sábado, 8 de junio de 2013

BLAS MUÑOZ PIZARRO [10.062]


BLAS MUÑOZ PIZARRO
(Valencia, 1943): Profesor de Latín. Licenciado en Filología Hispánica. En 1971 obtuvo el Premio Nacional de Poesía «José Antonio Torres». En 1975 fue incluido en la antología Un siglo de poesía en Valencia, de R. Bellveser. Publicó en 1981 Naufragio de Narciso [1971-1973] becado por el Ayuntamiento de Valencia. Ha permanecido luego en silencio poético hasta el año 2007, en el que reinicia su obra literaria. 
Finaliza entonces La mirada de Jano, Premio de Poesía “Paco Mollá 2008” del Ayuntamiento de Petrer (2009).

En estos últimos años ha sido reconocido con numerosos galardones, entre ellos el Premio “Pedro Antonio de Alarcón” (2008), el Premio “Fray Luis de León” (2010), el Premio “Memorial Bruno Alzola García” (2011), el Premio del Certamen Literario de Poesía de Alfambra (2011), el Premio “Alcaraván” de Poesía (2011) o el Premio  del Certamen “Maxi Banegas” (2012), y ha sido finalista y accésit de los Premios del Tren 2008 “Antonio Machado” de Poesía. Ha sido igualmente finalista, en certámenes para libros, del Premio Loewe de Poesía (años 2008 y 2010), y de los Premios “Jaén” (2010), “Ciudad de Badajoz” (2010, 2011 y 2012), “Dionisia García-Universidad de Murcia” (2011), “Ciudad de Mérida” (2011) y “Bienal Provincia de León” (2012).

En El limonero de Homero (2010), El limonero de Homero II (2011) y El limonero de Homero III (2012), libros compartidos con sus cuatro compañeros de tertulia literaria, reúne algunos de sus poemas premiados. Además de los libros ya citados, sus últimas publicaciones son: el poemario El que silba entre las cañas, Premio “Poeta Juan Calderón Matador” (2010), el relato La caracola (2011), Primer Premio de Relatos del “Concurso Literario de la UDP 2007”, La herida de los días, Premio de Poesía “Miguel Labordeta 2010” del Gobierno de Aragón (2011), Viva ausencia, Premio de Poesía “Ernestina de Champourcín 2010” de la Diputación Foral de Álava (2011), La mano pensativa, Premio del XXVIII Certamen de Poesía “Ángel Martínez Baigorri” (Lodosa, 2012), y En la desposesión, XV Premio “Flor de Jara” de la Diputación de Cáceres (mayo de 2013).

Con Viva ausencia y La herida de los días ha sido, respectivamente, Finalista y Ganador, en la modalidad de Poesía, de los XXII Premios de la Crítica Literaria Valenciana (2012).



POEMAS



PALIDECIDO espacio
de unos verdes velados
por unos grises fríos.
Solos, yo y un paisaje:
un camino entre prados;
la lluvia; y el silencio
del peso de las nubes.

La tenue veladura
que igualaba contrastes
fue luz y transparencia
bajo el pincel. Después,
los años extendieron
el humo de su espátula,
su pátina en el lienzo.

En su desolación,
la desnudez del cuadro
impregnaba la neutra
tristeza de la sala.
Mi presencia se hacía
necesaria al vacío,
como su negación.

A punto estuve entonces
de aceptar la renuncia
de quien se sabe herido
como el brillo del cuadro
por la usura del tiempo.
(Pero huí del museo.
Salí. Cerré la puerta.)

(De “La mirada de Jano”, 2009)




ESTACIÓN DE TÉRMINO
(Finalista y accésit de los Premios del Tren “Antonio Machado” de Poesía  2008)

Días hay con instantes no esperados
donde el afán ajeno se aleja de nosotros
y en la distancia permanece
suspendido.

El eco sólo de una voz,
la luz fugaz de una mirada
o un nombre de sonido indescifrable
reverberan de pronto en la conciencia
y se encienden por dentro
como esos gránulos de polvo
que en la sombra destellan
cuando un rayo de luz los eterniza.

Aquí, en el centro mismo de la prisa,
bajo el metal oscuro de un cielo abovedado,
nada sucede alrededor de mí
mientras sucede.
    Sólo ahora, como entonces,
en esta indefensión o en ese simulacro
con que otras veces vino a visitarme,
puede herirnos de nuevo el mortecino
fulgor de la memoria,
ese dedo de sal que hurga en la huella
de un dolor, de una ausencia, de un vacío.

