Noé Zayas
(San Francisco de Macorís, República Dominicana, 1969). Teatrista, poeta, narrador, dramaturgo y psicólogo. Egresado de actuación de la Escuela Nacional de Arte Dramático y Psicólogo Clínico de la Universidad Católica Tecnológica del Cibao. Pos-grado en Gestión Cultural en la UASD. y Pre-doctorado en la Universidad del País Vasco UPV. Miembro fundador del taller literario Yocahu, y del teatro Kábala. Director del teatro CURNE-UASD. Director y fundador de la editorial Ángeles de Fierro. Ha sido premiado en diversos certámenes nacionales, entre ellos el Premio Nacional de Cuentos José Ramón López, correspondiente al año 2006, con su libro Trapecio, y además ha publicado los libros La trama ciega, Cieno y Malva.
Malva
Huyo hacia ti, penetrante, asciendo hacia la muerte,
la ciudad que tú eres se vuelve un laberinto.
Tu vientre es esta fuente donde abrevo:
azahar lloviendo sobre la desnudez de los amantes.
Nos quedamos dormidos.
El agua corre en ti como granos de cristal en los cerezos:
somos dos cuerpos de piedras que resisten al tiempo y sus fatigas.
Y yo me quedo dundo, ahogado en tus ungüentos,
errando en tus seis pecas esféricas.
Consulto mi carta de rutas, busco a ciegas,
doy vuelta de tu ombligo a tu ombligo,
corro hacia tus pezones, ruedo hacia bajo y caigo en ti,
embriagado...
Viajo en tu cuerpo.
¡Oh, espacio, dislocación,
madeja del tiempo en sus batallas,
muerte, incertidumbre,
nadie estará el día del descenso!
Sé que la ventana por donde miro
(desolado rincón, páramo, polvo de carne y sangre)
puede ser tú,
y el mirar me ha hecho un hombre triste.
Ir al pozo (sin cántaro; cárcel del agua)dudar del paisaje que es la ventana,
luz, cuerpo tornasol de la navaja en la herida.
Y a una yarda más allá del límite (sin apresuramientos)
al niño que nos ofrece la rosa perfumada,se le dibuja, como un escarabajo de cristal, la pobreza
por diez pesos devaluados en sus trescientas veces menos.
Nos preguntamos si no será sólo un hueco.
La interrogante me deprime,
me hace llorar en sus bordes.
Y si lloro en el interior de mi casa,
¿qué haré de su exterior...?
Si te desnudas, será nada la llovizna, su belleza
los horrores del paisaje escritos en la ventana.
-Estoy desnuda, atada a lo reluciente, al vaho de la noche, a su magia, a los embrujos de mi cuerpo; esa asombrosa cárcel que se confunde con mi yo.
Sé que me descubres torpemente rodando entre los cuartos,
me rozas suave como brizna de luz;
pero hay algo entorpeciendo el sueño:
una sombra,
un manto de oquedad,
un chorro bramando.
Despierto jadeando.
-Esta habitación es otra si estamos solos, los muros se vuelven imágenes, se transfiguran, tiembla mi espalda desnuda ante la levedad del aire, ante la sospecha de ser un grabado de Miguel Ángel o de Dalí rugiendo en los ocres de la tinta.
Oigo subir tu sangre tibia,
el vagido de mi boca disloca tus pezones,
humedece tu sexo si lo palpo.
Te recoges en la sombra.
Caigo en tu cauce,
me estremezco, me voy muriendo en ti.
La ciudad es una perra herida en cuatro partes,
en las que nos perdemos huyendo como lobo solitario, sin manada.
La casa es un jardín floreciendo en tu tacto;
la vida, el mundo, la gente nos premia con su olvido.
Y el ciego de ayer insiste otra vez en tocar a la puerta
de esa casa del rosal donde ya no vive nadie,
en la que tú y yo jugamos a escondernos.
Su perro, también ciego (vigía inconsolable), le es fiel.
Así logra atravesar el jardín
caminando sobre la ceniza de sus sueños.
-¡Ea! -dice- vengo del Sur. Corro entre rudas visiones y bullicios, un rostro de muchacha (casi feliz de verme) se deshace entre la multitud de rostros. ¿Quién habrá herido la ciudad tan mortalmente y ha transformado el patio de su casa en campo de fusilamiento,
guerra del olvido,
lugar de lo imposible,
castillo de la angustia,
techo del degollado,
promiscuidad del necio,
guarida de ladrones,
tierra del desamparo,
refugio del perverso?
Lo contuvo un silencio de espesura, un llamado a la muerte.
El mar entró en nosotros como un lienzo de espadas.
Lloramos jadeantes,
con aquellos jipidos en los que solíamos querernos.
Llovíamos sobre la ciudad,
rodábamos sobre el cieno hasta hundirnos,
nos dorábamos en el fuego.
- ¡Ea, la gente de esta casa!
Y ninguno osaba interrumpir el viaje.
Quedábamos en silencio, mordiéndonos los labios,
y una respiración ahogada y pedregosa enmudecía en nuestros pechos.
Estar vivo o muerto, da lo mismo:
el paisaje revienta de sobriedad y espesura,
estamos en el sueño como olvidados de nosotros a plena luz del día.
Muero y no es tan diferente:
sigo en lo mismo
dando vueltas, huyendo de los perros,
buscándote en el parque, en el reflejo de los árboles,
con aquel terrible dolor en las rodillas (sólo que no están tus caricias).
Y me siento en el banco del Sur que lleva nuestros nombres.
Y están los mismos viejos y las palomas en vuelo
ejecutando cabriolas,
como nerviosas trapecistas en los alambres del tendido eléctrico.
