sábado, 6 de diciembre de 2014

MARY GRUESO ROMERO [14.189] Poeta de Colombia



Mary Grueso Romero 

Nació en 1947 en el Corregimiento de Chuare Napi, en Guapi, Cauca, Colombia. Es licenciada en español y literatura, egresada de la Universidad del Quindío, especialista en Enseñanza de la literatura de la misma universidad y en Lúdica y recreación para el desarrollo social y cultural de la Fundación Universitaria Los Libertadores, escritora, poeta y narradora oral colombiana. Nacida en Guapi, Cauca y radicada en Buenaventura, Valle del Cauca. Ha sido honrada con el título de almadre a la excelencia poética femenina del Museo Rayo.

Es hija de Wilfredo Grueso y Eustaquia Romero, y descendiente de esclavos, un pasado que se pone de manifiesto en su obra cargada de contenidos libertarios y reivindicatorios del pueblo afrodescendiente. Durante su niñez vivió con su abuelo Martín Romero y cursó sus estudios primarios en el Colegio San José de Guapi.

A sus 23 años contrae nupcias con quien podría ser considerado el artífice de la posterior carrera artística de Mary, Moisés Zúñiga quien, en el que sería el inicio de su copiosa vida académica, la apoya para ingresar a la Normal Nacional la Inmaculada Concepción, de donde se gradúa como maestra bachiller; luego ingresa a la Universidad del Quindío de la cual recibe el título de Lic. en español y literatura en 1999 y de Especialista en enseñanza de la literatura en el año 2000; en el año 2001 obtiene un diplomado en Gestión de proyectos culturales de la Universidad del Pacífico; en 2003 se titula en la Especialización en lúdica y recreación para el desarrollo social y cultural de la Fundación Universitaria Los Libertadores; y en 2004 la Universidad del Valle en convenio con la Unesco le otorga el título de diplomada en análisis y producción de textos.

Zúñiga no solo la instó a prepararse académicamente, sino que fue también quien la llevó a escribir, inspirada por el amor que hacia él sentía y por el dolor que le dejó su muerte. Así, su segundo libro publicado, El mar y tú es, en parte, reflejo de esa idílica relación.

Entre 2005 y 2007 se desempeñó como catedrática de literatura en la Universidad del Valle, también ha ejercido su labor docente en la Universidad Libre, la Universidad del Pacífico y en algunos colegios bonaverenses. Ha sido presidenta y vicepresidenta del Consejo de Literatura de Valle del Cauca. En 2011 fue nombrada Directora Técnica de Cultura de Buenaventura por el alcalde José Félix Ocoro Minotta.

Por su labor artística y docente se ha hecho merecedora de diferentes honores entre los que destacan el reconocimiento como la Primera mujer poeta consagrada del Pacífico caucano otorgado en 1997 por la Normal Nacional de Guapi; el Premio a la Mujer del Año en el Aspecto Literario otorgado por la Universidad Santiago de Cali y el Premio a la Mejor Maestra concedido por la Secretaría de Educación del Valle del Cauca en reconocimiento a su proyecto etnoeducativo, ambos de 2007; año en que también es condecorada por el Museo Rayo con el título de almadre, otorgado a las mujeres poetas que han logrado la excelencia, al cual para esta edición especial se le cambia el nombre por el de almanegra pues las tres homenajeadas de ese año eran poetas afrocolombianas: Mary acompañada de María Teresa Ramírez y Elcina Valencia.

En 2008 la cadena televisiva Señal Colombia realizó dos documentales sobre su vida y obra, incluidos en el programa Vocación Maestra y Cimarrones. Fue incluida, además, por el programa Por qué creer en Colombia como uno de los colombianos de mayor reconocimiento; así mismo Yubarta Televisión, canal de la Universidad del Pacífico, ha realizado tres documentales sobre su vida en los que destaca su papel como poeta, maestra y narradora oral.