Estoy en un andén al que he llegado
sin saber dónde ir, tan a deshora
que podría inventarme algún destino
con la urgencia impostada de quien sabe
que, a mis años, un hombre necesita
creer en un lugar al que llegar
para partir de nuevo hacia el olvido.

Estoy en un andén en el que estuve
silencioso y de pie junto a los míos
cuando aún estaban
cogidos de mi mano
sin poder impedir que se me fueran
cada uno en su tren,
siempre de noche.

Cada uno en su tren, como estas sombras
que por mi lado pasan sin mirarme.

Cada gesto es un nombre,
cada forma de andar, de ceñir la cintura
o de encoger los hombros
es forma de otra forma y es dibujo de un nombre:
disuelta en claridad, cada figura
se subsume en la distancia de mis sueños.

Rehenes de la luz que los recorta
contra una fuga de traviesas y raíles,
hacia su tren caminan los viajeros.
La embocadura ofrece al fondo
un sur de descampados,
un telón de desagüe de vagones y vidas.

Este tren va a partir y yo me quedo
de pie en esta estación
que es término y principio,
de todos los adioses:
lugar que sigue siendo símbolo de la vida,
metáfora del mundo, trasunto de la muerte.

Tal vez aún quede tiempo
para que, de la calle,
saliendo de las sombras, alguien llegue en silencio
y me toque en el hombro,
y me coja la mano como un hijo la coge
y me diga:
     “No es hora todavía
aunque es muy tarde ya.
   Vamos a casa”.

(De “El Limonero de Homero”, 2010) 





ESCRIBIÓ
el primer verso
como si fuera el último
y el último
fue sólo
una simple pregunta.

Entre uno y otro verso
hubo muchos silencios

y, a veces, algún signo
feliz

de admiración.


(De “El que silba entre las cañas”, 2010)






TRAS LEER A NERVAL

(Les chimères)

DECIR el blando aliento de la brisa,
el movimiento oculto y demorado
de las sombras, el hueco devorado
de la luz en la bóveda imprecisa

de la tarde (y callar la herida incisa,
el frío mercurial y derramado
del puñal del silencio, coagulado
cuando llega la noche y se improvisa

un poema que quiere ser albergue
de la esperanza fría que al fin arde
al borrarse la luz de la locura)…

pero hallar la tristeza que se yergue
por la brisa y las sombras de esta tarde
en los versos que escribe un alma oscura.






SEMANA SANTA EN GRANADA

Duele la noche a martirio
de lirio en un agua oscura.
Federico, con un  cirio

en su mano diestra, llora
al Jesús de la Amargura.
Con la izquierda, y a deshora,

abre y cierra un abanico
de versos y de arrebatos.

Algunos ojos beatos
inmolan a Federico.

(De “Viva ausencia”, 2011)






LAS NUBES

Pasan las nubes sobre el mundo. Van
indiferentes a su bien, ajenas
a su daño. Ligeras, casi inmóviles,
reproducen los sueños desprendidos

del hombre que las mira. Otras veces,
se extienden con sus párpados cerrados,
grises alas de un sueño ya sin sueños,
sobre el silencio oscuro de la vida.

Pasan las nubes bajo el cielo raso
de un cielo azul e inalcanzable. Son
rehenes de la luz, hijas del día.

En ellas contemplamos el destino:
llegar, libres sin serlo, a nuestra noche
en el flujo invisible que nos lleva.

(13 de enero)






EL OTRO NOMBRE DE LA ROSA

Se rompe lo más frágil con tan sólo
nombrarlo, y no hablo del silencio puro
que duerme en su cristal estremecido
como el agua callada del estanque

sino de la verdad, esa insistencia
que en cada cosa anida, inaccesible,
esperando su nombre, nunca dicho,
desde su propio ser, en su mandorla.

Cuando decimos flor, ¿decimos rosa?
Y si decimos rosa, ¿qué decimos:
la flor que, invicta, vemos, en su tallo 

o el nombre de un concepto insuficiente?
No sé, pero al decirlo nos decimos
(quien sólo dice yo, dice su nada).

(21 de abril)

(De “La herida de los días”, 2011)






LA MANO PENSATIVA

Escribo sobre el agua con mi aliento
y sobre el aire escribo cuando canto.
Sobre la tierra escribo con mi llanto
y escribo sobre el fuego cuando siento.

