viernes, 27 de marzo de 2015

VICENTE MONROY [15.307]


Vicente Monroy

Nació en Toledo en 1989. Estudia Arquitectura. Le han llamado “el Eminem de las letras españolas” y eso le gusta. Se puso el apellido Monroy en 2014 y desde entonces ha publicado cinco poemarios (Estado del bienestar, t.rex, :OOO, he vivido una mentira desde el día en que nací pero no me importa porque ya me he acostumbrado y la realidad virtual) y una novela (traigo el fuego). Todos se pueden encontrar gratis en internet a través del http://about.me/v.monroy , y también otras cosas como la película que codirigió como parte del colectivo Celíaca Me va a encartar el siglo 21. También es ayudante de dirección de la última película del mítico Gonzalo García-Pelayo (Niñas) y prepara las siguientes. 

Otro poemario más en construcción con el escritor rosarino Derian Passaglia, con el título provisional El barroco está de moda otra vez. Formo parte del consejo de redacción de la revista digital de cine Cineuá y colaboro con otras (Transit, El rayo verde, Détour…). También con publicaciones de otros temas (Efecto2000, E-imagen…). Escribo letras de canciones para la cantante Maca FVO. He sido ayudante de dirección del mítico director de cine Gonzalo García Pelayo en su nueva película Niñas, que se estrena este otoño.



1

Vicente, ¿y tú por qué escribes?, me pregunta
tirado boca abajo en la elipse de hierba
que se abre de camino a la piscina
con la luz en la espalda
haciéndole cenefas
porque parte del Sol se queda entre las hojas
de los árboles para que crezcan fuertes.
¿Por qué escribes? repite
con los ojos cerrados
y el césped que los roza
y mueve sus pestañas
y miro cómo tiembla
la hierba con el viento
y su cuerpo se estira.
Se está muy bien aquí.
Va a llegar el verano
pero pienso en el frío junto al mar.
Un día de diciembre -tenía siete años-
me bañé con mi padre.
El agua estaba helada, tan fría que quemaba
y luego nos secamos tiritando
con la misma toalla y me abrazó.
Tanto frío que queríamos hablar
pero no nos salían las palabras.



2

¿Por qué escribes, Vicente?
y miro a dos palomas
en guerra frente a un banco
por un trozo de pan
y dos chavales rusos
en frente del kiosco
vestidos con camisetas de fútbol
que están hablando y luego
empiezan a reírse
pero no sé por qué
porque no los entiendo.
¿Por qué escribes?
y escucho agua cayendo
en algún sitio que no puedo ver
porque lo tapan los árboles
y recuerdo a mi padre
con los labios morados
y las olas rompiéndole en la espalda.
Entramos en el coche,
encendimos la calefacción.
Papá -dije- tenía tanto frío
que me temblaban las piernas
y pensaba que me iba a derrumbar.
Menos mal que me abrazaste.
Hoy
quiero escribir un poema muy alegre
que termine diciendo:
"Pienso seguir en pie
cuando se acabe el mundo.
Cogeos de mi mano”.



3

Vicente, ¿y tú por qué escribes? me pregunta 
y pienso en el mar aquella tarde 
con mi padre y las olas rompiendo 
en una roca alta
que aguantaba a varios metros de la costa
las brutales embestidas del agua.
Luego el mar se oscureció.
Primero se redujo unos segundos
la longitud del cielo
sobre nosotros, metidos en el coche
(el coche en la marisma, a la derecha
encerrados el agua
y un grupito de árboles en un cerco virtual
que formaban las casas y el muelle que avanzaba
hasta tocar el cielo, muy soberbio)
y luego el cielo empezó a recogerse
y luego volvió a abrirse y luego se hizo enorme
y reventó, y el frío fue empañando las ventanas
avanzando desde el borde una capita de escarcha
hasta teñir el paisaje totalmente de gris.
Este tipo de cosas suele pasar con frecuencia, 
son fenómenos naturales
aunque siempre me asombran.
Las palabras no los pueden describir. 
Quiero dejar mi nombre escrito en todas partes
por si alguna vez se acaba el mundo.



