jueves, 23 de abril de 2015

ADRIÁN PINO VARÓN [15.743] Poeta de Colombia


José Adrián Pino Varón

Chinchiná (Colombia). 1972

Escritor y Gestor cultural. Realizó estudios de literatura y de gestión ambiental en la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente adelanta estudios de Derecho en la universidad Andina.

Bibliografía:

Su trabajo literario, además de ser publicado en revistas y antologías del país, se recopila en los libros de poesía "Diario de estudiante" (1994), "Páginas habitadas" (Fondo Editorial de Risaralda, 2.000), "Palabras innecesarias" (Fondo Editorial de Caldas, 2.002), y en la antología "Por los verdes, por los bellos países" (Ministerio de cultura, 2002); en el libro de cuento "El imaginario mundo de Federico" (Pereira, 2009); y en la novela "El juego de Archer" (Neiva, 2010. y Editorial Amarante ebook 2012).

En la actualidad, acaba de publicarse una muestra bilingüe de poesía colombiana contemporánea, en Portugal, antología a cargo de la poeta Lauren Mendinueta. 
Es colaborador de las revistas literarias "Mesosaurus" y "Musa Levis".

Premios literarios:

En 1.998, obtuvo el primer premio departamental de poesía convocado por el Ministerio de Cultura y el Fondo Mixto de Caldas, por su obra "Páginas habitadas". 
En el 2.002, obtuvo el primer premio de poesía convocado por la Gobernación de Caldas, por "Palabras innecesarias". 
En el 2009, obtuvo el primer premio en cuento para escritores pereiranos, por "El imaginario mundo de Federico". 
En el 2009, obtuvo el segundo premio nacional de novela Ciudad Pereira, por Parábola del crimen. 
En el 2010, obtuvo el premio nacional de novela "José Eustasio Rivera", por El juego de Archer.

http://www.adrianpinovaron.blogspot.com.es/
http://www.palabrasinnecesarias.blogspot.com.es/




Llamado a la hoguera

A Juan Carlos Acevedo y Federico Diazgranados

Llama todos los espantapájaros
Convócalos con la palabra abracadabra
que ellos entenderán
y que se reúnan junto a mí en la hoguera
que a su paso ha encendido esa lejana tribu
Ahí los espero hasta que no falte ninguno
para que ardamos
como si fuéramos a quemar el mundo



Una sentencia

Demos por cierto que la poesía
es la más inocente de todas las tareas
Pero señor Hölderlin
¿Acaso no nos conduce
con una celeridad que no perciben los ojos
a la vasta geografía de la demencia?

Usted es el maestro




Señales de humo

A Sicio

Mis palabras se van como señales de humo
Juegan en el aire a un extraño lenguaje que no descifro
Se enredan como esa imagen de mi rostro
en los desperdigados fragmentos de un espejo
Y no sé a dónde van
Es difícil perseguirlas en este tiempo
en que son más breves
más inútiles



Razón para hacer cualquier cosa

Preferible ganarse la vida
recogiendo colillas en un bar de mala muerte
mendigando una moneda que a la larga resulta falsa
siendo payaso de un circo solitario
o ladrón de billeteras a riesgo de recibir un tiro de gracia

Preferible eso a tener qué vérselas de poeta
porque se termina por ser como los demás:
cubriéndose uno el rostro
para que nadie lo reconozca




A un fantasma lejano

Hugo:
como tú yo también he creído en el poder de la palabra
y en el mundo de imágenes que nos inventa
y nos salva de ahogarnos en cualquier charco como piedras

Dime entonces
¿cómo entender tu afán de vivir en las nubes
para ser un fantasma lejano?

Tenías la palabra




Monólogo de un sueño

A Miguel González

Desde esta ventana contemplamos al violinista
que ha armado su casa bajo el puente colgante
de las dos ciudades que se abrasan como hermanas
y muy puntual todas las noches
nos ofrenda un pedazo de su sangre
en una cadencia que revela secretos paisajes

No reconocemos su rostro en la distancia
pero sus ojos iluminan la extensión del abismo
como mariposas de neón sobre su sombra

Lo malo es que no demoran en ahondar su intemperie:
otra vida en manos del mundo




Poeta sin rostro

Rafael conoce los rostros de la palabra
el cifrado territorio de laberintos
que recorre con su paso de samurai
blandiendo una espada que decapita estatuas:
cada batalla suya se resume
en pulverizar de tajo pequeñas historias literarias
Pero nada es gratuito en esta tierra
sobre todo cuando se es tan implacable y soberbio
Ahora él ha perdido los rasgos de su propio rostro
que como a un vampiro antiguo
no lo reflejan los espejos
Un infortunio del que la palabra no lo puede salvar




Diálogo después de la batalla

Regreso después de batallar en los campos
con aquellos hombres que sólo conocí por el santo y seña
por sus rostros polvorientos tras cada jornada
que se abreviaban cuidándose la espalda
para evitar ser blanco de los fragores diarios
Cada hombre compartía su propio ángel de la guarda
porque no era fácil cruzar los bosques sin dejar rastro
sin que el aire quedara manchado por nuestros hedores
sin que los ríos presenciaran nuestro ritmo marcial
No había tiempo de seguir los cocuyos
que trazaban bajo los cielos nocturnos figuras de infancia
porque el tic tac de la luna nos anunciaba constantemente la vigilia
y nadie era dueño de su palabra o de sus actos
si acaso de atisbos de sonrisas como piedras desmoronadas
Regreso sin sentirme victorioso o derrotado
sin saber si en verdad alguien tenía la razón
y si mi contienda fue por esta tierra
o del lado del enemigo
que ahora enseña como yo las heridas en su cuerpo



