miércoles, 13 de abril de 2016

BERNART DE VENTADORN [18.421]


Bernart de Ventadorn

Bernart de Ventadorn (circa 1130/1145 - 1190/1200), también conocido como Bernart de Ventadour, fue un popular trovador, compositor y poeta provenzal.

Según el trovador Uc de Santo (1217?-1253?), Bernart fue posiblemente hijo de un panadero en el castillo de Ventadour (Ventadorn) en Corresa, en el Lemosín francés. Otra fuente, un poema satírico escrito por un contemporáneo más joven, Peire d'Alvernha, indica que era hijo de un criado, un soldado o un panadero, y su madre también era criada o panadera. De la evidencia en el poema juvenil de Bernart, Lo temps vai e ven e vire, muy probablemente aprendió el arte de cantar y de escribir de su protector, el vizconde Eble III de Ventadorn. Compuso sus primeros poemas a la esposa de su patrón, Margarita de Turenne.

Forzado a dejar Ventadour después de enamorarse de Margarita, viajó a Montluçon y a Tolosa, y siguió eventualmente a Leonor de Aquitania a Inglaterra y a la corte de los Plantagenet; la evidencia para esta asociación y estos recorridos viene principalmente de sus propios poemas. Posteriormente Bernart volvió a Toulouse, en donde Raimundo de Tolosa, lo empleó; después fue a Dordogne, donde entró al monasterio cisterciense de Dalon. Muy probablemente murió allí.

Legado

Bernart es único entre los compositores seculares del siglo XII por la cantidad de su música que ha sobrevivido: de sus 45 poemas, 18 tienen su música intacta, una circunstancia inusual para un trovador (la música de los troveros tuvo una probabilidad más alta de sobrevivir, atribuida generalmente a que ellos sobrevivieron a la cruzada albigense, que dispersó a los trovadores y destruyó muchas de sus fuentes). Su obra data probablemente entre 1147 y 1180 y escribió en provenzal. Bernart es acreditado a menudo por ser la influencia más importante en el desarrollo de la tradición de los troveros en el norte de Francia, puesto que allí lo conocían bien, sus melodías circularon extensamente y los primeros compositores troveros parecen haberlo imitado. La mayoría de sus poemas son amorosos.

Se diferencia de otros autores de la época por la manera más personal de mostrar sus sentimientos. El reconocimiento a su obra llegó en el romanticismo.


CAN VEI LA LAUZETA MOVER



Paul, Hermann y Hanequin de Limbourg. Mes de Agosto. Muy Ricas Horas del Duque de Berry. Museo Condé. Chantilly

Kalendae Augustae: Festum Spei et Martis

Agosto, agosto, dulzura del verano, qué lejos parecemos estar de la caída de las hojas, de la mengua de la luz, de los fríos del invierno. Es cierto que entre Leo y Virgo faltan los datos astronómicos, ya no llegaron aquí los calígrafos, pasó el aciago 1416, el manuscrito inacabado comenzó su odisea, pero Leo y Virgo brillan en el cielo del verano.

Al fondo, ocre, siena, tostado, amarillo de los trigales, está el castillo de Étampes, del que aún hoy día quedan restos. Étampes, nombrada por Felipe Augusto una de las doce buenas ciudades de Francia, posesión amada por Jean de Berry, tomada en 1411 por los borgoñones. Es nostalgia de la ciudad, del castillo perdido lo que pintan Pol, Hannequin y Hermann. Sólo muchos años más tarde, en 1478, cuando Jean de Berry yacía en Bourges junto a su oso de piedra, la ciudad volvería a ser del rey de Francia.

Azul ultramar en la línea del cielo que dibuja el castillo, verde jugoso en las copas de los árboles.  Se distinguen las torres, la capilla con sus contrafuertes, los edificios cubiertos de tejas, la alta torre del homenaje, la torre de Guinette cuadrangular rodeada de torres en ángulo que existe hoy día. Amaba este lugar, perdido cuando lo pintaron los hermanos, el Duque de Berry.