Poema 

Ningún activista de Greenpeace ha preguntado a los delfines si prefieren ser libres
Al otro lado de la puerta, de este lado del invierno lees a media voz datos curiosos en un foro de Internet. Desde la cama tumbado no puedo verte. 
El tiempo es una cosa extraña –dices-. ¿Sabes que cuando se construyeron las primeras pirámides todavía existían los mamuts?
Tú hablas del tiempo y yo pienso en el espacio. Millones de átomos separan ahora tu cuerpo de mi cuerpo –pienso metálicamente.   
Al otro lado de la puerta, de este lado del invierno no te veo, pero veo tu sombra avanzando en la pared. 
¿Sabes que si la historia de la Tierra se comprimiera en un solo año, los humanos aparecerían el 31 de diciembre a las 23:58?
Tampoco creo que nunca vayamos a poder ser completamente felices como esos delfines liberados por activistas de Greenpeace. 
De este lado del invierno dibujo mentalmente un mapa para descubrir si nuestros desplazamientos del uno hacia el otro son eficientes desde un punto de vista mercantil o desde un punto de vista compositivo.
Vamos a sumar cosas que nos unen y a restar cosas que nos separan.
En el mapa podemos marcar tus recorridos por la ciudad en color rojo, los míos en azul y los que hacemos juntos en verde. Será un trabajo inútil pero puede que nos ayude a ocupar la mente y olvidar por un momento la época a la que pertenecemos. Sacaremos conclusiones precipitadas y en el mejor de los casos discutiremos acaloradamente sobre el rumbo que tomar en nuestras vidas. 
Delfines libres, saltando frente a un atardecer de tonos fosforescentes. 
Al otro lado de la puerta lees a media voz pero ya no sé qué dices. Son las 23:58 de un 31 de diciembre y tu sombra no se mueve. Tu voz leyendo datos curiosos se es el zumbido de un robot inteligente rebelándose contra la raza humana. 
Mi cerebro pensando es un mamut congelado en el Polo Norte. 
Puede que algún día robot y mamut luchen, y esa es información privilegiada que los átomos que nos separan podrían utilizar en nuestra contra. 
Desde la cama, tumbado he tenido la sensación de que nunca podré volver a verte. 
Voy a cerrar los ojos para imaginarte y ojalá cuando los abra el cielo siga estando arriba y el suelo abajo porque de lo contrario no sabría qué hacer. 
A veces me gustaría ser un mamut para estar extinguido. 





POEMA

En la plaza, delante de un bloque gris de hormigón estás tan perdido que pareces otra cosa. Hay un 49% de posibilidades de que te eches a reír y un 49% de que te eches a llorar. El otro 2% le pertenece al azar.

Me miras con el azar en el fondo de los ojos que es raro que me miren. Vas a decir algo.

Al final no dices nada y miras al cielo y eres como una misión espacial fallida. Es como si dijeras: “algún día los mejores de nosotros formaremos parte de la colección de Grandes Clásicos de la Literatura del siglo XXI. Venderán nuestras obras por fascículos y entonces sabremos que hemos fracasado”.

Levantando la vista ves cosas intocables como aviones y nubes.

Te dejo las gafas de sol para que escondas los ojos tan rojos del after. Parece que vas a decir gracias y aunque al final no dices nada sé lo que estás pensando.

“¿Nunca te ha pasado que escuchas una canción en bucle durante dos días y luego te cansa?”

:_(

Soy una canción de rap que escuchas en bucle durante dos días y luego te cansa pero también soy quien te pide un cigarrillo en el banco de hormigón mientras mira hacia abajo.

Una cosa es el presente y otra el futuro. Tú quién eres. O mejor quién quieres ser.

Eres un viajero del tiempo perdido en una época o es la época la que se ha perdido. Si consigues arreglar tu máquina del tiempo quiero que viajemos a dentro de dos minutos y cuarenta y tres segundos. ¿Por qué?, me preguntan tus ojos. Porque he tenido una premonición.

Quieres ser la peor conexión con la realidad que he conocido pero incluso eso es mejor que estar solo. Mi conexión de 20 megas. Vamos por una montaña. Vamos cada uno a nuestra casa. Si volvemos a vernos que sea en el pasado.

