Francisco Cejudo
Nació en Herrera (Sevilla), estudió Magisterio, Pedagogía y Filología Hispánica, profundizando en la poesía de posguerra dentro de los cursos de Doctorado en Filología Hispánica. Su producción literaria se centra en el terreno de la poesía y ha experimentado una notable evolución, transitado desde la poesía emotiva y romántica de sus primeros poemas a posteriores apuestas por el realismo poético. En su última etapa, su voz adquiere un tono más existencial, así como un estilo más preciso y claro. Cejudo es colaborador habitual de revistas poéticas como Estío, Poesía por Ejemplo o Ánfora Nova.
Sus obras: “Poemas de sombras y labios”(1992), “El navegar de los sueños”(1995), “Las horas veneradas” (1996), “Conjeturas sobre una mujer” (1998), “La Casa de los Vientos” (2002), “Nunca sabré tu nombre” (2005), “Tierras prometidas” (2008), Soliloquios y aforismos (Ánfora Nova, 2012), “Brevedad de la luz” (Ánfora Nova, 2014). “Pez de fondo” (Ánfora Nova, 2016), es el décimo poemario de Francisco Cejudo.
También ha publicado la traducción al inglés y al árabe de varios poemas. Ha formado parte, como jurado, de diversos certámenes de poesía y colaborado en tertulias y programas culturales de radio (Cadena Ser), con reseñas críticas y publicaciones diversas en diversas revistas como Gacetilla Extremeña, Poesía por Ejemplo, entre otros. Miembro de la Asociación Colegial de Escritores de España, su obra ha sido recogida en diversas antologías de poesía actual.
“Pez de fondo” (Ánfora Nova, 2016)
1
Oculta la mar un fondo de corales mudos
una isla de palabras muertas.
Solo a veces emerge y llega su luz
limpia del graznido del ave
a romper el silencio de esta mi playa dormida.
8
EL MIRLO
Arde la llama en el pico del mirlo.
Es espada entre glaciar y púrpura.
Y su ojo de tigre, rudo y terco
venga los silencios con campanas de fuego.
35
Nadie cierra la herida esclava de la memoria.
Supura retazos de tus actos,
fotogramas con palabras muertas
que como silvestres esquejes
florecen en un otoño cualquiera.
47
PERFECTO CRIMEN
Me dejaré morir despacio
será quizá un suicidio limpio
un perfecto crimen.
Sin testigos, sin autoría aparente
como tantos otros.
Solo el tiempo descabalgará mis pasos
y con guante blanco, sin piedad
romperá mi sombra en las calles sin rostro.
51
DÉDALO
Yo siento el pálpito de tu cenital corona,
el bronce fundido entre tus piernas,
largas llagas que piden y jadean.
Yo bebo ciego en tus párpados frágiles,
mis labios resecos en tu volcán se funden
y encuentro llanto que destila gozo
cristal y gozo entre tus febriles cálices.
67
La carne es garantía de la carne;
mientras el cuerpo aguante, la carne vive.
Deseo y placer impreso;
el pálpito, la convulsión como signo que delata.
Todo un mecanismo de engaño, un claro soborno;
la naturaleza con sibilina dictadura se impone.
“Tierras prometidas” (2008)
Tierras Prometidas
Consagra tu vida, ese don,
al amor, que lo es todo.
A tus hijos, prolongación de tu ser,
al hacer constante, como construcción del yo.
Al gozo que cada amanecer nos trae.
Forja en este éxodo el milagro continuo.
Entregando todos tus días a la conquista serena y dichosa
de éstas las tierras prometidas.
Hilamos el tiempo
Hilamos el tiempo en trenzas de sueños
mientras los días cabalgan impunes:
Vivir es la costumbre del tiempo,
soñar dominar su dicha.
Nuevo Otoño
No sé por qué extraña ordenanza
Hoy, nos hemos levantado en otoño.
No aprecia la luz su cambio,
incluso el termómetro se niega a reclinarse
aferrando su estructura a un inevitable pasado.
Sólo los últimos tintes como si de un vino se tratara
apuntan matices diferentes.
Nada se pacta en esta vida, nada se conviene:
el devenir se precipita sin apariencia clara
y es así como todo ocurre, como todo llega.
