JOSÉ RAMÓN YEPES
(Maracaibo, 1822 - 1881)
Escritor y poeta venezolano. Autor de una notable y variada producción literaria anclada en los gustos románticos y costumbristas de su tiempo, heredó de su lugar de origen una pasión marítima que dejó una huella indeleble tanto en su obra como en su propia peripecia vital.
Desplazado a Caracas en su adolescencia para cursar allí sus estudios secundarios, una vez graduado de bachiller ingresó en las fuerzas navales venezolanas (la Armada Nacional), donde su innata vocación marinera y su acusado sentido de la disciplina castrense pronto le permitieron alcanzar el grado de segundo teniente efectivo. Desplegó, a partir de entonces, una intensa carrera militar plagada de honores y condecoraciones en su brillante hoja de servicios.
En la década de los años cincuenta, tras el estallido de las guerras federales que convulsionaron el panorama político y social de Venezuela, fue nombrado mayor general de la Escuadra Nacional. Años después, durante el mandato gubernamental de Antonio Guzmán Blanco (1870-1877), su larga experiencia militar fue recompensada con su nombramiento como ministro de Guerra y Marina. Debido a su ideología liberal (que no le impedía mantener viva su acusada religiosidad), en varias etapas de su vida se vio forzado a tomar el camino del exilio, perseguido en Venezuela por las autoridades conservadoras.
Al mismo tiempo que desarrollaba su actividad política y militar, José Ramón Yepes fue desplegando una fecunda labor literaria. Como poeta pronto quedó encuadrado entre los pioneros del Romanticismo en las Letras venezolanas. En efecto, plagó sus versos de temas, tópicos e imágenes características del arrebato lírico de los románticos, con singular predilección por los motivos de la noche, la obscuridad y la niebla. Tal vez su poema más representativo de sus constantes estéticas y temáticas sea el titulado La media noche a la claridad de la luna, recogido en el volumen recopilatorio que los herederos del poeta dieron a la imprenta un año después de su muerte, bajo el título genérico de Poesías (1882).
L A R A M I L L E T E R A
Ramilletera de estos alcores,
Siempre vendiendo llenos de cintas,
De cintas verdes, ramos de flores;
Si ya vendiendo
Te siguen siempre los ruiseñores,
No es por las flores de gayas pintas,
Sí por el seno do van las cintas.
Del huertecillo de los manzanos
Dicen que quieres, ramilletera,
Los olorosos lirios enanos,
¿Por qué los quieres,
Cuando no hay lirios como tus manos?
No por la fama, que es volandera,
Sí por ser linda, ramilletera!
Tiene tal magia tus ojos pardos,
Que el Dios con venda sobre los ojos,
Entre verbenas, mirtos y nardos
Guardó su venda,
Rompió la aljaba, rompió los dardos,
Queriendo sólo que en sus enojos
Sirvan los dardos que hay en tus ojos.
Como andas siempre por los rosales,
Y esa s tus trenzas son hebras de oro,
Dicen no hay otas trenzas iguales,
Porque en tus trenzas,
A los suspiros primaverales,
Van ocultando como un tesoro
Las mariposas su polvo de oro.
Según repiten las zagalejas
Por las encinas de boca en boca,
Mientras dormías so las añejas
Altas encinas,
Posó en tus labios tropel de abejas,
Y al despertarte la turba loca
Panal de Hibla llamó tu boca.
¿Qué más? El día que las junqueras,
Cogiendo flores, quedó tu talle
Preso entre juncos y enredaderas
Llenas de flores,
Se dijo a gritos en las praderas,
Que entre los juncos del hondo valle
No hay junco verde como tu talle.
No, pués, te engrías, dulce paloma,
Vendiendo incauta tus ramilletes.
Es que no hay flores con tanto aroma,
Como la incauta,
Que baja al valle, sube a la loma,
Dejando toquen sus brazaletes,
Mientras le compran sus ramilletes.
HIMNO EPITALÁMICO
No en esa estancia penetréis divina:
Sobre el ara de aromas,
Pálida de pasión, llevó Ericina
Sus risueñas palomas.
¡Atrás! ¿No veis que hasta el dorado plinto
Cae el flotante velo?
La diosa ha descendido a ese recinto
En un rayo del cielo.
Velad tanto esplendor, oculte Apolo
La luz de sus mañanas:
Que a la estancia nupcial penetren sólo
Las flores por galanas.
La madre del amor desciñe estrecho
El ceñidor de oro.
Roja la boca y palpitante el pecho
Del oculto tesoro
Suelte temblando, al seductor desvió
La crencha perfumada…
¡Cuán divina estarás , rosa de Chío,
Así, medio velada!
Fortunado amador, la diosa esbelta
Yá besa al dulce niño;
Mirad como el rapaz sonriendo suelta
Su túnica de armiño.
¡Silencio! Ni un suspiro en el imperio
De los castos amores.
No temáis que una flor rompa el misterio.
Que mudas son las flores.
T Á R D A S
¡Tárdas!, y muere el día,
Y se acerca la noche, y desespero…
Tárdas, Clemencia mía,
Porque no sabes tú cuánto te quiero.
Herido siento el corazón, y lloro,
Y tú tárdas, Clemencia, y yo te adoro.
En silencio apacible
Se han venido los astros asomando,
Y tárdas!...Imposible
Es vivir como yo vivo agonizando,
Muriendo en medio de tan dulce calma.
¡Ay!, si vinieras tú, bien de mi alma!...
Si vieras en mi anhelo
Como sufro esperando tu venida;
Como demando al cielo
La paz del corazón, ya que la vida
Eres, Clemencia, tú, tú que no vienes
Y aquí esperando sin piedad me tienes…
En zozobra tan triste,
Piénsalo bien, Clemencia, yo me muero:
Mi alma no resiste
El bien de la esperanza, si te espero…
El bien de la esperanza…¡cuán sombrío
Es ese bien, si tardas, amor mío!
Clemencia, bien lo sabes:
Mientras mi pobre corazón se abisma,
Solemnes son y graves
Nuestro destino, nuestra vida misma…
Silencio, hermosa! Cuando así se quiere
Palpita el corazón, estalla…y muere!
AL L A G O (fragmento)
Perfiles de oro tienen a miles
Las tersas olas del lago azul,
I, aunque otros lagos tengan sutiles
Perfiles de oro,
No son de aquellos aúreos perfiles,
Olas de fuego, randas de luz,
Perfiles de oro del lago azul.
A MARACAIBO (fragmento)
Opacos horizontes
Y rumor de airecillos y cantares,
Y sombras en los montes,
Y soledad dulcísima
En la tierra feliz de los palmares,
Y allá a lo lejos la luna que se encumbra
Y un cielo azul de porcelana alumbra.
EL RAYO AZUL (fragmento)
Siempre brillando en las marinas brumas
Al último reflejo vespertino!
Por qué me inspiras tú, rayo divino,
La paz del corazón?
Más puro que las aguas tembladoras
Del plateado y pacífico arroyuelo,
Por qué te asomas tú, rayo del cielo,
Como extraña visión?
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