miércoles, 11 de marzo de 2015

ADRIANA ARRIETA MUNGUÍA [15.174] Poeta de México


Adriana Arrieta Munguía 

Nació en la ciudad de México en 1966. Poeta y traductora. Estudió la licenciatura de ciencias humanas en la Universidad del Claustro de Sor Juana; literatura infantil en el Institute of Children’s Literature; la maestría en estudios latinoamericanos en la UNAM y el diplomado de la SOGEM. Ha publicado poemas y artículos en diversas revistas y periódicos como Cantera Verde, Crasis, Cronopio, Deriva, El Financiero, La Gaceta del FCE, México Desconocido, Ostraco, Pasto Verde, Siete Culebras, Tierra Adentro y Yerba mala.

Obra publicada

Poesía: Años polvo (plaquette), Mixcóatl, 1996. || Leyendas marinas (plaquette), Pasto Verde, Jalapa, 1996. || Historia de un reflejo cansado, Conaculta (Tierra Adentro), 1998. || Catálogo de voces y cuentos perdidos (plaquette), La Hoja Murmurante, Toluca, 2001. || Libro azul, IMC, Piedra de Fundación, 2001. || De límite leyenda y fin, Conaculta (Práctica Mortal), 2003. || Libro cuarto que mece a los muertos, Conaculta (Práctica Mortal), 2010.




preámbulo

con los años
los ídolos se agotan
la mirada se ensombrece también
el sonido recorre la espiral
y los dioses duermen
el sol en sus gargantas
se cubre el horizonte de ruinas
en los ojos
los encuentros pesan
más que ideas
más que historias al descubierto

Libro azul, Instituto Mexiquense de Cultura, México, 2001, p. 9




Libro cuarto que mece a los muertos

Por ISMAEL LARES

Libro cuarto que mece a los muertos, de Adriana Arrieta Munguía
Dirección de Publicaciones, CONACULTA
Poesía, 2010

Como sabemos, la relación entre la obra y los medios de expresión, deben compartir un lugar privilegiado a la hora del advenimiento poético. Debe existir un hilo conductor que manifieste la ultimidad de la poesía, y que, en algunos poemas, generalmente filosóficos, más que encaminarse a manifestar lo poético, ocultan, en algunos momentos, la prístina expresión del objeto a poetizar. Sea esto un preámbulo para hablar de la construcción poética de Libro cuarto que mece a los muertos. En su esfuerzo por levantar imágenes filosófico-poéticas, Adriana Arrieta Munguía (1961), se pierde en un artificioso lenguaje que deja fuera –aún con la enorme fuerza en contenido– la riqueza del canto, del ritmo matizado. El conjunto de poemas en que nos sumerge la poeta, más que aclararnos ideas, nos sumerge en una dimensión desconocida para quienes preferimos la claridad. Baste el siguiente ejemplo para demostrar lo comentado:



Inevitable impedir
el modo del paso inevitable
Formas de sucederse
Acento inevitable en la duda
¿A dónde va el esfuerzo del día
en su condición?



Es importante destacar el uso reiterativo de la palabra “inevitable”, que si bien pudiéramos pensar es un recurso adecuado, referente a la anáfora o aun a la epanadiplosis, el simple acomodo de los versos parece indicarnos lo contrario.
A propósito del trasfondo de esta serie de poemas, en los que el conflicto de la existencia predomina, es menester comentar lo que nos dice Heidegger: “la poesía no es un adorno que acompaña la existencia”. No basta entonces decir que se está poetizando lo filosófico, porque es necesario dotar al poema de ritmo y matices; de realidad, de una experiencia estética. Es posible afirmar, entonces, que el problema de expresar lo filosófico requiere no sólo de oficio, de búsqueda, de disposición, aun de iluminación. La evidencia es el poema, el cual representa ese “impulso íntimo” del que hablaba Colderidge; sin embargo esa experiencia debe lograr, a través del canto, la unidad de búsqueda y sentido.
Aquí, los versos pasan en trazos ligeros, casi como pinceladas. Esto se produce por el ritmo dislocado y la contradicción en algunas imágenes. La poeta esboza las constantes incongruencias del pensar y actuar humano, tema de interés primordial, creo yo, de la autora.



La existencia
se bosqueja en amplio círculo
Un compás de necesaria destreza
para el ensayo humano



Con esto no quiero decir que haya puro desacierto en los poemas de Arrieta Munguía. Hay que distinguir su apuesta, que surge ante los grandes conflictos en el devenir de la existencia. Cuatro son los apartados de Libro cuarto que mece a los muertos: la primera parte, que da título al conjunto de poemas, destaca por su forma. Inicia con el aparente final del libro, es decir, con el libro cuarto. Después, como en una sucesión regresiva, aparecen los libros tercero, segundo y primero. Todos ellos en la parte primera. Se puede percibir una redondez no sólo en ciertos poemas, sino en la totalidad del conjunto, sirva como ejemplo lo mencionado con anterioridad. Supongo que el acontecer cíclico, para la poeta, es el único camino, la existencia misma, una alegoría del ciclo de la energía.

Más adelante continúa con esa suerte de continuidad cíclica:



Aquel niño que amaba su juguete
ahora arroja piedras al fuego
al animal moribundo



Versos así no sobran a lo largo del libro, son ligeros atisbos, redondos en su idea y ritmo, pero en los que no hay una intención de seguimiento, esto debido a la ruptura constante, a esa dislocación mencionada con anterioridad. El recurso del guion, repetido con frecuencia, más que ensalzar al verso, lo impide. El guion contrapone a manera de monólogo interior, no sólo las ideas, sino el flujo natural del ritmo.
En conclusión, Libro cuarto que mece a los muertos intenta acercar al lector a una galería de poemas –como dice en la cuarta de forros- de matiz filosófico. Creo que la poesía debe estar regida por la intuición, la emotividad, la experiencia; pero también por la sonoridad y el sentido. Sea usted, amable lector, el que diga si éste conjunto de poemas sale bien librado.




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