Carolina Freyre de Jaimes
Carolina Freyre Arias, también conocida como Carolina Freyre de Jaimes (4 de enero, Tacna, Perú, 1844 – 29 de mayo Buenos Aires, Argentina, 1916) fue una poeta, dramaturga y novelista peruana.
Obra
Poesía
La bella tacneña,1860
Amigo Federico,1887
Novela
El regalo de boda,1887
Teatro
María de Bellido,1877
Blanca de Silva,1879
Pizarro (s.f.)
La negra melancolía.
Cuando la vejez ingrata,
arranca nuestros cabellos
y va colocando entre ellos
débiles hilos de plata,
hay un instante !hija mía!
en que se pierde la calma,
y brota dentro del alma
la negra melancolía.
La negra melancolía de Carolina Freyre
Por Daniel González Gómez-Acebo
Cuenta la leyenda que Carolina Freyre fue una de las mujeres más bellas y arrogantes que pisó suelo boliviano. Más conocida por ser la esposa de Julio Lucas Jaimes "Brocha Gorda" y la madre de los poetas modernistas Ricardo y Raúl Jaimes Freyre, dejando de lado los chismes legendarios, Carolina Freyre fue una reconocida periodista, profesora, escritora y dramaturga. De hecho tiene el mérito de ser la primera mujer en escribir teatro en Bolivia. Ésta es la historia de una mujer injustamente olvidada en el tiempo, como la gran mayoría de los dramaturgos bolivianos.
Elsa Paredes de Salazar, en su Diccionario biográfico de la mujer boliviana (Ediciones Isla. La Paz, 1965. Págs. 120-121) nos ofrece un singular retrato de su figura:
"Escritora y poetisa; boliviana por matrimonio y por amor a esta tierra; nació en Tacna el año 1849. Hija de don Andrés Freyre de Andrade y doña Juana Arias. Contrajo matrimonio en 1863 con don Julio Lucas Jaimes, famoso tradicionalista potosino conocido por el pseudónimo de Brocha Gorda. Su gran actividad cultural y literaria realizada en Bolivia, el hecho de ser madre de los poetas bolivianos Ricardo y Raúl Jaimes Freyre, la hacen acreedora a considerarla boliviana por derecho. Publicó varios libros, unos en prosa y otros en verso. Tiene dos dramas: Pizarro y Carmen Silva (¿?), obteniendo con el primero medalla de oro en Lima. Colaboró en el periódico "El Tacora" que dirigía su padre; "Anillo de Bodas", novela publicada por la Municipalidad de Lima; "Ameno y útil", publicado en Buenos Aires, donde dio una serie de conferencias y colaboró en la revista femenina "La Mujer". Muy bella, de aspecto arrogante, fue la elegida en un concurso de belleza; mimada por la sociedad fue celebrada a la par por su talento y belleza. Muy amiga de Juana Manuela Gorriti, cuando murió ésta en Salta, ella viajó hasta allí y habló muy sentidamente en el entierro de su grata amiga. Madre cariñosa y amante, casi enloqueció de pena cuando murió su hijo Federico a la edad de 13 años. Escribió un libro íntegro de versos dedicado a él".
De acuerdo a los datos de Elías Blanco Mamani, en su "Enciclopedia Gesta de autores de la literatura boliviana" (Agencia Gesta de Servicio Informativo Cultural - Editorial Plural. La Paz, 2005. Segunda Edición. Pág. 81), Carolina Freyre de Jaimes nació en Tacna (Perú) en 1844 y falleció en Buenos Aires (Argentina) en 1916. En Bolivia dirigió un Colegio de Educandas (1866-1870) y, junto a Juana Manuela Gorriti, publicó El Álbum (1874) y colaboró en distintos medios de Bolivia y Perú. Entre su bibliografía destacan la novela El regalo de boda (1887); las poesías La bella tacneña (1860) y Amigo Federico (1887); y entre su teatro María de Bellido (1877), Blanca de Silva (1879) y Pizarro (sin fecha).
