Su Xiaoxiao
Nació en Madrid en 1989. Realizó estudios de Filología hispánica y Teoría de la literatura en la Universidad Complutense. Desde hace tres años vive en París. Algunos de sus poemas han aparecido en publicaciones digitales como la revista Valderrama o Transtierros, y acaba de publicar su primer poemario, La casa de la ciénaga (Ártese quien pueda, 2015). Administra el blog Las hermosas fieras interiores.
Poemas de La casa de la ciénaga (Ártese quien pueda, 2015)
Una cabaña al oeste
dentro
I.
cae la noche y
ALGUIEN
viene me guarda dentro de una habitación sombría
dentro de un sótano o de un horno dentro de una cabina telefónica
donde estoy marcando números al azar
dentro de una hora dentro de una caja de un armario
de una jaulita oxidada dentro
II.
ahora estoy dentro de una cabaña al oeste
con la cara vendada y tendida encima de una mesa
puedo oír en la punta de la lengua la nieve que cae fuera
la humedad me quema la nariz
espero
intento a todas horas salir saber qué pasó allí no pude
ver nada pero me lamía a veces la luz
de una bombilla parpadeando sobre
mí
a veces ALGUIEN murmuraba palabras
anestesia amor hasta la náusea sudor de pájaro
patitas rotas asco y
radiaciones estaba flotando en la piscina
por dentro escucho cómo lentamente crecen las plantas carnívoras
en mis entrañas
los musgos poblándome milenios enteros
he perdido los ojos
imagino la insoportable extensión del techo casi puedo verla como
una silenciosa meseta sobre
mí
seguramente surcada por una
GRIETA
finísima y cada vez más larga como el llanto de un bebé
dentro de una diminuta caja de cerillas
esa misma oscuridad en fuga
a veces escucho risas cristales rasgándose susurros desquiciados
dentro
fuera
las húmedas casas alineadas comen
niebla a orillas del río
por las calles la fría lengua del agua
humedece la noche el cuerpo
cansado de la niña de viento reposa
dentro
en la casa sombría respira
se llena y se vacía de sal aguarda
con los huesos abiertos
se le crispa el gesto en la penumbra su piel
como un pañuelo de seda finísima
arrugada por la angustia
aún desde su sangre crece la hierba y
los insectos parpadean como luces de colores
fuera hay un entramado de calles maltrechas escaleras
cada vez más altas subiendo
en el nudo de las horas la madrugada hasta alcanzar
esa zona de aire enrarecido
ese minuto de silencio endureciéndose y los labios de la niña
cada vez más fríos
el olor verde azulado del agua desde sus brazos
ondea
va reflejándose por la hilera de casas
también en las pupilas heridas en ese imperceptible
no
hojita tierna estremeciéndose
de ruegos
se le adelgaza la voz hasta la hebra del miedo
sus cabellos lo desbordan como una
planta oscura
de pronto los ojos abiertos el tirón de los huesos
al erguirse
camina sobre los vidrios
una ráfaga de viento abre la puerta
la niña sale a los cañaverales
lugares por donde pasé
1
las calles cercanas a la desembocadura, construidas entre la vegetación que rodea al río, es decir, puedes sentir al fondo la humedad la tierra fangosa, es como cuando uno participa en determinado tipo de conversaciones y siente el suelo ablandándose bajo las pies, esa precisa forma del desmoronamiento, y el calor fundiendo estructuras bajo la frente, así era caminar por esas calles blancas, relucientes de pobreza, los vestidos coloridos y el denso mapa de arrugas complicando el sistema surface-trous
nada se mueve allí salvo las salamandras, al cabo de un rato no consigo dominar las piernas y el sol se deshace como un alcohol espeso,
allí era imposible pronunciar determinadas palabras, el tono de la voz se hacía quedo, al despertar todo se reducía a un polvillo amarillento, persistente como un dolor de cabeza
2
después estaba el puerto, con sus sucias aguas estancadas, cerca de la fábrica de hielo, allí los hombres con bocas roídas por la sal cantaban a media voz en otras lenguas, o no, eran sólo palabras troceadas, frases descolgadas, como aquella vez el encuentro furtivo entre los barcos, la arena quemando y enseguida las algas mojadas nos entraban en los pulmones, todo lo que no alcanzábamos casi parecía estar al lado
