Azahara Palomeque Recio
Azahara Palomeque Recio nació en un lugar del norte (1986) y creció en varios lugares del sur de España (y siguientes), es una poeta e investigadora española. Ha sido galardonada en diversos certámenes literarios e incluida en una antología. Sus poemas y cuentos han sido publicados en revistas culturales de España (Batwings, Safo), México (El Perro), Perú (El Hablador) y Estados Unidos (Pegaso, Pterodáctilo, Huesoloco). Ha participado en recitales y conferencias en distintas partes del mundo. Actualmente cursa un doctorado en Estados Unidos, tarea que compagina con la creación de su tercer poemario inédito, la docencia y la traducción literaria.
Su primer poemario publicado: American poems (Ediciones de la Isla de Siltolá, 2015)
El abuelo
Hace algunos años que debería estar muerto.
Un día paraste de hablar y dijiste: la muerte es de este mundo.
Las palabras de tu sudario se anudan a la vieja gramática
de una tierra que muda la piel en constante cicatriz,
como si no hubiera silencio hecho de pellejos,
como si no hubiera silencio.
Tú no. Tú muro o alcazaba a quien le mengua la lengua,
se le hace hueso atragantado y contemplas
a los pies de unas olas sedimento en la mudez
de quien pronuncia con los ojos.
Te estoy viendo desnudo y te estás poniendo valiente,
pareces una amapola plegada en las sábanas regada con suero
de historia, la tierra, polvo de nuez.
Tu piel se está poniendo como la de un pájaro recién nacido.
Echas vino a la tierra para lo beban los huesos o lenguas
de tus amigos. Tú habitas
me callas - la isla rodeada de agua menos el surco que
tú habitas. Sobre las arterias de las casas vuelven
los pasos de tu sangre al río. Te estás poniendo blanco.
Quiénes son estos vivos y para qué me quieren.
Ya no me quedan más pies ni más cemento de alturas.
Ya no entiendo vuestra lengua ni al que en ella me escribe.
Llevadme con mi madre que quiero ver si aún tiene
el moño bien hecho.
Hidrocefalia
Tu reino lo tienes todo en la cabeza.
Es tu reino por el que pasea una barca
que amaina los párpados.
(Los remos ladran callados ausencias).
Por fuera
se agita en tu calvicie silencio de rocío.
En días de olas lloras un poco.
El beso
A la abuela
Me das tu boca para que te cuente
tu vida impregnada
en saliva joven
y rellenas con muecas
tu historia en mi palabra.
Tu mirada es la hornacina
que persigue la estatua que mis ojos sostienen.
Con los huecos que me dejas
el arte que tú has sido
contemplo,
y te cuento,
a medias con las fotos,
todo aquello que sabías haber puesto
en algún sitio, no recuerdas,
en mitad
del polvo que te llega,
si fuera polvo y no tierra.
Cómo corres a compartirlo todo,
cómo sabes que se acaba
el día
y ventilas, de sol,
la casa antes del frío
(como oreando la boca
con suspiro ajeno).
Para qué te empeñas
en cortarte a trozos y entregarte
o se te han caído los miembros
y yo los recojo.
Cuando te mueras se enterrará sólo el tronco.
Y las raíces – preguntas –
y las raíces.
Entonces yo escribiré mi vida
con saliva vieja,
como un beso de ancestros
en tu mente y en mi vacío
En tu mente y en mi vacío,
siempre así, tan rota,
como desnuda.
Intenté tropicalismo
y el desierto se partió en dos,
dio paso a la roca.
Milagro mal venido,
mostró cuán duros e inertes
los órganos de mis arenas…
Yerma,
a conciencia.
Famélica.
Háblame del mar
y oirás eco calizo,
antifaz con el que duermo
(y la vida me despierta
con más cuartos hueros).
En ti, como que en lo que no soy,
no puedo ser otra cosa.
Cedar Waxwings.
I saw the best minds of my generation…
-Allen Ginsberg-
Tan muertos todos y con las caras sonrosadas
llegando a la orilla, en un rincón,
mirándolo todo, esperando el autobús en la esquina
de un ojo.
Tan saludablemente túmulos como sábanas bordadas,
volviendo a las cesáreas, a los desgarros,
recorriendo de parte a parte el mito de los pétalos, la primavera
en la parada, quietos,
a que el ángel baje.
Tan color de huesos lanzados como pájaros de cera,
bellos y bilingües, atropellados, tejiendo guirnaldas.
debajo del motor
Tan otro mundo que ya fue futuro.
Allí – hablando puentes – contraste de cimientos uno a otro de certezas
en el hombro bien labrado por el golpe
de una guerra, una paz, una amnistía.
