jueves, 13 de octubre de 2016

JOSEFA VIDAL [19.274]


JOSEFA VIDAL

(Córdoba,1883-1908).

Pepita Vidal o Pepita Vidal de Leiva, es una poeta modernista, desconocida hasta ahora que murió muy joven.


Josefina Vidal (1883-1908):
Una poeta modernista, olvidada entre dos siglos.

Por Jaime FERRI VILAS 

Con la presente investigación pretendemos centrarnos en la vida y obra de Josefina Vidal, una poeta cordobesa que cultivó poesía y prosa entre 1903 y 1907, hasta su repentina muerte en 1908. Para ello nos nutrimos, principalmente, de sus dos poemarios: Vibraciones (1903) y Lira andaluza (1906), y de varias colaboraciones en la prensa del momento. Sus obras muestran la dicotomía de una mujer entre dos siglos: versos completamente románticos, sentimentales, frente a estrofas modernistas, exóticas y sensoriales, junto al colorismo andaluz, que también es una de sus características.
A través del desarrollo de sus temas, su voz poética, su estilo y sus influencias, donde situamos a Rubén Darío, J.R. Jiménez o los hermanos Machado entre otros, la enfocamos dentro de la Otra Edad de Plata, en la línea de investigación del rescate de la memoria histórica a través de figuras olvidadas por el canon. 

1. Datos de su vida

La trayectoria literaria de Josefina Vidal empieza en 1902, en plena juventud, ya que había nacido en Córdoba en 1883, cuando comienzan a publicarse en prensa sus primeras colaboraciones poéticas. Un año después ya leemos su rúbrica en el Almanaque literario de Córdoba , en la parte denominada Ramillete literario y en el que colaboró hasta 1908, año de su fallecimiento. 

Es en 1903 también ve la luz su primer poemario, Vibraciones, con prólogo de su marido Juan Leiva Seijo, siguiendo una costumbre muy extendida entre las escritoras finiseculares, destinada a proteger la identidad de quien, de otra manera, sería con toda probabilidad puesta en cuestión por parte de la sociedad (Correa 2001: 258). Elige, por tanto, el seudónimo de Pánfilo de Villaboba, y en el ya citado prólogo, el marido se atreve a informar sobre el género femenino del autor, aunque la autoría de Vidal era más que sabida. Este se ve obligado a proteger a su mujer para que no interpreten que rebasa los límites de lo socialmente admitido (Romero 2011: 163). El libro le reportó bastante éxito.

Ese mismo año hay documentación sobre el premio de la Flor Natural de los Juegos Florales de Córdoba, pues así consta en el Ramillete del año siguiente, 1904.

Amelina Correa además destaca que se la trata aún como ―señorita Pepita Vidal‖ por lo que no estaba casada todavía. En la publicación que comentamos del año siguiente ya firma como ―Pepita Vidal de Leiva‖ por lo que la boda tuvo lugar en algún momento de 1903, y me atrevo a añadir que anterior a la publicación de Vibraciones por la confianza con la que se desarrolla el prólogo de esta, posiblemente se trate de un ya esposo o prometido.

Tuvieron dos hijos en el corto periodo de tiempo que duró su matrimonio, y a su vez, Josefina Vidal, sacó al mercado editorial tres obras literarias, dos poéticas, Vibraciones en 1903 y Lira andaluza en 1906-1907, y una en prosa entre ambas titulada Cosas que pasan en 1906.

El último poemario recibe una ―elogiosa reseña‖ en la revista granadina La Alhambra en letra de Francisco de Paula Valladar, director de la publicación, en la que afirma que la autora inteligentemente se aleja tanto del romanticismo anterior, con el rompe, como del modernismo incipiente y ―obsceno‖, además de elogiar que cumple con las tareas propias de su sexo y condición (Correa 2001: 259).

El reconocimiento ya no le es ajeno y comienza a rodearse del ambiente literario próximo al modernismo establecido en el momento, gracias a su segundo poemario, e inicia una estrecha relación con Eduardo de Ory,participando en la revista literaria titulada Azul. Esta afirmación la acredita Amelina Correa con una cita que narra el momento en el que se conocen, en un viaje que hace él expresamente a Córdoba para ello, porque se entiende que su relación era epistolar. ―Nos saludamos como antiguos amigos y damos suelta a nuestra conversación. Evocamos mil asuntos, mil impresiones y nuestras ideas pasan como si fueran en un cinematógrafo vertiginoso. Pepita tiene un «hablar» vivo y pintoresco como su imaginación. Salta de una cosa a otra y nos encanta y subyuga con sus palabras (…) Y todo lo anima, todo lo colora y todo lo embellece.

Sus palabras son como ritmos de cien notas musicales diferentes, son como un iris de cien colores‖10 (Correa 2001: 259).
De esta amistad se estaba fraguando un libro conjunto titulado Dos guitarras andaluzas del que hay constancia en la última página de Lira andaluza, junto a otros anuncios de ―publicaciones pendientes‖ como Cuentos de flora, en verso y Los cantares de mi tierra, en prosa. Estas no vieron la luz por la pronta y repentina muerte de Josefina Vidal, pero sí algunos de los poemas que los iban a componer, ya que los publicó anteriormente en revistas.
También en 1907 tendrá contacto con la revista sevillana Arco iris en la que irá publicando varias composiciones, como la titulada ―Reloj de vida‖ y otras que estudiaremos en la presente investigación.