cuando el mar va ganando terreno por dentro apenas hay dónde agarrarse, dijo, o algo así, sólo cambiar al ciclo de las mareas, su movimiento incesante llevando y trayendo lo poco que uno ha conseguido reunir sobre sí: caracolas resquebrajadas, el caparazón de un cangrejo, la débil raspa de un pez transparente
no encontré lo que fuera que buscaba, me fui de nuevo, los rumbos son producto del azar
los regresos, tristes accidentes
3
junto a los cañaverales, ya he hablado tanto sin éxito, allí la pequeña bestia gruñendo, nutriéndose de insectos, el pelo más que sucio de hierbas, plumas, apenas se le ve la cara, su voz gorgoteando sobre el cuadrante lunar y la esforzada conjunción arriba lo que mira largo rato en desconcierto después de haber acechado horas y horas o de haber huido sobre todo por el cariz descontrolado que toman los acontecimientos que suceden en Dentro/Fuera, eso que no se explica y se parece a un nudo hecho con rabia siempre en el mismo sitio, eclosiones, ranas, lagartijas, escolopendras, sucesión frenética de muerte y nacimiento
qué quedó de ella, qué encontraron, un montoncito de cáscaras acumuladas, su nido hecho con juncos en medio del cieno, piedras brillantes que a veces recogía, despojos, no tenía nada, carecía incluso del tramposo don de la palabra
sólo me rompo
*
qué significa si el discurso de
alguien
se quiebra constantemente
los otros miraban raro porque de repente se
hacía una zona
de aire se a
-bría
un vacío en
medio de la frase siempre una o
dos palabras se
perdían o
eran aleatoriamente sustituidas por
otras
muy lejanas
desesperadamente alegres
ante todo le
espanta lo que las palabras
pueden hacer
intenta esquivar las que más pesan las que
están llenas de voces las que
se enraízan guarda sólo las
vacías
el aire lo que apenas pasaba rozando
y se iba
los restos de polen adheridos
a la ropa
también el contexto lo que hay
alrededor de ese vacío lo que parecía inerte
pero se movía sin cesar hervía
y hacerlo más o menos
como un niño que
canta
sin oírse
sin terminar sus frases
trozos
le oí decir sólo a trozos me fui porque no porque creía que él y si todos
pensé que me iba a quemar le di algunas vueltas tuve
miedo dijo sí él lo había dicho bueno escuché cosas
de este tipo excusas o yo diría lamentos
quejas imperceptibles quejas
como un fino polvillo de raíces
trituradas algún árbol muy joven con la madera
podrida
niebla
no estaba roto pensé sólo es que no puedo encontrarlo en este aire espeso es verdad que lo habíamos zarandeado incluso pisoteado pero después lo recogí de nuevo no podía evitar que se me cayeran las lágrimas igual nadie podía ver nada con esta niebla sólo yo sabía de ese hilo frío en las mejillas me quedé esperando aún un ratito ya va a pasar y lo tenía justo aquí
no vino nadie es cierto aparte del animal blanco caminaba despacio y no se le oía respirar aunque su aliento pesaba entraba y salía del cuerpo empañando las calles yo mientras estaba buscando por aquí no quería ir muy lejos entonces tú dijiste no sé dónde estás
el mapa interior
un sueño en el que el aire se concentra a mi alrededor con un espesor de partículas azules vibrando a toda velocidad
en algunas zonas del sueño, el aire es un tejido de hilos que no dejan de crecer, se tensa o se relaja el entramado generando la sensación de un ser vivo que respira
de vez en cuando surgen cercos con formas vagamente ovoides, son zonas donde los hilos se adensan hasta casi desaparecer, donde el aire es irrespirable: mi pensamiento terco
a veces aparecen de pronto un árbol negro o una brújula o un caballo de dos cabezas: las huellas de tu paso
Después de editar País imaginario, hace algunos años, nos pareció imposible reunir las escrituras de América Latina con las de España. Había una brecha, sobre todo en lo concerniente al nivel de experimentación y a su relación con las vanguardias históricas. Esto comenzó a cambiar, está cambiando, fundamentalmente por el diálogo, tal vez subterráneo, que se manifiesta en algunas poéticas, por ejemplo la tuya. ¿Crees que hoy la situación es distinta?
