lunes, 24 de octubre de 2016

PABLO MÜLLER [19.356]


Pablo Müller 

(Javier Bermúdez, Bilbao, 1961). Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto. Ha vivido en Getxo desde niño. Estudió en colegio Azkorri, donde fue profesor durante unos años. Es poeta. 

Autor del poemario Contra el miedo (2015) y de las obras colectivas Las noches de Lupi en Bilbao (2014) y Ni una más (Poemas por Ciudad Juárez) (2014). El libro Los cuadernos del duelo de Pablo Müller está publicado en el blog http://poemasdepablo.blogspot.com.es.

"Una mujer solitaria da de comer a las palomas sentada en un banco en el parque. Se le para el corazón. Un mendigo se sienta junto a ella y le ofrece su vino y su palabra. El silencio anuncia la muerte. El mendigo es Pablo Müller. Las palabras que en ocasiones dicta pretende le alejen de ese olvido. Otras sus palabras se hacen fotografías".



EN EL MAL SUEÑO DE PABLO MÜLLER

En el mal sueño de Pablo Müller
su padre y a su madre están frente a él,
con las miradas juntas
en su mismo semblante.

Pablo Müller sólo mira a su padre
y las voces de todas las mujeres le reclaman
la mirada de su madre, llena de ruego,
en la súplica de la ayuda,
una mirada que descansa en el desierto de la ceguera:
es de noche.

Pablo Müller cree que duerme,
pero en el mal sueño de Pablo Müller
se alivian las palabras de leche caliente y sal,
las palabras de vinagre y amanecer,
porque, en la familia de Pablo Müller,
la mujer se levanta siempre
antes que el hombre.

Pablo Müller no puede mover su vista,
enquistada en la rabia y en el desafío,
ocupada en hacer crecer la ira y el abismo,
roturando la tierra de la herencia
así el rencor encuentre su sitio,
y las mujeres gritan,
ahora con el viento que seca las sábanas,
ahora con la lluvia que moja la ropa lavada,
ahora con la sangre de las aves muertas,
ahora con el fuego de la leña y la congoja.

No queda sitio para mirar a la madre
mientras dure la pelea con el padre.

En el mal sueño de Pablo Müller,
el padre se marcha con su estela de carcajadas,
la madre cae con la palabra ayuda en la boca,
rompiéndose los dientes con las sílabas que siempre sobran

y Pablo Müller le da la espalda
para buscar los argumentos de su rabia,
ahí depositados, desde el principio,
sin sacar de su envoltorio,
porque la mirada es muda como los niños asustados.

En el murmullo del mal sueño de Pablo Müller, se oye: «madre, aquí tengo mi dolor y mi jornada,
padre dice que no tengo permiso para mirarte,
que soy pequeño,
que antes debe golpearme una vez más».

Algunos días no despierta abrazado de temor.


LA HORA DE SEPTIEMBRE DE PABLO MÜLLER

La hora del septiembre de Pablo Müller camina ahora distinta, en su desfase
acumula el retraso que acaparan los guardianes de la arena
cuando llegan los finales con verano.

Ha desaparecido la palabra para el pan,
el musgo no muestra resistencia,
la nación para la incertidumbre ha sido invadida
por sus vecinos, nadie
ha escrito la fecha de los daños
y la llave de la intemperie ha caído
de su bolsillo.

Pablo Müller no se levanta si amanece un sol de piedra verde,
y terco se sienta en la orilla equivocada
del silencio
si por un casual llueve en el sur de su cuerpo,
no es agua sino días lo que le empapa
el olvido.

La ciencia oficial es la mejor pagada,
— dice Pablo Müller —
la edad de la persona es la suma
de las edades de sus enemigos,
— dice Enrique Falcón —
la ciencia mejor pagada prospera lejos, muy lejos
de los problemas de las personas,
— dice Isidoro Reguera —

La hora del septiembre de Pablo Müller
tiene menos minutos de lo convenido,
el pan no tiene voz y se aprende
antes la palabra hambre en la escuela hecha esquina.
No fechan los daños los biógrafos
y las llaves se esconden lejos de los dedos delgados.
La ciencia lo llama “anomalías”,
la mujer que habla a las nueve lo llama “incidentes”,
y la hora del septiembre pierde más minutos
a cada minuto que pasa: dos por uno,
por cada dos un tercero de regalo:
— gangrena para la iglesia,
paga extra para la policía —

Una hora de septiembre que revienta
bajo la rueda de nuestra excavadora,
removiendo los cadáveres en las zonas verdes
de los hospitales.



EN EL DESPERTAR DE PABLO MÜLLER

En el despertar de Pablo Müller,
a su cama cansada,
se le abren diminutas grietas por donde
escapan los insectos.

En el despertar fatiga de Pablo Müller,
a la vieja alfombra de la habitación refugio
le nacen luces de mañana tan hirientes
como la verdad aun gastada.