Allí está nuestra tumba,
nuestro Taj Mahal
por el que corríamos hasta la sombra del samán en las mañanas. Vivíamos como aquellos amantes hindúes, que se encerraron en un pozo a hurgarse los sexos, a comerse, a practicar el acto de amarse hasta morir.
Se levanta como una fortaleza de piedra.
Nuestra mesa está llena (con duraznos, yogur, miel, vino y una variedad de asados y ensaladas sobre un juego de vajillas de cerámica y oro del Japón)
sin que el hambre llegue aún.
Mis deseos atentos a tu cuerpo
en penitencia...
Tu sombra se arrastraba sobre los mosaicos, andaba en la terraza atravesada por el humo de la marihuana, con el temor de ser descubierta por la noche, como una hiena en asecho.
Fuera de allí sólo hay destrucción.
Las calles están llenas de jóvenes suicidas,
la catedral se hace añicos en nuestros ojos.
Un interminable charco de agua y sangre sobre el piso
refleja el techo cóncavo invertido.
Nuestro destino era jugado a los dados por soldados semitas,
la destrucción lamió la ciudad con pasión ciega.
Allí, aún las sombras no encuentran lugar para reflejarse de pie, incorporadas.
Tenían que arrastrarse sobre un tapiz de lloro.
Sólo nuestra casa permaneció erguida
y nuestros cuerpos intactos.
El Sur oscurecía a nuestro lado, nos embebía: El héroe entra a la casa, (ignoramos aún su condición de torturado), juega con los niños, y nosotros usamos nuestras máscaras, representamos nuestro débil papel de preocupados. Y él, sin brazos ya, se empeña en secar nuestras lágrimas y en remendar nuestras penas, mientras nosotros gritamos ¡fuego! Aún así, él no se fue sin dejarnos su tibio corazón palpitando en nuestras manos.
Te acicalabas el cuerpo con aceite de sándalo,
mientras ibas danzado el Bharatanatya, como inclinándote en la sombra,
sostenida por un delgado hilo de sueños y profundas soledades.
Reíamos; teníamos seis años, tal vez cinco,
cuando oímos ese nombre:
Bagdad, la capital del tiempo.
Desde esa ciudad, un ángel nos invitaba a la huida.
Te arreglabas las trenzas,
mientras tu abuelo te mostraba la proa
de un bergantín varado sobre las rocas.
Sobre la legendaria ciudad llovía fuego,
y nosotros nos cubríamos ansiosos bajo el árbol.
El puente en llamas nos atraía con una fuerza centrífuga, tu ombligo
atrapado por los espesos paisajes de Las Mil y Una Noches
acontecíamos.
La vida nos salpica con la ironía de mostrarnos
la oblicuidad del tiempo y sus demoras.
Allí y en aquel instante lo entendimos:
Scheherezade conducía la trama tejida con un hilo de sangre,
nos llevaba a prisa queriéndonos salvar de la voraz columna de guerreros.
¡Oh tu!, reina de los deseos, del clan oscurecido
nos hacía descender al azufre. A sus pasos quedaban los rumores del perfume, el olor tibio de la tierra quemada y los toscos recuerdos de su niñez, en la que disfrutaba la tierra como un manjar de asados aderezado con limón y especies. En verdad, era exquisito mirar aquella danza de gacela embriagada con la que solía moverse entre los árboles ancianos del bosque de bambúes que le servía de refugio.
Su cabellera dorada le cubría el rostro
lleno de trazos geométricos, de planos de la ilusión, de signos sagrados, antiquísimos,
ofrecido al sacrificio en la mezquita de Mirjan.
Su cuerpo suspendido ardía en llamas: el cuerpo oculto del guerrero, trasciende, busca la superficie. Bajo la leve llovizna fosforece como una antorcha. Se deshace, floreciendo una rosa de tristeza oscurecida. Nadie sabe, ni puede, ni debe pronunciar su nombre en el momento de su fusilamiento. Ya lo hemos olvidado.
No nos encontramos en el tiempo en que nos tocaba morir en nombre de los otros.
Esta era la piedad que prodigaba la cicatriz del sueño.
La casa envejece sumergida en tinieblas de polen de cerezos,
la galería y los cuartos están llenos de perros;
así entendemos la brevedad del miedo en sus afanes.
El hombre entró de pie al borde de la historia,
dormía con la muerte,
obvió la estocada de la sombra,
y así creó este río de sangre hacia la áspera luz de las mañanas,
los duros pasadizos por donde huyes entrando en ti,
en tu aposento. Allí duerme la muerte,
como una enana cuya tristeza duplica su tamaño;
estamos en su yantar de la mañana,
nos cobija su sombra de delgada enfermera.
Nos decimos adiós:
un beso en la comisura de tu boca clausura la vida.
“Del otro lado del corazón hace
falta un cuchillo más agudo que el odio”.
(Noé Zayas, “La trama ciega”)
A Ramón Antonio Jiménez,
Quien vive la conexión de los mundos [Por Bruno Rosario Candelier]
Cuando los escritores asumen la palabra para testimoniar sus intuiciones y vivencias, suelen expresarse a sí mismos, revelar facetas del mundo sensorial y trascendente y canalizar el sentido de lo viviente.
Navegar en lo seco de Noé Zayas muestra la realidad como se manifiesta en su intrincado laberinto. Desde luego, el lector se preguntará: ¿cómo el contenido de una obra de poesía puede explicar el mundo, explayar lo que es el ser humano y capturar y expresar, en imágenes sensoriales y emociones entrañables, el sentido de la vida? Desde luego, puede hacerlo y, de hecho, las grandes obras de la literatura universal logran ese propósito no solo porque se valen de la palabra para comunicar su percepción singular del mundo, sino porque saben encauzar una síntesis sensorial, afectiva y conceptual de la realidad que perciben sus sentidos, de cuanto experimenta su conciencia o de lo que concibe su imaginación.