Sí, creo que las cosas han cambiado rápido en los últimos años, aunque evidentemente ha habido siempre un flujo de influencias de una orilla a otra del Atlántico, pero tal vez con cierto retraso, o de manera parcial (es decir a través de antologías o de los libros que se publicaban aquí y allá). Creo que Internet tiene algo que ver con todo esto, porque se está revelando como una herramienta muy eficaz para la difusión de la poesía, y permite a la vez entrar en contacto con otros autores de manera muy sencilla. Por otra parte, me parece que las generaciones jóvenes tienen una particular inclinación al diálogo con otras realidades culturales, una curiosidad mayor por lo que sucede fuera de su propio entorno. Quizá porque la movilidad (bajo diversas formas: emigración, exilios más o menos voluntarios, largos viajes) está integrada ahora en nuestras vidas con mucha más fuerza que antes y eso supone un contacto más estrecho con el otro.
Personalmente, siempre me he sentido más interesada por la literatura latinoamericana que por la española, y esa inclinación que empezó condicionando mis lecturas se ha ido confirmando al entrar en contacto con otras poéticas contemporáneas tanto de España como de América Latina. Del mismo modo, aunque disfrute mucho leyendo a autores europeos o americanos, siento una especial debilidad por las literaturas más lejanas y menos conocidas. Creo que se debe a una curiosidad muy fuerte por otras maneras de vivir y por otros acercamientos a la escritura.
¿Funciona para ti la división de la escritura en géneros?
La verdad, no sé qué escritoras y escritores tendría (o no) en mente Visor para hacer una declaración tan desafortunada. Yo opino que, por el contrario, en España son sobre todo mujeres quienes tienen actualmente las propuestas poéticas más interesantes. Hasta hace muy poco, su visibilidad era mucho más reducida, y las grandes editoriales han sido cómplices de esta parcialidad. Creo que en los últimos años, gracias en buena medida a la emergencia y al trabajo de muchas editoriales independientes, las mujeres nos estamos abriendo un hueco en el mercado editorial, aunque estemos lejos de gozar del mismo reconocimiento que los hombres a nivel académico. Prueba de ello es la escasez de escritoras que hay en los planes educativos: digo esto porque me parece un punto esencial para tratar de equiparar el acceso de las mujeres a la escritura y su consideración como autoras con algo que decir, merecedoras de atención.
Creo que acercarse a la literatura desde una perspectiva de género es necesario de entrada para “rescatar” la obra de muchas escritoras que han sido injustamente olvidadas por la historia literaria. Por otra parte, una lectura genérica siempre aportará alguna información relevante, pero puede ser más o menos fructífera en función de la obra de cada cual y su relación con esta cuestión. En todo caso, al tratarse de un debate que va cobrando peso en nuestros días, tengo la impresión de que cada vez más poetas integran de diferentes maneras esta reflexión en su escritura, y con mayor libertad, lo que me parece muy positivo.
De pronto aparece una “nueva generación” —en la que podría ubicarte junto a Lola Nieto, Ángela Segovia, Berta García Faet y Paco Najarro— con una mirada distinta, bastante crítica, frente a la tradición, ¿cómo explicarnos este cambio en la escena?
