jueves, 27 de octubre de 2016

NOELIA ILLÁN CONESA [19.392]

Fotografía de Carolina Illán

Noelia Illán Conesa 

Noelia Illán Conesa (Cartagena, 1983) es Licenciada en Filología Clásica. En 2012 publicó el libro “Calamidad y Desperfectos”, reeditado un año más tarde con prólogo de José María Álvarez. Sobre la obra de éste, publicó en 2015 la antología “El oro de los tigres” (Ed. Balduque). Ha participado en festivales de poesía y colaborado con prensa y revistas literarias. En 2016 publica "Verbos por dentelladas" con la editorial RavensWood Books. Es codirectora de la revista de poesía La Galla Ciencia. Prepara una traducción de Catulo junto a José María Álvarez.




 
Desintoxicación inmediata

Me siento nacido para el ocio.
Ovidio

Hay que hacer del escándalo un arte.
Shakeaspeare

Vino, o vodka, o tequila,
o más licores dulces,
o todos los alcoholes juntos.
El opio, el humo del cigarro.
Los vicios y pecados,
las putas, el buen sexo, el sudor.
O la saliva en la cama, en tu cuerpo,
en la ropa, por los muebles.
La literatura en general,
y la poesía en particular.
Cientos de autores que no caben en unas líneas.
Para qué, si nada importa ya tanto.
Negocio de muchos.
Ocio para unos pocos.



 
Mística

El cielo tormentoso trae un aire pesado.
Herman Hesse

Pues bien. Lo acepto. Y así sea.
Jenofonte

Eres la Mística de mis sueños.
Con tus garras camaleónicas me hieres la mente
y volatilizas mi existencia.
Te apareces por la calle,
en la tele,
cuando leo.
Puedes llegar a transformarte en cualquier cosa:
a veces música, ayer en comida,
quizá mañana te huela en la calle.
Quiero sacarte de mi mente como sea,
pero te metamorfoseas en todo lo que me rodea
y ya no sé cómo escapar.



 
Les fleurs du mal

Fulges, encantas, guarda tu cuerpo
el hechizo insabido de la tierra.
Luis Antonio de Villena

Me fascinan tus medias de rayas rojas y blancas
(o negras, porque creo que tienes dos).
Cuando te tiras al suelo a leer
y las mueves lánguidamente,
como cuando Humbert ve por primera vez a Lolita
en el jardín de azucenas.
Secreta catedral de mujer que enciendes la vida
y la estima.
Eres la Musa de fuego de la que habla Shakespeare,
y el ruido y la furia.
Porque podrías venir de cualquier parte,
pero vienes desde el infierno
a lisiarme con tus zarpas.
El mejor espejismo
en medio del desierto arábigo.
Sigue moviendo tus piernas,
que yo contemplo la cura de mis males
y desordenaré en breve los rizos de tu pelo.


 
Marrakech

No rendir cuentas a nadie;
servir y complacerse sólo a sí mismo.
Pushkin


Pescado frito de todas las clases y tamaños,
rebozados, fritos.
Verduras mezcladas y carnes a la brasa,
incluso teta de vaca o estómago de cordero.
Más allá tienes serpientes encantadas,
Y allí está la vieja con henna.

Los monos trepan sobre los turistas
y las calles se pierden en laberintos
de lámparas, alfombras y hierbabuena.

En el centro de todo,
rezuma la vida, la música lejana de un yembé.
Regateos de viejos comerciantes
y un chaval enganchado a una burra.
Yamaa El Fnáte espera.

Marrakech, diciembre 2010



 
Sin perdón de Dido
 
Amatista ruda, jubilosa materia…
José Alfonso Pérez Martínez

 
Pulsando el alma y no la lira
se fue el caudillo Eneas.
Y la princesa fenicia lo maldecía
en su promontorio más alto de Carthago.
Un odio eterno que cantarían sus hijos
y sabrían de memoria sus nietos.
Desolada, como la luna,
observa las naves troyanas
alejarse en el tiempo y el mar,
rumbo a una ciudad no fundada aún,
donde se contaría con versos homéricos
la hazaña del héroe,
donde en las noches más frías,
en la cama de otra mujer,
Eneas la recordaría.