Obras

Libros

El otro yo que si soy yo
El mar y tú
Del baúl a la escuela
Poesía afrocolombiana
Negra soy

Material sonoro

Mi gente, mi tierra y mi mar (Disco compacto)




SI DIOS HUBIESE NACIDO AQUÍ

A la Dra. Soffy Romero Hinestroza

Si Dios hubiese nacido aquí
Sería un pescador,
Cogería chontaduro
Y tomaría borojó.
María sería una negra
Requete-gordita como yo
Que sobre la cabeza
Llevaría un platón
Llenecito de pescado
Ofreciéndolo a toda voz
Recorriendo las calles
Por toda la población:
“Llevo pescao fresquito
Con leche y sin estropiá;
El pargo pa´come frito,
Y el ñato pa´sancochá,
Canchimala par tapao
Y er pollo pa´sura”.

Si Dios hubiese nacido aquí,
Aquí en el Litoral,
Sería un agricultor
Que cogería cocos en el palmar
Con un cuerpo musculoso
Como un negro de El Piñal,
Con una piel azabache
Y unos dientes de marfil,
Con el pelito apretado
Como si fuera chacarrás.
En la llanura del Pacífico
Tumbaría natos y manglar
Que convertiría en polines
Pa´los rieles descansar,
Y sacaría cangrejos
De las cuevas del barrial.

Si Dios hubiese nacido aquí,
Aquí en el Litoral,
Sentiría hervir la sangre
Al sonido del tambor.
Bailaría currulao con marimba y guasá,
Tomaría biche en la fiesta patronal,
Sentiría en carne propia
La falta de equidad
Por ser negro,
Por ser pobre,
por ser del litoral.




NAUFRAGIO DE TAMBORES

En mi sangre de mujer negra
Hay tambores que sollozan
Con rumor de litorales,
Naufragio de marimba
En los esteros de la manglaria.

Oigo sonar el guasá
Con sonidos incitantes,
Y siento un clamor en el cuerpo
Que me recorre hasta el alma
Cuando me llaman de adentro,
De las profundas entrañas,
Los gritos de mis ancestros
Formando tempestades
En mi corazón y en mi sangre.

Entonces se encienden hogueras
En mi ánfora pagana
Y me muevo como palmera
Cuando el viento la reclama.

Son tambores navegantes
Desde los estuarios de África
Que navegan en la orilla oscura de mi carne.




NEGRA SOY

¿Por que me dicen morena?
Si moreno no es color
Yo tengo una raza que es negra,
Y negra me hizo Dios.

Y otros arreglan el cuento
Diciéndome de color
Dizque pa` endulzarme la cosa
Y que no me ofenda yo.

Yo tengo una raza pura
Y de ella orgullosa estoy
De mis ancestros africanos
Y del sonar del tambó.

Yo vengo de una raza que tiene
Una historia pa´contá
Que rompiendo sus cadenas
Alcanzó la libertá.

A sangre y fuego rompieron,
Las cadenas de opresión
Y ese yugo esclavista
Que por siglos nos aplastó.

La sangre en mi cuerpo
Se empieza a desbocá
Se me sube a la cabeza
Y comienzo a protestá

Yo soy negra como la noche,
Como el carbón mineral,
Como las entrañas de la tierra
Y como el oscuro pedernal.

Así que no disimulen
Llamándome de color
Diciéndome morena
Porque negra es que soy yo.





LOS FRUTOS DE MI TIERRA

Al Dr. Antonio José Sarria Misas

Quisiera traerte de mi tierra,
Lo más representativo de mi raza
Un racimo de peces de colores
Y cocos de diferentes palmas.

Un collar de blancas azucenas
Que nos traen las olas hasta la playa
Y un coral que imitara tu boca
Para guardar el marfil que allí se halla.

Un puñado de diferentes aves
Que nos cantaran a mañana y tarde
Y una isla al sur de la patria
Para imitar la de nuestros primeros padres.

Un negro de cuerpo apolineo
Con sonrisa ingenua iluminándole la cara
Y una esbelta palmera de piel negra
O una sirena negra para endulzar el alma.

Un atardecer de arreboles rojizos
De trenzas doradas en las azules aguas
Y en una concha te traeré una playa
De esas que solo se ven en mi comarca.

Un gajo de vistosas mariposas
De variadas especies que cazare en las playas
Y en las manos un pedazo de horizonte
Donde el mar y el cielo se besan a la distancia.

Un faro que indicara el sendero
Como cocuyos en las marejadas,
Y en los brazos pescadores redes
De miseria y de desesperanzas.