Los campesinos en este agosto caluroso para tan alta latitud, engavillan el trigo en un campo en pendiente que acaba de ser segado. Hace tanto calor que no bastan los sombreros de paja, el río Juine ofrece un inmediato frescor. Una campesina se apresta a desnudarse en la orilla. Como ranas, deformados por la refracción del agua, dos más se refrescan. Tarde de verano con el sol radiante, el trabajo está casi hecho, no hay tributos que pagar, la vida se encuentra en cada rincón, el invierno, la desesperanza y el hambre están muy lejos.

Por el camino, ante el prado, dos perros, tres caballos, cinco personajes montados. Un caballero ricamente ataviado con capa roja y azul ultramar, dos colores imposibles unir en tintes en esa época, con caperuza blanca, porque los nobles no están exentos del poder del sol, conduce a dos parejas, caballero y dama, que llevan como él, el halcón al puño. Caza ligera, sin peligro, en la que podían participar las damas. Ambas tocadas de blanco, una vestida de rosa, la otra con vestido marrón con volante blanco. El caballero de ésta, con sombrero de paja que le acerca a los campesinos, lanza el halcón.

De nuevo, aunque estemos en el campo, aunque veamos a los campesinos trabajar, estamos ante una escena cortesana. Si, los campesinos siegan y gavillan, nadan en un descanso en la tarde calurosa, el caballero se cubre con un sombrero de paja y el halconero, también con sombrero de paja, con dos halcones en el antebrazo, con la túnica ligera y las piernas semidesnudas conduce la comitiva. Algo en esta escena nos dice que no estamos en el tiempo jubiloso de abril y mayo. Estamos lejos. Lejos de Étampes, en manos del Duque de Borgoña, lejos del sobrino nieto querido, Charles de Orléans, prisionero en Inglaterra.  Lejos de la juventud, aunque la guerra estaba ahí presente e intermitente, la juventud que podía afrontarlo todo porque para todo había tiempo. Ahora, en agosto, cuando la luz de verano aún se prolonga en la tarde, cuando todavía canta la alondra, es tiempo de hacer balance y afrontar lo que queda de la vida, como en una cacería de halcones en la que no se quiere ser la presa.

Bernart de Ventadorn (…1147 – 1170…)


Can vei la lauzeta mover


I.

Cuando veo la alondra que mueve
de alegría sus alas contra el rayo de sol
y que se olvida y se deja caer
por la dulzura que le entra en el corazón,
¡ay! entonces siento tal envidia
por cualquiera que vea alegre,
que me admira como al instante
el corazón no se me funde de deseo.


II.

¡Ay desdichado! ¡Creía saber tanto
del amor y sé tan poco!
pues no puedo abstenerme de amar
a aquella de la que no tendré beneficios.
Me ha quitado el corazón y a mí
y a sí misma y a todo el mundo;
cuando se me fue, no me dejó nada,
sino deseo y un corazón anhelante.


III.

ya no tuve dominio sobre mí
ni fui mío desde el momento
que me dejó mirar en sus ojos,
en un espejo que me agrada mucho.
Espejo, desde que me miré en ti,
me han matado los profundos suspiros,
de modo que me perdí igual que se perdió
el hermoso Narciso en la fuente.


IV.

De las damas me desespero
nunca más confiaré en ellas;
así como las solía defender,
así las atacaré;
pues veo que ni una sola me ayuda
para con aquella que me destruye y confunde
dudo de todas, en ninguna creo,
porque sé que son todas iguales.


V.

En eso parece mujer
mi señora, y se lo reprocho,
pues no quiere lo que se debe querer
y hace lo que se le prohíbe.
He caído en desgracia
y hago como el loco en el puente;
no sé por qué me ocurre,
sino porque subí demasiado alto.


