martes, 6 de noviembre de 2012

FERNANDO MOLLE [8296]



Fernando Molle nació en Buenos Aires, ARGENTINA en 1968. 
Publicó tres libros de poesía: El despertador y el sordo (Ediciones del Dock, 1995, prólogo de Leónidas Lamborghini), La revoltija (Siesta, 1999) y Del libro (Vox, 2008). Por este último, obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes. 
Coordina un taller de escritura en el C.C. Rojas (UBA) desde 2002 y escribe sobre literatura en diversos medios de Argentina. 
Es el dueño de la librería La Cautiva, ubicada en Palermo Viejo.




El Despertador y El Sordo


El despertador


Paredón para Adalberto

Paredón paredón para Adalberto
por negarse a casar a los enanos.
(Que todos los gendarmes
hagan otras changas
no quita que no puedan fusilarlo).
Firme como pocos en su puesto
se acuerda de Fillol mientras prepara
la respuesta del último deseo
: dos por cuatro
: No hay pregunta.
Al sargento le viene la laguna
y salen bien las balas, los agujeros
para el cuerpo, para el queso de Adalberto.
No pudo renovar el tango
por negarse a casar a los enanos.

Octubre 1994.






Los días de Ramírez

a Inés Ambrogio

Para Ramírez
son iguales
todos los días.
Cuando salen
de la escuela
todos pasan
y le pegan.
Porque Ramírez
lleva un conejo,
nunca se ríe.
En la cara,
en la boca,
en los ojos,
en los dientes:
cuando termina
la escuela,
todos pasan
y le pegan.
Todos los días
pasan los chicos,
los preceptores,
los profesores.
Todos los días
pasan los padres,
los familiares,
y el director.
Todos los días
son iguales
para Ramírez.
Porque Ramírez
lleva un conejo,
nunca se ríe.

Agosto 1993.







Cholo afuera del manual

Cholo afuera,
expulsado para siempre
de la suma de los siglos,
de la historia de los hombres.
Tras el codo, que lo niega
de todos los grabados,
la mano que reescribe los manuales.
Cholo ahora
ya no Nilo,
ya no milenario,
ya no causa o consecuencia,
o imponente arquitectura.
Cholo al margen de los pueblos,
sentado solo en la barra,
mira en la tele el partido,
no influyendo ahora en nada a los romanos.

Julio 1994.





De nuevo Arturo

Arturo sólo habla con la gente
de los bravos granaderos a caballo.
Es posible
que piense en otras cosas que no dice.
En el ‘94
nadie lo ha besado.
Ahí viene:
mirar para otro lado.

Octubre 1994.







Quinta Santuccione

Besuqueo en Tribunales:
Condenaron de por vida a Santuccione
a picar la piedra pómez y a esperar.

Noviembre 1994.




La caída

Apunta para abajo
el dedo de Dios Padre:
dos ángeles caídos, invisibles, contra el suelo.
Roberto el encargado,
limpiando la vereda,
un domingo, sin saberlo, los baldea.

Diciembre 1993.






La playa esta mañana

No porque lo quiera Rinaldi
la marea siempre vuelve a la playa esta mañana.
No parecen faltar granos de arena
y las olas rompen como el lunes.
Pasa la tonina.
Sale el sol contra Rinaldi.

Julio 1994.





Rolo

Mediodía.
El revólver,
la tribuna,
la cebita.
Los atletas
encorvados
en la pista.
Preparados,
listos:
Rolo nace.





POEMAS 
DEL LIBRO "DEL LIBRO"


DE LA LECTURA DEL LIBRO

Libro es doble ojo que se inclina
para mirar a pique en mundo plano
vida que la vida no le alquila.

Libro es el lector, y si respira
se imprime a lo que lea continuado;
la página que sigue, nuevo día.

Libro es el contrato no leído:
cerrado, al otro libro no termina.





DE CÓMO REEMPLAZA AL QUE LO LEE

Minuto a su favor se cobra libro
en fijo plazo a página invertida;
postizo por un tiempo da su día,
y alumbra bajo techo en quien lo lea.

Sentado, quien se inclina a su aventura,
en rápido renglón consume y mira
su día y otro día que él reúne
en punto ciego, fecha que termina.

Leído cada día, menos hora;
vivida cada hora, menos vida.





DEL QUE LEE

¿Adónde lee? Renglón le borra
pensión, Lanús. Palabra exprime
cabeza puesta en suero a pulso lenta
(la gota en la gotera no se mira).
Renglón embolsa tiempo, borra día.
Cabeza sumergida no bucea
ni en barrio ni partido; letra imprime
ciudad sin propio dónde removida.






DEL QUE LEE Y NO COMPRENDE LO QUE LEE

Patina letra helada impenetrable
mirada doble tuerta del que palpa
palabra con muñón, y eso le aclara:
remota helada tierra es él, si ahoga
la chispa que a durmiente no revive,
y escarcha documenta su bobera.
No letra, mira mancha forastera;
de labio no se entera qué pronuncia,
y ordena cerrar página a la mano.






DE DONDE EL LIBRO ES

Barrio que se nombra, ¿dónde vive?