Tras los hechos expuestos fallece, con total probabilidad, a principios de 1908, dejando un marido, dos hijos, tres obras publicadas, varios textos y una producción literaria por desarrollar y culminar. En el momento se pueden leer varias necrológicas en diferentes publicaciones de marzo del año que indicamos. Es destacable la que firma la autora Cándida López Venegas en la que se lee que el fallecimiento de la escritora se ha sentido entre el colectivo de escritoras, ―que se enorgullecía de tener en su seno a la cantora fácil, elegante y correcta, que figuraba por derecho propio en las primeras filas de la intelectualidad española‖ (Correa 2001: 259).



1. Poesía
A. Vibraciones (1903)

Es el primer poemario de Josefina Vidal, firmado con el seudónimo de Pánfilo de Villaboba. Publicado en 1903 en Madrid, por el establecimiento tipográfico de Enrique Teodoro, en la calle Amparo, 102 y en la Ronda de Valencia.
Al principio asistimos a un prólogo de siete páginas firmado por Juan Leiva Seijo, marido de la autora desde 1903, según apunta Amelina Correa Ramón ―el sacramento tuvo que tener lugar en 1903, posterior a los juegos florales‖ (Correa 2001: 257). En él leemos la captatiobenevolentiaeal inicio, ya que el prologuista peca de modestia ―intenté esquivarme a su demanda, alegando la poderosa razón de mi
incompetencia…‖ (Villaboba 1903: 5).
Acto seguido afirma que aceptó la tarea por la insistencia del autor y aun sabiendo que ponía ―en grave riesgo la estimación literaria de este libro‖ (Villaboba 1903: 5) y recomendando que no se lea tanto a él, su prólogo, y sí al poemario.
Continúa afirmando que el nombre del autor que hay bajo el seudónimo, evidenciando por si no estaba claro que no es un nombre real, tampoco se descubrirá gracias a sus letras, ya que la existencia de una ―modestia exagerada‖ (Villaboba 1903: 6) por parte de este le hace no cometer una ―punible indiscreción‖ (Villaboba 1903: 6) y revelar su identidad. Sin embargo, afirma que es mujer en el siguiente párrafo, haciendo alarde de la concepción machista finisecular sobre sentimientos y actuaciones evidentes según el género, ―siendo inútil que se esfuerce en ocultar su condición y en vano que pretende despojar sus concepciones de gérmenes propios y característicos, reveladores del espíritu que en ellas infundió la vida…‖ (Villaboba 1903: 6). Insiste en su concepción, algo retrograda, si se me permite, indicando que ―de toda la obra se desprende esa delicadeza de sentimientos exclusiva de las almas femeninas, trascendiendo un aroma  purísimo de casta ingenuidad que solo anida en el corazón de las mujeres‖ (Villaboba 1903: 6).

Es contradictorio que no quiera hablar sobre la identidad del autor, refirámonos a autora ya, y sin embargo indique abiertamente su género, porque cree inevitable que no se descubra con la lectura que es una mujer, la cual, ineludiblemente en la época en la que nos encontramos – recordemos año 1903 – apunte a su mujer, Josefina Vidal. Se muestra insistente en su propia justificación de haber evidenciado el sexo de la poetisa escribiendo que es ―mujer que no pretende rebasar los límites que a su condición pusieron la voluntad divina del Creador y las leyes sociales fundamentales en la armonía de las distintas naturalezas‖ (Villaboba 1903: 6).
Sigue en su escritura apuntando un hecho interesante, ya observado en varios estudios (Romero 2013: 154), el miedo a la reacción pública ante el hecho de escritura femenino ―por pudor inherente a su sexo‖, ―por temor a sufrir los rigores de la crítica‖ que ―acaba poniendo con injusta severidad en la picota de sus burlas todo aquello que es obra de una mujer‖ (Villaboba 1903: 7). Sigue y erra en su intento de defensa de la que es su esposa, al considerar arriesgado que una mujer intente escribir como un hombre porque ―lo concebido por ella es propio y natural de su condición femenina‖ (Villaboba 1903: 7).

