Uxue Juárez Gaztelu
Uxue Juárez Gaztelu (Pamplona, Navarra, 27 de septiembre de 1981) es una escritora, directora artística y profesora de instituto navarra.
Se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Navarra, donde se especializó en Estudios Anglonorteamericanos y Enseñanza del Español como Lengua Extranjera (1999-2003).
Desde 1999 ha tomado parte del taller de poesía de la Casa de la Juventud de Pamplona, además de haberse formado en talleres de escritura creativa dirigidos por la escritora Susana Barragués y Regina Salcedo.
Desde el año 2004 trabaja en un instituto como profesora de Lengua y Literatura. Como correctora, ha revisado la edición de Itzulerak/ Barne bidaiak. Es colaboradora de la revista Koult y del blog unlibroaldia donde escribe artículos de crítica literaria.
Es directora del Encuentro Poético Unicelular que ya va por su segunda edición (en junio de 2014 el encuentro contó con la presencia de la poeta mexicana Valerie Mejer y en noviembre de 2014 las poetas Lola Nieto, Hasier Larretxea, Izaskun Gracia, Regina Salcedo e Isabel Cadenas Cañón).
Obras
Escribe en euskera y castellano. Ha recibido varios premios literarios y ha publicado los poemarios:
Juárez Gaztelu, Uxue (2010). Cosas que crujen (en español). Creación InJuve. Premio Injuve a la Creación Joven, 2010
Juárez Gaztelu, Uxue (2014). Así, Berlín (en español). Amargord ediciones. ISBN 978-84-16149-13-1.
Próximamente:
Juárez Gaztelu, Uxue (2015). En el principio era la nieve (en español). Baile del Sol.
Algunos de sus poemas han sido publicados en la revista literaria Luces y Sombras. Recientemente ha escrito Bajo la lengua; bichos, poemario ilustrado por la italiana Daniela Spoto.
Premios
1996, Primer Premio del Instituto Navarro de la Igualdad por el relato "Oier", Pamplona.
2010, Premio INJUVE de Poesía, Madrid, 2010 por Cosas que crujen.3
2011, Primer Premio del Certamen de Poemas por SMS del Ayuntamiento de Pamplona.4
2011, Premio Proyecto "Yo También Leo".
Publicaciones
En la revista Koult:
Juárez Gaztelu, Uxue (Diciembre de 2013). «Félix Romeo: Por qué escribo». Koult.
Juárez Gaztelu, Uxue (Marzo de 2014). «Ricardo Menéndez Salmón: NIños en el tiempo». Koult.
Actividades artísticas
Dirección de la obra Arlequín, servidor de dos amos de C. Goldoni dentro del proyecto CaixaEscena (Estella, 2010).
Versos Inversos: Conferencia y recital en torno al panorama de la poesía en la actualidad organizada con motivo del 25 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Estado de Israel y el Reino de España por la Embajada de Israel en España junto a Casa Sefarad-Israel y el INJUVE, 2011.
Una vez en Pamplona/ Iruñean Behin: participación en antología de poetas navarros. Pamplona, 2001.
Palabrabr@ta: edición de una revista literaria. Estella, 2007.5
El haiku. Mi primera vez: dirige la edición de esta antología poética (Casamanita Cartoneira, Galicia, México DF, 2011).
"El compromiso literario en la obra de Pablo Fidalgo Lareo". Encuentros literatura y compromiso: mesa redonda junto a Pablo Fidalgo, Unai Elorriaga y Javier García Clavel (Ateneo Navarro, Pamplona, 2014).
"Mapa de las descoordenadas/ Hondamendiaren kartografia": actuaciones multidisciplinar de poesía y danza (Onki Xin, 2013, Pamplona y Bar Bagoa, Burlada, 2014) junto a la bailarina Amaia López.
Como de hilo sin madeja/ Korapilo honetan norberak bere haria/ As Free Skein Yarn: proyecto artístico de poesía y pintura experimental junto a la artista Leire Urbeltz y escritoras como Carmen Camacho, Castillo Suárez o Izaskun Gracia (Galería Kalon, Todela, 2014).
Poetika kiribila. Acción 01: performance junto a Amaia López, Naroa Armendariz y Anne Irura (Katakrak, 2014, Pamplona).
