Luisa Sigea
Luisa Sigea de Velasco también conocida por Luísa Sigeia, Luísa Sigea Toledana o por la versión latinizada Aloysia Sygaea Toletana, (Tarancón, provincia de Cuenca, 1522 – Burgos, 13 de octubre de 1560), humanista y poetisa española del Renacimiento.
Como entonces la diócesis de Tarancón pertenecía a Toledo, fue llamada Luisa Sigea Toletana. Fue hija de Diego Sigeo, un humanista francés que le dio una instrucción esmeradísima. Como era criado de María Pacheco, mujer del comunero Juan de Padilla, participó en la guerra contra Carlos I de España del lado de ésta y tuvo que marchar a Portugal en 1522 acompañando a la viuda en su exilio; en 1530 llamó al resto de su familia, compuesta por su mujer y cuatro hijos, entre ellos Luisa.
En 1540, cuando contaba 18 años de edad, a través de un amigo de su padre, el italiano Girolamo Britonio, envió una carta en latín al papa Paulo III, junto a lo que más tarde llamó quosdam ingenioli mei flosulos, esto es, algunas flores de mi ingenio, que merecieron muchos elogios. A comienzos de 1542 su padre fue invitado a llevarla a la corte de la reina doña Catalina como moças de câmara. Luisa y su hermana Ángela se unieron a las cultas damas que constituían el séquito de doña Maria de Portugal, entre ellas Paula Vicente, hija del poeta y dramaturgo Gil Vicente, y Joana Vaz. En la corte, Ángela Sigea y Paula Vicente se dedicaron más a la música y Joana Vaz y Luísa Sigea, notables humanistas, eran las damas latinas. Luisa permaneció en ese cargo palaciego hasta 1552, año en que se casó con el hidalgo burgalés Francisco de las Cuevas; Luisa intentó por entonces reincorporarse a la vida cortesana. Tuvieron una sola hija, Juana de Cuevas Sigea, nacida el 25 de agosto de 1557, la cual se casó el 30 de mayo de 1580 con Rodrigo Ronquillo Briceño, de la mejor nobleza de Burgos; de este casamiento resultó numerosa descendencia.
En 1558 la familia se trasladó a Valladolid, donde entraron al servicio de María de Habsburgo, hija de Felipe I de Castilla y que fuera reina consorte de Hungría por su casamiento con Luis II de Hungría y Bohemia. Francisco de Cuevas desempeñó el cargo de secretario y su mujer de dama latina. Pero duró poco esta situación, ya que el 18 de octubre de de 1558 la reina de Hungría falleció repentinamente. Luisa escribió de inmediato al rey Felipe II de España solicitando empleo para sí y su marido, alegando pobreza, algo que la documentación conocida sobre su casa no confirma. Esa será durante los dos últimos años de su corta vida una actividad constante: los intentos por volver a la vida cortesana. Con esa intención, a princípios de 1560, Luisa Sigea fue a Toledo para pedir a través del embajador de Francia un empleo junto a Isabel de Valois, recién casada con Felipe II; pero, aunque fue recibida por la nueva reina, no obtuvo cargo alguno. Desanimada, regresó a Burgos, donde falleció el 13 de octubre de 1560.
Obra
Luisa Sigea hablaba francés, español e italiano y dominó el latín, el griego, el hebreo y el caldeo o siriaco, y estaba muy versada en Filosofía, Poesía e Historia. Al parecer, unía también a su talento una espléndida hermosura, y fue celebrada en ambos aspectos por numerosos ingenios de su época. Su mejor obra es el poema en latín Syntra (París, 1566). Escribió además el opúsculo Dialogus de differentia vitae rusticae et urbanae y Colloquium havitum apud villam inter Flamminia Romanam et Blesillam Senensem. Se conserva también un epistolario y varios poemas, entre otras obras, aunque mucho se ha perdido.