El intelectual, ya entrado en materia, opina sobre el feminismo del momento ―que pretende llevar a la mujer fuera del hogar‖ nos da un poco de respiro admitiendo que la mujer revela actitudes y conocimientos.
Verdaderamente comenta que no pretende hablar de la mujer y menos sobre feminismo, ya que la ocasión no es la óptima, pero sí ayudar a la compresión o entendimiento de la autora de las razones ―para guardar el incógnito, fuera del temor de que su nombre, digno de todas las estimaciones, pasara al catálogo de los que sirven de carnaza a la crítica‖ (Villaboba 1903: 8). Realiza un pequeño resumen histórico, o lo
intenta, sobre los antecedentes femeninos a la autora en la historia de la literatura española, continuando así con la justificación a la poeta. A esta la define como ―un ser de alma grande y pura, de corazón lleno de entusiasmos y de clarísima inteligencia…‖ (Villaboba 1903: 9). Alaba, una vez más, a la persona que ha escrito el poemario, sin meterse más en la obra hasta ya el final del prólogo, cuando dice ―exponer mis impresiones acerca del libro‖ (Villaboba 1903: 9). Para ello, como al principio, se define modestamente, ahora, como un lector más, sin capacidad de aportar una información filológica, por así decirlo, sino la misma que cualquiera que disfrute, o no, de las composiciones que lo llenan.
Por lo tanto nos da unas pequeñas pinceladas sobre las diferentes composiciones a leer, como Vibraciones, Ecos andaluces, La copla, o Noches tristes, de entre los nueve poemas de diferente temática, rima y longitud.
Invita, como buen prologuista, a que el lector disfrute, como ha hecho él, del desmentido Villaboba, y termina pidiéndole a la autora ―que venza sus temores, y en una nueva obra no oculte su nombre, para el que seguramente hay un puesto distinguido en las regiones del Arte‖ (Villaboba 1903: 11). Hecho que no sabemos si es escrito por sincera admiración literaria, o por cariño y enamoramiento, pero que no se pudo producir por el pronto fallecimiento de Josefina Vidal. 

De Vibraciones (1903)

1) Vibraciones

Estas tristes vibraciones
Ecos son del alma mía.
Que inarnmónicos sones
Huyendo van mi alegría,
Mi paz y mis ilsuiones.

Mira que es pena pensar
Lo que nos hemos querido
Y al final de tanto penar,
Dar nuestro amor al olvido,
¡Sin volvernos ni a mirar!...

Ya no quiero más sufrir
Y por eso te abandono:
Mas quiero antes de partir
Que sepas que te perdono,
Por no darte que sentir

Cuando en su querer creía
Hasta de Dios me olvidé;
Le dí entera el alma mía
Y el corazón le entregué…
¡Aunque no lo merecía!

Después de vender su alma
Tan solo piensa en rezar…
Esta mujer está loca:
¡Hasta Dios quiere engañar
Con las mieles de su boca!

No atormentes mi agonía,
Y aunque ya tu corazón
Cerrado esté a la voz mía,
¡Déjame con la ilusión
De que me amas todavía!

Pronto te voy a dejar
Tal vez para siempre sea;
Avísame, por favor,
Cuando encuentres quien te quiera
Como te he querido yo.

En la tumba de mi madre
La flor del quebranto cuido.
Siempre que por allí paso
La flor me dice - ¡Hijo mío,
Tú solito me haces caso!

¿Por qué dices que soy yo 
La causa de nuestras penas?
Llevemos los dos la culpa,
Aunque a ti te pertenezcan,
Que yo no las busqué nunca.

Ayer me pidió perdón
De sus perversas partidas
Y hoy me ha vuelto a confesar

Que sin mi amor se moría…
¡Sin poderlo remediar!

Cuando a solas quiso hablarme
De si podía quitarme
Fue con la mala intención
Los restos de una ilusión
Que he podido reservarme.

A otras personas de mi
Te quejas, no sé por qué;
Cuanto tuve te lo dí,
Y hasta a olvidar te enseñé,
Cuando este saber perdí.

Si no crees en mi cariño
Yo te propongo una prueba:
Priva mis ojos del sol,
Bebe sangre de mis venas,
Devora mi corazón.

Dice que me quiere hablar:
No sé que querrá de mí;
Si nada le puedo dar,
Porque todo se lo dí…
¡Menos mi propio pesar!

Las penas que yo estoy pasando
Por tu despego y tu orgullo,
Al fin me darán la muerte;
Pero ni en el otro mundo
Podré dejar de quererte.

Mira si te querré yo
Que en ti siempre estoy pensando,
Que en el corazón te tengo
Y en mis delirios te llamo
Y hasta en mis sueños te veo.

Dices que temes morirte
Y en verdad no sé por qué;
Ya sabes que cuando mueras
Yo acompañándote iré…
¡Aunque al infierno te fueras!...

Como pájaro sin nido
Tu amor vagaba con miedo;
Yo en mi pecho le di asilo
Y él de allí se fue corriendo…
¡Dejándomelo vacío!

Vistes que mi pecho ardía
Y no apagastes la hoguera.
Supistes que me moría
Y no acudistes siquiera
A socorrer mi agonía…

El corazón tengo muerto
De pasar penas por ti;
Déjame sufrir en paz
Y no te acuerdes de mí,
Porque yo no existo ya.

Cuando te quise de veras
Te burlaste de mi amor,
Ahora que al fin te desprecio
Me entregas tu corazón…
¡Y yo ni mirarlo quiero!

El amor que tú me distes
Era un ratero malvado,
Que robó a mi pobre alma
Toditas sus ilusiones,
Toditas sus esperanzas.

Muchas lágrimas vertí
Cuando te quise de veras;
Pero al cabo he comprendido
Que no vales dos pesetas…
¡Y desprecio tu cariño!

Por tí perdí mi esperanza,
Por ti perdí mi ilusión;
Vete con Dios, mala sangre,
Que no tienes corazón,
Que eres un ser despreciable.

El corazón sin amor
Es como flor sin aroma,
Como nidillo sin pájaros,
Como arbolito sin hojas,
Como templo abandonado.