Siento admiración y simpatía, además de afinidad literaria, por este grupo de poetas que mencionas, pero no sé si formamos una “nueva generación”. Este concepto es tan escurridizo. Cada uno vivimos en un lugar, de una manera distinta, y ciertamente tenemos puntos comunes pero también voces muy diferentes. No sé a ellos, pero a mí al menos me cuesta sentirme parte del panorama literario español, tal vez sea por vivir en París o tal vez eso no tenga tanto peso, pero mi impresión es la de ser una poeta periférica respecto de lo que se escribe en España hoy. Internet y las redes sociales facilitan un cierto contacto, me permiten “asomarme” de alguna manera a lo que ocurre, pero no son suficientemente integradoras, y yo tampoco tengo mucha facilidad para ciertas interacciones sociales. Entonces la relación con mi país natal es fluctuante, llena de interferencias, emocionalmente compleja: no me siento capaz de tomar la temperatura al panorama poético español actual porque aunque desde fuera podría esperarse justamente que tuviera una visión más objetiva o más clara. Todo esto para concluir que no sé si hay realmente un cambio de escena en España o se trata de una pequeña línea de fuga, y que tampoco podría asegurar cuáles son sus motivos subyacentes, más allá de factores que he mencionado ya como el uso generalizado de Internet, un espíritu curioso quizá más abierto a lo que se hace en otros lugares relacionado con la mayor movilidad y con el desengaño ante tantas promesas que se han revelado falsas. Creo que sí ha habido en España algo como una crisis generacional de desencanto en la que quizá se encuentren las raíces de ese distanciamiento y de esa actitud crítica hacia la tradición de los que hablas.
¿Tuvo alguna importancia para ti el hecho de administrar el blog Las hermosas fieras interiores, crees que Internet cumplió algún rol en este cambio?
Reflexionando sobre mi experiencia, creo que, en efecto, Internet ha jugado un rol esencial. La decisión que tomé hace años de crear (¡al principio en secreto!) un blog donde compartir mis propios escritos y también fragmentos de mis lecturas no sólo me ayudó a tomar consciencia de mi compromiso con la escritura sino que además me abrió conexiones inesperadas con lectores espontáneos y otros escritores que no conocía (y que en muchos casos aún no conozco) personalmente pero con los que comenzó un diálogo muy enriquecedor. Sin las herramientas que Internet pone a nuestro alcance quizá no hubiera dado el paso de compartir lo que escribo con gente desconocida, porque soy pésima para promocionarme.
Desde entonces, las redes sociales han contribuido a aumentar los contactos e intensificar los intercambios. Creo que Internet permite una espontaneidad, una inmediatez que antes no existían en las relaciones creativas y lo que quizás es aún más importante, da lugar a encuentros alternativos a lo que se propone por las vías oficiales y los canales editoriales tradicionales. También es un buen medio para seguir de cerca el trabajo de los demás y compartir el propio.
Hace 3 años que vives en París, hecho que me obliga a plantearte dos preguntas en una, pues al estar afuera tienes una perspectiva, idónea para el análisis, citándote: ¿qué significa si el discurso de alguien “se quiebra constantemente”? En España se quebró ese discurso, que leemos cuando las palabras de la tradición —al menos de la más recalcitrante— se pierden?
Lo cierto es que la experiencia de marcharme a París ha sido determinante para mí en muchos aspectos, y quizá también tiene puntos en común con la de tantas personas que se ven en la necesidad de exiliarse hoy en día. Desde luego es algo que se ha reflejado en mi escritura y posiblemente en la de otros autores de mi generación que han pasado por experiencias similares, y creo que ahí podemos encontrar una buena explicación a ese discurso quebrado del que hablas. Las circunstancias adversas en España me empujaron, como una más, a emigrar, pero la vida en el extranjero dista bastante de lo que la gente que se queda en su país imagina, en fin, además de la belleza de la ciudad, los encuentros y los momentos bonitos, está el otro lado: la dificultad añadida para hacer cualquier cosa, el cansancio, la sensación de extrañeza ante otra lengua y otros modos de vida, la soledad, la nostalgia por los seres queridos que están lejos, la exclusión social, la discriminación… aunque parte de estas cosas que menciono, yo, como joven europea con estudios universitarios sólo las he vivido en dosis reducidas, pero aun así la experiencia en general fue desestabilizadora y me sirvió para aproximarme a realidades que sólo conocía de lejos cuando vivía en Madrid. Todo se quebraba, en efecto, incluso mi escritura, que se transformó bastante en ese primer año en París. Me sentí despojada de buena parte de mi sistema de referencias, lo que incluye también, en el plano de la escritura, esa tradición española que uno absorbe en sus años de estudiante y que es un primer modelo respecto al que una se posiciona. Me parecía algo que ya no sostenía lo que yo quería expresar, que se desintegraba, necesitaba otros modelos que me ayudaran a dar cuenta de esa suspensión y a vivir en mutación continua de la vida adulta precaria. Es decir, en mi caso el quiebre del discurso tuvo que ver con mi vivencia personal, pero creo que esta vivencia puede ser fácilmente extrapolable, y que el hecho de emigrar sólo intensifica aspectos que de todas maneras aparecen antes o después cuando uno se hace adulto en estas sociedades “líquidas” —como diría Bauman—, en las que vivimos ahora, y de ahí que la relación con la tradición se agriete y se complique.