Poetika kiribila. Acción 02: performance junto a Amaia López, Naroa Armendariz y Paula Azcona (Ciudadela, 2014, Pamplona).
Ultravioleta. Poesía ilustrada: antología poética en preparación, próxima publicación en Estudio Vaca, Pamplona.
UN POEMA DE UXUE JUÁREZ GAZTELU
BY CARMEN G CUEVA
Una de las chicas me ha dicho que los copos de nieve son grises por la parte de abajo. Pienso en la blancura, en la pureza imaginada. Pero la pureza se rompe. A veces, me cuentas que tengo una sonrisa pura, que mi cara –donde ahora cuelga un rostro- es pura. Que en Madrid habría personas que se enamorarían de mí. Me hablas de un banco que hay al pie de la cuesta Moyano. Una bolsa con libros y un mapa de Argentina. Geonomía. Los secretos que encierra el araucano. Las voces. Un chico oriental con gafas y mochila sacando fotos. Réflex. Caza y captura. Devoro brazos, mangas, huellas, otoños, uno tras otro, y después se sucederá otro y luego llegará el vacío. Y después, después ya nada. Sé que sigo aquí porque la botella de ron sigue apoyada a mis pies. Y por los coches, ahí, detrás de la frialdad del banco dibujado en mis nalgas. Soy borde contra la finalidad de la piedra. El banco termina, pero la grieta que resquebraja la piedra da paso a otra y a otra y a otra. La fisura se mezcla con las hojas para seguir cayendo, arando sombras, hasta alcanzar la tierra y depositarse ahí, escondiendo algo, siempre imprescindible y ajeno, bajo el barro. Y pienso que hay lugares en los que preferiría no estar cuando esa pureza se rompe. Preferiría no ver por ejemplo a ese hombre viejo que mira ahora a un par de chicos besándose. Chicos con gafas. Mochila casi idéntica. Labios idénticos. Desgarbados. Puñado de luz en los ojos idénticos. La certeza del amor. Preferiría, digo, no ver a ese viejo encender un cigarro y exhumar ese mirar-rasguño. Gafas oscuras. Mente nocturna en un desierto del que nunca ha partido. Allá adonde va, arrastra consigo la arena. La huella de un hueco tallado a base de un tajo, a base de sed y de grieta. Hay lugares en los que preferiría no estar cuando esa pureza se rompa, digo. Como esa escena descrita en el poema de Vaz, “los hombres buenos”. No tengas miedo,/ pequeña,/ que soy de los buenos/ y he traido muchas cositas./ Ella aún no puede quedarse/ preñada./ La madre la eligió por eso./ Y porque si/ es virgen/ el hombre bueno paga más,/ que cuentan que las/ virgencitas/curan las infecciones de los/ cascos azules.
Pero es que la pureza desgarra y todos nosotros nos desgarramos con ella. Llegados al fin, cuando ya la hemos perdido, abrimos los ojos y perdemos un párpado ante un muro que aguarda sin lindes.
Cosas que crujen
Uxue Juárez Gaztelu
Recordar
‘Tener recuerdo de algo, traer a la
memoria’, 1220-1250. Del lat. RECORDARI
íd. (deriv. de COR ‘corazón’).// Despertar
al dormido.// Volver a pasar por el
corazón.// Escarbar escenas.// Arañar,
rascar el sueño ahondando algo. //
Profundizar, perforar el sueño. // La
gallina escarba la tierra para buscar su
alimento. Así escarbo yo el recuerdo. //
Limpiar los dientes de recuerdos,
recobrarlos. // Avivar, remover la lumbre
del olvido, averiguar, inquirir lo que está
oculto. Para coser de nuevo alguna
escena o zurcir el cielo que se extiende
sobre un nervio azul de fábricas.
COSAS QUE CRUJEN: UNA MARIQUITA BAJO LOS
DEDOS DE UN NIÑO
I
La piel del niño es visionaria
II
Su boca, manchada de letras que aún no ha dicho,
deduce, se aprieta e invade el dominio blanco del sofá.
Respira en silencio y comprende que,
pasados gato con sofá y salón,
las pestañas se empaparán de otros mundos.
Infectado de inquietud,
nace
el
hi
po.