En tí puse mi esperanza,
Y aunque no la merecías,
Te dí el corazón y el alma…
¡Si quieres toma mi vida,
Porque ya no me hace falta!

Yo canto siempre mis penas
Para buscarme consuelo;
Las canto con alegría,
Dándole gracias al cielo
Que me alienta en la agonía. 



2) Ecos andaluces

Canto mi amor en cantares,
Se lo canto a mi guitarra
Pá que no se entere nadie

Vente a la verita mía,
Que te tengo que decir
La mar de cosas que guardo
Solamente para ti.

¿A qué vienes a quejarte,
Si ves que te mando siempre
Con la música á otra parte?...

Velai lo que has sacao
De tanto amor y tanto sufrir
Cabeza ardiendo, pies fríos
Y deseos de morir.

No tengo calor de nadie:
Me ha hecho traición mi serrana
Y se me ha muerto mi madre.

Cruzó por la vera mía
Sin decirme adiós si quiera;
Y pensé…en lo que pensé…,
Y pensé: «¡Quién lo creyera!»

Aún recuerdo aquel suspiro
Que a su verita escuché…
¡Cuántos pesares le debo
Y cuantos le deberé!...

Quisiera hacerte sentir
Tóo el peso de mi quebranto,
Pa ver si así me querías
Ó me despreciabas tanto.

Quisiera que te murieses
Pá seguirte yo corriendo;
Más vale morir de pena
Que no morirse de celos.

¿Qué más pruebas puedo darte
Pá probarte mi cariño,
Si estoy viviendo sin alma
Porque tú me la has pedido?...

No dirás que no te quiero,
Que en cuantico no te miro
Parece que no te veo

Si me muero antes que tú
Procura seguirme fiel,
Porque me va a dar coraje
Si tú aquí lo pasas bien.

Te conocí hace tres meses
Y nos hemos engañao
Lo menos cuarenta veces.

En una noche muy negra
Me citaste en el campo
Y yo no quise acudir
Temiendo dar un mal paso.

Tu madre intenta perderme,
Porque no me quiere dar
Dos pesetas que me debe.

Piensas que dicen mis ojos
Que están solo por ti abiertos…
O tú eres tonta del tóo
O ellos son los embusteros.

El día que yo te olvíe
Tengo que hacerte penar
Tó lo que yo estoy penando
Por no poderte olviar.

La culpa me tengo yo
De tó lo que me ha pasao.
¡Si no te hubiera creío
No me hubieras engañao!

Si el Divé te perdonara,
Iba á decir que hasta Dios
Se enamora de tu cara.

Los pajarillos cantando
Cuentan sus penas al viento:
Yo, pa que nadie las oiga,
Siempre las canto en silencio.

Si Dios hiciera el milagro
De que yo al fin te olvidara,
Palabras no encontraría
Pa poder darle las gracias.

Son tus ojos, serranita,
Brillantes como luceros,
Tan negros como la noche,
Tan ardientes como el fuego.

Dicen tanto tus ojitos,
Que tan solo con mirarme
Me has trastornado el juicio.

Me preguntastes un día:
¿Por qué doblan las campanas?
Y acabas de matarme
Toditas mis esperanzas.

Ya te ajustaré las cuentas,
Que vienes con muchos humos
Y no vales dos pesetas. 

Porque pobre me quedé
Toditos me despreciaron:
Solo un perro que tenía
Vino á lamerme las manos.

No me dés tantos jachares
Que yo te puedo dar otros,
Que donde espinas se siembran
Suelen recogerse abrojos.

¿Cómo quieres que perdone
Toitas tus malas partías,
Si ellas me han hecho perder
Hasta la fe que tenía?...

Vete, por Dios, de mi vera;
Porque me vas a matar,
Y no quiero que me mates
Pa poderte perdonar.

Sin decirme adiós siquiera
Dejastes la vera mía…
Con lagrimitas de sangre
Llorarás esa partía.

Todas las penas que tengo
Al aire le iba contando,
Y una mosca que me oía
De mí se estaba burlando.

Al pie de un árbol sin hojas
Me puse a pulsar la lira,
Y un mochuelo que allí estaba
¡Con qué ganas se reía!....

Son tus lágrimas diamantes
Y tus ojos dos luceros,
Tus dientes menudas perlas,
Tu corazón… ¡trapo viejo!

Cuando me estén enterrando,
Vente, por Dios, á mi vera.
Ya que todos me abandonen
Que me quedes tú siquiera.

Cuando paso por su vera
Haciendo la vista gorda,
Parece que el corazón
Se me sale por la boca.

Tú tienes que hablar conmigo,
Sola delante de mí,
Pa decirme lo que has hecho
Del corazón que te dí.

Pide todo cuanto quieras,
Que mi alma y mi corazón,
Serranita de mi vida,
Para ti solita son. 

Pasas por la vera mía
Haciendo la vista gorda…
¡De qué te sirve fingir,
Si te conozco de sobra!

A ti te falta un sentío:
Decirme que no te quiera
¡Si para quererte vivo!



3) Baturricas

Pasé por tu calle y ví
Medio cerrada tu puerta,
Y en seguida presumí
Que no estaba bien abierta.

