jueves, 9 de julio de 2015

MARCIAL PÉREZ CORDERO [16.513]


Iglesia San Fernando, Región del Libertador General Bernardo O’Higgins Sexta Región Monumento Nacional



MARCIAL PÉREZ CORDERO


(CHILE, 1897-1915). Nació en San Fernando, hijo de un militar que hizo carrera en la Guerra del Pacífico y hermano del poeta Pedro Sienna, se suicidó por amor a los diecisiete años.

A las ocho de la mañana del 29 de Septiembre de 1915, en los momentos en que, terminadas las vacaciones patrias, volvía a mis clases del Instituto Nacional, asistí a un espectáculo que, hiriendo mi sensibilidad infantil, no he podido olvidar: tendido en la acera norte de la calle San Carlos, en la cuadra comprendida entre San Francisco y Serrano, se encontraba el cadáver de un joven que había dado fin a sus días por sus propias manos. 

Sus facciones eran correctas y delicadas; su traje bien cuidado; llevaba un sombrero de paja que la caída postrera de su cuerpo rompió…. En un grupo cercano—caras azoradas, gestos espasmódicos, lágrimas no enjutas—una señorita alentaba ansiosamente en su agonía en los brazos de una mujer de edad. 

El joven muerto era el poeta Marcial Pérez Cordero. Marcial Pérez Cordero al morir no tenía sino diecisiete años, aun cuando en su alma parecía pesar siniestramente un fardo angustioso de centurias de amargura sin remedio. La honradez de su sentir herido por la vida le llevó a buscar en la muerte un descanso que aquélla le negó. 

Unos meses más tarde, el mismo año 1915, sus amigos recopilaron en un libro que se titula “De vida, de amor y de muerte”, los poemas que en su existencia brevísima escribió aquel buen muchacho. ¿Que se le puede pedir a un joven de quince, de dieciséis, de diecisiete años? La poesía de esa alba de la conciencia vital es apenas un esbozo esfumado de lo que ella podrá ser más tarde, pero contiene virtualmente los rasgos típicos y distintivos de la personalidad que la concibiera. 

Marcial Pérez murió—arrastrado por el torcedor irresistible de esa pasión arrebatadora que había ya amargado sus días—antes de poder libertar la espléndida mariposa de sus ensueños poéticos, de la intimidad de su alma. Su promesa era como ninguna feliz, llena de altos augurios, y de las mejores anticipaciones, pero antes fué la muerte que la reclamó para su lecho de sombras y de lágrimas. 

Memento: Marcial Pérez Cordero publicó sus versos en algunas revistas que dieron a la publicidad los alumnos del Instituto Nacional en los años 1914 y 15. En el prólogo del volumen “De vida, de amor y de muerte” (1915) Julio Munizaga Ossandón intenta resumir la vida del joven poeta y analizar su obra

Raúl SILVA CASTRO





El poeta suicida no imprecaba a su Dios, pero escrutando su arcano, buscando su camino decía:

“…Si yo sé de la historia triste de Nazareno
¿cómo habré de ser bueno?, ¿cómo habré de ser bueno?”




RITO DE AMARGURA

Otra copa de acíbar derramó su veneno
sobre la albura nívea de mi precioso altar
y me ahondó la herida, mi dolor escarmeno,
y los ojos rebeldes se niegan a llorar.

El altar está mudo, sus rosas desmayadas,
la lámpara que un día su quietud alumbró
tiene lo tembloroso de las noches lunadas
que un secreto martirio de dolor empapó.

La hostia está tronchada en su cáliz sombrío,
la hostia que, tu pecho junto del pecho mío,
en las tardes serenas me hiciste comulgar.

Mis labios están secos, mis sienes abrasadas,
desgarrado el recuerdo de las horas pasadas,
y los ojos rebeldes se niegan a llorar!








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