Los literatos Nicolás Fernández Naranjo y Dora Gómez de Fernández ya nos ofrecen unos someros datos sobre esta ilustre dama, de pasada, en su obra "Los géneros literarios" (Librería Editorial Juventud. La Paz, 1967):
"Otros autores sobresalientes de fines del siglo pasado fueron: (...) Carolina Freyre de Jaimes, madre de los ilustres poetas Ricardo y Raúl Jaimes Freyre, produjo los dramas María de Bellido (1878) y Blanca de Silva (1883), bellos dramas románticos". (pág. 150)
El cruceño Enrique Finot, en su "Historia de la Literatura Boliviana" (Gisbert & Cía. Libreros Editores. La Paz, 1964. Pág. 177), dice de ella que "... aunque peruana de nacimiento, por su residencia y su entronque familiar, en Bolivia no puede ser excluida cuando se trata de la literatura de su patria adoptiva. Fue autora de los dramas Blanca de Silva y María de Bellido. Su esposo produjo a su vez un drama y una comedia: Morir por la patria (1882) y Un hombre en apuros (1885)".
El paceño Abel Alarcón es uno de los primeros en reconocer la valía de esta escritora en su obra "La literatura boliviana (1545-1916)" (Extrait de la Revue Hispanique, tomo XLI. New York, París, 1917. Páginas 31 a 33) ya nos ofrece una primera lectura crítica de su obra. La cita es larga pero merece transcribirse íntegramente por la dificultad de encontrar este estudio del teórico boliviano:
"Carolina Freire de Jaimes tiene los (dramas) de María de Bellido (1878) y Blanca de Silva (1879). La acción del primero pasa en Huamanga (Perú), en el año 1822. La fecha solamente ya es reveladora de que se trata de una obra inspirada en la lucha de emancipación de las colonias hispano-americanas, que a los escritores de todas éstas ha proporcionado argumentos del mismo jaez. El amor de una criolla y un español, en esos tiempos de fogosa contienda; el sentimiento patrio que se opone a los dos y, al final, el sacrificio de uno i (sic) de ambos, motivos fueron de la mayor parte de los trabajos del teatro naciente en una y otra nación independizada de la metrópoli española. María de Bellido tiene tal fondo; pero sobresale en fuerza de la limpieza de su verso. El segundo, Blanca de Silva, es de porte caballeresco; tiene por escena Lima, en aquella luciente y romántica época del virreinato, cuya crónica ¡qué de lances no registra, qué de graciosas aventuras y qué de hondas y de grandes pasiones! Es un cuadro de Lima fastuosa y alegre, en el que cruzan damas, galanes y tapadas de saya y manto; y en el que gallardo virrey aparece cortejando a una de éstas en una clara noche de Viernes Santo. El idilio comienza con la casual caída del manto de la hermosa tapada, que pugna por asegurarlo y encubrirse con él nuevamente el rostro, mientras el virrey le insinúa delicadamente:
"Dejadle... la primavera,
se muestra al sol con más brillo,
los astros por no eclipsarse
de noche andan fugitivos,
y a las perlas porque luzcan
se las saca del abismo..."
Lejos de ellos vese pasar una procesión. Alumbran cirios, hachas y faroles; los monjes encapuchados mascullan largos rezos, y el pueblo fiel se arremolina detrás de las gruesas andas del santo sepulcro.
Al idilio de esa noche sucede el amor; pues la tapada había sido noble y honesta dama, y al amor sucede la seducción, que cuesta al virrey una puñalada. Esto es Blanca de Silva; pero tan discretamente manejado está el asunto; hay tanta gracia interpretadora de medio, y cierta facilidad y elegancia en el verso, que hacen conceptuar esta pieza como de las buenas y la mejor que ha escrito Carolina Freire de Jaimes".
Fusilamiento de María Parado de Bellido, heroína peruana cuya vida es reflejada en una de las obras teatrales de Carolina Freyre: "María de Bellido".
La segunda obra teatral de Carolina Freyre, María de Bellido (1877 o 1878), efectivamente se basa en la historia real de María Parado de Bellido (1761-1822), heroína y mártir de la independencia peruana, una mujer de raza indígena y quechua-hablante, que exponiendo su bienestar y el de su familia, sacrificó su vida antes de delatar a otros patriotas que como ella, servían a la causa de la libertad.