En el burro de tu padre
Tengo que dir ande mandas,
Porque el burro de mi tío
Está malo de las patas.

Entré en el Pilar sagrao
Y á la Virgen le pidí
Que aparte de ti las penas
Y me dé toicas a mí.

Tu madre no mi pué ver
Dende que li dije en groma
Que la vídir por los aires
Montadica en una escoba.

¡Ridiós! Ya sé que mi burro
Tié semejanza con mí…
Bastante mi lo has icío,
No mí lo güelvas a icir.

Ayer a tu madre ví
Asomada a la ventana,
Y no despegué los morros,
Porque no mi dio la gana.

Dí que mi dejas por probe
Y no digas que es por malo,
De sobra que tóos sabemos
Ande t‘aprieta el zapato.

A la sombra de tu casa
Me puse a considerar,
¡Si será bruto tu padre
Que no mi puedo sentar!...

Junto á el Pilar nos juramos
No olvidar nuestro amor nunca:
Cuando paso por allí…
¡Hasta la Virgen se burla!

Al pie de una higuera negra
Me puse a pensar ceñudo,
Lo verdes que están los higos
Antes de que estén maduros. 

De sobra que te lo icí,
Que mi habías de llorar…
¡Cariño como el de mí
No lo puedes encontrar!...




4) Ayes

Voy a templar mi guitarra
Para cantar mis pesares;
¡Aunque nadie los escuche,
Que no los desprecie nadie!

Yo no ceso de llorar;
Solo que lloro por dentro
Y nadie ve mi pesar.

A veces, sin yo querer,
Siento envidia de los muertos.
¿Para qué sirve la vida,
Si siempre se está sufriendo!...
No quiero querer a nadie;
Que el tormento del cariño
Quien lo quiera que lo aguante.

Del placer nace el dolor
Y del pesar la alegría…
¡El bien y el mal en el mundo
Son cosa de fantasía!...
¡ Qué buena cosa es vivir!
Llorar desde que se nace
Y padeciendo morir.

No envidies a los que llevan
Alegre siempre la cara,
Que hay quien finge estar contento
Mientras tiene muerta el alma.
¿Para qué me sirve el llanto,
Si no hay lágrimas bastantes
Para llorar mi quebranto!...

Señalé el primer pesar
Con una cruz en mi pecho;
¡Ya tantos van señalados
Que parece un cementerio!
Yo no envidio a los que ríen,
Ni a los que gozan envidio;
Envidio a los que no creen
Ni en prosas ni en cariños.

No desmayes en pedir,
Aunque no te escuche Dios;
Que el consuelo de esperar,
Es el consuelo mayor.
¿Qué tendrá de alegre el cielo,
Que a él miramos siempre todos
Cuando buscamos consuelo!...
Hay momentos en la vida
En que nos matan las penas;
En que se anhela algo grande,
Sin saber lo que se anhela.

A la criatura infeliz
Hasta el tiempo le hace burla:
Si goza, pasa corriendo;
Si sufre…¡no pasa nunca!
No pierdas la fe en el bien,
Aunque al mal mires triunfante:
Ten el alma siempre limpia
Y cree que tendrás bastante.

Tras del llanto va la risa,
Tras de la noche va el sol;
Detrás de mis desengaños…
¡Siempre va alguno mayor!...
Se me encoge el corazón
Al ver, con dolor profundo,
La enorme suma de muertos
Que andando van por el mundo…

El que no tenga dinero
Está en el mundo de sobra,
Que nadie se acerca al árbol
Que no le puede dar sombra.
Anda y no sufras por nadie:
Te verás desamparado
Y no irán a consolarte.

Mientras tengas dos pesetas,
Duda de buenas palabras:
Lo que sobran son amigos…
Cuando menos hacen falta.
Vive el que sufre en el mundo
Con la esperanza fatal
De que al vivir renegando
Después se condenará
Tras un padecer eterno,
Después de mi triste historia,
Perdí la fe en el Infierno
Y la esperanza en la Gloria.

Quien quiera pasar por santo
En este mundo de farsas,
En vez de ser virtuoso
Que procure caer en gracia.
Compañera de mi vida.
¡Qué envidia me da de ti!
Como no sabes querer,
No sabes lo que es sufrir.

Paga traición con traición
Y no perdones a nadie;
Que el que olvida los agravios
Pasa, encima, por cobarde.

Mal haya quien inventó
El querer y el olvidar;
Si lo llegara a coger
¡Qué cuentas le iba a ajustar!
Si quieres ver si un cariño
Es fingido ó es de veras,
Dí que estás desamparado
Y no tienes dos pesetas.

Cuando salga de este mundo
¿Por dónde echaré mis pasos
Que no me vuelva a encontrar
La senda del desengaño?...
Donde quiera que tropieces,
Mira el sitio con afán,
Y encomiéndate al Señor
Cuando vuelvas á pasar.

No me da miedo el morir,
Si el morir nos da la calma:
Más temo a los desengaños
Que hacen pedazos el alma.
Cuando se lloran las penas,
Se halla consuelo al llorar;
Lo malo es cuando se sienten
Y se tienen que callar.