En el despertar espanto de Pablo Müller
a su lado, se le instala, un cuerpo ingrato y roto,
situado en la memoria de su estirpe,
incapaz de encontrar el suelo que le sostenga.

En el despertar indigno de Pablo Müller
se pudre una palabra guardada,
una cucaracha recoge las aristas del reposo,
y a la casa que ocupan Pablo, palabra y cucaracha
se le honda la áspera locura
y le disputa la prudencia al sueño interrumpido.

Tiene Pablo Müller esos días el despertar
de los suicidas.




PABLO MÜLLER TE TRAE EL DOLOR

Pablo Müller te trae el dolor,
lo coloca sobre tu pecho,
con la indolencia con que deja las llaves
encima de un mueble.

Y cuando el dolor te atrapa
y te atraganta la garganta
y te llena las manos de hormigas
voraces
y se arrastra por tus ojos
con la lentitud de los cristales…

Pablo Müller mira ese dolor
y lo llama pequeño.

El dolor se ríe con el sarcasmo
de los que se crecen en la inquina.

Debe Pablo Müller hacerse más grande
que tu dolor para, al menos, mirarlo a los ojos
y reconocerlo.




HA MUERTO MI HERMANO: DOS MOMENTOS

Uno.

Ha muerto mi hermano,
dice Pablo Müller,
ha muerto el uno de marzo
de 1986,
dice Pablo Müller,
ha muerto hoy
y ha muerto ayer
y se muere cada mediodía
— así se reparte el dolor que me corresponde
en la tolerable dosis —
y no ser sepultado.


Dos.

Ha muerto mi hermano,
ha muerto el uno de marzo
de 1986,
ha muerto hoy
y ha muerto ayer
y se muere cada mediodía, cada día
y así reparto el dolor
cada mediodía, cada día,
cada mañana al levantarme,
cada noche al acostarme
para que no me tumbe.



PABLO MÜLLER LEE LOS CUADERNOS DEL HERMANO

Pablo Müller lee los cuadernos del hermano
muerto — madre ha pedido que los tire —
lamentos por el amor que se escapa,
huidizo, reptil y húmedo
y a pesar de la muerte se siente indiscreto.

Alivia destruir los papeles,
se queda la tristeza entre ellos,
piensa Pablo Müller que el azar es
una forma de vida que se alimenta de palabras
y tiene sus madrigueras en los bordes de los cementerios.





Pablo Müller. Contra el miedo. Ed. Amargord, 2015


«Los bolsillos de los abrigos
se comunican
con los inviernos anteriores.»
José María Cumbreño


El invierno pasado vivían más en la familia:
no había comenzado la estación de los funerales.
Las lluvias sí, una noche de marzo en la ciudad del norte,
las lluvias sí, una mañana de abril fría en la ciudad junto al río,
en el invierno pasado se iban las iras entre bolsillos rotos.

El invierno pasado vivían más en la familia,
y a la espera de la estación de los nacidos,
recojo las palabras en la corteza de los piesapos,
las risas de los niños que llenan los agujeros negros
de la memoria.

      
             
*


«brindo
por los hombres y mujeres
que van soltando lastre»
Gsús Bonilla

Las mujeres en la familia hablaban después y despacio,
y el lugar de sus palabras era la despensa,
los hombres bebían vino,
tomaban café solo y fumaban cigarrillos,
iban a las guerras — las de dentro, las de fuera —
con las voces de las mujeres fabricaban las postas,
— devueltas en los cuerpos de los pichones —

Las mujeres en la familia hablaban
en los funerales, bajito, de los hombres muertos,
antes del tiempo de la palabra a la tarde,
y en aquellos duelos, noches, llegaban las sonrisas despacio,
después, para quedarse.


*



«Todos los aguijones dulces que salen de las manos,
todo ese afán de cerrar párpados, de echar obscuridad o sueño,»
Vicente Aleixandre

De niño quería ser soldado,
como otros hombres de la familia,
— que disparaban los domingos a las palomas —
Capitán Trueno, El Jabato,
hasta que en una librería encontré
Espadas como Labios.
Le dije a mi padre que quería ser poeta
y me dio una paliza,
— un golpe en el labio, un golpe en la mejilla, un golpe
en la nariz y sangre, y  otra vez en el labio,
— al ritmo de quien golpea pelota con pala en el frontón,
—, un golpe, labio, un golpe, mejilla, un golpe, nariz
y miedo.

Mi madre me llevó al baño y la sangre en la loza
escribió los versos, — recuerdo el ritmo de los golpes,
con el sonido alivio del agua corriendo,
con el sabor a sal de lágrima y sangre,
como un mar.