Este libro de Noé Zayas es revelador, profundo y complicado como la realidad; es altamente significativo por las vertientes que presenta desde el punto de vista de lo que es la literatura y desde el punto de vista de lo que es la realidad; de tal manera que puedo decir que en esta obra, que es un libro de poesía, hay cuatro vertientes que explican lo que nuestro poeta plasma mediante el concurso de la palabra y el arte del lenguaje poético. Esas cuatro vertientes están relacionadas, en primer lugar, con la física cuántica; en segundo lugar, con la psicología; en tercer lugar, con la metafísica; y, en cuarto lugar, con la estética.
Entonces, lo que digo en esta presentación del poemario de Noé Zayas va dirigido a esclarecer el trasfondo significativo, emocional, espiritual y estético de la dimensión profunda que este libro contiene, porque no es un libro común y corriente; es una obra cuya comprensión requiere una atención especial, un conocimiento especial para entenderlo y disfrutarlo, pues hay obras que leemos y que no entendemos plenamente, por los pasajes que se vuelven impenetrables, con un nivel de complejidad que requiere una preparación que a veces no tenemos. Son muchos los conocimientos a nuestro alcance en las variadas disciplinas científicas y humanísticas; son muchas las vertientes del saber que necesitamos para adentrarnos en algunos libros. Hay libros de teología, de filosofía, de sicología, de física, etc., que penetran en un nivel profundo del pensamiento y la realidad, como las ciencias o las humanidades.
En los poemas de Noé Zayas, como en la estructura del Universo y en la composición subatómica de la materia, hay ventanas, laberintos, pasadizos, meandros y escondrijos de diversa catadura, como efectivamente es la realidad cuántica. Nada más parecido a la realidad como la poesía de Noé Zayas. La genuina creación, decía Aristóteles, debe imitar la realidad, parecerse a la textura ontológica de lo viviente. Noé Zayas ha logrado una radiografía metafísica y cuántica de la realidad y una radiografía psicológica y estética de su interioridad. Escribe el primer libro sobre poesía cuántica en Rep. Dominicana para convertirse en el creador de la vertiente cuántica del Interiorismo.
VERTIENTE CUÁNTICA. La realidad es un entresijo de redes, partículas y ondas que conforman la sustancia de lo existente. La obra creada por la invención humana ha de responder, no solo al ordenamiento de lo viviente, sino a una conexión entre sus componentes, de tal manera que responda a su condición de un orbe literario.
Una particularidad distintiva de esta obra poética de Noé Zayas es la de que se inspira en los principios la física cuántica. Yo no sé si él estaba consciente de eso; desconozco si él tiene conocimiento de física cuántica, pero en este poemario hay principios de la física cuántica. Dirán ustedes cómo me atrevo a afirmar que hay principios de la física cuántica, en este texto de Noé Zayas, sin saber si él tiene conocimientos de la cuántica. Acontece que los poetas intuyen conocimientos de la realidad mucho antes, e independientemente, de los descubrimientos de los científicos, porque un detalle importante es saber que la intuición está en la base tanto del arte como de la ciencia. Los científicos realizan sus descubrimientos a partir de intuiciones; los poetas hacen sus creaciones a partir de intuiciones; pero a menudo los poetas se adelantan a los científicos en la percepción de las cosas; entonces, la intuición es la clave para el conocimiento del mundo, sean conocimientos de ciencia o conocimientos de arte.
La clave de Navegar en lo seco se cifra en que el sujeto poético, el creador de esta obra de poesía, al auscultar su propia conciencia intuye que la configuración dinámica del cerebro es justamente la misma configuración cuántica de la realidad. ¿Qué significa lo que acabo de expresar? Que los seres humanos tenemos una dotación física y un cerebro con una configuración similar a la configuración que tiene todo lo existente o la totalidad del Universo; y ese conocimiento, que es una intuición metafísica, ha sido certificado por la ciencia cuántica cuyos cultores son estudiosos científicos, de los cuales no podemos tener ninguna sospecha de que especulan o que suponen cosas o conceptos, sino que su saber ha sido resultado de una experiencia, de una constatación física. Entonces, es maravilloso pensar que esa coincidencia que se da entre la ciencia física de la cuántica y el arte de la poesía es admirable, vinculación que ha hecho posible que Noé Zayas pueda penetrar en la intimidad de las cosas. La perspectiva cuántica no es más que la mirada científica de lo que la metafísica ya había intuido. Hay, por tanto, una doble mirada y es posible que desde el hombre empezó a pensar se vio a sí mismo como dualidad, al tiempo que capturaba la realidad: pensó que había otro dentro de sí y podría sospechar que dentro de ese otro había otro, como sospecha Noé Zayas en su visión múltiple de la realidad (1).
Pues bien, conecto este libro con la más moderna disciplina para explicar el Universo, que es la ciencia de la física cuántica. Esa ciencia aporta una explicación del Universo, mediante conceptos sobre la estructura del Universo dando cuenta de qué manera está compuesto el mundo, la totalidad de lo existente y, entonces, con ese propósito la física cuántica se fundamenta en los conocimientos cosmológicos que registra la historia desde la época de los antiguos pensadores presocráticos, que fueron los primeros que les pusieron atención a la naturaleza de lo viviente; de tal manera que esos pensadores griegos fueron los primeros en estudiar y explicar las leyes del Universo, las leyes de la Creación, las leyes de todo lo que existe, porque todo lo que existe está sometido a un ordenamiento, y a ese ordenamiento debe someterse lo que el hombre crea, que debe hacerlo bajo unas leyes que articula la creación, como las tienen todas las cosas. Nada está separado en el ámbito de lo existente; ese es un conocimiento metafísico y científico afín al conocimiento del Universo; entonces, acontece un fenómeno singular, como es el hecho de que las grandes intuiciones de la inteligencia y la sensibilidad, que en el pasado han desarrollado iluminados, místicos y pensadores, han sido ratificadas tanto por la ciencia, como por la filosofía, la espiritualidad y la estética, intuiciones con las que los grandes iluminados se han adelantado a los hallazgos de diferentes disciplinas, que ahora la ciencia de la física cuántica certifica, hecho que naturalmente implica un reconocimiento a las percepciones de los metafísicos.
