ANA MARÍA PEDERNERA
Nació en Del Carril, Partido de Saladillo, Provincia de Buenos Aires, Argentina el 15 de Febrero de 1956.
En la actualidad vive en Lobos, Provincia de Buenos Aires. Es Profesora de Historia y Ciencias Sociales.
Ha publicado los libros de poesía:
-“Hay que morirse menos de distancia”, Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2004.
-“Balada de la habladora”, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2006.
-“Ensayo sobre la angustia”, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2009.
-“Pampa Mar”, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014.
-Integra con otros 11 poetas la antología “Voces de la llanura”, Editorial Tahiel, Buenos Aires, 2016.
Narrativa: “Relatos tan breves como posibles”, Ediciones Hespérides, La Plata, 2012.
Esta obra recibió el Primer Premio en Cuento en el IX Concurso Internacional Hespérides de Cuento y Poesía en el año 2011.
Recibió en 1978 una Mención Especial en los Jeux de la Latinité en Francia. Posteriormente varias distinciones a nivel nacional, entre las que se cuentan haber resultado finalista en el año 2008 del Concurso Macedonio Fernández por su poemario aún inédito: “Informes de concurrente”.
En el año 2013 fue invitada a participar en una mesa de lectura en el V Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, realizado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
De “Hay que morirse menos de distancia”, Edit. Vinciguerra, Bs. As., 2004.
INFANCIA I
Tuve ante mí la pampa entera,
vi sobre ella jinetes que salían
del cañadón sombrío;
galopan todavía entre mis cejas.
Giré con los molinos obedientes
al ventarrón propicio.
Entonces, yo jugaba con el barro
y armaba el universo
provisorio,
en él había espacio para todo
menos para el desapego
y las infamias.
Ejercité también la letanía
de una canción de olvido
y de tapera,
vuelta la espalda
al contrafrente rojo del ocaso
(el hilito de voz como un enigma).
La infancia es más que un grito,
perturba,
hace señas desde un lugar vacío,
proscripto por el tiempo
y sus cerrojos.
INFANCIA II
Latidos de relojes demorados
impusieron pavor
en la planicie.
El tiempo era una cuerda,
la saltaban los otros
en el patio de tierra engramillada.
Desde el borde proclive
al desbarranco,
marchaba en un triciclo mi premura,
tratando de alcanzar
lo inalcanzable.
En ese mismo espacio
pené por la muñeca accidentada,
trenzas de lana, estómago de mijo.
Ésa fue una muerte decisoria;
después vinieron otras
más rotundas.
Que lo digan mejor las madrugadas,
allí los gallos nunca fueron tristes,
la tristeza era mía, no lo supe
hasta que la excepción
pronta estuvo a confirmar la regla.
La infancia es sólo un grito,
alarma, nos previene,
se arrincona en la sombra
y se resigna.
SALIDA
Debe haber
algún modo de salirse
del enmarcado cuadro
que sostiene
los bordes dilatados
de la pampa.
Una manera habrá
de armar con precisión la retirada
cuatro leguas al sur
y dos al este.
A riesgo de manchar
el suelo intacto,
hay una forma, sí:
dejar el corazón
sobre una loma
con tal que los caranchos desayunen
un puñado de fibra
irreverente.
De “Balada de la habladora”, Ediciones del Dock, Bs.As. , 2006
I
PROCEDIMIENTO
Si la habladora hablara
vaya y pase
pero hete aquí que torcida la lengua
hacia el túnel oscuro de su boca
no tuvo más remedio:
encendió el mecanismo abrió el teclado
untó en seco la yema de los dedos
(no vaya a ser que parara la sangre
el recorrido).
Ahí estaban las célebres grafías
una pregunta le ganó el carácter:
¿para qué servirán las letras solas?
Y ya no pudo más
tensó la espina la dorsal desde luego
prolongada.
Tragó saliva en táctiles preludios
(no vaya a ser que dijera
lo que saben)
ensayó el corazón por lo que fuera
domesticó el instinto con las manos
le dijo adiós a la pasión sombría
y se puso a escribir de todos modos.
Nadie sabe por qué
rompe silencios
con rumor de palabras ensambladas.
III
DECLARACIÓN DE BIENES
La habladora
dibujó un redondel en la pizarra
centró un punto en el círculo preciso
para demostrar sus posesiones:
“Ésta soy yo –dijo- y lo demás el mundo
(el auditorio cabeceó sin ruido).
Me tengo a mí no sé hasta cuándo
pulpa rabiosa enflaqueciendo a veces
asumo apenas una voz estrecha
que me ha de acompañar no sé hasta dónde.
Al lado mío están los argumentos
con ellos conjeturo no sé cómo
y después la escritura
un tanto enclenque”.
Dicho lo cual metió sus manos
en bolsillos de pánico y hondura
(el auditorio estaba ya dormido)
por eso nadie vio
cuando mostraba versos
cosidos con vocablos rigurosos.
XV
CRIADERO
Ser habladora es empollar
las voces
que alguien degollará,
romper el cascarón, facilitar el agua,
prender la lumbre, acomodar los picos,
disponer la ración
y evitar que se desbanden las polluelas.
XVI
MATADERO
Carne de matadero
más sangre que tendón
más arterias que músculos
animal enfilado al sacrificio,
eso es la palabra
cuando con boca de habladora
arreo una que otra
hacia la manga del oído obtuso.
De “Ensayo sobre la angustia”, Ediciones del Dock, Bs.As., 2009.