Manifiesto personal
   
El elegido vive para no hacer nada.
Sólo contemplar.
Oscar Wilde

Contra la corriente.
Contra lo medido.
Por lo natural y espontáneo.
Contra las conversaciones sin sentido.
Me someto a la locura y desvarío.
No a la burocracia inútil
y menos a la denuncia del vecino.
Por el desastre y el huracán.
Contra el sedentarismo y el libro vacío.
Un hurra por los atardeceres mágicos
y la sal de la vida.
Contra la igualdad y el exceso absurdos.
Me someto a mi moral y a la fortuna



Justificante de asistencia

Hay cosas que no se juzgan. Se contemplan.
José María Álvarez

Porque el arte es Arte porque sí,
y punto en boca.
No se puede justificar una obra,
ni un cuadro,
ni una ópera.
Para gustos, estamos nosotros, con distintos colores.
Cada uno elige,
el autor crea y nos regala su don, esfuerzo
y en algunas ocasiones (por desgracia) un plagio.
No se gusta a todos,
digo, dices, dicen.
Pero es que además no creo
que las cumbres de la inteligencia y el arte
lo pretendan.
Ahí lo tienes, ahí lo dejas si quieres.
   
   



FARSA

Igual que las azafatas rubias,
guapas, altas, altísimas,
fingen inflar chalecos salvavidas
al final de un pasillo
de turistas enrojecidos.
Me parece todo
una farsa.




ARRÊT D´URGENCE

Qué se ha de hacer en uno u otro momento
lo sabe cada uno –si lo sabe-.
Los cuándo, porqué. Los cómo.
Momentos que tienen la estrechez de un embudo,
el pasillo turbio donde no se oculta el miedo,
el frío de las seis de la mañana en los párpados,
a media tarde el disparo hueco en la sien,
el yo más cercano desvaneciéndose
como la casa que ya no tiene techo ni marcos.
Cada uno sabe cuándo abortar la misión,
cuándo elegir entre agua o vino,
cuándo leer a Biedma o Tácito,
dejar lo que estorba, lo que sobra,
ir a lo seguro.
Seguir tu propia intuición en la huida
y buscar la salida de emergencia cuanto antes.




ESTADO DE GRACIA

Te sientas y abres una botella.
Hoy prefieres un tinto
negro como la sangre de Héctor.
Te empapa mientras oyes algo de música.
La ventana está abierta. Es suficiente –piensas.
Alzas la copa y brindas por un verso,
uno que no recuerdas, pero
ese
que te hizo sentir que algo queda,
que algo merece aún la pena.
Notas esa embriaguez bajar hasta tu vientre,
muy cerca del pubis.
Todo está bien.
Te miras dichoso –por un instante- al espejo,
en paz, en comunión contigo mismo,
con la certeza de que te reconciliarás
con el mundo muy pronto.
O tal vez no.




DECÁLOGO CORRUPTO

Que los errores se compensan con aciertos.
Que no es tiempo de gestas y victorias.
Que la poesía nace sola y de las tripas.
Que todo es una cuenta atrás acelerada.
Que el miedo se supera, a veces con alcohol.
Que del holocausto habría de salvarse el Arte.
Que en presente el pasado es mejor.
Que de idiotas está el mundo lleno.
Que todo lo que tenemos es una gran mentira.
Que el hombre, al final, muere solo.




A VECES, CUANDO ARAÑO

Perdona que a veces me hiele
más rápida que el agua,
que me vuelva oscura como un túnel.
Permíteme que me aleje
y busque restos de trastos viejos
para taparlos y sellar las cajas.
Perdona a veces el tabaco,
la soledad que me proporciona,
las colillas una tras otra en la maceta,
o la pierna que abanica el viento
en el sillón de la terraza sin ti.
Perdona los descuidos si imagino bocas,
si la carne fuera débil y las manos se aventuran.
Cuando callo y soy ladrillo,
o casi no te miro o no me acabo el plato.
A veces busco en mí algo mejor
que mostrarte, una parte más clara.
Pero a veces –lo sabes- tropiezo
y mancho y soy arista
y todo se me cae de las manos.
La torpeza me hace humana.
Permite que repase alguna vez
mi lista de cosas que hacer antes de morir
y piense en Séneca y sus venas abiertas,
lo sublime de aquella escena.
Hay una parte terrible en mí como las autovías,
parecida a las calles de Año Nuevo,
repleta de pedazos de noche y prostíbulo.
Perdona la osadía de justificar las faltas,
las preguntas deshechas en el aire,
mis dudas –a veces- en la distancia.
Sólo quiero saber dónde te tengo,
en qué punto estamos y si mañana,
cuando amanezca y vuelva a ser yo,
tu toalla naranja estará junto a la mía.




LUNÁTICAMENTE

Al Siamés.