Canto porque cantar quiero,
Por darle gusto a mi alma,
Que al fin y al cabo del mundo
Es lo único que se saca.

Cuando miro las estrellas,
Ojos tristes me parecen
De amados séres que dicen:
¡Vente con nosotros! ¡¡Vente!!,
No hay madre que no se atreva
Á martirizarse el alma,
Por darle paz y consuelo
Á un hijo de sus entrañas.

No hay quien sienta el mal ajeno.
Cuando mi madre murió,
Mientras yo estaba llorando
Cantaba el enterrador. 

Son los golpes que más duelen
Aquellos que más se callan,
Porque enmudece la lengua
Y solo el corazón habla.

Cuando mi madre murió
Me dijo su alma al oído:
«Se fue la que te quería,
¡No pienses más en cariños!»
La metieron en la caja
Y la echaron en el hoyo…

¡Yo también debo estar muerto
Cuando no me he vuelto loco!
Cuando dejo el Campo santo
Donde el corazón perdí,
Oigo una voz que me dice:

« ¡Que no tardes en venir!»
Ya se me murió mi madre,
¡Pobre madre de mi alma!
¡Que solo se queda uno
Sin mi madre y sin esperanza!
No sientas peso en el alma
Por la angustia que pasó,
Que vendrán otras mayores
A matarte el corazón.

Cuando me pongo á cantar,
Harto de tanto sufrir,
Hasta la guitarra dice:
«¡Qué pena me da de ti!...»




B. Lira andaluza (1906)


Es el segundo libro que ya firma como Pepita Vidal, y el primer poemario, y último. Se publica en Córdoba en 1906, en la imprenta La Verdad situada en la calle Gondomar, 7. Tiene el subtítulo de Poesías y anuncia ya en la portada que el prólogo lo firma Eduardo Zamacois.
En las primeras páginas aparece una fotografía de la autora, posando, sentada en una silla y apoyada en una mesa auxiliar redonda sobre la que se encuentra un periódico o un libro grande, el cual simula Josefina que lo está leyendo. Apoya el codo derecho sobre el texto y la cabeza en la mano del mismo lado. Mira a la cámara fijamente, sin sonreír, pero con actitud apacible y relajada. Viste una falta larga oscura, que le tapa el calzado, y una blusa clara, abombada en las mangas y con un nudo en el escote. Además de un pequeño gorro negro, a modo de bombín masculino.
En la página siguiente encontramos la dedicatoria: ―A mis respetables amigos los Exmos. Tres Condes de Torres Cabrera y del Menado20‖ firmada por ―La Autora‖, otro avance a destacar al reconocer, con su nombre, su género, abandonando las inseguridades del primer poemario.
Acto seguido asistimos al mencionado Prólogo. El autor de este, en su condición de literato, lo comienza como si de una narración se tratara ―Cuando regresé a mi casa eran las dos de la madrugada; nadie me sintió llegar…‖ (Vidal 1906d: I), para en seguida hablar del ―limpio‖ ejemplar de Lira Andaluza que le esperaba en su mesa de despacho: ―doscientas cuartillas (…) con la letra segura y dichosa de una mano joven, que nunca ha dudado‖ (Vidal 1906d: 1). Nos sigue ambientando al escribir sobre la lluvia en la calle que lo acompaña en su lectura, y ya cuenta sobre la autora y sobre el texto, diciendo de ella que ―como Espronceda, (…) quiere correr libre, en amariposeado vagabundear de caprichosas rebeldías‖ (Vidal 1906d: I) y va citando algún verso del interior del poemario, inteligentemente elegidos para justificar sus afirmaciones.
Nos explica lo que es la inspiración para Pepita Vidal, algo todopoderoso que no debe tener más guía ni otro dueño que su mismo amor a la belleza, exponiendo un verso también. Este hecho sobre inspiración y belleza hacen que el conjunto de poemas conformen ―un libro saludable‖ del que se desprende frescura, juventud y color. Un libro que nos devuelve al ambiente rústico, a la provincia, al hogar ―perdido en la paz de esos callejones (…) que serpean junto a la torre de las viejas iglesias‖ (Vidal 1906d: II).
Leemos la inocencia del infante, que encuentra a Dios en todo lo que va
descubriendo.
Pepita Vidal irradia felicidad en sus poesías, tanto referidas a la primavera, que le lleva a la vida, como al invierno, y con él la muerte. Expone un optimismo, afirmado por E. Zamacois, que le lleva a escribir un ―libro color de oro‖ (Vidal 1906d: II).
Incluso dice que ―encanta; porque sus estrofas parecer haber cumplido el milagro de retener aquel rayo de sol que el loco filósofo indostánico trató inútilmente de apresar en una botella‖ (Vidal 1906d: II). 