VI.

En verdad, se ha perdido la compasión
– y no lo supe nunca -,
pues aquella que debía ser compasiva,
no lo es; ¿dónde la buscaré?
¡Ay! Qué mal parece, a quien lo ve,
que, a este desgraciado deseoso,
que sin ella no tendrá ningún bien,
que lo deje morir, sin ayudarle.


VII.

Ya que con mi señora no me valen
ruegos ni compasión, ni mi propio derecho,
y a ella no le agrada
que la ame, nunca se lo volveré a decir.
así me alejo de ella y me aparto;
Me ha muerto, y como muerto respondo,
me voy – ya que no me retiene –
desdichado, al exilio, no sé a dónde.


VIII.

Tristán, no tendréis nada de mí,
pues me voy, desdichado, no sé a dónde.
Abandono y dejo de cantar,
y me escondo ante  la alegría y el amor.

Traducción procedente de: Poesía de Trovadores, Trouvères, Minnesinger. (De principios del siglo XII a fines del siglo XIII). Alianza Editorial, 1981.

https://hesperetusa.wordpress.com/2012/08/01/can-vei-la-lauzeta-mover/



I.

Can vei la lauzeta mover 
de joi sas alas contral rai, 
que s’oblid’ e.s laissa chazer 
per la doussor c’al cor li vai, 
ai! tan grans enveya m’en ve 
de cui qu’eu veya jauzion, 
meravilhas ai, car desse 
lo cor de dezirer no.m fon. 


II.

Ai, las! Tan cuidava saber 
d’amor, e tan petit en sai,
car eu d’amar no.m posc tener 
celeis don ja pro non aurai. 
Tout m’a mo cor, e tout m’a me, 
e se mezeis e tot lo mon; 
e can se.m tolc, no.m laisset re 
mas dezirer e cor volon. 


III.

Anc non agui de me poder 
ni no fui meus de l’or’ en sai 
que.m laisset en sos olhs vezer 
en un miralh que mout me plai. 
Miralhs, pus me mirei en te, 
m’an mort li sospir de preon, 
c’aissi.m perdei com perdet se 
lo bels Narcisus en la fon. 


IV.

De las domnas me dezesper; 
ja mais en lor no.m fiarai; 
c’aissi com las solh chaptener, 
enaissi las deschaptenrai. 
pois vei c’una pro no m’en te 
vas leis que.m destrui e.m cofon, 
totas las dopt’ e las mescre, 
car be sai c’atretals se son. 


V.

D’aisso’s fa be femna parer 
ma domna, per qu’e.lh o retrai, 
car no vol so c’om voler, 
e so c’om li deveda, fai.
Chazutz sui en mala merce, 
et ai be faih co.l fols en pon; 
e no sai per que m’esdeve 
mas car trop puyei contra mon. 


VI.

Merces es perduda, per ver, 
– et eu non o saubi anc mai -, 
car cilh qui plus en degr’aver, 
no.n a ges, et on la querrai?
A! Can mal sembla, qui la ve, 
qued aquest chaitiu deziron 
que ja ses leis non aura be,
laisse morrir, que no l.aon. 


VII.

Pus ab midons no.m pot valer 
precs ni merces ni.l dreihz qu’eu ai, 
ni a leis no ven a plazer 
qu’eu l’am, ja mais no.lh o dirai. 
Aissi.m part de leis e.m recre; 
mort m’a, e per mort li respon,
e vau m’en, pus ilh no.m rete, 
chaitius, en issilh, no sai on. 


VIII.

Tristans, ges no.n auretz de me, 
qu’eu m’en vau, chaitius, no sai on. 
De chantar me gic e.m recre, 
e de joi e d’amor m’escon. 





CHANTARS NO POT GAIRE VALER…

Chantars no pot gaire valer,
si d’ins dal cor no mou lo chans;
ni chans no pot dal cor mover,
si no i es fin’ amors coraus.
per so es mos chantars cabaus
qu’en joi d’amor ai et enten
La boch’ e.ls olhs e.l cor e.l sen.