En un caracol te traeré escondido
Un torrencial aguacero de los que hay a diario
Para que puedas sentirte en el Pacífico
Entre playas de arenas o selvas de manglares.





ANUDANDO ILUSIONES 

'Anudamos la ilusiones como una cesta, 
y las tejemos como una capa de colores'
Omar Rayo

Quise dejar atrás el pasado,
Decidida, tomé el bastidor,
Hilo, aguja y tela.
Y empecé a tejer ilusiones, 
Cansada de mis recuerdos,
De mis noches de desvelo,
Donde no ha aparecido una palabra nueva,
Un rayo de luna,
Ni un te quiero.

Imite las arañas en las cuevas de mis deseos,
Y elaboré un itinerario de viajes
Por mundos desconocidos
Que encontré en amarillentas páginas
De libros viejos.

En Buenaventura,
Desatracando mi velero
Levé anclas hacia la antigua Grecia:
De Sócrates, de Platón, de Troyanos guerreros.

Recorrí las pirámides de Egipto
En donde están los sepulcros
De faraones milenarios
Y de pasados imperios.

En la India vi las vacas sagradas
Deambulando al azar;
Y descendiendo las escalinatas de Jorge Zalamea
En el río Ganges
Sepulcro tradicional de un pueblo hambriento
Alimentado por la fe y las creencias.

En Italia 
Visite Venecia con sus Góndolas
¡Que hermosura de paraíso y sueño!...

En la cúpula de San Pedro
Perpleja observé el espíritu renacentista de Miguel Ángel
Que hombro a hombro con Da´Vinci
Sellaron con broche de oro
La universalidad de sus genios.
Allí en las alturas del monte Sacro
Recordé el juramento de Bolívar
De libertar a su pueblo
Paseando por los campos 'Elíseos'
Me detuve frente al arco del triunfo
En donde encontré el nombre 
De Francisco de Miranda
Desafiando el tiempo.

En Taiwán, muchas mujeres diminutas
De ojos rasgados 
De porcelana y silencio
Encadenadas aún a culturas ancestrales
De su pueblo.

De pie en el Sahara
Deslumbrada ante tanta belleza
No sabría decir donde estuvo Dios primero
Si en las montañas de arenas del desierto
O en la cordillera de los Andes de mi América.

En New York,
La estatua de la libertad
Lleva la llama viva y anhelada
De todos los pueblos.

Cartagena,
Patrimonio histórico de la humanidad
Sus murallas, recuerdo de invasiones piratas
Y de un Morgan guerrero.

Un grito de dolor
Me volvió a la realidad
Al enredarse la aguja en el dedo
Manchas escarlatas adornaron la tela
Mientras de mis ojos saltaban al espacio
Y caían al costurero
Dos gotas transparentes de aguacero.




Mary Grueso, almanegra de piangua y mar

Por  Leopoldo de Quevedo y Monroy

Mary Grueso Romero es mujer de pulpa de cununo y calamar. Lleva en sus venas una cascada de alabaos tristes, ojos de negritos que corren por el litoral y cocos que se baten como maracas en la palma junto a la mar.

Nació en el Corregimiento de Chuare Napi, en Guapi, Cauca, sobre la rivera del río en noche de chirimías, marimba y guasá. Por el estero cercano arrastraba la marea pianguas raiceras, sierras, cangrejos y jaibas y las dejó a su puerta para saludar a quien en su vida no haría otra cosa que hablar de mar y negro carbón.

De mayor ha vuelto a visitar la casa grande paterna y materna que se revuelve en sus recuerdos. La mira de arriba hasta sus pies con sus dos plantas, grande, con pisos brillantes de madera, junto al río Guapi. La ha encontrado pequeña y extraña como postal magenta de un paisaje soñado. Con los ojos semicerrados extrae de su tristeza y del inconsciente la imagen huidiza de los momentos revividos:



He llegado a la sala de mi casa
a sacudir la neblina de polvo en mi memoria
mientras de mi pecho salen entrecortados sollozos.
Entren por mis palabras
mientras yo desde la soledad de la Bahía
los guardo por siempre y para siempre.
Emprendí el retorno
cuando la luna inclinaba sus cabellos
y abría los portones de la noche.
No sin esfuerzo subí una a una
las escaleras de mi infancia.
Al llegar a lo alto encontré la puerta cerrada
deteriorada por el comején y el tiempo...
Empezaron a caer del cerrojo
las cancarrias y el murmullo de súplicas
de las cansadas bisagras
que pedían gotas de aceite...1


