LUIS FEDERICO MARTÍNEZ nació en La Robla (León), en 1954. Maestro sin ejercicio, durante años no ha tenido residencia fija. Fue colaborador de la revista Cuadernos Leoneses de Poesía.
Hace casi cinco lustros que publicó poco más de 48 poemas repartidos en dos libros que, desde hace años, resultan absolutamente inencontrables:
según Noé (Edición del autor. Madrid, 1982)
tixtos de Melibea (Edición del autor. Madrid, 1984)
Con posterioridad se editó un volumen que reunía ambos poemarios, con el título del segundo de ellos, tixtos de Melibea, en la Colección Barrio de Maravillas (Junta de Castilla y León. Valladolid, 1986).
Sobre su poesía, aparece recogido un texto esclarecedor en el libro Esto era y no era. Lectura de poetas de Castilla y León, de Miguel Casado (Ámbito Ediciones, Valladolid, 1985).
NOTICIA SUPÉRFLUA SOBRE LUIS FEDERICO
por Antonio Gamoneda
Conocí a Luis Federico de manera aparentemente normal. Nuestra cercanía de residencia, las afinidades vocacionales, la imantación que suele producirse entre un poeta de "cierta edad" (yo, en este caso) y un poeta joven y más o menos inédito (Luis Federico, necesariamente), casi todo podría convenir a esa normalidad que digo. Pero el caso es que no; el encuentro (fue hace dos o tres años) era de otra y mucho más rara especie. Me explicaré.
Luis Federico no vino a saludarme, ni a pedirme un consejo, ni me fue recomendado para quién sabe qué; Luis Federico "se me apareció". Así como suena. Y añadiré que, para mayor confusión, su aspecto no era el que, dicen, corresponde a los aparecidos. No era un arcángel ni un resucitado; no lo parecía, al menos. El visitante disponía de una esbeltez desgarbada, manejaba una timidez secretamente agresiva y miraba desde una inquietante miopía luminosa. Estas y algunas más eran sus señas personales. No otras. Cierto que, tal y como cuadra en los casos de aparición, Luis Federico traía un mensaje, pero cierto también que todavía no ha terminado de entregármelo.
No he descifrado aún más que las primeras cláusulas de ese mensaje incompleto, pero ya sé, esto sí, que el código es bimembre o algo por el estilo, como si estuviera compuesto por cifras alternas, unas de ellas en clave existencial, desconcertantes, derivadas de una extraña manera de disponer la vida; las otras, en clave estética y también desconcertantes, implicadas en la virtualidad de su poesía.
De ésta se trata ahora. Difícil me va a resultar entrar en discernimientos sobre tan bella y veloz sustancia. Lo intentaré, sin embargo.
según Noé (el título ya nos remite a un imposible apócrifo) es un texto servido por las virtudes del relámpago: la brevedad y la luz en un ámbito de acechantes oscuridades. Yo no quiero desestructurar analíticamente este texto porque el trámite no serviría para otra cosa que para estorbar a una de sus potencias más activas: la capacidad de inducir a vertiginosas sorpresas. Seré, pues, prudente y abandonaré la poesía a su pura y peligrosa desnudez.
Hay algo de relato incomprensible en este poemario. Es una monodia misteriosamente enunciativa en la que las cosas nombradas, poéticamente reales, se convierten inmediatamente en signos de otra realidad que no se declara. Experimentamos, sí, la expansividad, el fulgor de las palabras que nombran; podemos observar detalles de superficie culturalmente clasificables (el tacto frutal de los nombres, las aliteraciones voluntariamente excitadas, las connotaciones que servirían a la crítica "entomológica" para mencionar "un cierto posvanguardismo" entreverado de un "cierto neomodernismo"), pero tales ejercicios me parecen rigurosamente inútiles. Abandonémoslos.
Yo prefiero, ciertamente, perderme en la claridad indescifrable, en la sensualidad total que no se sabe si deriva de la incandescencia verbal o de algo que está fuera de la poesía, en un desconocido espacio vivencial. Cuando el extravío sea perfecto y menos lo espere, seré tocado por un sonido oscuro, por una gravedad clandestina en el resplandor.