Ja Deus no·m don aquel poder
que d’amor no·m prenda talans.
si ja re no·n sabi’ aver,
mas chascun jorn m’en vengues maus,
totz tems n’aurai bo cor sivaus;
e n’ai mout mais de jauzimen,
car n’ai bo cor, e m·i aten.

Amor blasmen per no-saber,
fola gens; mas leis no·n es dans,
clamors no·n pot ges dechazer,
si non es amors.comunaus.
aisso non es amors; aitaus
no·n a mas lo nom e·l parven,
que re non ama si no pren!

S’eu en volgues dire lo ver,
eu sai be de cui mou l’enjans:
d’aquelas c’amon per aver.
e son merchadandas venaus!
messongers en fos eu e faus!
vertat en dic vilanamen;
e peza me car eu no·n men!

En agradar et en voler
es l’amors de dos fis amans,
nula res no i pot pro tener,
si·lh voluntatz non es agaus.
e cel es be fols naturaus
que de so que vol, la repren
e·lh lauza so que no·lh es gen.

Mout ai be mes mo bon esper,
cant cela·m mostra bels semblans
qu’eu plus dezir e volh vezer,
francha, doussa, fin’ e leiaus,
en cui lo reis seria saus.
bel’ e conhd’, ab cors covinen,
m’a faih ric ome de nien.

Re mais no·n am ni sai terrer;
ni ja res no·m seri’ afans,
sol mi dons vengues a plazer;
c’aicel jorns me sembla nadaus
c’ab sos bels olhs espiritaus
m’esgarda; mas so fai tan len
c’us sols dias me dura cen!

Lo vers es fis e naturaus
e bos celui qui be l’enten;
e melher es, qui·l joi aten.

Bernartz de Ventadorn l’enten,
e·l di e·l fai, e·l joi n’aten!

Traducción de Martín e Isabel de Riquer.




Bernart de Ventadorn, maestro de trovadores

"No es maravilla que yo cante mejor que ningún otro trovador, puesto que tengo mi corazón más inclinado al amor y más dócil a sus leyes. Alma y cuerpo, ingenio y saber, todo yo lo pongo en juego, que el amor me atrae por completo y ninguna otra deidad presto homenaje."

Con estos versos tan poco humildes se definía a sí mismo el trovador Bernart de Ventadorn en uno de sus poemas y curiosamente coincide con la opinión de él que ha tenido la posteridad. Ventadorn, junto con Beltran de Born, marca la cumbre de la canción provenzal trovadoresca en la Francia del siglo XII. Este movimiento cultural originado en Languedoc y Provenza –el mediodía francés-, y extendido por toda Europa, tenía como uno de sus motores principales el ensalzar el amor sublime, el amor cortés, situando a la mujer en un pedestal como objeto de adoración y devoción. Esto no quita para que también tuviese una vertiente épica basada en poemas dedicados a narrar hechos de guerra como forma de adular a los príncipes y nobles de la época. Han llegado hasta nosotros innumerables composiciones trovadorescas, mayormente escritas en provenzal (langue d´oc), cuyos autores fueron reyes, nobles, miembros de clero, y algunas mujeres de aquellos tiempos, como María de Francia, una de las fuentes francesas de la leyenda artúrica, o Clara de Anduse.

Por el contrario, el caso de Bernart de Ventadorn es el de un hombre que se hace a sí mismo, pues todas las fuentes consultadas coinciden en destacar su baja cuna. Todo indica que nació en el castillo de Ventadorn (Limousin) entre 1130 y 1140 y que fue el hijo de uno de los servidores de menor categoría: el criado encargado de encender el horno en el que se cocía el pan. Quiero apartarme del rigor wikipédico para abrazar el maravilloso relato de su vida que presenta Víctor Balaguer en su “Historia de los trovadores” (Madrid, 1878), una monumental obra a la que tengo la suerte de tener acceso directo.

