jueves, 13 de junio de 2013

KEVORK TOPALIAN [10.071]


Kevork Topalian 
(Caracas, Venezuela  1969) es egresado de la Escuela de Letras de la UCV, ha publicado Lámpara de oscuridad, XVII edición del Premio Fernando Paz Castillo de Poesía, Celarg, 2008. Selecciones de este libro han sido incluidas en la edición de En-obra. Antología de la poesía venezolana (1983-2008) de Editorial Equinoccio, Caracas 2008, y en la Antología de poesía joven venezolana (LIU printing press, Beirut, 2009. Bilingüe). Ha publicado en la revista “Poesía” de la universidad de Carabobo (Nº 153, enero-junio 2011), entre otros impresos periódicos.



Celuloide

Acaecido, justo después del sacro aguacero
–helada lluvia de todo aquello que no pudo ser–,
veo pasar la silueta de un hombre por mi lado,
doblar la siguiente esquina y perderse calle abajo.

Y de golpe me doy cuenta de mi propia nada.
La misma de aquel hombre fugaz, que pasaba
como el recuerdo de cierto actor, a quien de joven
hace demasiado tiempo en un cine demolido vi;
disperso negativo, secuencia, aleatorio segmento
cinematográfico a contraluz, celuloide
en su infinito rotar y proyectar la imagen.








Llueve

Densidad de nube,
por un extremo, el más condensado
sobre la montaña y hacia el valle
desde tu corazón,
se precipitó en mi pecho.

Llueve

sobre el reino animal.
Verde festivo,
trochas anegadas,
árboles que dibujan
las formas del viento,
abstractos
genios pintores,
artistas en éxtasis.

Contempla desde su cueva
el instinto
del león,
húmedo el rostro,
húmedo filósofo,
¡uno con el enigma!

La saeta
del águila
hiende el aire como un juez;
no admite divagaciones.
Nada en el agua, el pez
–observa.

Asistes
al fundamento del instinto;
el arraigo,
objeto perdido,
raíz que se hunde
serenamente,
en paz.








[Fragmento]

Irrumpe un llanto, se agudiza,
deviene con ronco lamento,
dueño en la noche hasta el aullido
–entre risas– hasta el infierno,

la metamorfosis del hombre
en manso animal –ojo ciego
y de felpa la boca nunca
deja de mentir, en su razón

la tierra, como saco mudo.
En la normalidad del día
se asfixia al punto del azufre
–entre risas–, hasta el infierno.









Juegas

Abre ya, anda, camina por esa puerta:
hallarás tallado en este cuerpo
hecho de madera dura un corazón.
Lágrimas maltrechas han marcado
oscuros surcos, dejado huellas,
y en un vívido poniente de siluetas
–pues campo de mitos son sus prados–
bajo mil personificaciones
con la corte de mis sentimientos juegas.







El mar

El mar alude a todo aquello
que de él se dijera alguna vez.
Con su burlón vaivén de espuma
en una cálida playa lo canta
(del mar decirse puede cualquier cosa).

Sabe lo peor trocar por perlas
que, seductoras, atraen coros
y vivos juegos de sirenas
y a chismosos para hacerlos naufragar
(¡qué le importa lo que la gente diga!).








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