José Luis Escamilla
Nació en Apopa, San Salvador, la madrugada de un 28 de junio de 1970. Hijo de Carlota Rivera Valle y Francisco Escamilla Díaz.
Escamilla es profesor de Literatura hispanoamericana, centroamericana y salvadoreña en la Universidad de El Salvador. Se doctoró en Literatura de la Universidad Nacional de Costa Rica el año 2010.
Sus libros publicados son: Intersticios en Roque Dalton (2005) y El protagonista en la novela de posguerra centroamericana (2012); Esquinoccio (Editorial EquiZZero, 2012) y Solsticio de posguerra, Editorial EquiZZero, 2014.
"Esquinoccio", José Luis Escamilla, Editorial EquiZZero, 2012.
El poemario ESquinoccio de José Luis Escamilla es una propuesta literaria que se caracteriza por exteriorizar la angustia de un pasado inconcluso, marcado por un presente insoportable. La mayoría de sus poemas acoplan signos que hacen confluir el tiempo de dos siglos diferentes en un mismo espacio poético. La zozobra de los segundos del Yo poético adquiere sentido en la forma de sus poemas cuando el ritmo interno no responde a la musicalidad convencional, sino al ritmo de la taquicardia que adquiere sentido en el desenfado de los poemas breves o en la cadencia de la contemplación de lo sublime...
...Los poemas de José Luis Escamilla en general no se circunscriben a una forma homogénea, ni son el resultado de ejercicios preconcebidos. Se trata de una mixtura de juegos experimentales que van desde extensos poemas como el caso de Tormentos, que adquieren características de cuadros narrativos en verso; hasta brevísimas composiciones de dos versos, a manera de dístico, como es el caso del poema Contraluz. En este contexto, la forma más destacable, quizás hasta la más significativa, de este primer poemario de Escamilla es la serie de poemas de producción espontánea que reivindican al epigrama; es decir, aquellas composiciones breves que expresan un pensamiento ocurrente o satírico de forma ingeniosa. Esta es la clave para descifrar la relación entre la propuesta formal y la disposición ideológica del poeta. En este poemario se identifican temas propios de las sensaciones cotidianas del poeta, imágenes de espacios transitados por la multitud distraída como la esquina y la calle; así como tiempos desprovistos por la vertiginosidad que agobia a los obsesionados con el trabajo, la sobrevivencia y los placeres, los cuales son incapaces de comprender los atardeceres, la nostalgia del invierno incesante y la eternidad congelada en la inmensidad del mar, la noche y las horas vacías.
Por Francisco Díaz de Tolentino
Diatriba
Estoy cansado
no sé cuál es la respuesta.
Tal vez sea mejor morir
en silencio.
La hora de las respuestas
siempre es pregunta.
Ha llegado el invierno
el maldito cigarro
mi terrible angustia.
Nadie tiene las respuestas
sólo este Yo mío
que no sabe nada.
No claudicaré
con el intento
de ser libre.
Sin embargo
las horas transcurren
y el principio es el mismo
tres veces la nada
y la nada es el ahora
y eso es todo.
Edípico
De tu parte mía,
la angustia llega a cada segundo
por la ausencia.
Aquí naufrago
en este frío tropical,
los océanos son ustedes
golpeándome,
las cordilleras son las elevaciones de tu piel
que me hablan
y enloquecen las calles
con amarillos sin tiempo
con despojos de narices vegetales
con húmedas necedades sin nombre
donde frisa mi piel
con celestes inventados
colmado de besos
estremecidos por la certeza
de encontrarse
encontrarme solo
en medio de este charco
donde se ahoga la palabra.
Eso sí,
el frío es universal,
los charcos son míos
la demencia me pertenece
y este cigarrillo
ha muerto,
por lo menos
entre mis dedos.
Silce I
He fumado mucho
mientras la angustia desborda silenciosa
y el rechinar de mis frontales
menguan la zozobra.
Aquí esperando vida
carcomo eternidades,
aquí venciendo la desesperanza
trituro horas devoradas.