Wilfredo Grueso y Eustaquia Romero, sus padres, la arrullaron en su tierra, junto al abuelo Martín Romero, y luego emigraron a un ingenio en Zarzal. Fiel a su tierra y a sus ancestros creció hasta los 20 años entre mimos y como una princesa, despreocupada de los afanes de la ciudad. Se casó a los 23 y con el apoyo de su marido estudió en la Normal Nacional de las Hermanas de la Providencia. Entrada a los 28 años se graduó de maestra y empezó su ascenso en la literatura y la poesía en las universidades del Quindío, Univalle y Los Libertadores.

Mary Grueso es una mole negra nacida del vientre del mar. Alta, gruesa, se mueve como las olas violentas en noche de leva. Su cara sonríe con labios pintados de negro y carmín. De carnes firmes y voz de barco que saluda cuando llega al puerto. Su palabra es ola sonora y a veces grito de alerta, es marisco, es pájaro, es chonta de selva, es fúnebre chigualo de niño muerto. Todo en ella huele y tiene sabor a niebla marina, a sal de ambiente, a sol y cielo abierto, a sudor y cansancio de muelle, a risa franca y mano de mujer amiga.

La hemos visto mirar ansiosa como gaviota que busca en el confín lejano la roca de coral para sosegar su viaje. Lleva en su alma una queja honda que aprendió desde que bebió la sangre en su madre. Es la marca de ser negra y sentir que sus congéneres no han aprendido a ver su rostro en el color que deja el fuego y que esconde un diamante sin talla.

Hija de abuelos esclavos que trabajaban en minas sureñas, es heredera ahora de apellidos de negreros amos blancos. No esconde su triste pasado ni rumia odios ancestrales. Con la serenidad que da el trabajo y el arte y el calor de la familia pasa sus horas escribiendo y llevando un mensaje libertario.

Ella sigue por el sendero que le enseñó la vida dura y la historia infame de sus ancestros. Pudo más en ella la paciencia y el ejemplo de los aborígenes que jamás se rindieron ante el infortunio que las cicatrices que dejaron en las espaldas los señores de abolengo que le dieron sus apellidos. Murieron para ellos sus baúles de morrocotas y el orgullo de sus títulos y Mary muestra hoy la joya que llevaba escondida entre sus ijares renegridos.

Yo vengo de una raza que tiene
una historia pa’contá,
que rompiendo las cadenas
alcanzó la libertá.

A sangre y fuego rompieron
las cadenas de opresión
y ese yugo esclavista
que por siglos nos aplastó.

La sangre en mi cuerpo
se empieza a desbocá,
se me sube a la cabeza
y comienzo a protestá.

Yo soy negra como la noche,
como el carbón mineral,
como las entrañas de la tierra
y como el oscuro pedernal.2

Ama el ancho del agua verde, con su hondo misterio que sube y baja en su masa de agua. Quiere ser poeta de pueblo, ama a su gente, conversa con la ventera, el taxista y la peluquera. Allí la llaman, se unta de calle y de olor a gente común y recorre a pie en el mediodía entre el sol y los colectivos las cuadras de Brisas del Mar en Buenaventura donde habita hace nueve años y enseña en el Colegio Juan José Rondón a cientos de negritos a contar y cantar.

En Mary Grueso pierde sentido el viejo aforismo de que el poeta nace y no se hace. Antes de casarse con quien la instó a estudiar y a escribir, Moisés Zúñiga, el esposo que ya cumplió su misión con ella y se fue, jamás pasó por su mente que su amor y el dolor de su partida llegarían a convertirla en la poetisa que haría resonar por el mundo su amor por la arena negra del Pacífico y el paisaje de su tierra natal. Su libro El mar y tú guarda en su título y en gran parte de su cuerpo la efigie grata de quien fuera la raíz de ese árbol frondoso que es hoy esta mujer, madre y escritora.

Escuché tu nombre sobre la playa
y cerré mis ojos de emoción
luego lo escuché en el pasamanos
de la playa a la embarcación.