:__(

Primero me siento mal, pero luego me siento no tan mal. Tumbado en el banco de hormigón no he querido besarte porque estaba pensando en cosas demasiado pequeñas y ahora erguido en el banco de hormigón no quiero besarte porque estoy pensando en cosas demasiado grandes.

No interpretes los besos que te he dado antes como señales de nada porque son un gesto automático. Un tic. La única razón que me lleva a estar contigo esta noche es un terrible dolor abdominal que también me sirve para prever cambios meteorológicos bruscos.

La presión de tu cuerpo al abrazarme me ayuda a soportarlo. En cambio no soporto tu unidireccionalidad. Demasiadas películas me han vuelto insensible a todo lo que no se vea en plano-contraplano.

Tampoco soporto otras cosas de ti como que utilices largas secuencias de frases cortas y sin contenido para callar las mías complejas y llenas de subordinadas.

He tenido una premonición hace dos minutos y cuarenta y tres segundos y ahora hemos viajado en el tiempo en tiempo real. Sé exactamente lo que estás pensando.

“ Lo que dices no me sirve”.

“Edítate”.

:___(

De los 20 megas que tengo contratados 15 son reales y los otros fantásticos, y de los 15 reales sólo 7 son tuyos. Son “tu mayor logro”.

Los otros 8 me los imagino como concavidades y convexidades que las veces que me siento capaz de hacer definiciones defino como “unidades mínimas de significado”.

Si junto varias de estas unidades puedo formar enunciados complejos que me permitan enfrentarme a series del pensamiento abstracto e incluso desarrollar tecnología con ayuda de mi pulgar oponible. En última instancia puedo hacer cosas que redunden en el bienestar de toda la humanidad pero no quiero.

Quiero ir contigo al cine a ver comedias de adolescentes e intentar sacar conclusiones filosóficas de una línea de diálogo de Drew Barrymore, y puede que a través de lo superficial algún día podamos explicarlo todo desde el principio y hasta el final de los tiempos. Con el principio me refiero al big bang. Con el final me refiero a “una tarde juntos donde la canción que hemos oído en bucle durante dos días de repente deja de gustarnos”.

No necesitamos excusas para estar tristes porque somos mejores que el resto así que limítate a estarlo sin darme explicaciones. No me culpes si este poema te parece triste porque la culpa no es mía.

Es de la sociedad





El Domingo del espacio exterior

Vamos a bailar juntos ahora que nuestros amigos se han dormido. Que se haga de día. No podemos poner música o despertamos a toda la casa, así que bailamos en silencio y me dices al oído: “parece que bailamos en el espacio exterior, donde el sonido no se propaga”. La casa es una nave espacial y la ciudad es un planeta desconocido. Si salimos de paseo vemos las estrellas muy brillantes, como nadie las ha visto nunca. Vamos a jugar a que yo te hago preguntas y tú respondes sin pensar y te pregunto qué es lo que más te gusta del universo. Si quieres estamos bailando un ritmo tropical. Si quieres estamos bailando un ritmo electrónico. 
              
Vamos a dormir un rato y tenemos un sueño donde estamos flotando en el espacio exterior. No me esperaba esta sensación, ya no le tengo miedo a flotar en el espacio. Voy a levantarme antes que tú y preparo el desayuno porque estoy de buen humor. Huevos fritos, tostadas con queso. Comemos en la terraza mirando la ciudad que es un planeta. Es el domingo del espacio exterior.
         
“Es el domingo del espacio exterior”, te quiero decir más tarde en la piscina, “estamos flotando en el espacio y vemos a la gente en la Tierra que parecen hormigas”. Empiezo a escribir un poema donde los dos tumbados miramos el cielo y nos preguntamos dónde empieza y dónde termina. Dónde termina y dónde empezamos nosotros. Pero me distraes y lo tengo que dejar a medias. Si hablamos debajo del agua te entra la risa porque pongo voz de ballena. Si no te quieres meter en la piscina te tiro. Al principio te enfadas pero luego me perdonas y luchamos buceando. Mira lo que es que te pase el dedo mojado por la espalda caliente del sol. Mira lo que es que me abraces justo al salir del agua cuando estoy seco.
          
