jueves, 20 de junio de 2013

ALDO MAZZUCCHELLI [10.126]


Aldo Mazzucchelli

(Montevideo, Uruguay, 1961) Poeta, escritor, ensayista y músico. PhD en Letras por la Universidad de Stanford. Ha publicado poesía y ensayo. Premio Bartolomé Hidalgo 2010 a mejor ensayo histórico por La mejor de las fieras humanas. Vida de Julio Herrera y Reissig (Montevideo, Taurus, 2010; 2d ed. Punto de Lectura, 2011). Sobre este mismo autor es además responsable de otros dos trabajos: Julio Herrera y Reissig. Tratado de la Imbecilidad del país por el sistema de Herbert Spencer (Montevideo, Taurus, 2006) y Julio Herrera y Reissig. Prosa fundamental. Prosa desconocida. Correspondencia (Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, 2012).

Su poesía ha recibido numerosos premios y distinciones, es incluida habitualmente en antologías de poesía uruguaya contemporánea y ha sido traducida al inglés, sueco y portugués, publicada en Brasil, Estados Unidos, Suecia y México. Ha sido profesor en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown (2007-2014). Actualmente es Profesor Titular, Grado 5, en la Facultad de Humanidades, UdelaR, e Investigador Asociado de la Universidad ORT Uruguay. Editó Insomnia, suplemento cultural de la revista Posdata. Es uno de los cuatro integrantes (junto a Amir Hamed, Gustavo Espinosa y Carlos Rehermann) del espacio Interruptor.

Libros de poesía publicados por el autor: Automovilistas antiguos. Publicación parcial en Premio 12 de Octubre. Concurso 1982. Arca ed., Montevideo, 1982. Fotografías, paisajes. Publicación parcial en Antología ’83. Imago, Montevideo, 1983. El río desconocido. Casa de Cultura, Montevideo, 1988. Después de 1984. Arca ed., Montevideo, 1989. Ánima. TAE ed., Montevideo, 1990. Las ideas fijas. Ediciones de la Pluma, Montevideo, 1993. Wysiwyg. Artefato ed., Montevideo, 2004. Retahíla. Poesía 1982-2015. Estuario, Montevideo, 2015.





LOS YNDIOS CHARRÚAS

A Fernando Loustaunau


ESTAMOS HABLANDO CON PRECISIÓN
de los seres nombrados que
               “discurrían vagos por este pays”
limitado por unas piedras húmedas al sur
y después
                 un alambrado de siete hilos al noreste
(que toquetea el viento a lo largo)
a continuación del cual da comienzo el Brasil.

la esencia lamida de los yndios
puro papel con nervaduras, extirado
en el salto oscurito de una china
en un pie sobre el otro en Hospital
y decidido a borrarle las huellas
(no encontrar su odio):
                   estro que queda en un harapo lúgubre.






USABAN FALDITAS DE ALGODÓN
para taparse las vergüenzas
del ombligo a las rodillas.
cada uno, y que se hable de los suyo
- no es lo mismo que mirar
las plantitas autóctonas del y t a p e b y -.

cada señor estudioso del alma ajena
y que el espejo refleje tal parte de la líquida luz
- no es lo mismo que estar
en cuclillas en la cuchilla más al vueste.






LA VENTAJA DE HAVER SIDO YNDIO
en Uruguay:
la inexistencia. Pedacito de hoja
ceibo cedrón algarrobo aruera
tala espinillo espartero coronilla
ahí es donde el alma ahuesa
el cuerpo afila
ay van los muertos en la procesión.
individuos ignotos
cualquiera idea acerca de los yndios es pecado
salvo respirar la misma costa larga y lenta.







TRÁGICA FILOSOFÍA PLATENSIS
especificada siempre a lo ancho
curva envuelta en aire blanco
lechosidad de la provincia de pasaje.
usted que viene aquí siempre van para otro sitio
aquí me quedo mirándole
más móvil que nosotros pero ahíto de ideas.
por esta parte respiramos la aruera
nos hartamos de inconsútil veneno
específicamente en comunicación con la crucera.








NINGUNA NECESIDAD EXPRESIVA PARTICULAR
puede justificar la música
otro reino al entrellamarse del filo
rimbombar de dientes en la sub
repticia noche, che india china clara
al otro lado de un río inclinada
edificios que vertical verga envaínan
a la casta insonoridad del horizonte
oh la llana insubstancial platense.







GRIMA 

(tangos) 

A Roberto Mascaró 

Tango triste, tango rante 
De mis tiempo’e caferata 
Que hiciste de esta vecina 
Mi hermanita espiritual 
Roberto Fugazot 


SE ENCIENDE LA LUZ DEL CANYENGUE 

Se incendia la tarde merina 
Calzados de fusil al ceño 
Discurren con sisas de mina 
Entre los tientos del amor de fierro 
Y el San Cristóbal que está en la hornacina. 
Es ese un santo de calpestar mestre 
En una piedra pobre como ruina 
Que desecada de una historia flaca 
Acarreó al Salvador de acá a la esquina 
Y allá le encomendaba sin decirlo 
La turba equívoca de las camisas 
Que onduleteaban en la tarde inmensa 
Agarrotado cric cric de semillas. 



