José Agustín Ibáñez de la Rentería
José Agustín Ibáñez de la Rentería (Bilbao, 1751 - Lequeitio, 1826), escritor y pensador político español de la Ilustración.
De origen noble en una familia con importantes mayorazgos y cuantiosas rentas, nunca tuvo que padecer dificltades económicas y desempeñó varios cargos en la administración local y regional. Miembro en 1774 de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, pronunció allí dos discursos, uno sobre educación y otro titulado Reflexiones sobre las formas de gobierno que fue editado en Madrid en 1790 y exponía ya las ideas de Montesquieu sobre la división de poderes, esbozando una primera semillla de liberalismo español; fue nombrado alcalde de Lequeitio en 1775 y en 1816 historiador de Vizcaya en las Juntas Generales de Guernica. Escribió unas muy alabadas Fábulas en dos tomos, variadas de métrica, publicadas en 1789 y 1797 y un Memorial histórico (1798) en que describe su participación en la Guerra de la Convención (1793-1795). Como pensador político destaca por sus Discursos (1780-1783), muy marcados por sus lecturas de Montesquieu y otros ilustrados franceses, en los que aboga por dar más libertad a los municipios y en cuestiones educativas defiende el uso de la lengua nacional en vez del latín. Ocurrió que al publicar el apólogo político "El raposo" en 1788 en el Diario de Madrid algunos enendieron que se refería la recién destituido Floridablanca y que lo había publicado azuzado por los seguidores del Conde de Aranda, causándose una gran polémica, ante lo cual tuvo que salir en su defensa Samaniego, que intervino declarando la inocente intención del autor. De todas manera, cuando lo volvió a imprimir en sus Fábulas, añadió «No es ni ha sido mi ánimo señalar a nadie en particular, satirizar, ni hacer aplicaciones personales: esta prevención que a algunos parecerá ociosa por todos aspectos, estoy obligado a hacerla, porque lo exige así el respeto y decoro que debo al Público».
Ya en 1788 tuvo lugar una conocida polémica a raíz de la publicación en el Diario de Madrid de la fábula titulada El Raposo.
Decía así:
De un león poderoso
ministro principal era un raposo;
por lo sagaz y astuto,
orgullo como el hombre tiene el bruto;
y así, de su privanza envanecido,
trataba con orgullo desmedido
hasta a los mismos tigres y los osos.
Todos los animales,
grandes, pequeños, mansos y furiosos,
eran para él iguales;
con rigor los trataba y aspereza,
y despreciaba fuerzas y grandeza.
En esto, del favor una mudanza
caer hizo al visir de la privanza,
y apenas del señor perdió el aprecio,
objeto fue del general desprecio.
Aun el más infelice le acomete,
y los grandes del reino por juguete,
no queriendo tomarse más trabajo
que tal cual arañazo de ligero,
como por agasajo,
tal martirio le dieron y tan fiero,
y se lo continuaron de tal suerte,
que, cargado de llagas y de afrenta,
vino a sufrir la muerte,
penosa tanto más cuanto más lenta.
¿Por qué para estos casos
buscamos en los brutos ejemplares
si de iguales fracasos
nos ofrecen los hombres centenares,
cuando el poder usaron con exceso?
¿Y la soberbia cesará por eso?
Los partidarios de Floridablanca entendieron que en lenguaje cifrado se atacaba al ministro, y que la fábula había sido promovida por los seguidores del conde de Aranda. Fue Samaniego quien intervino, declarando la inocente intención del autor, que no era otro que un joven amigo suyo llamado José Agustín Ibáñez de la Rentería. Aunque éste salió indemne del altercado, cuando al año siguiente, 1789, publicó sus Fábulas añadió al final del prólogo:
«No es ni ha sido mi ánimo señalar a nadie en particular, satirizar, ni hacer aplicaciones personales: esta prevención que a algunos parecerá ociosa por todos aspectos, estoy obligado a hacerla, porque lo exige así el respeto y decoro que debo al Público».
MERCURIO Y EL ESTATUARIO
Entró Mercurio disfrazado un día
en la casa de un célebre estatuario,
Por ver cuanto valía
de los dioses el Nuncio extraordinario.
Estatuas vió de Júpiter, de Marte,
de Juno y de Diana;
Y por disimular trató de precio:
Preguntó por la suya, y con desprecio
le responde el artífice: he de darte
esta sin interés de buena gana,
pues no quiere llevársela ninguno,
con tal que compres la de Jove, o Juno.
Si así se disfrazaran
algunos presuntuosos,
y del mérito suyo preguntaran,
¿Quedarían acaso más gustosos?