Los metafísicos han sido desde antiguo las personas que han puesto su atención a determinadas facetas del Universo, cuya interpretación se inspiraba en sus intuiciones, percepciones subjetivas y sus revelaciones trascendentes; y, entonces, desde antiguo se entendía que todo tiene una articulación con la totalidad de lo existente, con la esencia espiritual del mundo. Esa vinculación que existe entre la materia, entre una materia y otra, entre una cosa y otra, que primero intuyeron los metafísicos, los iluminados y los místicos, ha sido explicada por la ciencia de la física cuántica, que enseña que todo lo que existe en el Universo está formado por una misma naturaleza, ya que sostiene que una misma sustancia estelar conforma la esencia de todo lo existente, a lo que agrego que una misma sustancia supra-estelar también la conforma. También llegaron a la conclusión de que esa configuración es semejante para cuanto existe, ya que la misma configuración que tiene el Universo la tiene también cada criatura en particular. Por eso se dice que los seres humanos somos un microcosmos, es decir, un pequeño universo porque respondemos a la misma estructura y a la misma configuración de la totalidad de lo viviente. Ese principio lo ha explicado la ciencia cuántica, intuición que originalmente la tuvieron los metafísicos y, sobre todo, la plasmaron los poetas, especialmente los poetas metafísicos y los poetas místicos.
Dije al principio que el poeta crea esta producción poética, en primer lugar, desde una perspectiva cuántica; eso significa que hay una participación de la realidad y, desde luego, la idea de una integración de todo con el todo. Ya Heráclito de Éfeso, en la Antigüedad griega, decía que todo tiene su origen en la fuente del Todo. Varios siglos más tarde dijo Leonardo Da Vinci: “Todo viene del Todo; todo se transforma en todo; y todo vuelve al Todo”. Pues bien, ese conocimiento metafísico ha sido ratificado por la física cuántica, la disciplina que se encarga de estudiar la composición del Universo. Sostiene también que todo tiene un curso que termina en Todo, justamente en atención al destino o al derrotero de todo lo existente. Eso significa también que Noé Zayas percibe que detrás de todo hay una relación que nos conecta a un pasado, un pasado genético, porque nosotros somos la continuación de un pasado, la continuación de una raza que tiene las mismas características físicas y metafísicas de los primeros habitantes de la tierra, razón por la cual Noé Zayas tiene la idea de que la criatura terrestre no muere, de que se integra al todo que le dio origen; esa misma concepción la tiene la física cuántica. Y tiene también Noé Zayas el concepto, que deduzco de la lectura de su poesía, de que hay un cambio permanente en todo lo que existe, con una continuidad en su esencia y un cambio en su forma; y, entonces, esa intuición de Noé Zayas es una de las conclusiones a las que ha llegado la física cuántica. Por esa razón digo y sostengo que Noé Zayas escribe este libro, no sé si consciente o inconscientemente, fundado en la ciencia cuántica, porque lo que escribe tiene fundamento en ese conocimiento de la física cuántica. Repito, a menudo los poetas tienen una intuición de la realidad que coincide con las intuiciones que han alcanzado los científicos, como podemos ver en el poema titulado “Devoción del cuerpo sin reposo”, en el que el poeta sostiene que nada perece. Habla del vacío que angustia al creador cuando el sujeto se introduce en el laberinto del mundo, sintiéndose como en un barco navegando sin sentido; el poemario se llama Navegar en lo seco, y dice que “no tendrá fin la rueda por la que somos siempre demolidos, /débil pulsación del hombre que no muere, /ni muere ni se repara, /así fluyen los sacrificios como un cuchillo que se ahoga en la carne /ni cesa de engendrar sus dolores (…)”. La perspectiva cuántica de lo viviente entraña el concepto de integración al Todo. Noé Zayas percibe que, detrás de la voz, hay un trasfondo con un eco milenario. Todo tiene una conexión cósmica y todo forma parte del Todo:
No quiero perecer en un remolino de dudas: Turbios pasadizos
donde tambalea mi mirada de mentiras
ni que la certeza: camisa de fuerza que me exilia del sueño
me preste amparo.
Pero oigo la voz y atrás, muy atrás el murmullo de la multitud
que me persigue desde siglos.
Yo aún corro entre bosques de piedras amarillas:
Ocres, pardas como panteras agazapadas
Alaridos, gritos, rostros entre neblina llenos de miedo:
El suelo es un espejo de sangre que refleja el techo de los árboles
del otro lado del corazón hace falta un cuchillo más agudo
que el odio para romper los vínculo reales.