Según los datos de Wikipedia, "se afirma que nació en Huamanga, probablemente a principios de los años 1760, y que se casó, a la edad de 15 años, con Mariano Bellido, de oficio negociante, y quien hacia 1820 trabajaba en la sección de correos del distrito de Paras en la provincia de Cangallo, donde la familia tenía su residencia, aunque radicaban temporalmente en Huamanga. De esa unión tuvo siete hijos: Gregoria, Andrea, Mariano, Tomás, María, Leandra y Bartola. Tomás se enroló en las filas patriotas del general Juan Antonio Álvarez de Arenales cuando éste pasó por Huamanga (1820), y luego se sumó a los montoneros patriotas acaudillados por Quiroz Lazón, que se hallaban en actividad en Cangallo (1820). Su esposo y su otro hijo varón, Mariano, empezaron también a colaborar con aquellos montoneros, que actuaban en coordinación con las fuerzas regulares del general don José de San Martín. Mientras que en Huamanga estaba acantonada una división del ejército española órdenes del general José Carratalá, con órdenes de reprimir a los rebeldes.
Seguramente fue el ejemplo del esposo y sus hijos lo que impulsó a María a trabajar también por la causa libertadora. Como ella no sabía escribir, le dictaba a un amigo de confianza llamado Matías Madrid, las cartas que remitía a su marido con la finalidad de informarles de los movimientos y los planes del enemigo; información que Mariano comunicaba de inmediato al patriota Quiroz. Así, por ejemplo, los patriotas pudieron abandonar el pueblo de Quilcamachay, el 29 de marzo de 1822; al día siguiente el pueblo fue ocupado por los realistas, y allí se encontró una de esas misivas, olvidada por descuido en la chamarra de un guerrillero. Descubierta entonces, María fue apresada el 30 de marzo en Huamanga y conminada a delatar a sus colaboradores. Pero ella se mantuvo en heroico silencio. Finalmente, Carratalá ordenó su fusilamiento.
Custodiada por fuerzas de la guarnición realista, María fue llevada en procesión en torno a la plaza huamanguina y en cada esquina un oficial leyó el bando de la sentencia dictada por Carratalá, justificando su acción “para escarmiento y ejemplo de los posteriores por haberse rebelado contra el rey y señor del Perú”. Luego fue conducida a la pampa o plazuela del Arco donde le esperaba el pelotón de fusilamiento. Después de ser amonestada por última vez, para que revelara el secreto, prometiéndosele la vida, rechazó la proposición sin vacilar. Y resignada a sufrir el último suplicio, se arrodilló y esperó la muerte con la mirada dirigida al cielo.
Se cuenta que su cadáver fue sepultado de limosna por los frailes mercedarios en su templo, a pocas cuadras del lugar de fusilamiento, mientras sus hijas quedaron abandonadas a su suerte y hallaron refugio en una iglesia. Luego surgieron varias versiones confusas sobre su familia. Lo único verificable es que Simón Bolívar estableció una pensión de gracia para las hijas sobrevivientes de la heroína, pero no se sabe la suerte que corrieron su esposo y sus hijos que participaron en las montoneras".
A la poetisa Carolina Freire de Jaimes
por Ricardo Palma
En una de las representaciones del Pizarro
Paz te dé el cielo benigno,
y así tu musa galana
de la escena peruviana
será el ornamento digno.
No de crítico maligno
la injuria aleve te hiera,
que ella es cual nube ligera
que, entre raudo torbellino,
turbar pretende el camino
que sigue el sol por la esfera,
Tu pluma, con el vigor
que sólo al talento es dado,
nos ha muy bien retratado
al Marqués conquistador.
Cuadros de entusiasta amor
nos ofreces palpitantes,
con formas tan elegantes
y con tanta bizarría,
que nacidos se diría
de la pluma de Cervantes.
En tus dulces versos gimen
castas vírgenes del sol;
del arrogante español
los desmanes se redimen.
Si de Cajamarca el crimen
tanta y tan heroica hazaña
con torpe borrón empaña,
tú, execrando al criminal,
revelas que crimen tal
fue de un hombre y no de España.
Y esa grey, desventurada
que, de dicha desprovista,
al carro de la conquista
vivió tres siglos atada,
un día alzose irritada
con la cólera del rayo,
rompió su letal desmayo,
tuvo vida, tuvo historia,
y la inmarcesible gloria
de Ayacucho y Dos de Mayo.
Más tiempo es de dar sanción
a una fraterna amistad
cese la rivalidad
entre nación y nación:
no más odiosa pasión
nos abrume con su peso:
dando a la concordia acceso
juntos vayan, como hermanos,
españoles y peruanos
por la senda del progreso.
Ya la nacional escena,
inspirada poetisa,
de un gran porvenir divisa
grata alborada serena.
De tu poética vena
la feliz inspiración,
nos prueba con profusión
que, en el peruano vergel,
puede brotar el laurel
de Lope y de Calderón.
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