III
Lame un botón. Explora
el mundo del botón.
Mira a través de los huecos del botón.
Los tapa.
Después,
desde la redondez de su boca,
me observa cómplice
y hunde el botón en el secreto de un bolsillo.
IV
Cuando el miedo se va y sólo queda
la curiosidad de una niña.
V
Hundir las manos en la tierra, llenar la boca de agua y explotarla,
para escarbar de nuevo.
Arañar, rascar el suelo ahondando algo.
Escarbar escenas.
/A pesar de la especulación de los gusanos,
el borracho olvidado en el parque
o la mordedura del futuro. /
Remover el suelo, sentir al fin el respirar de mil escarabajos bajo tierra.
/Igual que siente una manzana o la risa de los pies sobre el columpio./
Hundir los dedos en la tierra, para bordar con alegría blanca el griterío
de las uñas.
Y que le crezca así la vejez entre las manos.
COSAS QUE CRUJEN: UN CARACOL BAJO EL LIBRO DE TEXTO
La niña lee
el alfabeto de los árboles
y se vuelve ave clara. Cuánta
paciencia ha de tener en aulas
donde le enseñan a no ser.
JUAN GELMÁN
I
Tu tiempo /breve/
camina de lado a lado,
parece que las horas
secuestren el zig-zag de los relojes.
De nuevo, la espera.
Toda esa confianza en el azar,
el futuro,
a la altura de la boca.
De nuevo, una mano empujando el picaporte,
el timbre, la merienda.
El día que pasa
y esta tarde salida de órbita
en la que garabateas
un dibujo en la tapia de la escuela:
El mar bajo la uñas, a punto de borrar la tiza, la mañana,
la boca abierta /repleta de palabras/
reventando así la palabra exilio en uno mismo.
II
DEL OTRO LADO
¿Qué has perdido en el entreacto?
El grito de vámonos,
el árbol que calla al bordear el barrio,
las llaves de casa escondidas por el perro bajo tierra,
la pereza anidando en la mano, acostada a cualquier hora,
el sabor dulce del verano frente a la lluvia azul en los tejados,
la dentadura en el vaso, al volver de clase, junto al grifo,
el reír sin dientes de tu abuelo al abrazarlo en tu camisa verde,
la primera exposición frente a la clase,
las explosión del sol en la ventana.
Ángela y sus manos envolviendo el café del desayuno,
el nacimiento del golpe, el amor,
la punzada del primer cuerpo del beso,
los patines, otra vez el golpe, contra el suelo,
ardiente, sangre en la rodilla, al rozar la grava,
las uñas recién pintadas
o los libros galopando hacia el invierno.
Ya sabes, los quince años o la respiración de un pájaro que
sueña
en lo profundo de la boca.
O puede que todo aquello que olvidaste, prendido, de un día
cualquiera.
III
ROJO
Desde el marco de una ventana
Ella imagina voces, platos de lentejas, gatos.
Una burbuja /quizá acaba de nacer/ feroz
e insistente,
explota su luz
y aprende a morir.
A su lado, él la piensa desnuda,
Las pestañas batiendo boca arriba
/negras y estiradas/
lentas como un muro derramándose.
¿Decías? /pregunta ella, boca
roja y entreabierta/.
No, nada, no importa /a cinco pasos de su ombligo,
dedos demasiado hirvientes
sin poder decir nada/.
IV
Y tú, ¿por qué lloras tanto?
/preguntaron los alumnos a la profesora/.
Simplemente busco el pretexto
/y dibujó un círculo en la pizarra. Dentro, una lágrima/
es tan bello el rodamiento de una lágrima.
V
DE VUELTA A CASA
Volver a casa en autobús.
Escupirlo. Expulsar el bolo. Desdecirlo.
Atardece, supongo.
Desprender el bolo.
La ciudad. La piel. La piel de la ciudad.
El cansancio. Los pasos.
El vocerío de los niños agrietando las baldosas.
Y mañana, otra vez martes.
Otro bolo.
Olvidar el bolo.
Cruzar la piel de la ventana.
Tacones rojos sosteniendo a mujeres altas como agujas.
Un niño con mochila hincando el diente a una manzana.
Tragar el bolo. Engullirlo.