(Navegar en lo seco, p. 41)
PERSPECTIVA METAFÍSICA. La segunda perspectiva de esta obra es la perspectiva metafísica. Perspectiva metafísica quiere decir una manera de asumir el mundo desde una condición espiritual centrada en la búsqueda del sentido. Metafísica quiere decir ´búsqueda del sentido´. ¿De cuál sentido?, del sentido trascendente que tiene todo lo que existe. Quien tiene una cosmovisión metafísica, lógicamente es un metafísico, ya que tiene la actitud de buscarle el sentido a las cosas. A la mayoría de los seres humanos no les importa esa vertiente de la realidad; a veces es porque no tienen la capacidad de indagar en ese sentido, porque no han desarrollado la sensibilidad trascendente para penetrar en la dimensión profunda y esencial de las cosas, o porque no tienen curiosidad intelectual o no tienen la inquietud necesaria para ver más allá de las apariencias de las cosas. La mayoría de los seres humanos se conforman con la dimensión aparente de las cosas; pero hay un sector de la humanidad que sabe que más allá de lo que las cosas reflejan, hay un sentido, el verdadero sentido derivado de la esencia de las cosas y el verdadero valor que tiene cuanto existe; esa es la actitud metafísica. Entonces, a partir de esto que les estoy diciendo ustedes pueden inquirir si han desarrollado su capacidad de comprensión de lo profundo en virtud de su sensibilidad trascendente, que es esa disposición de la inteligencia para penetrar en el sentido profundo de las cosas. Inteligencia significa ´leer dentro´ de las cosas; intuir significa ´leer dentro´ del ser, entender lo que subyace en el interior de las cosas para captar su sentido.
Los metafísicos han sido desde siempre las personas que han puesto su atención a la faceta trascendente del Universo, cuya interpretación se inspiraba en sus intuiciones, en sus percepciones intuitivas o en sus revelaciones metafísicas; y, entonces, desde antiguo se entendía que todo tiene una articulación con la totalidad de lo existente, con la esencia espiritual del mundo. Esa vinculación, esa relación que existe entre dos materias, entre una materia y otra, entre una cosa y otra, que primero intuyeron los metafísicos, ha sido explicada por la ciencia de la física cuántica, que enseña que todo lo que existe en el Universo está formado por una misma naturaleza, la cual enseña que una misma sustancia estelar conforma la esencia de todo lo existente; y, entonces, también llegaron a la conclusión de que hay una configuración, la misma configuración que tiene el Universo entero la tiene cada criatura en particular.
La poesía, para nosotros, es la más alta expresión en el ámbito estético que puede lograr el ser humano para entender la dimensión profunda de las cosas, para tener una inteligencia profunda de lo real. Noé Zayas tiene el concepto de que para entender el sentido de lo viviente hay que despertar la conciencia justamente con el desarrollo de la sensibilidad trascendente; y, entonces, esa actitud o esa inquietud es un atributo espiritual que responde naturalmente al rol que él ha logrado desarrollar como creador y que persigue justamente adentrarse en esa dimensión honda de las cosas.
Noé Zayas tiene el concepto del cambio permanente de las cosas en cuya virtud el hombre anhela alcanzar la transformación que pauta la ley ontológica de lo existente, que es llegar al término de su curso evolutivo. En tal virtud, nada perece. El poeta tiene la idea de que el vacío entre las cosas es un paisaje que angustia. Un barco navegando sin sentido en el espacio infinito del Cosmos:
Porque no tendrá fin: Es inmutable
la rueda por la que somos siempre demolidos
débil pulsación del hombre que no muere:
ni muere ni se repara
ni cesa de engendrar sus dolores:
Así fluyen los sacrificios
como un cuchillo que se ahoga en la carne
Las piedras humedecidas por la sangre
dejan florecer seda amarilla
sobre su superficie bordada de escrituras.
Sus manos homicidas recluidas en el vacío:
mordiendo el polvo de sus propias criaturas
llantean el barro sosegado;
superficies; obesos cortinajes de miedo que enceguecen;
neblinas de rostros bifurcados, llorosos:
esto es un paisaje de miedo
Y el árbol, el hombre y la ciudad de apagan;
Son un barco sin sentido navegando en lo seco.
(Navegar en lo seco, p. 45)
Desde una posición metafísica el poeta asume la “encarnación” del alma del muerto que descubre el “otro lado” de la realidad y la compara con esta. Noé tiene la idea de que la sombra de la realidad o la muchedumbre de las cosas obnubilan el desarrollo de la conciencia, y por eso es común vivir ausente del mundo interior de la conciencia:
Estar vivo o muerto, da lo mismo:
el paisaje revienta de sobriedad y espesura,
estamos en el sueño como olvidados de nosotros
a plena luz del día.
Muero y no es tan diferente:
sigo en lo mismo
dando vueltas, huyendo de los perros,
buscándote en el parque, en el reflejo de los árboles,
con aquel terrible dolor en las rodillas
(solo que no están tus caricias).
Y me siento en el banco del Sur que lleva nuestros nombres.
Y están los mismos viejos y las palomas en vuelo
ejecutando cabriolas,
como nerviosas trapecistas en los alambres
del tendido eléctrico.
Allí está nuestra tumba, nuestro Taj Majal
por el que corríamos hasta la sombra del samán
en las mañanas.
Vivíamos como aquellos amantes hindúes,
que se encerraron en un pozo a hurgarse los sexos,
a comerse, a practicar el acto de amarse hasta morir.
Se levanta como una fortaleza de piedra.
Nuestra mesa está llena (con duraznos, yogur, miel, vino
y una variedad de asados y ensaladas
sobre un juego de vajillas de cerámica y oro del Japón)
sin que el hambre llegue aún.
Mis deseos atentos a tu cuerpo en penitencia…
(Navegar en lo seco, p. 126)
PERSPECTIVA PSICOLÓGICA. El hecho de tener una perspectiva cósmica para crear poesía es una manera de interiorizar en la realidad del Universo y en la realidad de la propia conciencia, porque en este libro el autor se recoge a sí mismo, se concentra en su yo profundo y busca la relación que hay entre su yo interior y la realidad circundante y, en tal virtud, establece una comunión profunda y entrañable con la sustancia de lo viviente que le sirve de inspiración; entonces, no hay una separación, sino una compenetración entre la mente y la cosa, en este caso la mente privilegiada del poeta que tiene la capacidad de entrar en sintonía con las cosas, de ponerse en comunión con la realidad de lo existente o con la sustancia de la realidad que lo circunda para establecer un vínculo entrañable, que él aprovecha como poeta, recrea ese tipo de vivencia y produce una creación que llamamos poesía (2).