ENTRE LA QUIEBRA Y LA CIMA 

En el abra de un dos ojos 
Hesité entre bambalinas. 
No era yo el que en las narinas 
Embicaba los eufores 
De tus carros de colores 
Demasiando en gigas finas. 
Y cursando tus fulgores 
Te despaché a la glicina. 



LLENA UN PAÑUELO DE SEMIENTE OSCURA 

Que argumentaba seca todavía 
Era preciso que eso siga siendo 
Esta mujer esta vieja esta niña 
Resta hacia atrás el precio de la espera 
Se deshilacha un alumbre de cintas 
Piden perdón a la súplica ardiente 
Entre la iglesia y el rancho de citas 
Allá es el ruido y el después no supe 
Allá es el logos que espianta la vida; 
Suben los humos de los condottieri 
Que se empujaron ciegos a esta villa 
Donde a patadas el humo los cimbra, 
Donde a pedradas la niebla los chilla 






MUSA GANGOSA DE LA RADIO PÚBLICA 

Que cierra tablas sobre lo que fue 
Himno al pasado de palabras de otros 
En el poniente de la luz quinqué 
Lo que no pacta con palabras huecas 
Inge la cúrcuma en tu grumolar 
La que viniste subiste bajaste 
En hace tiempos de azucena y dar. 
El punto cárdino de puntos lúgubres 
Que se hace vuelta al calar de la luz 
Y se hace o se hizo en la noche desierta 
Si al cabo aprietan, en ofrenda chirle, 
Sobre el rasito de milonga fina, 
A las eternas percantas del tiempo 
Que se inclinaron para hacérselo.






SI HABIENDO UN VIENTO COMO EL DE ESTA TARDE 

Hiciese falta atrabancar gimiendo 
La tarde en que el desastre se hizo alarde 
Y se estancó en grimorio el vencimiento 
Entonces ¿qué quisieras Catalina 
Que se armase después de tanto pasto 
Que se canta y se quema a media tarde 
De muertos caminando con sus tablas? 
Tumbados por el viento que es la siesta 
Que es el derrape en múltiples colinas 
Que es la raspada de milonga fina 
Que son los cuentos y la vieja mina 
Que es la que cuenta cuando es humo seco 
La que es visajes de incendio en la dormida.




De Retahíla (fragmento)

entre las hileras de ramas a la calle
la tropa de días que se arriaba callada
iba moviendo la tarde infinidad de aires
oído agudo, criatura negra
todavía se sacude la rama negra,
aire con piedras y eucalyptus
espinillar verdinegro
el tren de fierro se oía pasar
sierras altas con montes de eucalyptus
negros vacíos plomadas
crestas de piedra, arroyos blancos
caminos que se bifurcan en calma
a ninguna parte, ramas grises y tupidas de cedro
se agitan en el cielo de tormenta
con ritmo de escoba sagrada
camino al Marco de los Reyes
ramas muchas y oscuras, palabras
que no tendrán nunca el mismo valor
estructuras vacías que componen la vida

buscando leña antes que se haga noche
la sombra se le dobla y cae
mojando el pasto cabe el molle ceniciento

crujir de madera una tarde de invierno
o cuando por un camino
de madrugada papelea el murciélago todavía
sobre la tierra negra, y atrás del monte
empieza a encender la vela nublada
la alborada confusa
los bichos que parpadean
sobre el borde pedregoso de la sierra lejana
el cartel de madera azul pintada
los pinos barbilargos
el latido del sol en el agüita
por el desorden introducido en los ojos
no paisaje: lugar de huesos
sobre el maíz, sobre el plantío desgarbado
más acá de la sierra, sobre la sombra
hacia el cerro Catedral
negras bandadas articuladas vuelan

río marrón donde un dios deteriorado canta;
cañada en el pasto fino
silabeando en plata el hilo

construir una ruina discreta
ojo de piedra observando, girando

en un cono de arena al través de las edades

para alcanzar una relación, la palabra de alguien,
lejos la ladera verde y gris que reverbera manantiales
hay hierba en las hendiduras de las tumbas
un cantito humilde y persistente
se ve cómo conversan el agua y el hierro
a lo largo de carreteras y caminos el agua tosca
viernes santo lloviendo, llueven nubes paganas
de los griegos
el sol egipcio en la niebla igual labra geométrico
junto al cadáver del automóvil incendiado
bajo toldos varios y entre armas imprecisas
más o menos herrumbre de la patria
y el ganado perdiendo la mirada en cosas sin sentido
ondulamiento adrede de las crestas de los Caracoles
en el sinuoso territorio se estaba, sentimiento sin piel

campos de Carapé con cerros viejos y viejos habitantes separados;
carretas negras andando en la noche sobre piedras las ruedas, fogonazos