La propia melancolía, sentir de otoño,
va alumbrando con nostalgia poco a poco su hora
y como ella, quizá algún pájaro, presagie el cambio
y extravíe la ruta del hogar querido.
Entran los días en calmosa huida
que embelesarán también el volar de la abeja
buscando siempre la miel en esa luz
que permanecerá lenta hasta que un frío
definitivamente duerma sus alas.
Una plegaria lleva la espiga
Una plegaria lleva esa espiga
una reverencia, un rezo.
Se inclina pudorosa sobre la tierra
como si el grano, dura carga de la vida,
a la tierra le llevara.
Una leve danza juega en su futuro
que el viento marca con el son de los días.
Alguien nos ungió la frente con ese soplo
y siento de sus manos mi cabeza
de espigas coronada.
Y en ellas también siento el peso de su grano
que con la misma levedad
a la tierra nos conduce.
“Nunca sabré tu nombre” (2005)
Moneda
El hombre tiene varias caras
que lo hacen ser:
una, la que muestra
otras no se ven.
Juego
Puse mi mano en us espejo
siendo mi voluntad un juego.
Mas nunca vi la mano que mostré
en cambio la oculta es su reflejo.
Quien hoy está conmigo
Detrás de cada hombre, ¿ cuántos?
Es este perfil que toco
se asientan líneas claras de Mister Jekyll,
la pausa y el castigo de lo cuerdo,
la sensatez de lo divino.
Pero esta noche larga
de demonios quiero hablarte,
pues sé por tantas otras
que a Miss Hyde también escondes.
Deja suelto al súcubo
maestro del pecado y del deleite
que aún el búho canta
y queda mucha noche por delante.
Un nombre es...
Un nombre es una puerta que atormenta,
una plaza, confín de tantas puertas.
Una esquina de vieja piedra
un rostro anónimo donde te quejas.
Un nombre es un frasco con capricho
quita lazos o amordaza, atesora veleidades.
Un nombre es laberinto
pues nombra por igual cosas distintas:
Mar es el nombre de una amiga,
con espuma, rocas y arena clara.
Con Mar nombro a mi perra,
testaruda, ruidosa y mansa.
Alfonsina se fue al mar,
envuelta en olas blancas.
Un nombre es un lugar donde tú habitas
de extensa paz, batallas y reencuentros.
Nunca sabes con certeza
quien domina, quien claudica.
Un nombre es una escala
con cien peldaños de aventura:
Puede el verbo proponer
de la mano el adjetivo dominarlo.
Algunos pierden en su historia
otros ganan sus contiendas:
Pero todos sueñan su memoria
y la esfinge de aquel que le sustenta.
Un nombre es un revólver cargado con mil balas
que custodia los contornos o dispara y despedaza.
Un hombre es al fin un enigma
donde Pandora juega y va pasando sus veladas.
“La Casa de los Vientos” (2002)
La piedra
I
En hileras puestas
Las piedras guardan los secretos más íntimos;
en sus vísceras de adobe nos multiplicamos,
extendemos nuestro señorío
marcando con grandes piedras territorio
y alejamos al resto de las fieras.
También las amontonamos hacia el cielo
en señal de grandeza,
desnudos colosos,
cuan Dolmen o Menhir.
Así, Nueva York como Petra
se alían en su propósito
para alcanzar el corazón del dios.
Hammurabi y Moisés
esculpieron la palabra
en su piel,
y el mismo Cehéops en su delirio
se supo inmortal entre ellas.
La memoria pertenece a la piedra,
y en la anatomía de cada surco
se esconde la realidad del hombre,
que proyecta su vida
en la cautivadora piedra
del hogar que habita.
Diatriba a la soledad
Lucharé contra ti
tú, que impune y altanera ejercitas tu reinado
en estas paredes aliadas.
Aposentada en el sillón vetusto
ordenas los servicios
y juegas las cartas como el mejor tahúr.
Yo, sacaré los muebles
y fumigaré la estancia,
ahuyentaré tu perversa voz
hecha de muecas y silencios
y en cada rincón te perseguiré y acuchillaré.
Y cuando la palabra gobierne con orgullo,
ya tu grandeza derrotada,
instalaré en el pórtico
tupidas adelfas que custodien la entrada.
La deuda de tu sombra
A Rosario Sanz
La deuda de tu sombra
la encuentro en el joven olivo
que de tus manos brotó.