Barrio al barrio nunca está llegando:
calle caminada mapa estira,
nombre por su calle a propio nombre
mira y le consulta si empedrado
pisa frente a ochava que ha leído.

Barrio está volviendo si abre libro:
polo, que a su brújula domina,
niega la sortija a la vereda
que coteja plano cuando gira.






DEL LIBRO DE PARAGUAY

¿Agrega Paraguay a Paraguay el libro?
¿Palabra Paraguay país alude?
¿De libro sale Paraguay entero?
¿Dice Paraguay, si libro dice?
¿Habla Paraguay en libro dicho?
¿Libro Paraguay lo dijo?

Letra alude,

¿si hunde en tierra?
Dice tierra,
¿a letra acude?
Letra evoca,
¿tierra esconde?

¿País sabía lo que letra dice?
¿País en tierra letra esconde?
¿País en tierra sabe letra?
¿Palabra tierra ya sabía?






DE LA FIRMA

Brazo movió tren, nunca la idea
trasera de mover sonido imprime
con mancha de carbón sobre la vía.

Caldera, no cerebro, es antemano
(palabra da palabra, nadie escribe)
que firma en propio aval con su poema.






DEL LIBRO PARECIDO

Poema repetir, poeta arruina;
tipeo, si no imanta, molde oprime,
y a gran bostezo amarra su albedrío.

Palabra, ya que estaba, se empeora
si vuelve a oído el taco de vecina;
poeta dicho dice que es poeta,
leído ya leído es olvidado.

Poema retirado no quería
volver a trabajar; así castiga.






DEL APLAUDIDO

Aplauso para libro, que transgreda:
tapón serena voz, mordaza amarga.
Si cuña quiso abrir, cuando retumben
palmadas para insecto, lo vivido
bifurca de palabra, duerme fuera.
No cuña sonreída, vida quiso
dar vida sin ser dicha como libro.






DEL RITMO DEL POEMA

Ritmo es del poema su mensaje;
palabra, de palabra su primicia;
si canto pulsa letra, muestra vida,
y en pulso a su poeta verifica.

Nadie no respira si está vivo,
ni muere en un disfraz; poema juega
sólo a la verdad de su sonido
que en sístole y en diástole unifica
el pulso de la mano en su poema,
su ritmo en el latido del que lea
latir una palabra en su latido.






DE UNA MUJER POETA

Mujer no está sentada cuando escribe;
las cosas, a su letra, si respiran,
nacidos ojos abren, ya desnudas,
ajenas de su peso, distraídas
del cerco de la idea que liberan.

Mujer poeta loca no está loca:
es sola; cuando niña amada entienda
del pulso que en la idea no perciba,
al peso de lo vivo en tonelada
levante sin balanza que lo mida.






DEL POEMA Y SU BALANZA, SI COINCIDEN

Si “Frutas y Verduras” se pensara,
¿las “Frutas y Verduras” escribiera
poeta verdulero y vendería
palabra por su plomo machucada,
balanza que uva fragua por sandía?

Palabra nunca pesa si es pesada,
ni canta y es profunda tontería.







DEL QUE SE PRESENTA

Acople permanente: bienvenida
a libro en cuerpo dicho en su tablado.
Tres bancos de horizonte y una mesa
con nadie que sentado carraspea.

Perfomer sanjuanino va de entrada,
¿que verso multiplica? No ese día:
el cuerpo, a lo que dice, se le empaca,
palabra marcha en tierra, gesto vuela,
y el inca, ajusticiado: cada miembro
librado a simultánea autonomía
de brazos, lengua, piernas y palabras.

DJ bandeja vuelca y moja todo,
su rítmica en la otra se le enreda;
oyente pide baño, barra estudia,
tarima, precio, vaso, camarera,
y el techo y sus paredes determina.

Barbado y entrañable, quien presenta,
a sí mismo presenta, y a otro libro
que nunca vio poeta en su gatera.
Diez páginas de letras reducidas
diserta con beatas intenciones;
ventosidad vacila, grillo suena,
anteojos reacomoda, vaso inclina,
y un tedio planta en todos de bandera
por cinco o siete aplausos diferidos.

Poeta sale al fin, en plato fuerte
su pálido descargo tartamuda
y olvida su poema aunque lo diga:
cruje en la tarima su madera,
suena un discurrrir de lavatorios,
dogos polemizan en la acera.

Poema, porque urbano, calle alude,
asfaltos y neones tematiza:
el hormiguero humano en avenida,
abocinado ruido del concreto,
obreros enlatados en sus trenes,
anónimo edificio rasca cielo;
y quien lo ve leyendo ya revive
infancia en Chascomús, sus madrugadas,
al paso su tobiano a contraviento,
mateando en la alborada los mensuales,
el gusto mineral del jarro de agua
bombeado de la tierra apisonada;
el curso del Salado, pejerreyes,
boyita temblequea en su tacuara;
torcazas, benteveos, los naranjos,
el Indio, el Ñato, Tuco, Robertito;
un potro que relincha o estornuda
al pálido templar de la guitarra
secando la leñita del invierno.






DEL LIBRO CERRADO

Vida no bifurca, se unifica;
tapa cierra página y el ojo
toca el aire y ve lo que respira.





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