                 
*

«Tú ya estabas en mí
por eso fue tan fácil
reconocerte sobre el tapete verde del mundo,»
Antonio Orihuela

Estoy a punto de quedarme sin batería en el teléfono móvil y una angustia remota y conocida se instala en su lugar en el bolsillo. Hace frío. Hace noche. Vengo desde lejos, unos cien kilómetros de pérdida y busco algo para cenar.
Estoy a punto de quedarme sin tardenoche en la ciudad donde nací y es enero y este mes me cruza los colores del rojo para un paseo hambriento: «Tú ya estabas en mí, por eso fue tan fácil reconocerte…»
Estoy a punto de quedarme sin saldo de lenguaje, porque alrededor del retraso y de la lluvia con coches hay lenguaje con perro. Temo tanto a los perros. Y tú lejos.
Estoy a punto de quedarme sin voz, afónico en una madrugada de nieve en Gornji Vakuf, afónico en una madrugada de ginebra frente a la playa negra de marzo. Amo el asfalto de las ciudades contigo, el recuerdo de sus hoteles y tu palabra exacta.
Estoy a punto de quedarme sin noche, sin la respuesta de los escaparates, sin batería, con el fuego de las cancelaciones, sin libro que echarme al entendimiento, encontrada esta idea justo antes de la conciencia, defendiéndome de los perros del lenguaje con una cámara de fotos, esperando diligente el cambio del color de los semáforos, retratando la lluvia para que entre en nuestro idioma y empapar la alimaña que nos asusta.


                 
*

«Enamorado otra vez
del amor que llevo dentro»
Lois Pereiro

A José Carlos Valencia Lozano

Tenemos el amor dentro y en ocasiones,
sin saber qué hacer con él, hasta que se nos sale
como el reflujo y la botella que nos abre
y creíamos fiesta…
Tenemos marzo.
Para la ausencia tenemos el verano y el mar tranquilo del este,
para la presencia una construcción de la memoria esquiva,
en el centro espíritu, ese lugar sin materia y con el brío de los niños
que dejan de serlo:
una mariposa en un día de lluvia  con las alas mordidas
¿qué dentadura es capaz de tal mordisco?
¿qué puerta se abre para salir de la vida?
¿y cuándo salimos?
¿qué pasa cuando escucho todas las presencias?
— familia que entra en la vida y la habita —,
un cristal en medio que escucha nuestras muertes,
una muerte a mi alrededor tan física, tan áspera en su mano, tan sorda en su ruido, en las respiraciones, tan liviana de luz
— cortinas al amanecer en los hoteles —,
rompernos la casa, la vida,
mi pan y mi tocino,
mis fotografías,
en las que salís vosotros,
en los trozos de libro que escribo,
en los que salís vosotros, testigos, 
algo así como, pasaba por aquí
y decidí hacerte una vista,
tanto tiempo,
qué nos ha pasado…



UNA NOCHE DE AMOR HACE UNIVERSO

miedo.(Del lat. metus).

1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.



«Una noche
de amor hace universo»
Aurora Luque

A Conchi

He visto un árbol grande y frondoso hecho de palabras,
tú me has traído,
he visto a mi ancestro delante de ese árbol,
tú me lo has mostrado,
he visto su deseo de llenarlo de palabras,
tú me has traído, no las tenía,
he visto palabras que unen árboles
y personas que caminan entre ellos, tú y yo,
sin palabras, no faltan, tranquilas, con silencio,
he visto mi corazón y era el mar grande
llegando a la playa, tú me has traído,
contigo contando la arena,
he visto mis pulmones y eran los robles grandes de niño,
del tiempo de helechos y pájaros,
tú has traído ese canto,
he visto un aeropuerto y alguien que decía adiós
y os he visto a todos y he llorado de alegría,
soy un lugar de paso,
soy el rastro del agua de enero en algunos bosques,
soy la piedra del fondo del arroyo
y pregunto si soy agua
y tú las manos que la remansa.
Una noche de amor hace universo,
tú haces universo.





M-30 Sur. Lateral. Salida Vicálvaro.

«Quien quiera poner arte en su vida
deberá cambiar de vida,»
Antonio Orihuela


No tengo más hijos, creo, hijo, para que no tengas un
                                                    — M-30 Sur, Lateral —
hermano, que muera joven, y que
                                                       — Salida Vicálvaro —
asombre de muerte tu juventud y la destroce
                                                                         — Túnel —
el pensamiento piedra tiene
                             — Salida Arroyo de la Media Legua —
el inconveniente de su peso
     — Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena —
y su insultante pertenencia
                             — Puerta de O’Donnell, Crematorio —
no tengo más hijos, creo, hijo, para que
                                   — Salida por el cementerio civil —
no tengas más hermanos que se mueran y te doblen con el dolor y la culpa.
 — calle Salvador de Madariaga, nº 11, 28077 Madrid —







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1 comentario:

  1. Muchas gracias Fernando. Es un honor que me incluyas en tu blog y más con esta selección de poemas que son muy apreciados por mi. Un abrazo fraterno

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