Miro profundos sus ojos
llenos ahora de miel y de luz,
reclinando reverenciales las ramas,
que corteses responden al juego de la consolación.
Pudo ser tu desdicha, la desdicha de este solitario árbol
que ahora con mimo rescato
y con la certeza que en él se renueva la vida.
Rincón al sur
A Concepción Granado
"¿Por cuántas flaquezas pasaré
para que arda en mi rostro la
imagen de mi madre?".
Elegí una pared afable,
escudo de mis miedos.
Un rincón seguro
encarado al sur,
siempre me gustó mirar al sur.
Un lugar donde cualquier
dios viejo pudiera
murmurar sus confidencias,
recibir la caricia de una tarde,
las breves horas engañadas,
los besos que da el aire.
Lo hice mío o, me hizo suyo;
en armoniosa comunión labré el instante,
me sentí dichoso.
Allí, planté mi espiga,
allí pase los días,
allí esculpí la noche,
allí sembré mi cuerpo,
allí curé mi herida,
allí, escribí estos versos.
“Conjeturas sobre una mujer” (1998)
El Influjo de la Entropía
Por esta vez, y sólo por esta vez,
el motivo de lo que escribo
no está en el amor
ni está en la muerte,
ni en la sucesión de los días,
ni en los pleamares
ni en el arpa olvidada,
ni siquiera en el número Pi,
ni en los versos de cualquier noche
ni en el Sur o en el Norte,
no, por esta vez, no.
La entropía me ha dejado al margen de la otra orilla,
me la explicaron, ayer tarde
en una sesión de un curso de verano.
Así que ahora, al ponerme a escribir,
siento que la anti-muerte (que no es vida)
se me desliza por el corredor del intelecto
camino de la anti-vida ( que no es muerte)
una vez ya, en el lado opuesto.
El anti-amor (mucho más que el desamor) produce
un henchido anti-corazón que casi no cabe
en el anti-pecho, por la explosión de júbilo
que le ha dejado el anti-amado al recibir
de la anti-amada un anti-beso en los anti-labios.
Esto sólo por poner un ejemplo,
que es lo que trato.
En definitiva, hay que saltar
con la pértiga de la entropía
al otro lado de lo existente;
ponerse las gafas entropióticas para ver lo "anti",
y poder contar lo que allí ocurre.
Así que, por esta vez, y sólo por esta vez
no voy a escribir sobre el amor, la inevitable muerte...etc.
( De cualquier manera, debo cerciorarme de que
básicamente esto fue lo explicado).
El solitario
Porque me acompañas tú,
me gritan el solitario.
Hunde tu palabra en mi portal,
y háblame.
Háblame soledad,
y déjalos.
“Las horas veneradas” (1996)
PROPÓSITO
El retozar de la piel
se acompaña de fiebre y sudor.
La vena mayor, el canal
que todo lo conduce,
exaspera enardecida
y brinca prisionera
esperando su desboque,
en estas horas siempre veneradas.
La espera
" Y caen sobre mí
-multiplicadamente-
las últimas risas
que se hacen trino
de interminable son
en mis oidos".
Héctor Eliu Cifuentes
La espera
I
Terca en su propósito,
Se encarama al presente
como coágulo constructor
de un falso futuro.
Así su vida,
más verdad en cuanto sabe
que toda realidad pasa
por el vestíbulo
de su continua obstinación.
II
Nuevamente atizas con tu lanza,
monótono pendón de procesiones.
¿ Es acaso tu continua llamada
presagio de un nuevo alumbramiento,
o quizá anadipsia de su boca?.
III
Con incisiva coartada
levanta los letargos;
machaca, guía, maltrata,
conduce, indica y se mofa.
Presente y ajena,
consiste su propósito
en el continuo decir del cuando.
Ahora, mordiente asoma,
colmillo que me aprieta
que me arroja
a este final al que renuncio.
Y cabalgando llega,
hiriendo este lancero.
Y la vida llega a veces
Y la vida llega a veces
a borbotones apenas controlados,
desbordando surcos y paredes
sin límite, sin cauce, sin dirección,
lo mismo ahoga un sentimiento
que pone fresco humus en la esperanza estéril.
Momentos aquellos de henchida calma
de campos preñados de verde ilusión.
En cambio esa arrolladora corriente
también deja a su paso
vacío, sequedad y dolor.