No quiero tampoco extender certificados de calidad a quien no los necesita. Diré, solamente, que Luis Federico es, en bastantes años, el único poeta, hasta entonces secreto, que me haya deslumbrado en su descubrimiento, o, como decía al principio, en las resultas de su "aparición".
Antonio Gamoneda
(Nota del editor: Esta ‘noticia’ figura como prólogo en la primera edición del libro, de 1982)
según Noé
a Marión, a Timi.
Escena de caza
de un cofre de Pilatos, la media luna ahora brilla para
sí misma, fronda oscura, frontera…
(bostezaron los ciegos y un lazarillo bobo en la charca
se tiñe; negro barro es el bálsamo del jabalí que sueñan)
fiebre, tambor de piedra, balas heladas, siglos…
—el súbito reloj, las diez sordas arrobas—
trueno, gallo terrible, fresas
rabiosamente declinadas
… y muerte.
Grandeza del jardinero
abecedario extraño que tus manos, saludo,
sepultan o bendicen y la raíz desata,
inundadas palabras, savia, tibia hemorragia,
lujo, galas, poemas abrevando en tu sol;
polen, pena de novia, de novia, de noviembre,
prodigio que el paciente encendió entre los climas;
minutisas, sendero polícromo, sin horas,
y pasmada ventana de obsesivas camelias,
y rosas, rosas, rosas.
Enigma, mimo
los ancianos, de pan, reman con perfección
hacia la brusca playa de los sextos océanos;
lejos, adolescentes bucean modernamente
y hallan hornos hundidos.
fiesta de capricornios, epifanía
secreto roto, soles… pacidos triplemente
amistad o pastores o una barca en el vino
y el niño sin mastines con carlancas de flores
y preñada la loba y habitado el barranco;
capricornios, romero regalado por reyes
vagabielo rebaño,
escafrandra de un sapo sapiente, consuelo,
meláncolico paje varado, cristal,
once apriscos, teatro
que sabotean los músicos.
se lava la cierva cuando oscurece,
sollozando;
se perfuma con agua.
alrededor, los higos
caídos de su gozo,
maduros de repente,
negados al tejón
que, ensusiasmado,
nadó desde la fuente
a tanto llanto.
Piedad, segundo amor.
De África
todas las caravanas aquí, se diseminan,
—dura más que la ley esta vieja costumbre—
desde el rif, sobre el muro por mafiosos halcones
hasta el buitre infinito, familiar, el penúltimo,
… goma, dátiles, culto del jardín africano,
ocho breves columpios en un árbol, y Eva;
blanda virtud blindada con aséptica plata,
brasa besable, mora;
la memoria se abre: somos simios prohibientes,
ebrios, mutuos, erguidos…
somos pálidos simios incendiados por dentro.
Palabras a mujer bellísima
extraño vino, leves
raras inclinaciones,
arco, gato prusiano,
dos manzanas, ensueño;
bosque donde un bufón,
amoroso ejercicio,
palacio en el que el necio
y el poeta funánbulo;
coronada de lluvia,
cierva, dulzor, dulzor;
besos, extraño vino.
Narciso
tritones cuidan tu reflejo en las fuentes,
esclavo de ti mismo, maravillante dueño,
pavos reales, sueño, tu bicicleta arrastran;
tu racimo, tus pechos, tu boca, tus rodillas,
por el eco y la ebria pasión con que te acechas,
antes de siempre amarte, desnudo, te maquillas.
(canción)
al bello baile juntos id de la mano, id,
obsceno de cuyo nacimiento nadie conoce nada,
delgadísima, ahogada mujer entre dos cisnes.
De las luchas
luz que el veloz puñal paraliza en las sienes,
límite, instante puro si igualaras tu sombra,
hermoso hilo de madres que madrugan con miedo;
alarido oriental cuando todo se oía,
silencio al que mis aspas sin idioma te entreguen,
rojos gallos babeles dormidos en tu boca;
antigua edad, arena doblemente poblada,
isla donde los niños ambicionan tridentes
y redes donde el mar mezcla juegos y oficio.
más bello cada vez el árbol al que suba;
ramas como tu abrazo, manzanas en su vientre
sin fechas nuestras vidas
nuestras bocas con besos.