Atrapado debajo de mi cuerpo dices que no me mueva y te da un escalofrío. Mira la ciudad-planeta; nuestra misión es llegar al súper, comprar cerveza, volver a casa. Va a ser mejor que no mires a nadie. Pero yo me distraigo en la tienda de tattoos y tú te distraes acariciando a un perro cocker. Nuestra misión ha fracasado. Ahora estamos atrapados en el universo. Quiero un tattoo de un ancla que diga debajo “el mar es enorme, casi inabarcable, pero también es azul y eso me tranquiliza”.
           
Vamos a revolcarnos en este césped del planeta nuevo que hemos conquistado. Me dices al oído que te pica el césped en la espalda quemada por el sol. Más tarde, mirando las estrellas te hablo de mi poema sobre el espacio exterior. “No sabemos dónde empieza y donde acaba el universo”, te digo. Que pobrecitos, dices, que no sabemos nada. “No me importa”, te respondo. “El espacio exterior es genial. No lo esperaba tan alegre pero es porque no contaba contigo”. Vamos a jugar a que uno dice una palabra y el otro le responde sin pensar con otra palabra que no tiene nada que ver o que sí tiene que ver pero no lo parece.






Belieber

Ahora estás leyendo este poema, pero no siempre ha sido así. Antes estabas clicando en el título, y antes leías la portada de ese site, y antes mirabas Facebook, y antes encendías el ordenador y antes, en algún lugar del mundo, un perro cocker ladraba al cielo lleno de estrellas pensando que eran los faros de una moto.

Ahora empieza a conformarse en tu cabeza el tono del poema (que siempre tarda algunos versos en llegar) pero antes te despertabas en una cama, y antes pensabas en conceptos como el silencio y la venganza y los dramatizabas y antes saltabas en una piscina estilo bomba y antes hacías otra cosa y antes recogías un ticket de la compra sin revisarlo y antes ascendías en la escala social. Antes de eso desayunabas todas las mañanas porque has crecido fuerte y eso se nota, y antes jugabas en una cama elástica en las ferias de un pueblo de la costa, y antes eras un niño y no pensabas en la poesía ni en el lenguaje y antes de eso ni siquiera sabías escribir, y antes tampoco hablar, y entonces todas las cosas eran distintas unas de otras porque no podías unirlas con palabras. Antes estabas bien, eso siempre ha sido así.

Ahora estás aquí y estás bien y comprendes el poema, pero antes tuviste que nacer en este planeta azul, y antes de nacer estabas en un sitio oscuro, y antes en otro sitio más oscuro que llamamos la muerte, y antes eras otra persona u otro animal u otra cosa, pero no necesariamente del pasado, puede ser del futuro también. Antes eras Justin Bieber.

Antes eras Justin Bieber dando un concierto, con la multitud delante que flasheaba las cámaras, que parecía un cielo lleno de estrellas. Parecía un cielo lleno de estrellas y el cocker ladrando porque pensaba que eran los faros de una moto.

Parecía un cielo lleno de estrellas con tus canciones que sonaban unas antes que otras, y había una belieber que lloraba, con sus propias palabras muertas de la emoción, sin palabras, y antes de eso hacía cola en el estadio, y antes esa belieber eras tú leyendo esto.

Ahora eres tú leyendo esto, pasando por las palabras los mismos ojos que miraban desde la limusina, por una ventanilla luces altas, azules, que te hacían pensar en descargas eléctricas y en esa soledad de ser un niño famoso. Y antes de eso eras yo garabateando este poema en una servilleta de un McDonald’s.

Antes de encontrarnos todos aquí, en el poema, con las palabras (Justin Bieber, la niña que llora, el lector, el escritor, el cocker y todos los demás) hacíamos otras cosas, estábamos en otros sitios. Corríamos por la vía de servicio de una autopista, esquivando los coches con los ladridos, sin las palabras. Desde el McDonald’s vimos las estrellas en un cielo que parecía una multitud que flasheaba emocionada. Eso es lo que nos hace tan especiales a ti y a mí. Tan imposibles, lector, tan imposibles. Porque todos miramos al cielo alguna vez, y confluíamos. Y antes de eso, en algún sitio, este poema fue leído y antes fue escrito, y fue escrito casi sin pensar porque sabíamos lo mal que salen los poemas si se piensan demasiado antes de escribirse.








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