Cuenta Balaguer como la gracia natural del joven Bernart le atrajo la atención y el favor del señor del castillo, el vizconde Ebles de Ventadorn, que le honró con su amistad y le proporcionó unos estudios que de otra forma nunca hubiese tenido dada su baja extracción social. Pero como si de una novela se tratase, la pasión por una mujer se interpuso en la relación entre el señor y el vasallo, desviando la historia hacia un destino trágico, especialmente para ella. El vizconde era un hombre viudo de avanzada edad que contrajo segundas nupcias con Inés de Montluzó, una bella joven de dieciocho años a la que el propio Ventadorn describe en sus versos como “más bella que rosa en capullo y más blanca que nieve de noche de Navidad”. Y no se le ocurrió otra cosa al infeliz vizconde que destinar a Bernart al servicio personal de su  nueva esposa en un acto de irresponsabilidad supina, dado que a pesar de los esfuerzos por evitarlo, el uno por la lealtad que impone el vasallaje y la otra por la fidelidad conyugal debida, no tardaron en enamorarse perdidamente.

A esta época corresponden las mejores composiciones de Bernart de Ventadorn, que dibujan la pasión desgarradora que sentía por Inés, como se puede comprobar en los siguientes ejemplos:

“Así como la rama se doblega al soplo del viento que la inclina hacia donde quiere, así yo obedezco a la que me cautiva, pronto siempre a hacer cuanto me mande”

“De buena fe, con pureza y con lealtad, yo amo a la más bella y a la más noble. Mi corazón se cansa a fuerza de suspirar, y a fuerza de llorar se escaldan mis ojos. La amo demasiado, pues que es sólo para mi daño, pero ¿qué puedo contra la violencia del amor?”

La vizcondesa acabó sucumbiendo ante tal torrente amoroso, aceptándole como su caballero. Mientras tanto, la obra de Ventadorn iba siendo conocida y apreciada, pero comenzó a levantar no pocas murmuraciones. Un día hallándose sentado a los pies de Inés, ésta le besa, lo que supone el máximo galardón para un trovador: “entonces no sé qué por mí pasó: no vi ni oí nada, y estando en el rigor del invierno, me creí transportado al mes de mayo”. Pero tanta falta de discreción tuvo nefastas consecuencias. El vizconde asistía a un banquete en un castillo vecino cuando durante el evento un juglar interpretó la canción de Bernart Selha del mon y el noble no tardó en comprender que hablaba de su mujer. La ira del marido ultrajado sorprendentemente cayó en exclusiva sobre Inés, que fue encerrada primero en sus habitaciones y posteriormente en una torre del castillo habilitada como prisión, que tenía el sobrecogedor nombre de “Torre maldita”. Allí acabaría sus días la infeliz joven por culpa del amor desbordado.

Entretanto, Bernart de Ventadorn consideró lo más prudente desaparecer de la región y convertirse en un trovador errante que va cantando por las cortes sus amores desdichados. Viajó mucho y fue muy conocido por toda Francia, hasta convertirse en uno de los más famosos trovadores, pero el resto de sus aventuras daría para numerosas entradas en este blog, así que lo dejaré aquí. Solamente quiero añadir que fue favorito (las malas lenguas dicen que amante) de la maravillosa Leonor de Aquitania -primero esposa del rey de Francia,  casada en segundas nupcias con Enrique II de Inglaterra y madre de Ricardo Corazón de León-, durante la estancia de ésta en Poitiers. Leonor fue impulsora del concepto de amor cortes, mecenas de trovadores y una de las figuras más carismáticas de su época.


Publicado por Pablo Rodríguez Canfranc
http://soledadtengodeti.blogspot.com.es/2011/06/bernart-de-ventadorn-maestro-de.html



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