Muerte del noble Akela, malamute
a César
el alce que extermina nos alcanzó y te quiso,
Akela, malamute, el alce que extermina,
y las blancas las negras urracas, como jueces,
en lo helado, en lo oscuro tu trineo tramado;
malamute de acero, grises ropas, lobezno;
vermes ciegos, infierno
estallado en tu carne.
Ajedrez en la escuela
hucha que lucha, alfil, obispo oblicuo, loco,
(desgracia de un primer verso perfecto)
(Pensando en Mon)
de niña tan aterida parte cada mañana un carro antiguo
—tímida por concebirse para los otros aire,
si ríe, estallan bellamente limones en su rostro—;
preces, primeras voces de religión, de nanas,
(…
…)
panderetas secretas y pareja de anillos
y allí vivos los bueyes y en sus grupas, la boda.
(inacabado)
Epístola
a tus pies, mi hermana, las azules cepas,
el morral con oro, de un zagal, lo oscuro
a tu crin, mi hermana, morena paloma
y arrogantes gansos de nata en tu piel…
escríbeme una vez, ésta, te lo suplico,
y abandona la carta en cualquier buzón,
o, si prefieres, tráemela.
o, si prefieres, tráemela.
arte de artes, danza
verbo, barro exquisito
y abanico,
guitarras, verdes, negros colores;
danza, paseo de ángeles.
Viaje a Cádiz
nadadora dorada, deriva, pez precioso
sabrado, del amor, en dos mares que miran;
saliva, pez de arena, roto, y azul la boca
del poeta, del triste
la bahía desnuda.
, y escribieron mil números en tu habitación
y soplaron hacia tu peinado como un viento.
Breve entrevista con Vivien Leigh
miss Leigh…
(muy cortésmente) me conociste?
no… vuestra belleza…
eres San Bruno?
… no, soy en certeza…
baste,
miss Leigh…
(me besa).
Leonesa loba
muerdes la seta, quieta, hermosamente raras
y avanzas hacia títeres que un funámbulo inicia,
magia de seis trompetas, triste, contorsionada
y velas que los sátiros te regalan lascivos.
entre las flores, desde un camino,
caes de hinojos, te desvaneces
con otros ojos y lunas negras
como otras veces…
Poema religioso
vientre o invierno de mujer virtuosa
por palomas preñado, de nieve, o por el ángel,
pan divino, pomelo, virgen arrodillada;
estupefacto esposo, prodigio, carpintero;
mirra rumia la mula y los camellos dátiles
(inacabado)
eros fundamental, quince mareas
espesa trenza y sal,
arena, árabe torso;
caracola, lloradas
perlas entre lo oscuro,
eros fundamental, de coral
la cintura y arrecifes los pechos.
Primera noche de pobres esposos
disipa insobornable el dogo nuestro fervor de intrusos,
tan bruta anatomía nos guía con sus besos
hasta la abierta puerta…
mármoles, cacatúas, harina, nieve, nácares,
vestíbulo, paisaje donde niegues no ver,
aristócratas ruinas de algún molino, jungla
cristiana y amarilla
estación que me absuelva;
anfitrión transparente, noche, negra escalera
peldaños que aquel coro de sombras, de Babel
desciende, celebrado
el amor todavía;
poesía, mil lenguas a la esposa azabache
blanca palabra, agua
azul, dulce, del ebrio;
cerezos en la alcoba y un laúd y panteras.
Epitafio para Luis el Viejo
a Ofelia M.
yo soy aquí, dormido, idos los perros, solo
los lebreles de Asia, los Burgos, los alanos
ya no tornan, ya no, ni ladran, ni mis manos
sin el raro faisán se ornan, sin su herida,
delirios y silencio y oraciones de príncipes,
cuerno, piadoso viento, violenta boca, vida.
Enorme poesía
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