EL SOL Y LAS RANAS
Al ver Esopo celebrar la boda
Del Ladrón mas famoso,
Que se encontraba en la comarca toda,
Con festivo concurso numeroso,
Cuentan que dijo la siguiente historia.
Por tradición conserva la memoria
Que de casarse al Sol le vino antojo;
Las Ranas recibieron mucho enójo
Cuando á saber la novedad llegaron,
Y á Júpiter supremo se quejaron.
No permitas, Señor, que el Sol se case,
Conserva nuestras vidas,
Pues por él solo, tristes y afligidas,
Tantas veces en seco nos quedamos:.
Si tal verificase,
Y progenie tuviese , ¿qué esperamos?
EL HOMBRE Y LAS DOS VIUDAS
A un Hombre de edad mediana
El pelo entre tinto y blanco,
Llegó por fin á cansarle
La vida de celibato.
Como estaba de riquezas
No tan mal acomodado,
Apenas lo dio á entender
Tuvo Novias á dos manos.
¿ El qué hizo ? Tomarse tiempo
Para escoger muy despacio
Quien sería la dichosa
(No es para menos el caso).
Dos Viudas' en la palestra
El puesto se disputaron,
Una todavía verde,
Otra mas entrada en años:
Cada una por su parte
Entre caricias y halagos,
Como que era diversión
Retocaban su peinado.
La Moza quitaba canas,
La Vieja por el contrario
De todo el cabello negro
Le iba al pobre despojando:
Tanto hicieron una y otra
Que me lo pusieron calvo:
Echa la mano, y se encuentra
Como Calabaza raso.
Señoras mías, las dijo,
Vivan ustedes mil años,
Que me han hecho de marido
Practicar un buen ensayo;
Pues que cada cual me puso
A su moda acomodado:
Conozco que me querían
De sus caprichos vasallo.
Les estimo la lección,
Aunque me quede pelado;
Mas cuenten , que el casamiento
Ya se lo ha llevado el Diablo.
EL CONCEJO DE LOS RATONES
A los Ratones, daba Miauregato,
Enemigo mortal de su pellejo,
Tan inhumano trato,
Que fue preciso convocar Concejo
Para tomar medidas
Los que quedaban de salvar sus vidas.
Eran los pareceres diferentes:
Algunos mas prudentes,
Conociendo del riesgo la importancia,
Decían se dejase aquella estancia:
A otros atolondrados
Detenía el amor á los bocados.
En esto un Ratoncillo presumido
Dijo: yo he discurrido
Modo con que á lo menos por sorpresa
No ha de lograr en adelante presa: .
El medio es muy barato,
No hay mas que echar un cascabel al Gato.
Oyóse la propuesta, y sin examen
Siguió todo el congreso su dictamen:
Ejecútese , claman al momento;
¿Y á quién se ha de encargar? aquí fue el cuando
Toditos se excusaron uno a uno,
Y en conclusión no se atrevió ninguno.
¿Dónde está, pues, el que hizo la propuesta?
Marchóse á discurrir otra como ésta.
En un Ayuntamiento
Se verán mas de ciento,
Que son en las propuestas eloqüentes;
Pero en la ejecución poco valientes.
EL CARBONERO Y LA LAVANDERA
El Carbonero y la Lavandera.
A Juana la Lavandera
Pedro el Carbonero vio,
Y la dijo : mira , yo
Casar contigo quisiera:
Respondió , no puede ser,
Porque lo que yo lavase,
Cuando usted se me acercase
Lo había de ennegrecer.
No se junte el inocente
Muchas veces al malvado;
Porque si el trato es frecuente,
Al fin quedará tiznado.
Lección / Moraleja:
No se junte el inocente
Muchas veces al malvado;
Porque si el trato es frecuente,
Al fin quedará tiznado.
EL BURRO CARGADO DE RELIQUIAS
De Reliquias cargado
iba un jumento de soberbia hinchado,
al ver que un pueblo inmenso,
lleno de devoción, le ofrece incienso.
En eso maliciosa
se le acercó a la oreja una raposa,
y le dijo. insensato,
viendo de adoración tal aparato
No a la vanidad te muevas;
Pues no es por ti, sino por lo que llevas.
Al que se 'ensoberbece'
porque un cargo logró que no merece,
seguramente no le haría daño
si le aplicasen este desengaño.
EL ASNO, Y EL PERRO DE FALDAS
Reparaba un Jumento,
Preciado de tal cual entendimiento,
Que á un Perrillo de faldas
En casa se trataba con regalo,
Mientras á él molían las espaldas
Con muy pesada carga , y mucho palo.
No se cómo es , decía , pierdo el seso:
Que siendo ambos á dos de carne y hueso,
A él le festejan , no le dan trabajo,
A mí me dan porrazos á destajo,
Aunque sirvo tan bien : la cuenta sale,
Que lo que yo ejecuto nada vale:
Sí lo de aquel; pues haga yo lo mismo,
Y con eso seré mejor tratado.