(...)

Escuché tu nombre en el muelle
cuando el viento mi falda alzó
y te busqué a todos lados
pensando que habías visto aquella acción.

(...)

Oigo tu nombre por todas partes
y el olvido no acude a mí
mi corazón sangra al oír tu nombre
implorando al cielo qué hacer sin ti.4

A Mary Grueso la coronó como “Almanegra” hace dos años la maestra de maestras, Águeda Pizarro, ante doscientas mujeres absortas, en una sesión de triunfo y baile. En la rotonda del Museo Rayo, la escuela más grande de poesía de América, Mary tronó y nadó en ese río de pianguas y calamares y cantó con los resoplidos de una garganta de ballena azul en la mar de la Gorgonia. Quienes la conocen ven en ella a una diosa colombiana, de piel y palabra negra. Su cuerpo es una mina de coral negro, por sus muslos corren versos negros y de sus dos cununos han tomado leche negra sus tres hijos y los negritos del Puerto que oyen sus clases con su voz de alegre látigo negro.

La poesía de Mary Grueso cada día es más del mundo, como lo adivinó en el epígrafe que tomó de León Tolstoi para su segundo libro: “Aprende a describir tu aldea y entonces serás universal”.3 La riqueza idiomática, el rescate de la oralidad de sus raíces negras, la novedad de las imágenes y la naturalidad con que usa el lenguaje hacen de su poesía un canto propio y la colocan en el mismo Olimpo al lado de Candelario Obeso, Helcías Martán Góngora, Lino Antonio Sevillano Quiñones y, por supuesto, junto a María Teresa Ramírez y María Elcina Valencia Córdoba.

Vamos a las montañas, vamos al mar
nos subiremos en lanchas
y empezaremos a jugar
con las olas traviesas
para subir y bajar
entre espumas marineras
o las palmeras trepar,
y en los raiceros
de natos y manglares
sacaremos cangrejos
de las cuevas del barrial
o recogeremos almejas
entre arena y aguasal.5

Al igual que Guillén y Palés Matos, que Obeso, Artel y Martán Góngora, lleva en su piel y su cintura el vaivén y el ritmo musical de los zulúes, los yorubas y de todas las tribus africanas. Un bongó milenario está sonando en su memoria cuando teje o borda como lo hacía su madre o cuando cantaba mientras hacía el atollao de piangua en la cocina. La jitanjáfora negra ronda en sus manos cuando escribe en castellano y hace que las líneas del cuaderno se conviertan en pentagrama, marimba o cununo para arrullar el negre en la cuna o para llorar al muerto en el chigualo.

Cuando se habla de manigua
de mina, manglar y son,
esclavo, negro y negrero,
de África viene el clamor.

Palabras que se repiten
por el viento en los esteros
timba marimba simbra
los cununos de la negra.

Manambá mandinga singa
guasá cununo y tambó
pescando en los esteros
el negro se enfermó.

Cuzumbo zumbo zurungo
palabras amargas son
pronuncia el negro coplero
ardido de fiebre y sudor.6

Las calles, ríos, palafitos y gaviotas de su pueblo, Nariño, Cauca, el Valle del Cauca han detenido su paso para escuchar su bello canto. Risaralda, Santander, la sabana de los muiscas en Bogotá y Cartagena con su Bahía la han visto triunfar y han aplaudido sus versos. Las ovaciones han sido su premio y su voz ha llegado hasta universidades lejanas que han pregonado su ingenio.

Sus libros publicados son El otro yo que sí soy yo, poemas de amor y mar (1997), El mar y tú, poesía afrocolombiana (2003), Del baúl a la escuela, antología literaria infantil (2003), Negra soy (2008), publicada por Ediciones Embalaje del Museo Rayo, y los dos que tiene en imprenta, Cuando los ancestros llaman, con Univalle, y Tómame antes que la noche llegue, con Hoteles Estelar, son testimonio de su producción y sensibilidad por el paisaje del litoral pacífico, su colorido, amores y dolores.

