José Albertazzi Avendaño
José Albertazzi Avendaño (Paraíso de Cartago, 15 de enero de 1892 - San José de Costa Rica, 3 de septiembre de 1967) fue un periodista y político costarricense. Orador polémico y articulista comprometido socialmente, llegó a ostentar importantes cargos legislativos en su país.
Obtuvo primero el título de maestro normal por el Liceo de Costa Rica, y posteriormente el de abogado. Trabajó unos años como maestro en la ciudad de Liberia.
Trabajó como periodista, demostrando una gran conciencia social. También dio clases en el Liceo de Costa Rica.
Fue director de la Biblioteca Nacional de San José.
A nivel legislativo, fue diputado en los períodos 1926-1934 y 1938-1948 y presidente del Congreso Constitucional de 1944 a 1945.
Como escritor, gozó de popularidad su obra poética (ganó, además, distintos premios tanto en su país como en el extranjero). Es autor de:
Por los recodos del camino.
Palabras al viento.
Bajo el azul.
Fragmentos del alma.
El limpiabotas
Al caer de la tarde se moría,
como se dobla un tallo, el limpiabotas
y al mirarlo en su lecho parecía
una esperanza las alas rotas.
Pálido, débil, en su frente había
como un agonizar de ansias ignotas;
y giraban sus ojos en sombría
visión de horas oscuras y remotas.
Madre, murmuró entonce el moribundo
con un hilo de voz que fue un sollozo,
arregla mi cajón que fue en el mundo
mi único amigo y mi mejor consuelo:
voy a lustrar, radiante de alborozo,
las botas de los ángeles del cielo.
Pincelada
Va naufragando en sombras el camino
del monte al pie; de lejos, la campana
la dulce paz del Angeluz desgrana
sobre el noble sosiego campesino.
Vuelve al cortijo con su andar cansino
la yunta que partió por la mañana,
y en la verde amplitud de la sabana
con la última luz se apaga un trino.
Desde las eras y los corazones
sube hasta Dios la plática sencilla
que con su esterilidad calma y sus duelos,
y yo mismo, olvidado de oraciones,
digo ante tanta excelsa maravilla:
Padre nuestro, que estás en los cielos.
¿DETERMINISMO?...
El bien, el mal, el santo, el delincuente,
palabras petulantes, sin sentido:
ya dijo el otro que del mismo nido
puede salir el ave o la serpiente.
El niño que a la vida sonriente
por atávico mal viene impelido,
será de pecho noble o un bandido
según el torbellino que lo oriente.
Todo, bajo este cielo, es transitorio,
la estrella que deslumbra, el infusorio,
destellos son de un inmortal fulgor;
todo es cuestión de rumbo y de momento:
con el metal que se hace un monumento,
un odioso puñal forja un traidor.
CAUTIVO
Con la aurora hay que dar la gran batalla,
hay que abatir al enemigo fiero,
todo está listo y Napoleón, severo,
en la alta noche va a partir y calla.
El hijo de su amor duerme, y ensaya
su boca una sonrisa; el gran guerrero
va a decirle su adiós, quizá el postrero:
¿respetará su vida la metralla?
Besar quiere una mano dsl pequeño;
pero éste, entre las suyas, en su sueño,
retiene una del bravo Emperador;
y el que venció a la m.uerte, y el que altivo
su gloria impuso al mundo, está cautivo
de una mano sutil como una flor.
EL PREGONERO
«La Libertad», «La Patria», se oye el grito
del pregonero en la mañana oscura,
como una imprecación que va a la altura
prolongando sus ecos de infinito.
Esta mañana lo miré, proscrito
de un hogar que abatió la desventura,
me pareció fugaz caricatura
dibujada por un lápiz maldito.
El no sabe que va por la pendiente
que lleva al vicio o al dolor, ignora
que después de un vivir pobre y doliente
gritando esos dos nombres desde niño,
lo encontrará vencido su última hora
sin libertad, sin patria... y sin cariño.
CROMO
Al caer de la tarde, se moría,
como se dobla un tallo el limpiabotas,
y al mirarlo en su lecho, parecía
una esperanza con las alas rotas.