Un rayo perezoso iluminando la piel roja de la fruta.
Y el niño, a punto de morder el rayo.
Y la ciudad, a punto de tragarse el bolo, con autobús y tarde a
la deriva.
Deshacer cada una de las partículas del bolo.
Para no sentirlo al fin
y tenderse en el olvido.
Para no sentirlo al fin
y tenderse en el olvido.
Estos poemas pertenecen a Bajo la lengua, bichos (Stendhal Books, 2015)
Tr e s
Manifiesto de la pérdida
Aspectos a tener en cuenta:
I
Estar perdido. Haber perdido. Verbos
como auténticos motores arrastrando el tren
del pensamiento.
Mary Jo Bang
II
Hace un año conviví con la nieve.
Y la nieve se acomodó[1] a la altura del nervio.
Ahora, algo en mí se ha enfriado.
Pero qué.
Este libro representa la raíz de una pérdida
[1] Siempre he sido permeable a todo tipo de fenómenos atmosféricos: viento, nubes, lluvia, nieve y toda clase de precipitaciones, sobre todo si éstas incluyen un salto al vacío. En lo que respecta a fenómenos eléctricos como las auroras boreales o las tormentas eléctricas siempre he preferido mantenerme al margen.
III
perdición.
(Del lat. perditĭo, -ōnis).
f. Acción de perder o perderse.
f. Ruina o daño grave en lo temporal o espiritual ejercido por la mordedura.
f. Amor desenfrenado hacia, por, a, ante, bajo, con, contra, de, desde, en, entre, para, sin, sobre, tras, durante.
f. Desbarate o desarreglo en las costumbres. Rimero. Esto es, amontonar una camisa sobre otra y un jersey usado sobre un abrigo, una persona o un elefante. Arrugar el amor, hacer un escarabajo con él y lanzarlo a la montonera.
f. Causa o persona que ocasiona un daño grave. Por poner un ejemplo: yo. Desde que soy consciente de esto, no salgo de casa. Leo, me pongo y me quito el pijama, cocino, paseo a la perra caminando desde el pasillo a la terraza y vuelta a empezar. Un día, abro un sobre y encuentro un libro (ya no salgo y los deseos me llegan empaquetados por correo). Hasta ahí todo parece normal. Pero esta vez encuentro un poemario pequeño que habla de mí, que habla de todos, que habla de una perra negra que muerde igual que la mía, que habla de alguien que espera convertirse en árbol. Ese día agarro un puñado de tierra, lo meto en la boca y sonrío. Todo podría terminar aquí.
Pero no.
Pérdida, destrucción, desgracia, ruina (añádase también ruina económica), desastre, infortunio.
Aberración- averno-vicio (cuando se trata de algo recurrente)-descarrío (como cuando apareciste con cinco años sobre una montaña de arena y no encontrabas la mano grande de tu padre)- precipicio (ésta última es la más interesante, puesto que invita al salto).
Quizás todo esto sea una patraña disfrazada de recuerdo y yo ya lleve un par de años en otro lado. Es por eso que cojo uno, dos, tres huevos y los lanzo contra el suelo en orden, creando una secuencia. Después, derramo una botella y me arranco una postilla. La chupo. La gente aguarda.
Me pongo la máscara y salgo a escena.
Cinco
–Memoria de los días raros
(apuntes sobre catástrofes personales)
I
Un recuerdo cualquiera. En el reverso está la salida. Sin embargo, más de treinta años después, sigo buscando. Esa es mi patria -epicentro a partir del cual la ciudad me deshabita -.
Captura de pantalla (45)
II
A veces hay que tirar del hilo.
Aunque no sepa enhebrar la aguja.
Abrir por aquí, rasgar la caja y verterlo todo.
No sé hacia dónde ni con qué objetivo.
A veces tiro de la postilla, otras, me muerdo la uña.
No hay apego en esta mueca. Lo que hay es miedo.
Por eso aplasto abejas con un libro pensando que son avispas.
Equivocarse es bueno, dicen.
Otras veces aplasto mariquitas.
Es fácil: no gruñen, se arrugan y dejan escapar un zumo naranja.
En el instante antes de morir,
la piel brillante y roja
palpita como un corazón pequeño.