La vieja que hacía alfombras,
pendientes, collares en Sardis
y tenía el pelo recogido por un pañuelo.
Se le caían las cosas de las manos
por mostrarlo todo.
El templo de Artemisa perdido entre volcanes,
la cella vacía de Euromos,
su silencio inmortal,
el cruce donde de nuevo resucitamos
a la vida ésta perra de asfalto,
el rosa de Pamukkale y su humedad,
el agua cayendo por mis codos hasta la falda.
El camarero que dudó en dirigirme
aquella tímida sonrisa por lo atrevido,
las calles sin alquitrán y de gatos repletas,
el joven que cedió su asiento
en un autobús de Kusadasi,
la inglesa fumando sin destreza una cachimba
-y el marido aplaudiendo la hazaña
de humo azul-,
algún lokanta, los paisajes de trigo.
La sonrisa de plata de nuestro niño
haciendo kebab y ayran,
rodeado de imbéciles que sobraban,
imbéciles que imaginé muertos.
La base de la Gálata, soberbia,
erguida como un falo.
Los puentes, la luz del Cuerno,
tu mano en mi coño atravesando el Bósforo.
La cueva de los Siete Durmientes
-y un perro, no recuerdo su nombre-,
pero la magia de ese lugar,
cómo nos iluminó la existencia.
Algo había allí, el embrujo extremo.
Ese primer helado de pistacho
junto a la estación de tren,
las cucharillas compartidas,
la falda de un derviche, el testi
destrozado sobre la mesa.
Todo eso me llevo. Lo demás,
kilómetros, pasos, desiertos.
Nada que apuntar en la libreta.




CASILLERO DEL DIABLO

Que puede la vida ser hermosa
con esos pequeños gestos mundanos,
o cuando escuchas un disco de los Dire Straits,
o con un paseo otoñal en esa mar nuestra
que nos reboza y renueva.
Con una boca carente de pudor y soberbia
cuando muerdes la manzana podrida
del deseo,
y caes torbellino abajo
al fondo más oscuro de tu mente.
O las viejas fotografías de mi abuela,
dichosa sobre su moto azul,
donde siempre me parece estar ahí,
retratándola.
A veces esos crepúsculos
que no son ya rojos, sino dorados y eternos,
clavados para siempre en tu retina,
a fuego en Istanbul, en Buda tatuados.
El blanco y negro de algunos filmes,
el grito de “¡Marcello!” en la Fontana,
las risas de esas chicas que se abren al mundo.
La copa de vino que empapa tus venas,
el verso que arrastra y araña,
que embruja –oh, sí, esas lecturas
de noches adolescentes-.
Una conversación, quizá;
una cena en Roma bajo aquellas farolas
amarillas, como las de Pérgamo,
y ese cubata agrio que nos hizo reír en Atenas.
Pero luego,
¿qué hay tras todo aquello?
¿comprenderemos algo al final del trecho?
Somos objetos vacíos
que alguien guarda en una caja
por si el futuro.






"Prohibido leer de más, pensar de más,
mirarte al espejo, decidir por uno mismo.
Prohibido superarse,
despejarse,
masturbarse.
Prohibido el avance, el raciocinio.
Señores:
estamos perdidos"




DESCONCIERTO  

          Hombre astuto 
          que erró mucho tiempo…  
                          Homero           

Reconozco a veces mi vida en algunos sitios.         
El café, un cigarro, una terraza agradable.         
Las Mezquitas me tuvieron dentro,         
me perdí en las calles del Bazar.          
En Nueva York tengo ropa en la tintorería,         
veo caras conocidas en el barrio de Termini,         
tratos familiares en Alexander Platz.          
A veces, perfecta realidad. Otras, abismo.          
Otras veces, sólo soy real en Cartagena.         
Y esa sensación me asfixia.




ESTADO DE GRACIA

Las mentiras más crueles son dichas en silencio.
Stevenson

Te sientas y abres una botella.
Hoy prefieres un tinto,
negro como la sangre de Héctor.
Te empapa mientras oyes algo de música.
La ventana está abierta. Es suficiente –piensas.
Alzas la copa y brindas por un verso,
uno que no recuerdas, pero
ese
que te hizo sentir que algo queda,
que algo merece aún la pena.
Notas esa embriaguez bajar hasta tu vientre,
muy cerca del pubis.
Todo está bien.
Te miras dichoso –por un instante– al espejo,
en paz, en comunión contigo mismo,
con la certeza de que te reconciliarás
con el mundo muy pronto.

O tal vez no.



VERBOS POR DENTELLADAS (RavensWood Books Ed., 2016) hoy en La Opinión. 

Por lo de la vanidad y esas cosas de las que hablábamos ayer JB y AC...


UNA VOZ PARA EL FUTURO

Por  Soren Peñalver

Con veste de estridentes colores, rasgada, y lengua audaz, en la cima de un altazor arqueológico de Asia Menor (Sardes, Pérgamo, Priene, Dídima, Éfeso, Afrodisias…), imagino en mis sueños diurnos a Noelia, mi amiga, mi hermana, mi hija, mi colactánea.