El Asnal silogismo
Le pareció muy bien , y de contado
Luego que al Amo á divisar alcanza,
Hacia él al instante se avalanza:
Por su cara el hocico le pasea,
Y muy á su sabor le manotea,
Dando clara señal de su alegría,
Del rebuzno la dulce melodía.
El Amo grita , los Criados llegan,
Al Burro me le pegan
Una fuerte paliza,
Y á la Caballeriza
Lo conducen molido y cabizbajo,
En donde entre lamentos y entre quejas,
Sacudiendo a menudo las orejas,
Pudo acertar al fin: Este trabajo,
Profirió , con razón estoy sufriendo,
Pues me meto á un oficio que no entiendo.
Asnos , que os figuráis que sois graciosos,
Y con vuestro donaire
Os hacéis tantas veces fastidiosos,
Cuidado no sufráis igual desaire.
EL PERRO Y EL GALLO
El Perro y el Gallo
Iban de camino,
Contando sus cuentos,
Como muy amigos.
En un despoblado
La noche les vino:
Suspender el viaje
Les era preciso.
De un Árbol el Gallo
Se sube á un ramito,
Y el Perro en las raíces
Se quedó dormido.
Al canto del Gallo,
Un Zorro maldito
Del vecino monte
Acudió muy listo.
¡ O qué hermoso canto!
Decía ladino:
Baja, porque quiero
De mas cerca oírlo.
Respondióle el Gallo:
Ya bajo , querido;
Pero antes la puerta
Abrir es preciso:
Ahí abajo duerme
EL portero mio,
Para despertarle
Da dos golpecitos.
Oyólo el Raposo:
Dio con su enemigo,
Este le agazapa,
Y ajusta el colmillo.
Vaya que lo tuvo
Muy bien merecido,
De su gran falacia
En justo castigo.
Que el que á otro engaña,
Es por ello digno
De que se lo paguen
Haciendo lo mismo.
Lección / Moraleja:
El que á otro engaña,
Es por ello digno
De que se lo paguen
Haciendo lo mismo.
LA ZORRA SIN COLA
De flaqueza de estómago achacosa,
en un lazo cayó cierta raposa:
Escapó, pero en prenda
dejó presa su cola reverenda.
Fuera del susto ya, luego la asalta
El dolor por la pieza que le falta;
Y de rabia se apura
por ese menoscabo de hermosura
¿Que tal parecerá, decía, sola.,
entre todas las zorras yo sin cola?
Pero paciencia, para todo hay medida
ya he discurrido yo cierto remedio.
Con esa idea sale luego a la plaza,
y dice a las demás, mirad que traza;
he vendido la Chia,
Porque ella a la verdad no me servia
sino para embarazo, y coger lodo;
Haced todas también del mismo modo.
Bravo, dijo una zorra muy astuta,
la cola es hermosura sin disputa:
si usted, señora mía, la ha desecho,
hágale en hora buena buen provecho,
que no hemos de perder, porque lo diga,
cosa que nos adorna y nos abriga.
¡A cuantas esta fábula contara
cuando veo que ponen mala cara,
Y deslucir pretenden con cuidado
en las otras las gracias y hermosura,
de que su edad madura,
o sus achaques a ellas han privado!
LAS DOS OLLAS
Dos Ollas conducía
La rápida corriente de una ria,
Una de ellas de cobre,
De barro quebradizo la otra pobre.
La primera repara
Que de ella la de barro se separa,
Y la dice: no temas, ven al lado,
De no dar contra tí tendré cuidado.
¿Ir á tu lado, amiga? no me atrevo,
Porque yo solamente el riesgo llevo
De hacerme añicos mil si das conmigo,
Y también al revés si doy contigo:
De ambos modos la cuenta igual me sale,
Con que el ir separada mas me vale.
Si el pobre con el rico arma quimera,
O el rico con aquel , de igual manera
El tropezar con hombre poderoso,
Es siempre para el pobre peligroso.
¿Quieres, Fabio , estar libre ? pues mantente
Lejos, si pobre estás, de aquella gente.
LA VIEJA Y EL ESPEJO
Una vieja arrugada y regañona,
todavía juzgándose persona,
y olvidada de que es género añejo,
un día se miraba en un espejo:
y viendo en él su mísera figura,
vota, maldice, jura,
y se araña la cara sin consuelo:
Echa el espejo al suelo
Y desde lejos dice balbuciente.
Lindos espejos se hacen al presente.
¡Ah! bien hayan mil veces los de antaño.
De esta suerte se admite el desengaño.