De Lira andaluza (1907)


5) ...Y fue…

No preguntadme nunca que por qué canto;
Todo problema obscuro me causa espanto.
Yo no sé lo que pienso ni lo que digo;
Hay un Dios que me inspira y al cual bendigo.
A ese ser infinito lo alaban todos,
De distintas maneras, de varios modos.
Lo alaban con sus trinos los ruiseñores;
con sus gratos perfumes las gayas flores;
el apacible bosque con su murmullo;
la tórtola emitiendo su dulce arrullo;
el viento de la tarde con su armonía
y con sus mil rumores la selva umbría.
Yo vago por las sendas del triste suelo
como vagan las nubes allá en el cielo; 
si el viento no las mueve, todas se paran;
si el sol no las vistiera, negras quedaran.
Si en su seno algún brillo se manifiesta
Es debido al reflejo que el sol les presta.
Por ellas nada pueden ni nada valen,
y nunca es obra suya si bellas salen.
Yo, si Dios me dejase desamparada,
en este valle obscuro no fuera nada.
Él en mi pecho puso la poesía
y si algo bueno sale…¡no es obra mía!
Yo la inspiración lanzo que en mi se esconde
y camino y camino sin ver a dónde.
Yo no canto tan solo porque es mi encanto,
canto sin darme cuenta de lo que canto:
yo del Señor escucho solo el acento,
y es mi lira la lira del sentimiento.
Él fue quien puso notas en mi garganta
y sus pobres canciones por Él las canta.
Yo estaba en la mañana de mi existencia
y cantaba la vida sin experiencia.
No sé ni lo que pienso ni lo que digo:
hay un Dios que me inspira…¡Yo lo bendigo!
Yo andaba por el mundo pesarosa
y hacia Dios me elevé,
Él le dijo a mi mente: «¡Sé poetisa!»
¡Y fue!..



6) A ti

No hay tierra como mi tierra,
ni cielo de tal encanto,
ni flores como sus flores,
ni sol que caliente tanto.

Bendita mi tierra,
mi tierra bendita:
benditas sus flores, 
benditas sus aves,
su sol y su brisa.
Bendito el contento
que en ella palpita,
sus gratos aromas,
sus noches serenas,
sus diáfanos días.
No hay cielo en el mundo 
que iguale a su cielo,
su cielo radiante 
de luz brillantísima,
su cielo que amores 
y encantos infunde;
del cielo africano
reflejo y envidia.
Aquí todos cantan;
aquí todos sienten;
aquí tienen algo 
que nadie se explica;
un algo confuso 
que nace en el alma,
un algo que bulle 
y alienta e inspira, 

un algo que dice: 
«¡Cantemos, sintamos,
la Ciencia nos huelga,
¡la ciencia es muy fría!
Lo hermoso y lo grande
sin ciencia se admira.
Sin Ciencia se puede 
sentir la Belleza,
sin Ciencia se puede 
cantar la Poesía!»
Por eso en la patria 
del sol y las flores
son todo poetas,
son todo artistas;
lo son sin saberlo,
lo son sin buscarlo,
lo son porque el viento 
sus almas inspira;
por eso en la patria del sol y las flores,
sintiendo y cantando se pasa la vida.
Aquí se comprende mejor la grandeza
de Dios poderoso,
aquí bendiciones sin treguas envía;
y en cada murmullo del céfiro alado
y en cada corola de flores divinas
y en cada reflejo del sol explendente
y en cada suspiro que lanza la brisa,
parece escucharse la voz armoniosa
de Dios, que nos dice:

«¡Espera y confía!»
Aquí se conciben mejor las dulzuras
que Amor desparrama;
parece que todo protege su sombra,
vertiendo delicias.
Las flores, las aves, los gratos aromas,
el diáfano cielo, el astro que brilla,
las noches serena
y el vago concierto de todo lo hermoso,
en dulce armonía
parece que exclama con voz de
consuelo:

«¡Amemos sin tregua
que amar es la dicha!»
¡Bendita mi tierra!
¡Mi tierra bendita!

¡Dejad que la alabe, dejad que extasiada
Pensando en sus glorias me inspire mi lira!
¡Dejad que me muera besando su manto de luz y poesía!
¡¡Dejad que en la patria del sol y las flores,
sintiendo y cantando me pase la vida!!




7) ¡Primavera!

El cielo poco a poco se va purificando;
las brumas del invierno disponen su partida
y avergonzadas huyen, perdiéndose a lo lejos,
a impulsos de la brisa.
El sol radiante y puro su cabellera extiende,
que el suelo fecundiza, 
ypuéblase el espacio
de aromas que embriagan,
de luz y de colores,
de obscuras golondrinas…
Los pardos ruiseñores acuden presurosos
a fabricar su nido con íntima alegría
en la espesura lóbrega del bosque solitario,
donde el sosiego impera,
donde la paz habita.
Y desde allí sus trinos emiten placenteros
cuando la luna pálida sus rayos les envía.
Sus aromosos cálices
abriendo van las flores, ansiosas de delicias,
y esparcen sus perfumes
haciendo alarde vano
de su fugaz belleza,
que en el espacio breve de una mañana expira.
Los límpidos arroyos que corren por el valle,
saltando por las piedras que lamen y salpican,
vertiendo van aljófar
en miles hierbecillas
que ostenta sus preciosos colores de esmeralda
con vivos cambiantes
y tonos diferentes
de luz que llena el alma de amor y de poesía.
Los árboles se cubren y cruzan su ramaje
cual brazos que se enlazan.
El matinal rocío
las flores vivifica.
Los pájaros gorgean,
las nieblas disipan.
Y todo son ensueños y dulces esperanzas
y encantos y alegría….
Mas ¡ay! pasará en breve
la hermosa Primavera, que tanto nos anima.
La hermosa Primavera de luz y de colores,
de encanto y de armonía….
Se callarán los pájaros;
en viento huracanado se trocará la brisa;
las olorosas flores se doblarán ajadas
y rondarán marchitas…
¡Pasó la Primavera, pasaron los encantos,
pasaron los placeres
marchéronse las dichas!
Pero, ¿volverá luego? Sí, volverá, no hay duda,
y si traerá consigo torrentes de armonía,
y se traerá consigo las flores y los pájaros,
la luz y las delicias.
No así sucede al alma que en breve se marchita.
No así sucede al alma
que vive en el Otoño perpétuo de la vida:
que en medio de las lágrimas y en medio de las penas
vejeta sin placeres,
vejeta sin sonrisas….
¡Ay! Cuando se apoderan del alma los pesares
y al peso del quebranto con languidez se inclina,
y su ilusión se agosta…
esa es un alma muerta que rueda por el mundo
cual infeliz proscrita…
¡Y a ese alma ya no vuelven las dulces esperanzas,
ni vuelve la inocencia,
ni vuelve la alegría,
ni vuelven los amores,
ni vuelven los encantos,
ni vuelven las delicias!..
¡Pasó la Primavera! ¡La flores marchitáronse!
¡¡qué triste es el Otoño perpétuo de la vida!!