III
Yermo es el espacio que se abre entre las cuatro letras de mi nombre. Hay
un hueco que se expande entre el coche rojo de bomberos, treinta años
atrás, y el lugar que ocupa en la tierra el cuerpo de una mujer sin hijo.
Ese hueco soy yo. Por decirlo de otro modo, una gramática perpleja que
pende de un hilo. Para gritar el hueco escribo. Porque tal vez no se me
ocurra nada mejor que hacer. Porque, dime,
¿qué será de mí una vez que,
luego, aquí,
en el fondo?
IV
Esa noche mi madre pone una silla al lado de mi
cama.
Se sienta. Llora. Se va. A la mañana siguiente, me
levanto de la cama, como galletas con chocolate y
digo voy a regar las plantas. – – – – – – – –
Acaba lo que puedo hacer que acabe. Es mi único
gesto libre.
Lola Nieto
Mirad los árboles, les digo. Pero ellos agachan la cabeza. Si clavas una
pipa de calabaza en la tierra con la punta hacia el cielo, la cubres después
con tierra y luego con arena, en otoño se obtienen varias calabazas, les
cuento. Alguien se rasca el codo y otros observan el cielo. Grises, ceniza
amontonada. Ceniza sus ojos, ceniza las manos con las que escriben.
Vacías las cuencas de los ojos también. Niños-calabaza que sumergen las
manos en la tierra. Uno hace bolitas de moco con mis palabras. Anotación
mental: por si acaso, no tener hijos no vaya a ser que no sepa si están
vivos. Niños durmientes que se abren al estímulo del tecleo para hacerse
escarabajo. Hacen la fotosíntesis o algo parecido. Aunque no es así
siempre.
*
Me sangra la nariz y siento que, por lo menos, algo cambia;
esta vez el rojo alcanza el suelo.
Me vacío. Nadie dice nada. Hunden la cabeza en los libros de texto.
Fundido a rojo.
Por la tarde, me siento en la cocina, abro la boca y engullo una falange.
Después, otra y otra. Llego a la altura del codo y ahí me detengo. Un
trozo de piel se me queda atrapado entre el canino y el incisivo lateral. Lo
despego. Un tajo y alcanzo el húmero. Con la mano izquierda (aún ilesa)
aparto los hilillos de carne que cuelgan de los premolares.
Acto seguido, friego los platos y doy de comer a los peces.
Tr e s
Manifiesto de la pérdida
Aspectos a tener en cuenta:
I
Estar perdido. Haber perdido. Verbos
como auténticos motores arrastrando el tren
del pensamiento.
Mary Jo Bang
II
Hace un año conviví con la nieve.
Y la nieve se acomodó[1] a la altura del nervio.
Ahora, algo en mí se ha enfriado.
Pero qué.
Este libro representa la raíz de una pérdida
[1] Siempre he sido permeable a todo tipo de fenómenos atmosféricos: viento, nubes, lluvia, nieve y toda clase de precipitaciones, sobre todo si éstas incluyen un salto al vacío. En lo que respecta a fenómenos eléctricos como las auroras boreales o las tormentas eléctricas siempre he preferido mantenerme al margen.
III
perdición.
(Del lat. perditĭo, -ōnis).
f. Acción de perder o perderse.
f. Ruina o daño grave en lo temporal o espiritual ejercido por la mordedura.
f. Amor desenfrenado hacia, por, a, ante, bajo, con, contra, de, desde, en, entre, para, sin, sobre, tras, durante.
f. Desbarate o desarreglo en las costumbres. Rimero. Esto es, amontonar una camisa sobre otra y un jersey usado sobre un abrigo, una persona o un elefante. Arrugar el amor, hacer un escarabajo con él y lanzarlo a la montonera.
f. Causa o persona que ocasiona un daño grave. Por poner un ejemplo: yo. Desde que soy consciente de esto, no salgo de casa. Leo, me pongo y me quito el pijama, cocino, paseo a la perra caminando desde el pasillo a la terraza y vuelta a empezar. Un día, abro un sobre y encuentro un libro (ya no salgo y los deseos me llegan empaquetados por correo). Hasta ahí todo parece normal. Pero esta vez encuentro un poemario pequeño que habla de mí, que habla de todos, que habla de una perra negra que muerde igual que la mía, que habla de alguien que espera convertirse en árbol. Ese día agarro un puñado de tierra, lo meto en la boca y sonrío. Todo podría terminar aquí.