No hay tiempo
ni lugares quietos de espera…
No hay nada sin tu parte que me falta
El bullicio aturde la quietud
cuando el lirismo de la tinta se desvanece
y el amor invade la órbita
de presentes estrujados
y futuros compartidos.
La locura vuelve a tener vigencia
cuando la tristeza y la espera
siguen apuñalando los segundos,
cuando tu dolor se vuelve mío.
Aquí, pues,
como siempre
acariciando el crepúsculo eterno,
aunque no sea lo mismo;
porque falta la acuarela de tu tez,
el susurro de tus rizos,
las vibraciones que tu respiración exhala
y el temporal
que guardas en el caudal de tus días por venir.
Para poder vivir estos tiempos erosionados,
que infertilizan los campos
invoco a algún dios
y así esta pena,
se envuelva en algún viento
y finalice como un simple cuento.
Silce II
Cada segundo demora fronteras
como fuego que dilata el tiempo
hay tantas esperas que agobian estos días,
tanta mendicidad
galopando
en algún necio
que se gasta preguntas torpes.
Una basura repugnante
pincha mi pupila
que te contempla lejana,
distante.
He viajado hasta ti
desde el día aquel
que dejaste dentro de los papeles de viaje
un beso,
un amor escrito para siempre.
Ahora que estoy mojándome los pies
en este charco del mundo
te veo dibujada en su espejo.
Siempre te vi entre peñascales humeantes,
entre verdes prados sonriendo,
riachuelos fugaces al borde de la calle,
llanuras terroríficas,
montañas eternas,
mares,
un solo mar colosal
que a la diestra duerme en silencio
y a la siniestra grita eufórico.
Así reitero tu presencia manifiesta
en esperanzas taciturnas con alas rotas,
reencuentro tus ojos en este crepúsculo
a la orilla olvidada del Caribe.
Aquí entre esta hambre
me nutro del pan que cada mañana pensás para mí.
Ahora,
en esta última zozobra espero volar ya
para llevarte este cielo tuyo por designio.
Semilla
A mi hijo
Y entonces
llegó tu hora…
vaina primaveral libre al viento
arcilla
lluvia
partículas de sol
y canto de pájaros
cobijaban el esperma
pleno, crepusculario.
Ahora
ahí está la célula perfecta
el amor participado
riéndose de la nada
porque desde tu nacimiento
siempre fue de tarde.
Tu pie saludó al mundo
mientras el silencio
se comía mis horas;
pero tu pie
besó el arcoíris del tiempo
para alumbrar la burbuja,
lo nuevo.
Atisbos
Escribo en papel prestado.
El viento sopla en mi rostro
palabras no dichas,
el sol pinta en mi rostro
brillos no deseados.
Esta tarde llueve
y acuarelas tiñen mi piel.
Como ventisca lumínica
estallo en el difuso verde,
mientras el cielo huye de mí
al teñir la noche.
Solsticio de posguerra, José Luis Escamilla, Editorial EquiZZero, 2014.
Solsticio de posguerra nos invita a marcar la llegada de una nueva estación, un nuevo momento en nuestra historia. Este solsticio se celebra con un ritual, es un concierto a una voz que ofrenda el poeta salvadoreño José Luis Escamilla. Es un poemario con intertextualidades a veces marcadas por el eco de otros versos, a veces por un dicho popular, otras, por su incursión en el discurso académico y otras más por su conversación con otros personajes y autores en la historia nacional. Así, se mueve por diferentes momentos en la producción poética de nuestro país, oscila entre diversos espacios del quehacer cultural, entra y sale del espacio del saber institucional y aborda el espacio del saber popular.
Beatriz Cortez
Los Ángeles, California.
Mayo, 2014.
Designio
I
Y entonces coleccioné la vida
corté una flor silvestre
y la sembré en una esquina del pavimento,
ahí apareció Dios.
Horas más tarde
recogí vestigios de concreto
y lo lancé al corazón del cielo,
ahí estaba el hombre.