¿A quién se dirige? ¿A dónde se encaminan sus palabras; su voz desgarrada, rebelde, y por cuyos sonidos incontrolados se escapa la ternura? La poeta, andrógina, viril y tanto más femenina… (hablamos de antes que cayese en desgracia la norma omniamorosa), eligió la clasicidad, y se entregó a Ovidio, al Ovidio más comprometido con la mujer, traduciendo del poeta latino Las Heroidas; luego, y mientras enseñaba a los más jóvenes las palabras sabias, escribió de sus insomnios (un tanto de desvelo en el durmiente no va en contra de apreciar el sueño), compuso un libro de poemas, Calamidad y Desperfectos (2012), que se reeditó prontamente.

Mujer y escritora incansable, Noelia ha dado a conocer la obra de otros escritores y poetas, colaborando en revistas literarias, en festivales poéticos, en opiniones de prensa… La antología de poesía titulada El oro de los tigres (Editorial Balduque, 2015) fue el homenaje debido a su admirado poeta, amigo y maestro José María Álvarez. 

Admirable es su actividad como codirectora de la revista de poesía La Galla Ciencia, junto a Joaquín Baños y los fieles Samuel Jara y Daniel J. Rodríguez. Se ha dedicado, además, al estudio de la obra poética del mexicano Efraín Bartolomé, del que promociona la obra por estas tierras, y a mediados del próximo septiembre hará una presentación española del mismo. En la actualidad, Noelia está entregada a una tarea conjunta con Álvarez: una traducción de Catulo, así como un libro de conversaciones con el poeta de Tosigo Ardento.

Noelia Illán Conesa es noticia literaria de actualidad por un nuevo libro de poemas, el segundo: Verbos por dentelladas (RaVenWoodBooks Editorial, Colección Fleurs de Marécage, nº6, 2016). Un libro propio, por fin, después de cuatro largos años de espera para muchos de Noelia, que la siguen internacionalmente, pues su poesía es universal por la perspectiva e intereses culturales, lengua escogida, amplia y audaz (como ya se ha indicado).

Uno de los poemas de Noelia, casi escogido al azar, como es el titulado Te aseguro que alguien se acordará de nosotras (pág. 60), augura el estudio amplio de un futuro conocedor de la poesía illanesca. Ya en los versos de Ezra Pound que abren el poema de Noelia se señala la clasicidad y el academicismo de la fuente donde bebe la autora: «Si quieres el meollo, / ve a Safo, Catulo, Villon». 
La modernidad de Pound, en el sentido más rimbaudiano, invita a que sigamos a Noelia, que también alude a otro gran poeta, Gerald de Nerval, y uno de los bellísimos sonetos de sus Chiméres (Quimeras), El desdichado (titulado así, en castellano, en el original). El poema de Noelia no puede ser fragmentado, y como primicia a los inmediatos lectores de esta página, lo damos aquí al completo: 

Te has quedado sola, 
como el Príncipe de Aquitania 
en su torre abolida, 
desierta de hombres y besos. 
Tus manos cubren de sábana 
un cuerpo helado, marchito, 
que el cruel himeneo abandonó. 
Alguien te recordará entonces 
acurrucada en el vientre de Atis
 –o cualquiera otra. Poco importa–. 
Tú preferirás eso: 
el crepúsculo de esos ojos, 
el regazo suave y cubierto de ámbar.
Los dioses, algunos, se olvidaron de ti. 
Y ahora estás sola, 
como el Príncipe de Aquitania, 
terriblemente lésbica y carnal 
en tu torre abolida.

Noelia Illán Conesa, nacida en la antiquísima Cartagena, tiene el presente más luminoso que se desee y el futuro que su ciudad promete con la belleza de los nuevos descubrimientos de su pasado; «el pasado», que como escribió Marcel Proust, «no sólo no es fugaz, es que no se mueve de sitio». Los sedimentos de esa enlazada historia de Cartagena, el aire mineral de sus mediodías y tardes soleadas, el hálito de sus noches marinas, están en la voz, cavernosa y musical que viene de lejos y resulta tan cercana, de Noelia Illán Conesa, nuestra poeta de matia magnitismena (ojos magnéticos).

Carolina Illán Conesa y Vanessa Castaño Sanz, respectivamente, han elaborado con gusto, aportando la fotografía y el diseño, la cubierta del elegante libro. Gracias por tus Verbos por dentelladas, querida Noelia, que nacidos de los hondos del ser, merecerán ser registrados por los mecanismos de la inteligencia artificial, con destino a la incógnita de la posteridad.







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