El fundamento estético del Interiorismo, que se inspira en los ideales del Humanismo trascendente y los recursos subjetivos de la Modernidad, tiene una deuda con disciplinas actuales, como la física cuántica, la neurología y la psicolingüística, ya que procura desentrañar el proceso de la creación y el mecanismo interior de la conciencia que conjuga su participación en varias vertientes de la realidad, como la real, la imaginaria, la virtual, la estética, la trascendente y la ideal, al tiempo que aborda, con el concurso de la intuición y el soplo de la inspiración, la dimensión esencial de lo existente en su connotación mitificada, metafísica y mística, tras la interiorización del sujeto creador en la sustancia de la cosa o en la propia conciencia para orillar la vertiente espiritual y estética que la palabra formaliza en imágenes y símbolos. Con ese fin, este valioso creador interiorista funda su obra en una cosmovisión metafísica y estética que da cuenta del cultivo de la sensibilidad trascendente para plasmar el sentido que ilumina y la belleza que embriaga en procura de la emoción estética y la fruición espiritual.
Esta tercera vertiente de la creación de Noé Zayas es de índole sicológica. Noé Zayas ha estudiado la ciencia de la sicología y ha sabido aprovechar los conocimientos psicológicos y enlazarlos a su vocación como poeta o a su capacidad como creador para empalmar ambas disciplinas, la psicología y la literatura. Tiene la capacidad, como psicólogo y como poeta, de auscultarse a sí mismo y de tratar de entender lo que es el hombre, desde su inteligencia, desde su interioridad. Esa es una tarea delicada y es también elevada esa disposición de la inteligencia para tratar de entender lo que somos. Tengan presente que Sigmund Freud, cuando habló del inconsciente en el ser humano, ese nivel de la interioridad en el que subyacen miedos, traumas y prejuicios, con actitudes que no nos damos cuenta, pero que existen, que se manifiestan en conductas o en crisis histéricas, es una realidad del psiquismo humano, Cuando le decían a Freud que él fue el descubridor del inconsciente, el psicólogo vienés advertía que, antes que él, lo descubrieron los poetas; los poetas descubrieron el inconsciente al plasmar en su creación, mediante imágenes y símbolos arquetípicos, lo que da cuenta de lo que subyace en el interior de la mente, porque tenemos una forma de expresarnos y una manera de canalizar lo que consciente o inconscientemente manifestamos a través del arte; esa es una gran función del arte, canalizar la dimensión del subconsciente, en el que hay una cantera de vivencias, actitudes, miedos, prejuicios, deseos reprimidos, etc., que permiten entender la complejidad que somos los seres humanos, porque realmente somos seres complejos en razón del amasijo misterioso de actitudes, conductas, ideas, creencias, voliciones; eso es parte de la condición humana, influjos y actitudes que hay en nosotros, influjos intelectuales, morales, estéticos, espirituales; también miedos subyacentes que laten en nosotros y que se pueden canalizar, por suerte, creadoramente. Hay muchas actitudes miedosas y traumáticas que algunos canalizan de manera negativa, como la tendencia viciosa o criminal; en cambio, la tendencia creativa de arte, de una manera positiva y beneficiosa para el ser humano canaliza las manifestaciones secretas de la personalidad, dando rienda suelta de manera creadora y de forma positiva, como lo hace la poesía, como lo ha logrado Noé Zayas a través de este poemario, que tiene el singular título de “Navegar en lo seco”. En este poemario aparecen imágenes del inconsciente, así como símbolos arquetípicos y expresiones del Protoidioma de la poesía que el poeta usa sin saber que los usa, como también hay expresiones de la sabiduría del Universo y de la sapiencia del iluminado; hay una profundidad espiritual en esta obra de Noé Zayas que hay que leerla con la lupa de la mente intuitiva para entender las dimensiones profundas, esas connotaciones metafísicas y trascendentes que el poeta interiorista canaliza en su creación y lo hace con tanto acierto creativo que yo atrevo a afirmar que esta es una obra maestra de la literatura dominicana.
Navegar en lo seco es la primera obra literaria que se inscribe bajo la perspectiva cuántica en la poesía dominicana. Ya ese solo logro es un aporte, como es también un aporte la dimensión metafísica, psíquica y simbólica que se canaliza en este poemario, como lo evidencia el siguiente pasaje:
Superficies,
obsesos cortinajes de miedo que enceguecen
Neblinas de rostros bifurcados, llorosos
Esto es un paisaje de miedo.
Y el árbol, el hombre y la ciudad se apagan,
son un barco sin sentido navegando en lo seco.
Cuando los físicos de la energía subatómica postularon la organización cuántica del Universo reconocieron que los iluminados y los místicos, así como los chamanes aborígenes y los contemplativos del Oriente, ya lo habían intuido. Las imágenes del inconsciente, así como los símbolos arquetípicos de la creación, fluyen en la lírica de Noé Zayas con la sabiduría del místico, la sapiencia del psicólogo y la certeza lírica del poeta que sabe auscultar la voz de la conciencia y la voz del Cosmos. Por eso, al abordar los laberintos de la realidad y los meandros de la conciencia, el brillante poeta francomacorisano, con visión apocalíptica consignó:
Esos lugares que florecían en tu adentro,
valles que repugnaban vigilancia,
bailarinas fundidas sobre el ocio
hilando interminable sobre el agua mantos
de cabezas de hiena.
