Victoria D’Antonio, Buenos Aires, 1972. Traductora e interprete en idioma italiano.
OBRAS PUBLICADAS:
-La mujer que escribe no se muestra entonces (2000), perteneciente a una trilogía escrita en prosa poética entre 1998 y 2004; Etiopía y Jerusaleme (2006) y Anfibia (2008), ambos textos poéticos.
-La coleccionista (Bajo la Luna, 2010)
Web: www.victoriadantonio.com
Anfibia
Qué le das vieja zorra, trampa, de comer a aquellos peces tuyos
de tan pálidos que están no se los distingue del agua pero claro,
cada noche para verlos, son puro vidrio transparente, tramposa,
llenás la pecera con luces fluorescentes y ahora quedás oscura o
verde.
No son peces, son ranas.
La sin par
Cruzadas las piernas en línea perfecta, feroces; pero es porque su
piel huele tan rica porque su risa común destella y eso que se ha
parado de golpe, se aleja se lleva la luz, y es insólito su encanto
porque ni se da cuenta.
Mujer en un cordón
Viento y polvareda, las promesas son calles. A su vez una calle
se avecina y es toda promesa. Las esquinas, promesas cumplidas.
Se espera por algo, el espacio no importa: en los claros del
bosque espera un rayo que la guíe.
Cenicienta después
Qué haría aquella mujer asomada sin vértigo si al girar, ahí, a
la altura de sus manos viese con perfecta vida, lista para acariciar, a
su gata de la infancia.
Imposible.
No hay nombre para el recuerdo de las manos y tontas en el vacío
buscan la luz.
Blancanieves
Hasta entonces todo se estaba quieto, tímidamente ardido.
De pronto y por una sola mirada breve, un soplo comenzó a
ceñirse en su alma; quiso desajustarlo, ya estaba ahí y libre ahora
palpitó sin rumor.
Quién hubiera dicho que aquella misma mujer, vacilante en el
andar, era la reina de la intemperie, señora del afuera, la patrona
de los vientos cardinales.
Gretel que pinta
Una mujer traza una línea, despliega el mapa de sus sentimientos.
Cruces, desvíos, desniveles sobre todo
hielo y esperar.
Ahora se anima con colores, hay hojas de arpillera y tabaco
para indicar desenfreno y risa.
Después inunda
la línea se sale todo el tiempo de la ruta.
Anciana en la bañera
Sueña con un día entero de lectura pero prefiere, aún hoy,
un beso a cualquier cosa.
Lava sus cabellos de pie bajo la ducha.
Se acercan los días más breves del año, ¿cuál es el enigma de la
mañana? Tal vez su bondad de horas por delante; las esperanzas
le pertenecen, tiene una colección de ellas.
Sus venas a velocidad crucero la atraviesan lo mismo que esas
gotas y la devuelven ligera. ¿Y si resbalara? ¿qué de sus tímidos
huesos? Creemos en la fragilidad aunque de ella nada sabemos.
Cierra el agua y por segundos el vértigo la invade.
Qué inocentes todos antes de este miedo.
Amigas
Para vos, ¿quién esconde bien bien?
Quien olvida.
Escrito en una pared
Hay quien se apacigua a la sola vista de una arboleda después de la lluvia y hay quien se calma con ver un puente. Esta muchacha, llamada a elegir, aprecia bien el puente. Además es capaz de cruzarlo aún noches torrenciales; y miren, viene en ayuda de los aislados.
Se toma de las débiles barandas como bailarina de la barra.
Hamamelis
Una mujer a punto de cortar una rama
para bien del mundo
para el bien infinito de sus días.
El corte ha de ser perfecto
y no malherir.
Un saber antiguo
que asegura el altivo rosedal.
Un papiro de ilusiones
las manos, jamás desterradas.
Venas azulverde.
Todo se mide en espinas, en tiernas hojas.
Cuando se acerca y el tallo tiembla y la flor se sabe
ya muerta no hay dudas,
quien otorga la vida
ha instruido a esa mujer en este gesto.
Cada día se repite la intemperie de flores y árboles olvidados.
De La coleccionista (2010)
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