lunes, 24 de agosto de 2015

JHENSY LUCENA [16.870]


Jhensy Lucena 

(Venezuela, 1992). Vocalista y tecladista de la banda El Café de las Seis formada en El Tigre – Estado Anzoátegui. 

Uno de sus textos salió en la edición impresa #2 de los Prints de ERRR MAGAZINE 2015. Todo lo demás reposa en http://cafedelasseis.blogspot.com/




Tiene un ángulo obtuso y dos ángulos agudos



Vamos, tú y yo                                              
                                                                                              solo

somos el comúnmente llamado
encuentro fortuito
de dos cuerpos celestes
colisionando 
en el medio de la mitad
de esta ausencia compartida.





Verdaderamente no te conozco

Un día iré a verte a uno de tus conciertos y no me acercaré a ti. Estaré mezclada al público. Mi voz será parte del resto de las personas que corea tus canciones. No me pondré al frente porque no quiero verte tan de cerca pero tampoco tan lejos porque estar lejos de ti me produce una desesperanza infernal. Te escucharé como todos los que te escuchan; no alejaré mis areolas de tu voz y antes de que puedas articular el último acorde, te tomaré una foto de baja calidad con mi teléfono celular, ésta la adjuntaré a un nuevo mensaje desde mi cuenta de gmail y te la enviaré sin asunto. Antes de que tus manos revelen la caída armónica del último conjunto de notas que ejecutarás al mismo tiempo, ya me habré ido. Con las manos en los bolsillos. Y en mis bolsillos: la negrura esclarecida que ocasionas a través de la laringe y las esquinas de los dos.





Qué alegría me da verte

Hay fuego brotando de mi cara. Habría que ver si los besos que nos dimos fueron eso o fueron  lo que uno realmente cree cierto, es cierto que solo hacía frío y yo bueno, no lo sé supongo que te amé como el sol a sus rayos pero mira,  habría que ver si soy espacio en blanco entre estos libros espesos llenos de dicotomía y vagabundos comportamientos.

Quería soltar el peso de la clara negrura sorteando que en tus tetillas soy campista montañoso. Sonidos vuelan-palpitan tal cual corazón roto bien roto. Aquí ya no hay caminos alternativos. No hubo reloj para que la neblina bajara hasta las habitaciones

solitarias
de este amor lejano
y seguía ahí
besando tus dientes de ajo
y miel
en el esperar de otra curda
en un bar de esta ciudad
colonial.





Este no es otro ridículo poema de amor.

He preguntado contables veces cuál es su segundo nombre como método de escape y si pongo las cejas en su dirección es para sobrevolar su aeroplano. Ciertamente he olvidado dóndecuándoycómo desperté sobre un despojo de la noche recubierta de ecos indecorosos, arropada de efectos analógicos que se perdían con lentitud por las hendiduras de la persiana. Acaricié la ropa con la pared, luego me la puse toda otra vez y salí a los adentros de los muros estrellados con las manos. La opacidad del día se mostraba alarde ante nosotros y poco antes de media noche no encontré otra manera de desaprobar su actuación glacial y yo sólo supe admitirlo llevando mi nuca hacia atrás. Pestañeé dos veces de forma voluntaria, luego del segundo parpadeo vi El Cinturón de Orión y en el tercero sus bigotes revoloteándome en la cara. 






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