sábado, 29 de octubre de 2016

BEGOÑA M. RUEDA [19.405]


Begoña M. Rueda

Begoña M. Rueda es una poeta de Jaén,  (Jaén, 1992). Ha realizado diversos talleres literarios y participado en recitales como el ciclo poético mensual La caja de Lot, las veladas poéticas en el Castillo parador de Santa Catalina así como en los Baños Árabes de Jaén. También han aparecido poemas suyos en antologías como Koiné, Microsaurios, Cuentos en el Museo, y Versos que caminan, palabras que sueñan, así como en revistas como Triadae Magazine.

Lleva adelante en Uniradio, la radio de la UJA, dentro del programa Castillo de Versos, su sección titulada Poesía en Elm Street, dedicada a analizar el lado poético del cine.

En la actualidad ha sido ganadora del primer premio Facultad de poesía 2015 de la Universidad de Jaén, donde se encuentra estudiando Filología hispánica y elaborando futuros poemarios. Este premio le fue otorgado por su poemario “La canción del bardo” y ganadora del II Premio de Poesía Joven Antonio Colinas, organizado por la editorial Isla de Siltolá, 2016. 



Aseo

Me miré al espejo y encontré un náufrago.
Dejé caer el cepillo de dientes.
Definitivamente, yo,
era una isla desierta.


*



Yo creo que soy África. 
Mi sistema circulatorio es 
similar 
a las raíces de una secuoya 
y un grupo de buitres 
planea sobre mi casa. 
Sobre la carroña del número 
55. 
En el corazón me habita 
un poblado jíbaro que reduce 
a cenizas 
el cráneo de mis amantes. 
Continuamente tengo hambre 
y un león me muerde las 
vísceras 
cuando observo tu fotografía. 
Continuamente tengo hambre. 



Verde Oscuro 

Las balsas se deslizaban lentas y silenciosas,
a dos pasos del infierno
el chico traía los pantalones rotos.
El chico
había comido la fruta en mal estado,
"si esta laguna es el amor"
no siguió contando primaveras,
"esta era mi balsa
cuando las piernas de la luna
y la flor blanca de sus muslos en Varsovia",
recordaba,
se cubría el rostro,
crecía
una flor
triste en sus ojeras.



Invierno

No entiendo el idioma de las velas de los barcos
ni la armónica del mendigo
más allá de las metáforas de la muerte.
En invierno el sol caduca.
Lo asumo mientras tiendo la ropa,
mientras el vaso de leche 
estalla en el microondas y lo pone 
todo
perdido de vía láctea.
Mientras tiendo la ropa
me acuerdo del mar.
Como el mendigo.
El sol es la vela
de un barco que zozobra.



Menta poleo

Ella pisa la hierba con los pies descalzos,
se peina con los dedos,
acaricia una bola de cristal.

No siente interés alguno por mi persona.
Es algo que suele ocurrir.

Deambula sonámbula por el pasillo,
habla lenguas muertas,
se compra animales exóticos por Internet.
Me la presentó una amiga hace dos años.
Por entonces la creía camaleónica,
charlábamos largas horas por teléfono,
parecía de otra especie, a mi
me causaba sensación.

Cada vez me gusta menos la gente.
La gente como ella, la gente
más interesante que yo.
Te pisa el corazón con los pies descalzos.
Es algo que suele ocurrir.



Jazz

Vigilo la inquietud de los peatones.
Demasiadas chicas con faldas oscuras
atraviesan el paso de cebra.
Los ojos blancos de un seiscientos
me parten el alma,
enciendo un cigarro,
quisiera confesarte la mitología de la lluvia,
pienso
qué harías conmigo si supieras que
a pesar de todo, esta noche,
hace demasiado dolor debajo de mi paraguas.

A pesar de todo atraviesan el paso de cebra.
La inquietud de los peatones,
de los sintecho,
de los niños que juegan a ser viejos
y de las putas
chicas con faldas idénticas a la tuya,
demasiadas chicas extrañas
debajo de mi paraguas
y ninguna parece conocerme
tan poco como tú.