acampamientos ruinosos tomando el agua pura
de la cañada que baja de semanas anteriores
soñé con una cara triste que me miraba
ni el recuerdo oscurecido de los ceibos
ni el sonido de los huesos al golpear las piedras del camino
en la luna pizarra de Molles de Aiguá
del bajío a la sierra el papirotazo, el repentino escándalo
de la aurinegra bandada de tordos de bañado
hay un alambrado de siete hilos que atraviesa la memoria
lo que se quiere oculta con siete telas
el enjambre de los pensamientos
pasos que conducen a un barro un arroyo
muros marrones derrengados
un perro se acurruca en circulares pensamientos
bajo la luz de la luna indiscutible
que está en los cielos y en los charcos del pasto
hubo un campo
y un maizal que al atardecer se me inclinaron

los recuerdos y el olvido zorzales y comadrejas habitantes
de tal tarde
y tal mirada serena

las perdices plateadas que recuerdan
ojos acuosos desordenados del ganado en los campos de perlas de rocío
en las hojas que piensan del laurel y el desordenado verde del romero
las cosas que terminan y comienzan
la barbarie de un hombre que apedreaba unos perros
los trenes como discurso de picapedrero muerto
bandadas azules o negras en el cielo azul o negro
cuando el tordo y cuando el cuervo
dibujando escuálidos jeroglíficos
en lengua lejana los trazos amargos, el campo ciego, el pasto
las diferencias de cuna y nacimiento los baldíos desconformes
el sonido de cristales en el balde
las voces en la siesta bajo bolsas de arena húmeda
las ideas hiladas dulcemente por los echados perros solitarios
tornasoles perdices que recuerdan
todo en un triste camino latitudinal

fotografía de hermosas sepulturas, sonidos son lo cierto aun en la duda,
se escuchan cazadores a lo lejos

y amontonando vísperas
el recuerdo de Carapé como una catedral
insólitamente abandonada
sin poder moverse tendida en el campo animal marino
tendiendo las palabras, único sobreviviente de esta memoria
desde el seco líquen
al sur de los caminos
donde canta y se pierde la fecha de mis años
monte, luz, follaje de los ecos
hoy ovejas prehistóricas pregonan
el campo medieval de Mataojo
el campo medieval de Carapé
con la gente callada con las botas de potro
en el horno de cal el polvo sueña
pasa el hombre de céspedes eternos
en el sentido de los muertos cavan para maíz y se entierran
duerme la tierra blanca y las porteras cuidan
resecas cerradas perdidas
duro campo tendido en su edad media
duerme también el cielo echado en pasto

se separan por alambres el camino y las ovejas muertas
en la lúgubre baraja en los tientos ociosos
el peón cabalga entrevero de cerros paz y viento [...]





De El Entresijo

4

Dónde habrá quedado el corrimiento aquel. Lo trabajamos
con el Lito y la Sandra por frente y perfil, para que no fallase
en el encastre. Por General Flores a la izquierda, yendo, la
puerta más ancha te acomoda de perfil, pero tres de alto,
hechas para comunicar lo espiritual. No se trata de entrar
ni salir sino de girar la cabeza. Ajenjos de carpintería, olores
celestiales que te hacen un agujero en cada pulmón, donde
se rellena a viruta. Ahí al fondo del corredor está el depósito
de trenes lleno hasta el tope, vías que no terminan pero
se curvan y no viste más, cinc de las dos maneras, vertical
como de decisión tomada y horizontal como de Orlando
del raterío, pa resbalar largo con la lluvia y caer como un
copo en los yuyos eviternos, ordenados continuamente por
un loco. En estos paisajes traseros cabe alguna diagonal,
pensada por un político coloreado para parecerse al mundo.
Hay algo tangueramente derrapante en ese fracaso que nos
azuza y nos desespera.



5

Entonces, ¿sirve el gaucho? ¿besa? ¿amorrala? ¿se sucede a sí
mismo como una exhalación? ¿es de buen andar? ¿trabaja
con la hembra? ¿usté lo conoce de mentas? ¿ha visto? Le doy
esta serie de preguntas, pero tengo otras tantas y cien series
más para darle. Igual no entendería quien no hubiese esta-
do. Clavado en la neblina de una mañana más o menos por
Illescas, o Mansavillagra. Mitad de camino. Todo el piso es
una telaraña sola, tan blanca que lo verde del pasto parece
nieve escocesa. Del piso helado sale humo. Hay una eviden-
te cercanía entre whisky y criollo, que el tango no compró,
ocupado como estaba en llevarse todo puesto, rodillas, ca-
suchas, amor, gente, odio y compartimentos. Solo respetó el
respeto el tango —y de ahí que no se lo pueda derrumbar.
El tango le hace un ocho a todo menos a lo que respeta. Ah,
pero ese no derriba. Y ahí los tiene. ¿Y el gaucho, entonces?
El criollo, ¿dice?


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