La poetisa Mary Grueso ha logrado alzar el vuelo como los enormes alcatraces en busca del mar y el cielo, del palmar y el manglar. Ha experimentado la velocidad del viento, la suavidad de la brisa, la inclemencia de las tempestades y ha gozado de los arreboles en el atardecer del Puerto. Su alma negra está llena de noche, de estrellas, de la sabiduría del búho y su palabra llega como refulgente rayo. Estamos de fiesta porque su presencia alegra y brilla como torso de palmera en medio de la tormenta.



¡Que güelva mi mujé!

Hoy cuando tengo pena
me voy a navegá
con mi champa y mi canalete
empiezo a canaletiá.

Y es por esa negra
que la pena me va a acabá
y cojo mi atarraya
y empiezo a atarrayá.

La marea sube y baja
y yo estoy en alta má
pensando que llego al rancho
y mi negra allá no está.

¿A dónde estará mi negrita?
¿Cómo se olvidó
de tantas cosas buenas
que a mi lado pasó?

Toitico se lo daba
lo que poría yo
trabajaba a sol y agua
porque era mi adoración.
Me dejó sin motivo
y se fue con el patrón.

Y aún estoy esperando
a que güelva otra vé
y güelvo y se lo perdono
porque sin ella no sé qué hacé,
mi vida no tiene sentido.
¡Ay, por Dios, que güelva mi mujé!



Cuando el negro dice

Cuando el negro dice marimba y guasá
su voz tiene el color de las algas y el manglar,
la dulce provocación del chontaduro,
el insinuoso vaivén de las canoas,
el dorado amarillo del oro
y el sentimiento de nostalgia de África.

Cuando el negro dice marimba y guasá
su voz tiene el llamado angustioso de los tambores,
las rondas acrobáticas de las ballenas,
el balanceo rítmico de las palmeras
y la paciente espera de los esteros.

Cuando el negro dice marimba y guasá
su voz tiene la nocturna fragancia de los jazmines,
el sentir pegajoso del salitre del mar en el cuerpo,
el sabor inconfundible del encocao de jaiba
y el atardecer en una playa de amor
entre redes de luceros.

Cuando el negro dice marimba y guasá
la sangre se da prisa en las venas
bailando al compás de los arrullos,
de sentimientos que se escapan de los labios
como monótono repicar de campanas
cuando anuncian la fiesta en el altar
y te deja en la boca la frescura
del himno que te falta por cantar
al amor, a la vida, a la nostalgia
y a los amores que faltan por llegar.



Pobreza negra

El negrito tiene sueño
quién lo arruyará
tiralo en un petate
o en una estera quizá
que el negrito se duerme solo
naide lo arruyará
cuélgale una hamaca
que él solo se dormirá
que la mamá cogió el potro
y se embarcó pa’ la ma’
dicen que a pescá cangrejo
o jaiba será quizá.

Y cuando el negrito dispierte
quién lo alimentará
mi comadre la vecina
que está rando’e mamá.

El negro no tiene compota
ni tetera pa’ chupá
lo que tiene es un pellejo
que es la teta’e la mamá.

Jala, jala, mi negrito
la teta e’tu mamá
el negrito jala y llora
porque naa le bajará.

La mamá no tiene leche
porque en ayunas está
pero le bajará gota a gota
la sangre’e la mamá.




Esberta parmera

Soy una negra de raza y esbelta como parmera
el que quiere cogé coco, que suba a carera
mis pipas están tiernitas, pa’si las quiere probá
pero sujétese ruro, cuando me empiece a meneá.

Me alimento de chuntaruro,
canchimala y calamá
tomo jugo’e naidí pa’poreme acompletá
así que si usted no aguanta, no se suba a mi parmá
cuando se calienta mi cuerpo
y me empiezo a remoliniá.

Los cocos que no son jechos, al suelo van a pará
por eso yo se lo rigo, y pa’sipuere aguatá
que asujete ruro, cuando me empiece a meneá
y si no tiene resistencia, no se suba a mi parmá.

Notas

Las citas en cursiva son expresiones tomadas en la entrevista personal que concedió al autor.
Grueso Romero, Mary. El otro yo que sí soy yo. Buenaventura: Marymar.1997. Pág. 116.
Grueso Romero, Mary. El mar y tú. Poesía afrocolombiana. Cali: Feriva. 2003. Pág. 9.
Ib. Pág. 27.
Ib. Pág. 33.
Ib. Pág. 73.

http://www.letralia.com/205/articulo07.htm








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