DORIS MOROMISATO
Chambala, PERÚ 1962, villa agrícola de Lima donde se asentaron familias inmigrantes japonesas de Okinawa en la posguerra. Es budista, feminista y ecologista. Graduada en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, es poeta, gestora cultural e investigadora de la inmigración y presencia japonesa en Perú. Gracias a su libro “Okinawa. Un siglo en el Perú” (2006) fue designada Embajadora de Buena Voluntad por la Prefectura de Okinawa. Como poeta ha publicado los libros “Morada donde la luna perdió su palidez” (1988), “Chambala era un camino” (1999), “Diario de la mujer es ponja” (2004, reditado en 2009) y “Paisaje terrestre” (2007). Desde 1993 edita la plaqueta de poesía ecologista “Poetas por la naturaleza”. En 2011 fundó Kimochi Gestión Cultural, para hacer realidad todas sus aspiraciones artísticas y culturales. Desde el 2005 es Directora Cultural de la Cámara Peruana del Libro, organizando las ferias de libros y ejecutando diversas campañas de fomento de lectura.
ESCENA DE FAMILIA / con mujer adentro.
Desvistes tu cuerpo
palpas en silencio el origen de tus pechos,
no te detiene el ruido de sus voces
avanzas sigilosa hacia la punta de tu miedo.
Tu familia cena esta noche la misma rutina,
trafica en la mesa los escombros de un día deshecho
Tú bajas hacia tu vientre caliente que te espera
como un negro pájaro la noche se instala en tu pubis
aletea y empieza a llover sobre tus muslos
Tu padre, ruidosamente, traga la sopa y eructa
tu madre se queja y hace lo mismo
tus hermanos se miran y la imitan
Tú te dejas caer sobre tu nuca
mansa, te abandonas al placer de tus orillas
Una boca escupe sobre el piso
Tu boca se abre lentamente
Otra boca lanza groserías
Gimes, no te explicas
Alguien arrastra los pies y sale a la calle
Dentro de ti otra tiembla cuando tiemblas
rehace el perfil de tu cintura
por la curva de tus nalgas se resbala
Tu padre derrama el vino sobre la mesa
Tú te derramas en un suspiro
Maldice a tu madre, tira la puerta y se marcha,
tu madre limpia y se llena de grasa
Tú, de rocío
Recoge los viejos trastos y su viejo destino
Tú aprendes a amarte con esa que te imita
Tu madre llama, se enfría la sopa
Abres la puerta, miras a la mesa
y del triste cajón de tus quince años
extraes una sonrisa.
LA MUJER ESPONJA.
¿Qué soy, quién soy?
Un punto bajo la luna
una despensa de su luz
y la luna
un punto verde
atrapado en el diminuto punto que soy yo.
Su inmensidad en mis pupilas
su nocturna y anciana caminata
la curva de su vientre atrapada en mí.
La luna,
soy yo.
Criatura que estira sus patas
bajo la luna
glándulas, salivas, metacarpos
atraviesan la noche
costras, paranoias, bilis
ganglios, obsesiones, bruma
sostienen la leyenda.
¿Qué soy?, pregunto a una hoja del hibiscus.
Veinticinco millones y no hay lugar para mí.
Mi bisabuelo no peleó por el salitre
mi abuela no enterró sus huesos aquí.
Ovarios, verborrea, la cicatriz de una tuberculosis
en el antiguo mapa de mis pulmones,
caries, laberintos, diástoles, desolaciones.
¿Quién soy?, me pregunto.
La luna brilla en la hoja del hibiscus.
Ah, la luna, la luna...
Tú no dudas, le digo, tú no te amilanas.
Cada noche despiertas
y ruedas
la anciana ruta de tus patas.
¿Qué soy?
Arterias, rutina, salmonellas, prejuicios.
Arranco la hoja del hibiscus
guardo la luna en mi bolsillo
guárdome con ella.
Otra noche.
A este cuerpo enamorado
Amo este cuerpo que me ata
El pezón erguido sobre el pecho triste
La breve amargura de su boca
El tierno desamparo de sus pies.
Amo este cuerpo que me atrapa y el espejo
Donde ese cuerpo se refleja y se hace uno
El bello abismo de su sexo
Su dulce continencia
Su fondo azul
El clítoris mojado que medita.
Amo este cuerpo que me ata y me condena
Ser de esta simple simetría
Hembra que se habita solitaria
Amando aquel otro cuerpo que refleja
Desesperada
Dentro de un espejo
Que ya no existe.
QUIERO MORIR COMO VIRGINIA WOOLF
Quiero morir como Virginia Woolf
vacía de palabras avanzar por el río
cual pesado argumento las piedras en los bolsillos.
Pero el Rimac no tiene agua
y sus bacterias y restos fecales harían el trabajo
antes que inundados mis pulmones
desapareciera flotando del paisaje.
Quiero arder como Clarice Lispector
pero me espanta fumar en la cama.
La nicotina impregnada en las cortinas
es más repulsiva que la onerosa vida que tributo.
Morir de amor como Teresa de Avignon
lamiendo el esputo de quien dice que ama.
Santa ascender a los cielos.
Pero no tengo dios
ni tengo ganas de creer en uno.
Pero soy yo
y debo cumplir mi papel de ciudadana tercermundista
rodeada de fariseos, reclamando justiprecio,
mi guion de mujer esponja
sin río, sin fuego, sin nietos, sin paraíso.
Del libro Diario de la mujer esponja, Lima: Ediciones Flora Tristán, 2009,
2da Edición
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