Mujer de tramadura de miedo y de múltiples muertes.
Su casa en el ayer era un jardín
donde rondaban sombras de muchachas abortadas.
El hombre nacido y crecido en su jardín,
exorcizado en su dolor,
ha sobrevivido apenas su sombra
que se desangra sobre el piso
porque el árbol sembrado, ya crecido,
le ha bordado una rama de frutas en su paladar seco
y su rostro es solo un charco de sangre ya negruzco;
la sombra, el polvo, el sueño se levantan
llorando en los umbrales del miedo.
Porque es solo un sueño sentado en medio de los muros reales.
Sabe que será fisura del recuerdo, grito del recuerdo.
Si no le ampara el hombre.
Si no despierta a cortar su atadura.
(Navegar en lo seco, p. 48)
PERSPECTIVA ESTÉTICA. La cuarta perspectiva que puedo apreciar en este poemario es justamente la perspectiva estética. ¿Qué quiero decir con estética? En este caso particular me refiero al deleite de la inteligencia que genera la vivencia de la experiencia atesorada en la memoria. Cuando conocemos lo que queremos conocer se produce una satisfacción interior honda, es decir, una fruición intelectual. En esta obra hay un deleite para el espíritu. Nuestro espíritu tiene también sus inquietudes y sus vivencias y hay hondas y profundas vivencias espirituales que nos llenan interiormente y que potencian nuestra personalidad metafísica. En esta obra hay también hondas vivencias psicológicas en función de ese conocimiento que el poeta tiene; y, en atención a esa compenetración en la palabra, ausculta de manera precisa el hondón de la interioridad a partir del lenguaje del yo profundo que el poeta logra atrapar y expresar en función de su dotación del Logos que lo distingue. Mediante la dimensión estética el poeta disfruta el contacto con lo viviente y logra crear conceptos y expresiones que producen en nosotros, lectores de poesía, ese deleite de los sentidos. Los poetas tienen que lograr ese milagro de la palabra cuando escriben; no pueden conformarse con la expresión del sentido, puesto que tienen que lograr la expresión de la belleza para el deleite de los sentidos, ya que tienen que deleitar al lector, pero también tienen que poner a pensar al lector para combinar las dos facetas claves de la belleza y el sentido, que son los dos planos en que todo buen poeta y todo buen lector se mueve; entonces, mediante la coparticipación de la voz del creador omnisciente, en algunos de estos poemas podemos apreciar cierta visión apocalíptica que logra la mente privilegiada del poeta cuando penetra en la realidad y conecta sus propias vivencias y experiencias de vida, que sus conocimientos del mundo y su inteligencia profunda le ha permitido captar al combinar esos niveles de la realidad, tanto en términos narrativos y líricos, como en términos de las vertientes real, imaginaria y trascendente de la realidad; lo mismo si se aprecia esa faceta en atención a la dimensión objetiva de la realidad, que a la dimensión trascendente de lo existente y de la propia interioridad, porque Noé Zayas se mueve en todos esos planos de un modo admirable.
Me quedo sorprendido al apreciar la capacidad poética de un poeta como Noé Zayas. Esa capacidad para moverse en distintos planos a la vez, a veces planos posibles o imposibles que él logra recrear mediante la palabra, porque es un mago de la palabra. ¿Saben los habitantes de san Francisco de Macorís que cuentan con un poeta de la talla y la categoría de Noé Zayas? Dichosos los que pueden compartir con Noé Zayas esa capacidad y esa sabiduría suya, esa potencialidad simbólica que tiene al hacer uso creativo de la palabra. Justamente en esto se manifiesta su alta condición humana; esto es lo hermoso en él, que sabe usar las palabras para expresar lo que somos, para testimoniar la realidad sensible y metafísica, con la edificante intención de hacer crecer la conciencia y la sensibilidad estética. El que trabaja para el bien de los demás tiene que buscar la manera de hacer crecer espiritualmente porque una misión que tenemos es crecer. No podemos quedarnos en un plano vegetativo; por esa razón tenemos un espíritu y ese espíritu hay que cultivarlo; tenemos una inteligencia y esa inteligencia hay que cultivarla; tenemos una sensibilidad y esa sensibilidad hay que cultivarla justamente para crecer, para superar, digamos, la condición animal que también tenemos; y, entonces, Noé Zayas da testimonio en esta obra de esa capacidad, de esa virtualidad poética y metafísica que manifiesta su creatividad, como lo muestra su poema “La trama ciega”.
Hay un anhelo natural de ser lo que se busca. El contemplador intuye que tiene una psique que se piensa bajo una forma transitoria. El emisario de estos versos se identifica con cada criatura o elemento y tiene un ser primordial que lo posee. Mediante la coparticipación de la voz lírica del creador omnisciente y el testigo de la visión apocalíptica del devenir, se cruzan planos y niveles, realidad y ficción, para lograr una expresión representativa de lo que experimenta la conciencia, de lo que acontece en la realidad y de lo que sueña y atisba la imaginación a la luz de la configuración metafísica y cuántica de lo existente:
Esa paloma apuñalada
que besa la fisura de tus dientes: Tienes una sonrisa siempre fija
tu boca descarnada, ríe: aunque llores o te retuerzas del dolor
Una sonrisa, premio de haber perdido tu carne.
Absalón herido de tristandad toca el laúd de los carruajes:
Mientras, el bufón vierte una copa de sangre en el piso de mármol
Tamar rasga su vestidura de payaso;
en la hendidura de su pecho muestra la liquidez del alma,
los frágiles trazos de su cuerpo, súbitamente oblicuo, sobre el lienzo.