8) Otoñal

Conrónanse de brumas las crestas de los montes;
se doblan en los prados las flores más galanas;
los pájaros cantores sus nidos abandonan
y aléjanse en bandadas.
Los árboles sacuden su verde vestidura;
medrosos esqueletos semejan ser las ramas,
y cuando al rudo empuje del viento furibundo
se chocan y se enlazan,
no imitan el chasquido del beso apasionado,
ni el eco del arrullo, ni el son de las palabras,
ni el ténue suspirillo
del alma enamorada;
sino el dolor macabro de danzas de ultratumba;
el triste crujimiento de un mundo que se acaba;
los lastimeros ayes de seres que agonizan;
la convulsión postrera de enfermas esperanzas;
los gritos del combate y el tétrico aleteo
de la ilusión perdida,
del goce que se marcha.
¡Qué triste es ver las aves abandonar sus nidos,
de luz y de colores la tierra despojada,
las nubes cenicientas poblando las alturas
y el trueno fragoroso rodando en sus entrañas!
El aterido Invierno llamando está a la puerta
Envuelto en su sudario de tinieblas y de escarchas
y el sol adormecido se esconde entre celajes
con faz avergonzada.
Umbrías las florestas, los bosques solitarios,
por ellos ya no bullen las murmurantes áuras,
ni tienen los arroyos cadencia halagadora,
ni llegan al oído mil armonías vagas,
que el corazón agitan,
que hacen soñar al alma.
Los valles y los montes se cubren de negruras.
Pasaron los encantos,
cesaron las bonanzas.
¡Adiós las bellas flores,
las dulces armonías,
el céfiro y las aúras!
¡Adiós lo que era hermoso,
adiós, lo que era vida,
adiós, lo que era sávia.
Cantoras avecillas, volad a otras regiones.
Huid; apresuraos;
volad, volad con ansia,
que el aterido Invierno
a nuestra puerta llama,
buscando en los hogares un hueco hospitalario,
que está cubierto el pobre de nieblas y de escarcha…
Mas ¡ay! no abrid. Tengamos la puerta bien cerrada.
Neguémosle el asilo.
Que no entre en nuestra casa;
que busque otra guarida,
que nuestro hogar no invada;
que nuestro amor no enfríe;
que no desgaje ramas
del árbol de la dicha,
ni empañe con su aliento
el sol de la esperanza.
¡Por Dios, cerrad la puerta!
Decidle que se vaya.
Que aquí no vierta hielos;
que aquí no deje escarchas.
Cerrad, cerrad aprisa:
decidle que se vaya…
¡Qué importa que por fuera los vientos fieros bramen!
¡Qué importa que por fuera sucumban las bonanzas!
Si dentro está la vida,
si dentro está la sávia;
si existen primaveras
perpétuas en el alma
y allá en su claro fondo no hay más que amores puros
y encantos y esperanzas…
¡Feliz aquel que puede contar con un cariño

que nunca se desgasta
Tener un ser que amante comparta nuestra vida,
y en su ardoroso pecho la frente reclinada,
pasar las largas noches plagadas de negruras;
pasar las tristes horas en que este pobre mundo
parece que se acaba.
Gozad los que tenéis ensueños seductores
y un nido bien caliente sin átomo de escarcha.
¡Gozad! La vida es bella.
Gozad de la bonanza.
Dejad que se adormezcan los gérmenes vitales
que aprisionados tienen la tierra en sus entrañas.
¡Gocemos y riamos!
No huyó la Primavera, la luz ni la armonía,
ni el céfiro y las auras,
por fuera el desengaño;
por dentro la esperanza…
Dejemos al Invierno que llame a nuestra puerta.
Dejemos que las nieves envuelvan las montañas…
¡Qué importa que los cielos se cubran de crespones!
¡Dichosos si llevamos el sol dentro del alma!...









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