Editó Syntra Francisco Cerdá y Rico en sus Clarorum hispanorum opuscula selecta et rariora tum latina, tum hispana magna ex parte nunc primum in lucem edita (Madrid: Antonio de Sancha, 1781) y Marcelino Menéndez Pelayo lo tradujo al español. Adolfo Bonilla y San Martín editó un epistolario suyo que se encuentra en la British Library (“Clarorum hispaniensium epistolae ineditae”, Revue Hispanique, VIII, 1901), pp. 296-297. Manuel Serrano y Sanz imprimió por vez primera su Duarum virginum colloquium entre otros textos (1905).
CANCIÓN DE LA SEÑORA LUISA SIGEA
DE VELASCO, DECLARANDO:
habui menses vacuos et noctes laboriosas, et numeravi mihi.
Pasados tengo hasta aora
muchos meses y largos
tras un desseo en vano sostenido
que tanto oy dia mejora
quanto los más amrgos
y más deseperados e tenido;
lo que en ellos sentido
no puedo yo contallo;
el alma allá lo cuente;
mas ella no lo siente
tan poco que no calle como callo;
¡oh grande sentimiento!
que a vezes quita al alma el pensamiento,
y quando esto acaece,
según veo las señales
ya creo que el remedio está cercano;
la vida se amortece,
no se sienten los males
tanto como sy esté el cuerpo mas sano;
pero todo es en bano,
que al fin queda la vida
y torna el alma luego
en el contumbrado fuego
a ser muy más que antes encendida;
así que en fantasias
se me passan los meses y los dias,
en fantasias y cuentos
la vida se me pasa;
los dias se me van con lo primero,
las noches en tormentos,
que el alma se traspassa
hechando quenta a un quento verdadero
queal es desde que espero
el fin de mi desseo;
¡quántas avré pasadas
de noches travajadas
sufriéndolas por ver lo que aun no veo!
éstas muy bien se quentan,
mas ¡ay que las que quedan más me afrentan!
En sto un pensamiento
me acude a consolarme
de quantos males solo dél recibo
pensando en mi tormento
no oso e alegrarme
según que se me muestra tan esquivo;
con todo allí recibo
con tan nuevo consuelo,
y aunque parece sano
no osso hechalle mano,
que a quien vive en dolor todo es recelo,
y al fin helo por bueno
y huelgo de acoxerle aca en el seno.
Esta es una esperanza
que viene acompañada
de razon, que por mi parte no ha faltado,
que avrá de hazer mudanza
en la fortuna ayrada
que a tantos años contra mí durado,
y aunque fuera hado
ó destino invencible
de cruda abara estrella,
muriera el poder de ella
con el de la razon que es más terrible,
y con su ser perfecto
traeran de mi desseo buen afecto;
mas ¡¡ay!! no sean aquesto
consolaciones vanas
que así como se sienten no esperadas
ansí se ban tan presto
que dexan menos sanas
las almas donde fueren gasajadas;
las noches travajadas
agenas de alegria,
los dias, meses y años
llenos de graves daños
avré de pensar siempre noche y día;
si en esto el remedio se halle
no sentiré el travajo de esperadle;
porque no seas de las gentes creyda
canción conmigo queda,
que yo te encubriré mientras que pueda.
Poema Un Fin, Una Esperanza, Un Como
Un fin, una esperanza, un como. ó quando;
tras sí traen mi derecho verdadero;
los meses y los años voy pasando
en vano, y passo yo tras lo que espero;
estoy fuera de mí, y estoy mirando
si excede la natura lo que quiero;
y así las tristes noches velo y quento,
mas no puedo contar lo que más siento.
En vano se me passa qualquier punto,
mas no pierdo yo punto en el sentillo;
con mi sentido hablo y le pregunto
si puede aver razón para sufrillo:
repóndeme: sí puede, aunque difunto;
lo que entiendo de aquel no se dezillo,
pues no falta razón mi buena suerte,
pero falta en el mundo conocerse.