Pálido, débil, en su frente había
como un agonizar de ansias ignotas,
y giraban sus ojos, en sombría
visión de horas oscuras y remotas.
Madre, murmuró entonces el moribundo
con un hilo de voz que fué un sollozo:
arregla mi cajón que fué en el mundo
mi único amigo y mi mejor consuelo:
voy a lustrar, radiante de alborozo,
las botas de los ángeles del cielo.
EN TU día
A MI HIJA VIRGINIA
Naciste ayer de un beso, y ya mañana
vas a cumplir siete años, se diría
que eres un ruiseñor por la alegría
o fresca flor por la ilusión temprana.
El ansia de tu arribo no fué vana,
pues viniste a calmar, estrella mía,
la inquietud de mi loca fantasía
que en urdir jeroglíficos se afana.
Hija da un noble amor, en tu existencia
ha de haber la tranquila transparencia
de una gota en el cáliz de una flor,
y si el dolor te causa alguna herida,
sonríe en él al alba de tu vida
y bendice en tu Dios ese dolor.
¡PERDÓNALO, SEÑOR!
¡Señor! Si en su vivir hubo impurezas,
si hubo en su alma huellas de delito
y en su triste aislamiento de proscrito
ignorante vivió de tus bellezas;
si sembró su camino de tristezas
y si el pecado convirtió en el rito
de su desolación, y sus fierezas
fueron en su dolor trágico grito,
¡perdónalo. Señor!... nadie en su senda
vertió una luz, jamás ninguna tienda
acogedora le brindó un amor;
y el amor es lo único en la vida
que hace luz en nuestra alma ensombrecida:
¡en tus brazos acógelo, Señor!...
ECO DISTANTE
Enmudece tu piano, esa armonía
suena en mi corazón como un lamento,
como una queja que arrancara el viento
de una campana al declinar el día.
Estrangula esa nota, amada mía,
tuércele el cuello al cisne, porque siento
que esa música llora en un acento
de un dolor que soñó ser alegría.
¿Qué marchita ilusión o qué atavismo
de amargura ancestral llora en mi mismo
las notas de tu piano al escuchar?...
Así recoge el alma de la lira
todo lo que en redor calla y suspira
y el caracol la ronca voz del mar.
LA POSTRERA ILUSIÓN
Al pie de la montaña, una alquería,
un huerto de racimos y de flores,
donde lleguen los pardo ruiseñores
a saludar con su laúd el día.
En el hogar sin galas, la alegría
inmaculada de mis tres amores:
ciega la puerta a todos los rencores
y sorda el alma a la filosofía.
Para la quieta noche, un libro ameno:
restañar con espíritu sereno
hondas heridas que causó un dolor,
es la única ilusión que mi alma abriga,
bajo el signo fecundo de una espiga
y la amable sonrisa de una flor.
SERENAMENTE
(en días de esclavitud)
Amada buena, dulce compañera
que aguardas mi retorno, entristecida;
¡ya ves!... no brota sangre de mi herida
porque es herida oculta y traicionera.
Cierra las puertas del hogar, afuera
toda idea de bien está perdida,
y a través del espacio y de la vida
la bestia triunfará, salvaje y fiera.
Sólo quiero tus manos, y las finas
manecitas de amor, manos divinas
del ángel que colmó nuestra ilusión,
para posar en ellas mi cabeza
sedienta de quietud y de terneza,
mientras pasa bramando el aquilón...
FLOR DE HISTERIA
...Y me contó su historia: su vivir campesino
fué el vivir silencioso de una resignación...
y en una tarde alegre la libertó el camino
de la tristeza que hizo sangrar su corazón.
Luego, se vio extraviada entre ese torbellino
de carruajes y gentes de una gran población:
trajo sed de cariños y se embriagó con vino
del que sirve en sus copas la baja seducción.
«En los primeros días hubo amor y hubo lumbre
en esto que es ahora nido de pesadumbre,
en mi boca un halago, en mi pecho una flor;
mas hoy sólo me queda, abrumada y vencida,
el placer inocente de haber sido en la vida
fuente abierta a toda ansia disfrazada de amor.»
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