El niño o el hombre o Absalón ya muerto,
miran el capirote de papel lleno de ojos encima del altar
dispuesto a la arboladura del fuego:
Los incontables lienzos de ceniza sobre el atrio del templo
La máscara del bisonte o el elefante derribado
por el toque furtivo de la rosa;
las alambicadas señoritas inclinándose sobre los conjuros,
sus corazones flotando sobre el aire
apenas el fuego clausura su círculo de llamas.
La ceniza del hombre nevando sobre el valle.
El tumulto de miradas.
La huella de sangre sobre el camino polvoroso.
(Navegar en lo seco, p. 51)
La clave de este poemario se cifra en que el sujeto poético, al auscultar su propia conciencia, intuye que la configuración orgánica del cerebro tiene la misma organización cuántica del Universo. Navegar en lo seco es, en esencia, una descripción poética desde una concepción metafísica, cuántica y simbólica de la mente humana, escrita bajo una óptica psicológica, estética y lingüística del fluir de la conciencia. Por tal razón, en este cautivante poemario de Noé Zayas fluyen los meandros de la realidad, las áreas profundas de la conciencia, los vericuetos de la imaginación y los intersticios del psiquismo interconectados a los efluvios de la realidad trascendente (3).
El hecho de tener una perspectiva cósmica para hacer una creación poética, es una manera de interiorizar en la realidad de la propia conciencia, porque en este libro podrán apreciar que el poeta se recoge a sí mismo, se concentra en su intimidad y establece un vínculo con la realidad circundante mediante una comunión profunda y entrañable con la sustancia de lo viviente; entonces, no hay una separación, sino que hay una compenetración entre la mente del poeta que tiene la capacidad de ponerse en comunión con la realidad de lo existente y establecer un vínculo entrañable, que él lo aprovecha como poeta para recrear ese tipo de vivencia y creación que llamamos poesía.
Noé Zayas inaugura en nuestra literatura la vertiente cuántica en la creación, no solo en el interiorismo, sino en las letras dominicanas. Ese solo logro ya es un aporte definitivo que hace la poética de Zayas al desarrollo de la literatura, porque él recrea el gozo de la fruición cuántica al navegar en el laberinto de la realidad. “Navegar en lo seco”, título formal, porque él justamente entiende que nosotros vamos navegando en el Universo, al tiempo que el Universo va navegando sobre galaxias hacia el infinito, con destinos finitos en un Universo infinito. Nosotros formamos parte de ese Universo infinito con la misma categoría de todo lo viviente, con un alto sentido en el engranaje de esa realidad única y poderosa, de esa realidad universal cuántica, de esa realidad metafísica y psicológica, de esa realidad estética y mística a la que pertenecemos por ordenamiento del Creador del Mundo. Vamos, entonces, a felicitar a Noé Zayas por esta magnífica obra Navegar en lo seco; repito, una de las obras fundamentales de la literatura dominicana de todos los tiempos.
El talento de Noé Zayas radica en haber logrado una radiografía psicológica y estética del cerebro y una tomografía metafísica, cuántica y simbólica de la realidad. Recrea el gozo de la fruición interior de navegar en el laberinto de la realidad. Procura el encanto del goce metafísico de navegar en la búsqueda del sentido. Y disfruta la satisfacción de la emoción estética al navegar en las sensaciones de las cosas con el deleite de los sentidos y la fruición del espíritu.
Bruno Rosario Candelier
Encuentro del Movimiento Interiorista
San Francisco de Macorís, 28 de julio de 2012.
Notas:
1.En su participación, durante el Encuentro Interiorista del Ateneo Insular en San Francisco de Macorís, Noé Zayas consignó: “Desde niño yo tengo la sensación de haber sido muchos hombres y de haber sido este y a veces pienso que despierto siendo otro; es un juego que yo hago incluso, recuerdo en mi casa, cuando yo a veces me levanto a jugar, me despierto y le pregunto a mis hijos si están ahí dizque, me hago que no los conozco y finjo ser otro totalmente diferente a Noé Zayas. Pienso que tal vez soy un chino, no sé, un árabe. Bueno, entonces la cuántica lo que plantea es la posibilidad precisamente de que exista una sucesión de cuerpos dentro del otro cuerpo de una realidad, como una realidad, o sea, los universos paralelos como una realidad, el ser, el que en este mundo ahora mismo hay un Noé Zayas que está tal vez siendo interrogado por haber asaltado un banco mientras este está aquí poniendo a circular un libro u otro está haciendo de científico, otro de político en el peor de los casos”.
2.Noé Zayas, valioso poeta, narrador y promotor cultural dominicano (San Francisco de Macorís, República Dominicana, 1969) se distingue por su ejemplar trayectoria poética inspirada en las huellas reminiscentes de la interioridad y la trascendencia. Este poemario, Navegar en lo seco, contiene textos de creación fechados desde 1990 hasta 2012. Su segunda edición se publica en San FRANCISCO DE MACORÍS en 2012, con el sello editorial del Ateneo Insular.
3. Cuando presenté a Noé Zayas en una jornada literaria del Movimiento Interiorista en Jarabacoa, entre otros conceptos dije: “En los poemas de Noé Zayas vibra la esencia del Universo, que husmea en cuanto existe. Como esponja de lo viviente, ha logrado recrear secuelas de las vivencias de su interior profundo al reproducir el impacto que una determinada experiencia prohijó en su conciencia como índice y señal de la realidad trascendente. En la expresión lírica y simbólica de sus versos aflora la dimensión metafísica de su búsqueda, que revela la profundidad de su espíritu y el derrotero de sus inclinaciones intelectuales, estéticas y espirituales, al tiempo que refleja un elevado desarrollo de la conciencia”.
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