María Eugenia Ramos nació en Tegucigalpa, Honduras, en 1959. Estudió magisterio y fue dirigente estudiantil en los años 70. en 1978 obtuvo el primer premio en la rama de poesía en el certamen literario «Independencia Nacional», auspiciado por el Banco Atlántida. Su poesía está reunida en su libro Porque ningún sol es el último, Ediciones Paradiso, 1989. Su obra ha sido incluida en una antología bilingüe francés-español de poesía hondureña publicada por Ediciones Patiño, Suiza en 1997. Ha participado en numerosos encuentros de escritores e intelectuales centroamericanos y mexicanos. Asimismo, participó como narradora del Simposio de Literatura Escrita por Mujeres en América Latina, realizada en Guadalajara, México en 1993. Tiene un libro inédito de cuentos Una cierta nostalgia.
De este país y de estas gentes
Como un norte helado y cruel
el dolor ha caído brutal
sobre este tiempo
y estas gentes.
Las tierras ávidas,
las mesas de trabajo,
las mujeres encintas
han desaparecido bajo una lluvia sucia
de hojas disecadas y animalitos muertos.
En todos los pasillos
cientos de espejos rotos
reproducen el polvo.
A juzgar por la imagen que devuelven
ningún hombre está sano.
Sólo aparecen rostros incompletos,
ojos llenos de furia
de tanto repetirse,
bocas incapacitadas
para el beso,
frentes donde todos los pensamientos
mueren sin pasar de embriones.
El odio se distribuye en panes
por las mesas.
No hay sitio para la sal
y el café de las mañanas
tiene un sedimento amargo.
Son los pobres de luna,
los mendigos del ojo solitario,
los impotentes,
los maniáticos,
los que hoy deciden
sobre la restauración de catedrales,
el curso de los ríos
y la conveniencia del amor.
Estar vivo
y ser de este país
y de estas gentes
no es alegre ni triste,
sino necesario.
Ser fiel a las raíces,
seguir creyendo
en la posibilidad de la esperanza,
es el único modo de sobrevivir
a la miseria de este tiempo.
Una aurora alambrada
La fragua La fragua es dura.
Nos calientan al rojo vivo
y nos golpean sin misericordia.
Bajo el martillo
apretamos los dientes.
Sentimos que la carne
se desprende de los huesos,
nos estiran los nervios,
nos arrancan las vísceras
de sus cavidades.
Pensamos haber llegado al límite
del dolor
o del goce,
de la soledad
o de la borrachera.
Y al otro día
de nuevo nos estremecen
el vacío,
la miseria
y la grandeza humanas.
Somos un poco más libres
porque ya no nos angustia
la pureza.
No nos atemorizan tanto
el sufrimiento
ni el deseo.
Una piedra se estrella
contra el muro
en la noche.
Estando enamorados de imposibles
aseguramos el pan
de los días inéditos.
El túnel
No hay Dios
ni tierra prometida,
dijeron los arcángeles.
Nos han prohibido el paso
en este túnel.
(Se respira un polvillo de cristales
y en el aire
arde una mariposa extraña.)
¿Quién levantó este túnel,
quién lo hizo oscuro
como el miedo
y le colgó a la puerta
este desconocido pájaro?
Son infinitos los mundos,
dijeron los arcángeles
y en todos
la ansiedad tiembla descalza
como una niña ciega.
De todos los temores
el de la soledad
es el más grande.
De todos los dolores,
de los remordimientos,
de los dones.
La soledad es nuestra fuerza,
dijeron los arcángeles.
Con ella
romperemos el túnel.
Andaremos el túnel
para llegar a ella.
La perderemos
para pasar el túnel.
La encontraremos
en el túnel.
Romperemos
andaremos
llegaremos
perderemos
pasaremos.
¿Encontraremos?
ELEGÍA
No mueras,
te amo tanto.
César Vallejo
Aunque sea igual que siempre
y quisiéramos decirle a un ser humano
"hermano, te amo tanto"
cuando ya no puede escucharnos;
aunque la impotencia nos convierta
en árboles vacíos
igual que si un rayo nos tocara,
quién sabe cuánto tiempo
andaremos buscando,
regando los rincones
como si esperáramos
que germinen semillas,
hasta que un día
nos deslumbre la certeza
de que ellos están vivos
y nosotros somos los muertos.
RETRATO
En este país
vive un viejo de ochenta años,
enfermo, casi sordo,
lleno de rituales y afectos.
Con su andador de niño
va de su cuarto al comedor,
pelea con su mujer y con las nietas,
va al patio, regresa.
Desde su escritorio
sueña con un país mejor,
el verdadero,
se conmueve, se indigna
y con la furia de su espera
lanza páginas en llamas
contra los enemigos de la Patria.
LA LLAMA ETERNA
Cuando esta llama explote
dejará de ser luz
y se hará fuego.
Un viento fuerte
barrerá las llamas de las velas.
Regresarán las ramas secas
a la tierra,
se agrietará el planeta
y un volcán amarillo
será todo el continente
hasta estallar
-fogonazos de sol,
cristal fundido,
lava a presión bañando el cielo-
para que no se sepa
qué color era el mar
y se olvide la medida de la noche.
Después lloverá
como en la biblia,
se inundarán de pájaros los patios,
despuntará lo verde
y será eterna
la llama del amor que será nuestro
como el pan de la tierra liberada.
UNA LARGA PLAYA
... la larga playa de la espera...
Gioconda Belli
Hermanos, de ustedes
yo no conozco nombres,
ni la forma de andar,
ni los amores grandes o pequeños.
Sólo esta muerte,
esta estrella incendiada
que me arde desde lejos,
esta ola de sangre
que me empuja
contra los arrecifes
de tiempo y agua.
Estoy aquí,
obligada a guardar la verdad
avariciosamente
para mí sola,
aunque ustedes me enseñaron
que es necesaria para todos
como el pan
y la luz de los domingos.
Siempre nos han vendido promesas.
Al fin hemos aprendido
que la felicidad tiene su plazo.
Con la sangre de ustedes
hemos pagado la primera cuota.
RIESGO
Asumir la ternura
como deber histórico
es igual que volver
de un largo viaje,
mirarlo todo,
probar el temple
de la carne y el alma,
identificar el olvido
con la muerte
y decidir quedarse
quedarse
quedarse
y transformar
el corazón vagabundo,
hacerlo sólido,
creador legítimo de estrellas
aunque se rompa en el intento.
(Para vos, hasta tus lejanías)
EL OTRO LADO DEL MAR
Vos te fuiste en agosto
y no supiste nada de la estrella
que me bañaba por dentro,
ni de las multitudes
que de noche
me quitaban el aire para respirar.
Vos te fuiste en agosto
y me dejaste armando situaciones,
patentando rompecabezas
y resolviendo problemas de ajedrez
para seguir amándote.
Porque creo en mi pueblo
estoy en guerra.
Porque creés en tu pueblo
estás en guerra.
Porque estamos en guerra
me enamoré de tus virtudes
y vos de mis defectos.
Supe
que hacer la revolución
es ser paciente
para anudar
uno tras otro
los recuerdos difusos
las conversaciones inconclusas,
los silencios rotos,
el agua derramada,
los años perdidos,
la tierna infancia,
el trabajo duro.
El amor.
Simplemente.
Te quiero.
Me da lástima sólo
que no sepás
que con todos mis defectos,
y aunque resulte paradójico,
estoy mucho más cerca
de mi pueblo
para encender las puntas
de su estrella.
*Porque ningún sol es el último, Ediciones Paradiso, Tegucigalpa, 1989.)
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