EL MULO LINAJUDO
Un Mulo reverendo,
Que tenia la honra
De sustentar la carga
De una ilustre persona,
De su madre la Yegua
Contaba grandes cosas,
Encareciendo siempre
Su prosapia gloriosa.
¡ Qué poco consintiera,
Hijo de tal Señora,
El entrar en servicio
De cualquier persona!
¿ Médico ? Vaya fuera:
¿Canónigo? No es cosa:
O mi amo el Obispo,
O la Reyna Cenovia;
Pero al fin envejece,
Y se trueca la bola,
Y al pobre le destinan
A tirar de una Noria.
Entonces, según dicen,
Discurrió de otra forma:
Y su padre el Jumento
Le vino á la memoria.
Por esto la desgracia
Muchas veces importa,
Que á algunos mentecatos
Les compone la cholla.
Lección / Moraleja:
Por esto la desgracia
Muchas veces importa,
Que á algunos mentecatos
Les compone la cholla.
EL MILANO ENFERMO
Estando el milano enfermo
a su madre la rogaba,
que fuese a ofrecer incienso
a los dioses por su causa.
Más ella le respondió:
¿Como quieres que lo haga
si tu repetidas veces
has ensuciado sus Aras?
Dijo bien; Pues quien impío
del cielo al respeto falta,
Cuando su auxilio implorase,
debe temer su venganza.
EL CIERVO Y LA OVEJA, SIENDO JUEZ EL LOBO
Ante el Lobo una queja
el Ciervo presentó contra la Oveja:
pretendía sin firma y sin testigo
que le debía un celemín de trigo.
La Oveja aunque inocente,
viendo en el tribunal tal Presidente
no contradijo el hecho;
y juzgó el Lobo como en un barbecho:
se la mandó pagar, fijose el plazo
y la pobre salió de este embarazo.
Llegado el día, ejecutóla el Ciervo;
pero como iba solo,
le respondió la Oveja: "ve protervo,
que mi promesa la arrancó tu dolo
y del juez mi enemigo la presencia;
de que nada te debo en mi conciencia,
voy tranquila y segura:
Sólo hace ley la fuerza mientras dura.
EL RATÓN RETIRADO
Allá en cierta Hostería,
Porque Gatos no había,
De Ratones estaba una Colonia
Con mas independencia,
Que si fueran Magnates de Polonia:
A los platos llegaba su licencia.
El dueño se mudó de alojamiento,
Y entró á ocupar la casa un avariento
Quien por guardar su mísera despensa,
Trajo de Gatos una tropa inmensa,
Que por primer cumplido de mudanza
A cuatro sepultaron en la panza:
Apenas divisó la bigotera
De tanta béstia fiera,
Don Roepan prudente,
El capataz de la Ratona gente,
Por evitar su daño
Al punto se escapó, y entró Ermitaño
En un Queso de Holanda,
Y en tal retiro continuó su vida
Entre tanto que anda
La mísera Colonia perseguida
Sufriendo. duro trato
De la garra feroz de tanto Gato.
Al cabo esta familia desdichada
Le envía una Embaxada
A implorar su asistencia:
Presentaronsele con reverencia,
Trayendo á su memoria las hazañas
Que hicieron tan famosas sus Campañas
En Despensa y Cocina,
Por las que el Pueblo al mando le destina.
Oyó nuestro Holandés con grave flema
La relación de angustia tan extrema.
Y respondió : Hijos míos,
Ya están desalentados estos bríos,
Me siento ya muy viejo,
No tengo mas que huesos y pellejo,
Es grande mi flaqueza,
No está para negocios mi cabeza:
Goberné vuestras cosas mientras pude,
De nada sirvo ya, Dios os ayude.
Dijo, y cerró la puerta,
Y se quedaron con la boca abierta.
Este es vuestro retrato, hombres locuaces,
Que os hacéis en los pueblos capataces,
Con una autoridad mas que importuna,
Cuando van los negocios con fortuna;
Pero cuando ésta pasa
Y viene la miseria, os vais de casa.
LA ZORRA EN EL GRANERO
Suele muy a menudo la abundancia,
Hinchándonos de orgullo , y de arrogancia,
Ser de nuestra desgracia el instrumento:
Si creer no lo queréis, vaya de cuento.
Una Zorra mas larga que una lanza,
Sirviendo una gatera de postigo
Pudo colarse á un almacén de Trigo;
Allí se regaló tan bien la panza,
Y aumentó su volumen de manera,
Que no pudo salir por la gatera,
Por mas que mil esfuerzos hizo en vano,
Quedando su pellejo nada sano.
En esto de repente
En el granero se metió la gente:
Encontraron la Zorra: fue cogida;
Y pagó su delito con la vida.
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