hemisferio
mensajero de un Dios omnipotente,
cruzáis con leves alas el ambiente,
almas sin cuerpo, esencia del misterio.
Yo te vi descender desde ese imperio
¡oh, padre mío!, en nube refulgente;
tu hálito sentí al rozar mi frente;
contemplé tu semblante dulce y serio.
Si era solamente esencia pura
esa celeste luz y Dios la envía.
Si era vapor tan solo tu figura
y vienes a buscar el alma mía
yo deseo contigo esa aventura
ante el trono de Dios y María”.
Para terminar artículo he tenido la osadía, o acaso la imprudencia que emana de un ignaro rapsoda, de componer un soneto reivindicativo de la memoria de doña Agustina González Romero.
Soneto a Agustina
Que no apaguen la voz de la poeta,
que no maten su rima lacerada,
que no aparten de ella su mirada
los que escriben la historia de Vegueta.
No dejen que su estrella siga inquieta
rutilando de rabia y desolada,
porque al punto la nítida alborada
borrará para siempre su cuarteta.
Que no muera la voz de la bardina,
que se escuche su verso malherido
cual trompeta carente de sordina.
No sea mi soneto un alarido,
el último suspiro de Agustina,
perdido eternamente en el olvido.
Octubre 09
Para finalizar, amigo lector, me gustaría que estos dos artículos (A un paso de la escuela Lírica de Telde 1 y 2) hayan despertado su curiosidad y siga profundizado en las obras de Roque Morera y Agustina González Romero, pero sin olvidar a otros poetas de la época, como fue el mismo sobrino primo de doña Agustina, don Pablo Romero y Palomino.
José Juan Sosa Rodríguez es presidente de la A.F. Cendro.
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