Razón del condenado

Escondíamos las armas tras los espejos de las casas
porque sabíamos que nadie pondría en riesgo
siete años de su vida por romperlos
Allí también dejábamos tendida la ropa clandestina
y ese olor a maleza recién cortada
que otorga por los excesos en los cuerpos el campo
Nos internábamos en las ciudades disfrazados de sonámbulos
y entonces asumíamos que ese rompecabezas del mundo
en el que la gente se postraba ante un dios imaginario
era el verdadero paraíso de nuestros actos
Aquello nos hacía crecer como el polvo de las calles
cuando estos pueblos no eran habitados por fantasmas
Por eso les damos la razón al condenarnos
Sólo que ya es tarde para que nos vuelen la tapa de los sesos




El visitante

Otras vez vienes a hablarnos del mundo
como si no lo hubieras hecho cuando la palabra nos unía
como si trajeras en tu espalda todo su peso

¿Hasta dónde llega tu culpa?

No creemos que tu alma pueda medir con exactitud los abismos
ni la cuerda que te mantiene rimbombante sobre las piedras

Tu rostro de crueldad está desdibujado
como la montaña que cae derramada al suelo
aunque por dentro continúa intacto tu fuego destructor

Otra vez vienes a hablarnos del mundo
cuando nosotros sólo aguardamos la noticia
de que tu nombre es finalmente atravesado
por una flecha disparada desde la tierra



Carta al señor Sabines

A ver qué imagen haces de ti mismo
con los pedazos que recoges de tu sombra
Jaime Sabines

Señor Sabines:
a usted que conoce la historia de las ciudades
y que ha estado a un paso de que la guerra
le cercene la punta de la lengua
A usted que ahora debe estar con Dios
tratando de inventar otro poema para el hombre
hoy le pido que traiga su palabra
y nos enseñe que hacer la imagen de uno mismo
con los pedazos que se recojan de la sombra
o pararse en la puerta a llorar como un aguacero
cuando no hay lágrimas ni corazón que así lo sienta
o atrapar pájaros con las manos
cuando los dedos están desgastados de desatarse los pies
no es tan sencillo como lo pintan sobre las murallas
con la sangre de tantas palomas mensajeras

Señor Sabines:
Sólo usted puede ofrecernos el milagro
de entender de una vez para siempre
que el mundo se nos viene encima
y nuestros ojos aún con legañas como estalactitas




Noticias de la guerra

El viento devasta la aldea con las noticias de la guerra
No obstante el anciano mayor
toma la palabra y dice que eso no es nada nuevo
que las profecías escritas
antes del tiempo en el libro de los muertos
ya lo sentenciaban:
el Dios trueno caerá como lluvia de piedras
sobre las casas que se levantan en las praderas
y de los oscuros bosques
los árboles serán arrancados y molidos hasta polvo
Sólo que el hombre no ha entendido tales sortilegios
Y todas las señales las ha tenido al alcance
como las líneas que le cruzan las palmas de las manos




Relato de un hombre en batalla

A veces aparecen ante nuestros ojos
trenes que se extienden por largos caminos
convocando paisajes o rostros imaginarios
que repasan las más sutiles estampas de la infancia.

Trenes cuyos vagones guardan los papeles que contienen la historia
y dejan a su paso una nube que trasiega los sueños,
y un canturreo de hojas secas al viento.

Trenes de blanco como páginas ondeantes
donde la única palabra escrita es una alegoría a la guerra,
que permanece entre los hombres
con una crudeza que desangra sus labios.

Trenes con una carcajada entre sus rieles regresando a los pueblos por donde pasa,
espantándolos, con un olor de ceniza volcánica enrareciendo el aire,
con una crueldad humana creciendo en su vapor alucinante.

Y aparecen tan repentinamente
que acaso tenemos tiempo de signarnos la memoria
porque a su paso también todo queda calcinado.



Ciudad natal

A John Jairo Vera

Hablar de esa ciudad
levantada sobre cuatro ríos y una tierra milenaria
que incólume guarda la huella de sus hombres
iluminada como un imperio por sus muertos
protegida por un lago que calca a toda hora los astros
bendecida por una samaritana
incansable dando de beber a los pájaros que trae el viento
como las hojas de las ceibas centinelas
y abrazada por unas calles que descienden de las montañas
hasta encontrarse en la plaza como sus gentes

Hablar de esa ciudad
es traer ahora toda una historia a la memoria
Una historia
Quizá lo único que queda





3 comentarios:

  1. Gracias, maestro, por mostrar mi trabajo con ese entusiasmo y transparencia. Va un abrazo desde Colombia para usted y sus lectores.

    Adrián Pino Varón

    ResponderEliminar
  2. Gracias, maestro, por mostrar mi trabajo con ese entusiasmo y transparencia. Va un abrazo desde Colombia para usted y sus lectores.

    Adrián Pino Varón

    ResponderEliminar
  3. gracias a tí Adrián, un fuerte abrazo desde España y a tu disposición

    ResponderEliminar