En esto no ay respuesta, ni se alcanza
razón para dexar de fatigarme,
y pues tan mal responde mi esperanza
justo es que yo responda con callarme;
fortuna contra mí enrristró la lanza
y el medio me fuyó para estorvarme
el poder llegar yo al fin que espero,
y así me hace seguir lo que no quiero.
Por sola esta ocasion atrás me quedo,
y estando tan propinquo el descontento,
las tristes noches quento, y nunca puedo,
hallar quento en el mal que en ella quento;
ya de mí propia en esto tengo miedo
por lo que me amenaza el pensamiento;
mas passe así la vida, y passe presto,
pues no puede aver fin mi presupuesto.
Mujeres en la Biblioteca Histórica: la humanista Luisa Sigea (1522-1560)
Por ISABEL CORULLÓN PAREDES
En el horizonte cultural masculino del Renacimiento emerge un grupo de mujeres que recibieron una cuidada formación en cultura y lenguas clásicas, y se convirtieron en eruditas y políglotas. Produjeron obras notables que tuvieron problemas para publicar y, aunque recibieron la admiración sincera de unos pocos humanistas, sufrieron las críticas de una sociedad que las miraba como seres extraños y peligrosos. Una de ellas fue Luisa Sigea (1522-1560), una brillante mujer del Renacimiento español, a la que se comparó con los hombres más doctos de su época. Dedicada al estudio de las letras desde la infancia, careció de oportunidades para desarrollar todo su talento. Su obra, aunque breve, tiene gran interés tanto literario como histórico, pues arroja luz sobre numerosos aspectos del siglo XVI español. [Seguir leyendo]
Luisa Sigea era hija de Diego Sigeo y de Francisca de Velasco. La figura de Diego Sigeo es fundamental para entender a Luisa. De origen francés, había estudiado latín, griego y hebreo en la Universidad de Alcalá. Se preocupó porque tanto sus hijas como sus hijos recibieran una instrucción esmerada, y supo transmitirles su amor por las lenguas y la literatura clásica. Hombre de letras de corta fortuna, Diego Sigeo entró al servicio de Juan de Padilla en Toledo como instructor de su mujer, María Pacheco. Tras la derrota de los Comuneros en Villalar y la ejecución de Juan de Padilla, Diego Sigeo, acompañó a su viuda en 1522 al exilio en Portugal. Mientras tanto su mujer, Francisca de Velasco, permaneció en Tarancón, que era su lugar de origen, y allí nacería Luisa en aquel mismo año. Diego Sigeo pasó después al servicio de los Duques de Braganza y jugará un importante papel en el desarrollo del Humanismo luso. La infancia de Luisa transcurre en Tarancón, pues la familia no se reunió con el padre en Portugal hasta los años 1536-1538. Fue una infancia dedicada al estudio, quizá para escapar de un entorno poco grato, al ser hija de un prófugo, y allí sería iniciada en las lenguas clásicas probablemente por un canónigo. Pero su formación recibió un fuerte impulso a partir de su establecimiento en Portugal, bajo la dirección de Diego Sigeo. Allí Luisa reveló su aptitud extraordinaria para los idiomas, profundizando su conocimiento del latín y el griego, y aprendiendo hebreo, sirio y árabe.
En 1542 entra al servicio de la reina Catalina, esposa de Juan III de Portugal, como maestra latina de la infanta Doña María. En el ambiente culto de la corte de Doña María de Portugal, Luisa pudo ampliar sus horizontes intelectuales. Es entonces cuando escribe su poema Sintra, el más conocido de su obra y el más estudiado. Está dedicado a Doña María y utiliza como material poético los rumores que circulaban entonces sobre el matrimonio de ésta con Felipe de Austria (el futuro Felipe II). Sintra aparece representado como un lugar maravilloso poblado por faunos, ninfas y sátiros. Allí, una ninfa desvelará a la Sigea el futuro de Doña María, vaticinando su próxima boda con un príncipe que llegará a dominar el mundo. El poema tuvo mucho éxito en la corte y recogió numerosos elogios en el círculo humanista.