Tan cenicientos bebés recogiendo las hojas,
contemplando a secas los espejos con una idea de esqueje – tanto injerto –
mujeres y hombres como espigas, campos de fósiles.
Ana.
A Ana.
Ana está llorando en su sonrisa como un contagio del clima.
Ana supura, ella tras ella su padre, tan sin los cristales hace el gesto
de abrir las ventanas y se piensa cada vez más de tierra.
Ana es una raíz con alas de apagón en el viento, a punto de sí misma
concede romperse extremidades en los párpados, cambiarse de blanco, ¡Ana!,
para que apuntemos a ella, desenvainando un nombre
reverencial a su gente, con tan poco brazo se abre como cometa en el cieno.
Ana tiene dos epitafios por manos que aún no han sido escritos,
azuza los tiempos, pide casi un canto cuando mira
y sufre casi tanto como quien la escucha y se arremolina, de agua.
Ana, hecha de pasos finales, apuntalada en su marco de lombrices ciegas,
verdes, casi negras, tiene uñas en cada pestaña para inhalar la vida.
Ana está atenta a los ripios y se ensaliva con ellos, haciéndose un nido.
American poems
Autor: Azahara Palomeque
Ediciones de la Isla de Siltolá
Colección TIERRA, nº 41 (Poesía)
Sevilla, marzo 2015.
American poems es el primer libro de Azahara Palomeque, crecida en el Sur, aunque nacida en el Norte (1986). Lo publica La Isla de Siltolá, siempre atenta a los nuevos nombres. Por lo demás, y en lo que toca a esta tierra -ni sur ni norte- me entero por Google de que en el curso 2002-2003 obtuvo el Primer Accésit del XIII Concurso Literario de Narraciones Cortas Luis Landero para estudiantes de Centros de Secundaria por su relato "La manta de los sueños".
El título de esta ópera prima podría ser el de un libro de cualquier joven poeta español, trufado de citas de poetas estadounidenses como Ashbery o Simic. Pero no, si éste se titula así es porque los poemas que reúne se escribieron en USA, concretamente en Princeton, donde Palomeque se fue un buen día a completar sus estudios y de donde no ha vuelto. No es extraño que el epígrafe que lo abre, de Edward Said, comience con la palabra Exile. "En inglés, empiezo a entenderlo todo... / también exilio y exiliado son lo mismo", dice en "The wound", que incluye otra cita de Said.
El primer poema del libro, "Ana", no es un mal comienzo. Pronto se advierte que, más allá de las vivencias propias de alguien que viaja a otro lado del mundo, lo que acaso más le interese a Palomeque es el lenguaje. No es uno al uso, plano y transparente. De cualquiera. Una de esas voces indistintas que tanto abundan. No, no estamos ante uno de esos libros amables, complacientes, blandos, bien escritos, con admirable claridad, pero también, por eso, carentes de riesgo alguno en lo que al uso del lenguaje respecta, y no sólo. El problema en aquéllos no es éste; en Americans poems, sí. O siquiera lo es en buena medida. Hay riesgo y lo que se dice, con ser lo que a muchos les pasa en circunstancias de desarraigo parecidas, suena distinto. Para ello, Palomeque establece recursos. Nada nuevo, por más que parezca que, a muchos, usarlos les dé pereza. Asociaciones de palabras y juegos de sentido, metáforas no demasiado trilladas, cierto aire de irracionalidad que aporta su puntito surrealista... Así, en "Una idea del tiempo".
Otras veces es más concreta, En "Distancias" u "Olivo", por ejemplo.
Aviones, fronteras, aeropuertos... "Viajar es sólo otro tipo de tacto", escribe. O: "Eres / la confirmación del mapa". Vayamos a los títulos: "El viajero", "El mapa", "Emigrante" ("Ya estoy aquí, me disteis / alas y una sima"), "No fue el viaje".
La nieve, el frío son también elementos simbólicos efectivos en la obra. En los poemas de una de las partes: "El otoño de los gansos canadienses". "Formación de iceberg", pongo por caso. "Leed la nieve", dice. Y: "He de escribir la inocencia: que duela el frío, / que no me queme". Un frío, cabe añadir, que se ajusta bien a la pasión fría que define tal vez al conjunto. Algo que apreciamos en la sequedad, diría, del tono general, caracterizado por la concisión, el ajuste, la síntesis.
En "No existen las madrugadas", uno de los poemas más logrados, escribe el verbo nostalgiar, que no deja de ser otro sentimiento muy presente en estos poemas americanos. Un verbo que se conjuga en los versos finales del libro, los más descarnados.
POR ÁLVARO VALVERDE
http://mayora.blogspot.com.es/2015/06/american-poems.html
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