Con la sed de mi voz sigo sediento,
y con la luz del aire me quebranto.
Y caigo en tierra, y lloro, y me levanto
mientras arde en mi voz el sentimiento.

Aliento, canto, lloro, siento: y nada
durará de lo escrito en carne viva,
desnudo el corazón, tan mudo y ciego,

si no llega mi mano pensativa
y traduce, después, transfigurada,
mi voz en agua, en aire, en tierra, en fuego.





TENDIDO eléctrico.
Crepúsculo. Gorriones:
¡el pentagrama!






UNA flor seca 
ha caído de un libro
que te dejaste.
Señalaba un poema
que aún habla de regresos.

(De “La mano pensativa”, 2012)







MADRIGAL DEL POETA Y LA BAÑISTA
(Premio “Fray Luis de León”, Madrigal de las Altas Torres, 2010)

Brilla el sol, flor amarilla
que se desmaya en su cuello,
mientras lame el mar su sello
en el sobre de la orilla.
Qué delicada puntilla
va de la rodilla al pecho
y vuelve, encaje deshecho,
de su pecho a la rodilla
mientras finjo, en mi sombrilla,
que escribo (el mar, al acecho).






DEJARÉ DE FUMAR MAÑANA
Primer Premio de Poesía del V Certamen Literario de Alfambra (Julio 2011)


…la oscuridad, como un espejo,
nos devuelve la imagen que le damos

LUIS GARCÍA MONTERO

I
Después de un largo viaje en tren
y el rito acostumbrado de una tarde
que es ya copia de tardes olvidadas,
has recogido un premio, humilde por su importe
apenas suficiente para cubrir los gastos de este día,
y has leído un poema de retórica exacta y calado pequeño,
tras las palabras elogiosas
del concejal del pueblo que suplía al alcalde.

Has cenado, más tarde, ya solo, sin que nadie
compartiera contigo tu cubierto
ni el espacio vacío
de las mesas vacías
del comedor vacío
de este hotel despoblado.

Y ya en tu habitación, apagadas las luces y encendido el insomnio,
has cerrado los ojos como quien cierra un libro de frases malgastadas
mientras el mundo respiraba en el silencio
de un corazón nocturno y desvelado.

Al final, ya cesados los ruidos exteriores,
has abierto, descalzo, la ventana hacia el inmenso patio circular
que el verano, sin luna, no acierta a revelar ante tus ojos
bajo el toldo invisible de las nubes.

Y miras, aun sin verlas, a las otras ventanas
que, enfrente de la tuya, deshabitan la noche
con el silencio oscuro de preguntas
que ninguno te hace aunque tú las respondes.




II

Esta ventana abierta no es espejo,
ni río detenido. No es ojo, ni camino.
Es una pausa ciega en un paréntesis oscuro.

En su antepecho te desplomas
y los brazos extiendes hacia las negras aguas de la palabra herida
donde beben y mueren los caballos alados de la imaginación.

Presientes que algún día compondrás un poema desnudo de artificio
sobre este lugar hueco, sobre este nuevo vértigo
en el que se consuma la defenestración de todos los epítetos convulsos.

Y vuelves a mirar la nada…

La nada que se enciende, al otro lado, de repente. Una llama diminuta.
Un punto luminoso, de repente. Un ascua que se aviva o debilita
sin consumirse, al fin, en cada inhalación.
Un semejante.



III

Un semejante. Alguien
que, insomne como tú, acaba de encender
un cigarrillo en su ventana:

una luz sin certeza para nadie de otro nadie que ignora
que comparte su lumbre con tus ojos,
tus ojos que la miran como se mira un faro en un naufragio.

Y aunque a ti te conforta saber que no estás solo,
que hay otra soledad, frente a la tuya,
más desvalida aún por estar sola,
empiezas a sentir que tu mirada, aun oculta y culpable,
es la mirada nueva del que comparte todo si comparte su nada.

Y para darle, pues lo debes, lo mismo que te ofrece,
en la mesilla buscas el último paquete de tabaco,
la cajetilla que en el tren, mientras tosías,
dejaste sin abrir
con el firme deseo de dejar
de fumar para siempre.

Y enciendes, en la noche, una cerilla
mientras piensas de nuevo:

“Dejaré de fumar mañana”.


(De “El limonero de Homero III”, 2012)










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