miércoles, 9 de marzo de 2016

JORGE CANTÚ DE LA GARZA [18.228]


JORGE CANTÚ DE LA GARZA 

Jorge Cantú de la Garza (Monterrey, Nuevo León, 1 de noviembre de 1937 - 4 de enero de 1998) fue un escritor, periodista, promotor cultural y poeta mexicano.

Se graduó como licenciado en Derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León, perteneció al grupo Kátharsis y de 1960 a 1961 fue becario del Centro Mexicano de Escritores. Posteriormente, fundó y dirigió el suplemento cultural “Aquí Vamos” del periódico El Porvenir, fue titular de la Dirección de Artes Literarias del Instituto para la Cultura de Nuevo León y estuvo al frente del Canal 28 (hoy Radio y Televisión Nuevo León).

A su iniciativa surge el Centro de Escritores de Nuevo León.

Obras

Agridulce el recuerdo, 2005 (póstuma).
Armas de nacimiento, 1998 (póstuma).
Poesía 1966-1996 1997.
Ajuste provisional, 1991.
De vida irregular, 1986.
Celebraciones y epitafios, 1982.
El desertor, 1959.

Antologado en los libros

Diecinueve poetas contemporáneos, 1989.
20 años de poesía en Monterrey 1962/1982, 1982.


¿Qué o quién?

IV

Soy todos los colores, todas las partículas
que hay en un keliedoscopio, soy el invierno
y al segundo siguiente el infierno; soy el diablo,
soy el domo de una catedral; soy la escalera
de las estrellas y el desfiladero frente al Fujiyama.
Siempre tengo un hermano gemelo, el que me abre
                                                               
la puerta de casa cuando llego, borracho, a buscarme;
¿o es él quien llega borracho a buscarse
y yo le abro la puerta? ¿Yo soy o soy?
Palíndromo perfecto. Nunca lo sabré, nunca, nunca.
                                                             
("poemas en que yo estaba escondido", ed. uanl, monterrey, n.l., méxico, 2008)



Identidad

Ese espejo no sólo es un espejo:
Es un vidrio y mi cara y el azogue
Y es un péndulo, un hueco en la pared
Y un fantasma que acecha en la penumbra.

El que crees que eres, eres tú.
El que yo creo que eres, eres,
Y eres también el que sin duda eres.

Eres un ser distinto en cada amigo
Y un huésped cada cuarto tuyo tiene.
El día que tú naces muchos nacen
Y una multitud muere cuando mueres.
Eres Uno, y muchedumbre es Uno.



Prevenido

Al cumplir cuarenta y cinco
saludaré a la oscura tortuga
que entrará por mi ventana
como saludé al baboso caracol
de mis veinte años.

Al cumplir cuarenta y cinco
abriré mis manos para ver
cuánto ha crecido la moneda
que sólo yo he de gastar.

Cuando llegue el día, el día,
sabré reconocerlo. 
Aunque no haya nadie alrededor,
no volveré el rostro.
No caeré
en esa vergonzosa tentación.

(textos tomados de Celebraciones y epitafios, ed. Oasis, col. Los libros del fakir, no.67, México, 1984)




Antes de partir

De amor, amor, nunca he escrito un poema.
He de hacerlo ahora pues me dicen que la muerte se aproxima
y sé que Amor amorosamente me ha tocado
como la aurora, con uno de sus rosados dedos.

*

No es sólo del joven que, apenas salido de la adolescencia
comparte hoy sus días con quien esto escribe
de quien escribiré.  Si hablo en singular
es porque todo el amor es uno
y de ello pongo a cualquier hombre por testigo.

*

Fui al pozo del limo con mi cántaro vacío
infinitas veces, como amanece.
Y siempre fue, como la primera vez,
la inauguración del Universo
con sus arreboles y huracanes
llenos de siempres, nuncas, vida mía.
Y luego había que partir, dolorosamente.
Recuerdo tantas despedidas.

*

Ven, amado, y contempla el ejército
de ángeles que te precede,
ven y mira cómo sobrevivieron
aunque ellos, igual que tú, que yo,
pensaron que el fin de nuestro amor
era el fin del mundo.
Toma ejemplo, amado, para que vivas
cuando yo te falte.

*

Cánceres, escorpiones, acuarios, sagitarios
nadando en la pecera de mis sueños,
como el joven obrero aquel, en Guayaquil,
que una noche me llevó a su cuarto de madera
donde bajo una débil bombilla, sobre la duela,
había una sábana por cama
y en la pared un clavo por guardarropa de su atuendo.
Qué limpia su pobreza, qué amorosa su hospitalidad,
tanto, que me avergoncé del hotel de lujo
a donde aquella noche yo regresaría cargado
de sucres que no necesitaba y que le di
– para que te compres una camisa que te recuerde al mexicano –
le dije para vencer su resistencia al pago que tranquilizara
mi conciencia por su pobreza inmerecida y mi opulencia,
también inmerecida.

*

O como aquel japonesito brasileño que una noche
de cachaza en Belo Horizonte me acompañara al hotel
y más tarde, por la mañana,
al aeropuerto, donde nos despedimos
como amantes de mucho más que unas cuantas horas, como amantes
verdaderos que se despiden llenos de promesas,
para siempre.

*

Géminis, virgos, aries, libras
de Los Angeles, de México, Caracas, Bogotá,
Lima, Río, Buenos Aires, Madrid, Sevilla o Monterrey,
apurados en la certeza que da la partida inminente,
la seducción irresistible de lo efímero,
la libertad irrenunciable del anonimato.

*

La barbarie en que creciste, amado,
no podré borrarla jamás de tu memoria;
los saltos de tu madre y sus golpes en el vientre
para que no nacieras me duelen más que a ti.
Después de nacido, te dicen, fuiste el mejor,
el bienamado.  Y sin embargo,
quién sino yo con mis manos torpes
podría tranquilizar tus noches inquietas,
tus pesadillas de horror.

*

En cierto modo, nuestras infancias se parecen,
sólo que de la mía me separa un medio siglo
y he aprendido a olvidar – o casi.

*

Cómo te amo.

*

Sé que también tuviste por años un amor prohibido,
que no sabías que era amor ni que era prohibido.
Cómo te envidio.
Yo nunca tuve un hermano así.

La poesía gay mexicana: una muestra de Monterrey

Estos poemas son parte de una compilación de Arnulfo Vigil y Ernesto Castillo.



Todavía tú

Hubiera preferido que tus degradaciones
se produjeran en la cima de una torre,
protegido apenas tu cuerpo de las auras
por un enrejado de bambú.
Hubiera querido que el sol
participara en la corrupción de tu carne
y que tus huesos, mondos ya de belleza,
fueran erosionados por el viento.
Enterrarte para seguir la costumbre
ha hecho más infame tu ausencia.
Miro los colores que miraste
y nada me consuela.



De vida irregular

para mi hijo

No fuimos personas comunes y corrientes.
Durante muchos años tuvimos diecinueve años.
Propensos a la disidencia y el escándalo
ejercimos el desdén hasta la indiferencia.

Hoy, maduros ya, mas nunca viejos,
seguimos siendo gente rara.
Nuestra rareza brinda a las gentes de bien
un prisma perfecto en qué mirarse
y seguir siendo, felizmente,
personas comunes y corrientes.


(textos tomados de Ajuste provisional, ed. UNAM, col. El ala del tigre, México,
1991)







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