Al anochecer tejí alas diminutas
volé como partícula de luz en el viento
Dios y hombre llegaron hasta aquí
y ahí está la imaginación.
II
Al final
en el eterno vacío de cristal
vertí instantes crepusculares
que descifré entre cáncer y capricornio.
Brizna amarilla ilumina mis horas
tempestades furibundas soplan del Norte
el polo ya no es magnético
oro y plomo han sucumbido
principia otro tiempo.
Salitre de piel milenaria se anuncia en el Sur
mieles de hojas prohibidas lavan el alma
cocaleros dignifican la tierra en el cielo
y las diminutas tintas clorofílicas
pululan como espermas finiseculares
como anuncio de un perpetuo solsticio
que inicia hoy.
Destello crepuscular
He vuelto al encuentro de las aves
minúscula palabra gritada al viento
destello crepuscular ahogado en las horas.
He vuelto al encuentro del ruido asesino
He vuelto al encuentro del insomne siniestro
que lee los versos del crápula.
Así transcurrieron los años
Todo ha terminado
Sólo queda el canto del viento que hiere
al especialista en el pronóstico del tiempo.
Entelequia
La mentira del presente
es la verdad histórica.
Silce V
Desnuda
aquí cerca de mis manos
sin horas laborales
te necesito.
Tu cadencia infranqueable
bisturí perfecto que rompe el viento
explota en el aire el perfume nocturno de tus senos
delirante llamado del suspenso.
El insomnio asalta el remanso vegetal
de arcoíris atrapado en mis manos del mal
y llegas sin tregua al escalofrío preciso
donde el amor encuentra el paraíso.
Despertamos con el rocío de los labios
mojados
pieles invadidas como tempestad
que solo vos conocés.
Besos desnudos
decantan los abismos de la conquista
que gritan en sigilo indómito
la fuerza de los cuerpos
atrapados en este eterno segundo
que en algunos días serán veinte años.
Camarada anónimo
A Jorge Arias Gómez
Son tus horas
un siglo estrujado en el invierno,
mil ideas gaseosas iluminan el cosmos
y tu trabajo voluntario
pulula en los pasillos de este santuario.
Querido Jorge
te dijo el poeta
mientras el frío dibujaba esperanzas en el silencio de Praga.
Cuánto diletante
desea aquel manifiesto de ternura
que años después se convirtió en amargura.
Este episodio es el desván del siglo
con palabras últimas
señales de epílogos
novelas irrepetibles
que testimoniaste con tu humildad de viajes clandestinos
mientras una generación soporta esta tarde de dolor.
Maestro de la memoria
sobreviviente en este barco descostillado,
curador eterno de la historia,
testigo de clandestinajes inéditos,
dibujante de acuarela ensangrentada
pintor de lienzos color sepia
mentor de la historia olvidada
escultor de corazón en retirada.
En tus páginas queda el sombrero de Sandino
los caminos de Farabundo
y el confín de tus palabras no dichas
petrificadas en el aguacero de aquel abril y mayo.
Conozco tu anonimato a campo traviesa por el mundo
en busca del rastro de Farabundo
Conozco tu anonimato en las callejuelas de la Zacamil
en el eterno retorno del año dos mil
Conozco tu anonimato en el campus universitario
en la fecha del olvidado aniversario.
Estoy seguro del incendio escarlata en tu pecho
contemplo el horizonte enrojecido de las tardes
escucho el rumor de tu enojo
frente a las brújulas esquizofrénicas de los tránsfugas.
Dardo envenenado
Y entonces recorrí las mismas calles
todo era ajeno
nada me pertenecía.
Regresé a las horas perdidas de caminos muertos.
Estoy cansado de tanto desasosiego...
No tiene sentido continuar sin rumbo.
No puedo respirar si un mal presente pinchó la suerte
No puedo respirar si el aire está a la venta.
Ya basta de tanto estercolero golpeándome el tímpano.
Ya basta de tanto sordo eterno en el pavimento.
¿Es que acaso la memoria
es esta sangre que se dibuja en los libros?
Diez años después...
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