Fecha de caducidad

Apuro un yogur caducado para cenar
mientras una pareja se lo monta en el canal veintitrés. 
No me dan envidia. 
Seguro que hay mucha gente como yo, 
hundida en el sillón sin cambiar de cadena 
por no levantarse a por el mando. 
Una pareja se lo monta, 
como nos lo montábamos nosotras, 
en el canal veintitrés. 
Qué envidia van a darme, 
si, como lo nuestro, 
todo suele caducar a las pocas semanas.



Dos viajes

La chica del tren se seca las lágrimas
con la manga de la rebeca
al pasar la última página
de un libro.
Después mira por la ventana
y sonríe.
Lo que daría yo por llegar,
pronto,
a la última página.
Lo que yo daría
por un final feliz.



Mentira

Y si siempre que te necesito
dices
estás aquí
conmigo
por qué cuando te miro no puedo verte.




Primavera

Cosiendo,
el dedo corazón herido.

Una gota de sangre
florece
en la carne metálica del alfiler.



Ceguera

Ya me he cansado de decir
que la soledad me hace llorar.

Ahora me está mordiendo los ojos. 

Escribo a ciegas.



Carnicería

También, el carnicero, es un poeta
que desnuda las aves 
de todo viento a filo de hoja ,
entendiendo 
la madriguera de la muerte
en el ojo desorbitado del animal
y las manos sembradas de sangre
entre un carnaval de amapolas
improvisado en la primavera del mercado de abastos;
como un poeta
va directo al azul metáfora de la yugular,
al placer de la carne,
y arroja a un canasto
las vísceras de lo que no volverá  a engendrar belleza.



DE La canción del bardo, ganador de la XIX Edición del concurso Facultad de la Universidad de Jaén

Mujer barbuda I

Dicen que la mujer barbuda
ama al hombre bicéfalo.
Que el hombre bicéfalo,
desde hace algún tiempo,
se siente mujer.
Dicen que el hombre bicéfalo
se prueba la ropa de la contorsionista,
se sonríe frente al espejo,
se la chupa al domador.

La pobre mujer barbuda.
Se quedó embarazada del faquir.
El faquir es otro alcohólico violento.
Como el mago.
Dicen que el mago
sabe dónde está el cuerpo del equilibrista.
Y el del lanzador de cuchillos.

La pobre mujer barbuda
tal vez se quedó embarazada del hombre elefante.
El hombre elefante asusta a los críos.
Los críos se ríen,
insultan,
escupen,
señalan a la mujer barbuda.
Después
preguntan a sus padres
si de verdad es una mujer.



Obán

El bardo conoce la música de la mujer que besa el hielo.
A pesar de ello nadie le ofrece vino en las tierras altas.
Sé de un bardo que cantaría el linaje de las rocas,
que subyace bajo su propia piel esperando mudar de hombre.
Sé de un bardo que camina solo,
que conoce demasiado
para ser mudo.



Kraken

Las ratas corren por cubierta 
entre los pies descalzos de los marineros, 
los marineros se golpean e imploran 
que algún dios regrese a la vida, 
la vida abandona al capitán, 
al capitán que sin abandonar el timón observa 
cómo los cantos de sirena se cumplen, 
cómo el mar se derrama,
cómo el mar es un ser mortal 
que tampoco alcanza el horizonte. 
Nuestros horizontes no son de esta tierra. 
La tierra no es redonda. 




DE su primer poemario, Princesa Leia.


Apolo XI

Desde la luna no puede verse la Muralla China  
es pura leyenda. 
Lo que se ve desde la Luna es una margarita  
abriéndose paso en un campo de minas antipersona.  
En la luna no crecen las flores.  
Lo más parecido es la huella de un astronauta  
cobarde de pisar el sol. 
Nunca me he creído que el hombre pisara la Tierra.  
Desde ninguna otra luna puede percibirse 
tanto culto a la herida.








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