Luisa dominaba nueve lenguas y era capaz de competir en conocimientos con los más importantes humanistas de su época. A su amplísima cultura unía una visión lúcida y crítica de la sociedad, que muestra en sus obras. En 1552 escribió Duarum virginum colloquium de vita aulica et privata, diálogo en el que dos mujeres conversan sobre las ventajas de la vida retirada, consagrada al estudio, frente a la vida ostentosa de la corte. A pesar de lo poco original del planteamiento, este diálogo destaca, además de por su erudición, por su personal visión crítica del comportamiento de la nobleza. En este mismo año se casa con Francisco de las Cuevas, comerciante de antigua familia burgalesa. En 1555 ambos se trasladan a Burgos y en 1557 pasan a Valladolid, donde Luisa entra al servicio de la reina María de Hungría como maestra latina. Trabajadora infatigable, tras la muerte de la reina en 1558, al no conseguir otro empleo en la corte, entra en una etapa de tristeza y desesperación, ante la falta de oportunidades para desarrollar su talento, que expresa en las cartas a los amigos. Son precisamente sus cartas, en las que emplea el latín como lengua coloquial, la parte más personal de su obra y muestran a su autora como una auténtica humanista. Luisa muere poco después, en 1560, con 38 años de edad, dejando tras de sí numerosos epitafios y elegías escritos por las principales plumas de la época, lamentando su genio malogrado.
La obra de Luisa Sigea permaneció inédita hasta después de su muerte, pero su autora logró el reconocimiento en vida gracias a su epistolario, del que se sirvió para darse a conocer. A su muerte, Diego Sigeo consiguió que se publicara el poema Sintra en 1566. El resto de sus obras, el opúsculo Dialogus de differentia vitae rusticae et urbanae y Colloquium havitum apud villam inter Flamminia Romanam et Blesillam Senensem, su epistolario y algunos poemas en castellano, no fueron publicadas hasta el siglo XX. A pesar de la escasa divulgación de su obra, la figura de la Sigea se convirtió en un mito y su fama siguió extendiéndose en los siglos siguientes. Fue incluída en varios libros sobre personajes ilustres que fueron publicados entre los siglos XVI y XVII, pero siempre con el mismo tono laudatorio y legendario. Esta tendencia permanece en el siglo XVIII, y hay que esperar a 1781 con la publicación de Francisco Cerdá y Rico de Clarorum hispanorum opuscula selecta et rariora... (BH FLL 23931), para encontrar un esbozo biográfico sobre la Sigea a partir de la información que ella misma da en sus cartas. En esta recopilación Francisco Cerdá reeditó su poema Sintra. Pero no será hasta que Menéndez Pelayo realice la traducción del mismo en su obra Estudios poéticos, cuando se de a conocer a un público más amplio. Finalmente, la traducción de su epistolario al castellano por María R. Prieto Corbalán, nos ha acercado de una forma definitiva a la figura de esta mujer del Renacimiento. Hay que agradecer que esta edición incluya además algunas cartas en castellano y dos poemas igualmente en castellano, con los que da a conocer por completo la parte más personal de su obra, la más interesante para acercarse a la compleja personalidad de Luisa Sigea, su orgullo y su ansia de reconocimiento, y su alto concepto de la amistad. Para conocer también su sensibilidad, y la tensión interna que la consumió.
"Un fin, una esperanza, un cómo o cuándo
tras si traen mi derecho verdadero;
los meses y los años van pasando
en vano, y paso yo tras lo que espero;
estoy fuera de mí, y estoy mirando
si excede la natura lo que quiero;
y así las tristes noches velo y cuento,
más no puedo contar lo que más siento."[1]
[1] Fragmento del poema publicado por María R. Prieto Corbalán en : Sigea, Luisa, Epistolario latino, , p. 145
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