INICIOS
Cuando la angustia nace
es pequeñita,
gatea sobre un patio de ladrillos,
me alcanza, sube intacta por la espalda.
Es que mi hermano
termina de anunciar
la infausta nueva:
los pastos, el agua y los camellos
deben ser desterrados
de nuestro paraíso.
Él mismo ha presenciado
con el alma asombrada
y prematura
cómo bajaron del escaparate
para envolver
en un papel de estampas,
la ilustre batería de cocina
(cacharritos rojos y amarillos),
que me trajeron hoy
mis padres magos.
Ahora habrá que cocinar
el mundo amargo.
Se enarena el oasis
de la niñez entera
y no hay llanto
que alcance a humedecer
ese desierto.
SEGÚN ESA CANCIÓN
La mulata presume,
abre la boca
para entonar su acento de cubana;
sus dientes, azúcares violentos,
endulzaron el té
allá en Miami.
¡Qué rico, chico,
la vida es una fiesta!
(y five o´clock), hace un gesto desmadrado.
No importa,
los saxos o trompetas (no distingo)
atronan otra vez.
¿De qué angustia me hablaron?
Aquí la adoran.
La mulata retoza en el proscenio,
la cadera repica
ya gastada.
Quiero creer en el sol que me promete;
según su áspera voz
nadie está solo.
Explíquenme por qué
si esa canción es cierta,
abatido es el brazo
cuando intenta abrazar
un saco oscuro
que va tan libre
sin el hombre adentro.
MALENCUENTRO
Encontrarse no es poco,
hay tanta gente allí
errando ajena.
Esquivo cuervo
planeó fugaz sin miramiento alguno,
parco hedor sopló desde su pico.
Cruzados fuimos
en virtud de profecías
que eligen sus actores
en las sombras;
gorgeó una historia
de bandada
en franca dispersión.
¡Ojalá que el pasado
fuera nuestro!
Hundí la mano
en el plumaje espeso
del pajarraco mustio;
no alcanzó a retener
esa caricia,
nos distanciaba octubre
ineficiente
(la primavera muestra esos desplantes)
y nos volvió a reunir
la desmesura
de unas palabras pobres
que no encuentran
camino de regreso a la garganta.
ENSAYO SOBRE LA ANGUSTIA
I
(Presentación)
Entra
mantiene la amargura entre la boca
no pregunta si somos competentes
y se acuesta a dormir a nuestro lado
mira
mete el dedo en la llaga penitente
revuelve allí hasta encontrar el grito
sonríe de placer como una vieja
escucha
hace gestos de puta sin sonrojo
se levanta al amor que conquistamos
y lo devuelve siempre insatisfecha
canta
ejecuta con cuerdas inflexibles
una tonada al borde de la cama
pero no llorará porque no sabe
saluda
toda vez que ensayamos eludirla
traspone los umbrales de la duda
y no la vemos más hasta que guste.
ENSAYO SOBRE LA ANGUSTIA
II
(Conversaciones con ella)
Comadre, mire que el fruto del dolor
madura solo,
no necesita madrinazgo alguno;
no pretenda rememorar siquiera
algún tiempo más noble ya olvidado.
Su incómoda conciencia
debería
limpiarse con el sueño.
¿Por qué no repite conmigo hasta el cansancio?:
“A esta mujer ya no, le dimos duro,
a esta mujer ya no, tuvo bastante”.
De “Pampa Mar”, Ediciones del Dock, Bs.As., 2014.
NÁUFRAGOS EN SECO
Hambrientos de extensiones
pusimos nuestros pies
con forma de ancla
en la ciudad de navegantes
malheridos por la furia del oleaje.
Somos, con suerte,
marinos con olor a desaliento;
nos rodean extraviados petreles
que anhelan la carcoma que soltamos.
Ahora,
Crecen escamas en lugar de piel
(bata iridiscente con que cubren
algunos seres, su frialdad de peces).
Ahora,
en vez de mar, esta llanada
y un pliegue de recuerdos
deshilacha las últimas certezas: arruinado el navío,
apenas queda un ojo de buey
que mira sin ser visto.
¿Cómo será el dolor que no se grita?
¿Parecido a la ausencia de un destino?
SALVAMENTOS
LOS MÚSICOS
Cuatro o cinco tal vez
(algunos más acaso),
desprendidos del mástil que cedía,
flotaron hasta el centro de la plaza.
Cada uno le asignó causas disímiles
al portento de haber sobrevivido:
el guitarrista, por ejemplo, adujo
que el oído de su noble vihuela
no se llenó de mar;
el violinista defendió una teoría
casi imposible, el arco le sirvió de puente
entre la desesperación y tierra firme;
el bandoneonista aceptó haber recibido
(para aguantar)
el aire de su fuelle en los pulmones;
el hombre del teclado
dijo que lo rescataron dos canciones;
el de la quena en cambio,
alegó de la caña, obstinación
por volverse a acompañar al pueblo.
LOS POETAS
Eran los menos indicados
para salvarse
pero…
la casualidad vino a auxiliarlos
con un fuera de borda
tan frágil como soplo.
Los testigos directos
coinciden con las crónicas:
al pisar tierra firme
chorrearon de sus bocas
los versos más sublimes.
Eso sí, están desnudos,
mostrando a la intemperie
cuán pobres han quedado
con una idea atrás
y otra adelante.
Además,
hay quienes los acusan
de intentar el periplo por su cuenta.
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Selección de textos de la autora para poetas siglo XXI
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