Son momentos todos,
momentos que conforman el idilio
entre el pecado y el perdón.
Qué pasión anida en los silencios del amante
Qué pasión anida en los silencios del amante,
qué deseo oculto aflora en las horas de recuerdo.
Añora el labio fresco, por sediento el suyo,
incontrolada savia de vida y desespero.
Pone énfasis en su canto,
hiere el aire por preciado aliento
y como la piel, espada enardecida,
provoca, se eleva, sacude y ya se hiende.
En los silencios la pasión se desarrolla;
aviva fugaz su repetido fuego,
se atormenta, muere y se libera.
Para otra vez la vuelta de la ñora,
al cenit su explosión
como otrora, titanes devorarse.
“El navegar de los sueños”(1995)
Clara luz de la memoria
Clara luz de la memoria
Nunca te digo que vengas
porque nunca te fuiste.
En tu habitación se renueva la rosa,
y al abrigo de la tarde
cuando encuentro limpia tu voz,
espigas de luz
dibujan su ausencia.
El Navegar de los Sueños
Es difícil transgredir
lo que ampara el límite de la realidad;
volcarte en ese hábitat
cubierto por todas las vivencias posibles.
Qué gozo habrá en su recorrido,
qué grandeza encierra su misterio,
por qué esta luz abarca tan corto espacio.
La dirección horizontal de lo que vivo
me lleva inexorablemente al punto pactado,
las paredes del camino son estrechas,
sabes que hay otros, pero que más da
al fin y al cabo todos acuden al mismo sistio.
Sólo la mano del sueño,
puerta infinita,
nos convierte en partícipes del pan de los dioses:
Las distancias se acortan, no existen.
Los colores, todos los colores, son nuestros.
La mujer más hermosa cae arrodillada nte nosotros,
nuestra propria mujer, puede llegar a ser la más hermosa
Podemos poseer cualquier riqueza,
incluso la de ser feliz sin ella.
Cabría pensar que el estado original del hombre
fuese ese: la imaginación pura, el perpetuo soñar.
El resto ya lo conocen: arrojo y realidad.
La realidad inmutable,
la que domina, mediatiza y encadena,
¡exhorto tu grandeza, oh Dios!
y de ella libérame...porque
nunca me encontré tan libre
como en el navegar de los sueños.
Placeta de la Creu
El viento temeroso huye
y silbando se da aliento.
La farola observa detenida
el baile de la luz y de su sombra.
Y en presente testifica
el ojo de la cruz.
“Poemas de sombras y labios”(1992)
La flor del recuerdo
A Teresa Mollá
En un lugar azul
de extrema lejanía,
a donde no llega
ni el sueño siquiera,
habita prendida la flor del recuerdo.
La flor del recuerdo
se riega con lágrimas
que trabajosamente conducimos
por canales infinitos,
alimentados por cien mil verbos
que el hombre condenado ha de hacer.
En su floración en primaveras tibias
nos muestra extrañísimas flores
de ocho mil formas
y un solo color,
con dulces colores y fragancia remotas
de dioses sin vírgenes,
de princesas sin nombre,
de lunas dormidas,
de estrellas fugaces.
Esa flor del recuerdo
tan efímera como infinita,
adormece por días y se aleja cantando,
y esa música y ese olor
que en presente tuvimos
arropando las hora y dando sabor,
en puntillas se marcha
y se aleja despacio,
sin darnos un beso,
sin decirnos ni adiós.
Ignoro el color de la sombra
Ignoro el color de la sombra,
el sabor de la fruta inmadura,
la distancia entre dos corazones,
del néctar su dulce amargura.
De Cupido la intensidad de su flecha,
del pájaro el color de su nido,
del reloj su estúpida marcha,
del verbo su sitio prohibido.
Yo sufro de mal de ignorancia
de fiebre de color angular,
me mata mi palabra vacía,
me duele mi torpe pensar.
Yo quise pensar que sabía
el exacto lugar de mis pasos,
y encontré la huella dejada
por el sordo besar de mis labios.
La atracción de una sombra
La atracción de una sombra
o el deseo de unos labios.
Caminos de dentro que hieren y sanan
que limpian y arrullan,
marcando los puntos con rudo tizón
a los que el hombre
se abriga sin peso,
y con locura de sabio
no deja un momento
en su caminar de dura pasión.
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