Pero no.
Pérdida, destrucción, desgracia, ruina (añádase también ruina económica), desastre, infortunio.
Aberración- averno-vicio (cuando se trata de algo recurrente)-descarrío (como cuando apareciste con cinco años sobre una montaña de arena y no encontrabas la mano grande de tu padre)- precipicio (ésta última es la más interesante, puesto que invita al salto).
Quizás todo esto sea una patraña disfrazada de recuerdo y yo ya lleve un par de años en otro lado. Es por eso que cojo uno, dos, tres huevos y los lanzo contra el suelo en orden, creando una secuencia. Después, derramo una botella y me arranco una postilla. La chupo. La gente aguarda.
Me pongo la máscara y salgo a escena.
Cinco
–Memoria de los días raros
(apuntes sobre catástrofes personales)
I
Un recuerdo cualquiera. En el reverso está la salida. Sin embargo, más de treinta años después, sigo buscando. Esa es mi patria -epicentro a partir del cual la ciudad me deshabita -.
Captura de pantalla (45)
II
A veces hay que tirar del hilo.
Aunque no sepa enhebrar la aguja.
Abrir por aquí, rasgar la caja y verterlo todo.
No sé hacia dónde ni con qué objetivo.
A veces tiro de la postilla, otras, me muerdo la uña.
No hay apego en esta mueca. Lo que hay es miedo.
Por eso aplasto abejas con un libro pensando que son avispas.
Equivocarse es bueno, dicen.
Otras veces aplasto mariquitas.
Es fácil: no gruñen, se arrugan y dejan escapar un zumo naranja.
En el instante antes de morir,
la piel brillante y roja
palpita como un corazón pequeño.
III
Yermo es el espacio que se abre entre las cuatro letras de mi nombre. Hay
un hueco que se expande entre el coche rojo de bomberos, treinta años
atrás, y el lugar que ocupa en la tierra el cuerpo de una mujer sin hijo.
Ese hueco soy yo. Por decirlo de otro modo, una gramática perpleja que
pende de un hilo. Para gritar el hueco escribo. Porque tal vez no se me
ocurra nada mejor que hacer. Porque, dime,
¿qué será de mí una vez que,
luego, aquí,
en el fondo?
IV
Esa noche mi madre pone una silla al lado de mi
cama.
Se sienta. Llora. Se va. A la mañana siguiente, me
levanto de la cama, como galletas con chocolate y
digo voy a regar las plantas. – – – – – – – –
Acaba lo que puedo hacer que acabe. Es mi único
gesto libre.
Lola Nieto
Mirad los árboles, les digo. Pero ellos agachan la cabeza. Si clavas una
pipa de calabaza en la tierra con la punta hacia el cielo, la cubres después
con tierra y luego con arena, en otoño se obtienen varias calabazas, les
cuento. Alguien se rasca el codo y otros observan el cielo. Grises, ceniza
amontonada. Ceniza sus ojos, ceniza las manos con las que escriben.
Vacías las cuencas de los ojos también. Niños-calabaza que sumergen las
manos en la tierra. Uno hace bolitas de moco con mis palabras. Anotación
mental: por si acaso, no tener hijos no vaya a ser que no sepa si están
vivos. Niños durmientes que se abren al estímulo del tecleo para hacerse
escarabajo. Hacen la fotosíntesis o algo parecido. Aunque no es así
siempre.
*
Me sangra la nariz y siento que, por lo menos, algo cambia;
esta vez el rojo alcanza el suelo.
Me vacío. Nadie dice nada. Hunden la cabeza en los libros de texto.
Fundido a rojo.
Por la tarde, me siento en la cocina, abro la boca y engullo una falange.
Después, otra y otra. Llego a la altura del codo y ahí me detengo. Un
trozo de piel se me queda atrapado entre el canino y el incisivo lateral. Lo
despego. Un tajo y alcanzo el húmero. Con la mano izquierda (aún ilesa)
aparto los hilillos de carne que cuelgan de los premolares.
Acto seguido, friego los platos y doy de comer a los peces.
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