Cuando uno te lee —a ti como a varios de tus contemporáneos— la impresión es que, desde el “poema”, nos hubiéramos desplazado hacia la oralidad de la “fabula”, pero a una compuesta de retazos y fragmentos, ¿vale aún hablar de “versos”?, ¿escriben, escribimos poesía, pero de “espaldas al poema”?
Creo que hablar de “poemas” y “versos” simplifica la comunicación, nos ayuda a entendernos cuando hablamos de poesía, pero falseando en alguna medida las cosas, lo que siempre acaba siendo el precio a pagar para llegar a comprendernos. Claro que no entendemos por “poemas” o “versos” lo mismo que entendían hace siglos, y eso también es normal. Cada época reinventa por pura necesidad su lenguaje, sus medios de expresión. En todo caso creo que el poema ya no es hoy, no puede seguir siendo, un recipiente bien conocido en el que introducir palabras para producir un objeto literario concreto y tipificado. Es un modelo demasiado rígido para los tiempos que corren. En ese sentido, sí escribimos de espaldas a determinada concepción del poema que ya no sirve. Para mí, el poema es más bien un vaso resquebrajado, funciona como caja de resonancia, que recoge retazos de lengua que vienen de todas partes, que pueden mezclarse y generar criaturas rítmicas mutantes, pero que también tiene fisuras por donde siempre escapa algo, y que lo mantienen conectado a la realidad. Por eso creo que además de lo fragmentario, la oralidad cobra cada vez más importancia, como dices, pienso que la poesía se interesa tanto por el habla y su vitalidad tal vez porque, respecto de otras formas literarias, está más unida a la recitación, a la lectura en voz alta. Al mismo tiempo, cuando una observa la importancia en la disposición textual es evidente también que la dimensión escrita es esencial y que sigue dando mucho juego. Por otra parte, al leer libros de poetas actuales me parece que a menudo la estructura y el conjunto tienen más relevancia que cada poema en sí, lo que también podría cuestionar la visión del poema como unidad suprema rectora del proceso creativo.
Su, también traduces, primero “vives en otra lengua”, allá en París, y buceas en otras para poder “rescatarlas” pero a través de tu idioma original, ¿cuánto influye esto?, ¿de pronto el sentimiento del arraigo de lo español desapareció para que, en tu vida, empiece, más bien, la escritura de la propia errancia?
La experiencia de vivir en otra lengua ha sido y es todavía algo muy potente para mí. El apego por mi lengua materna no ha desaparecido en modo alguno, al revés, creo que vivir en el extranjero lo ha intensificado porque ha hecho del español la lengua “mía”, que sigue predominando en el ámbito íntimo y personal frente al francés que es la lengua oficial en la que ahora hago trámites y me relaciono en el trabajo. Pero observar la convivencia de estas dos lenguas dentro de mí es algo que me fascina. El francés es un idioma que siempre me encantó, y que me supone un reto permanente porque uno nunca deja de aprender. La traducción ha sido todo un descubrimiento en el que me apetece mucho seguir profundizando, me permite acercarme al francés de otra manera, que combina el rigor y la creatividad, y relacionarlo con el español, poner a funcionar las dos lenguas juntas. Además he descubierto que traducir te da una visión mucho más honda de los textos que trabajas, una proximidad única, que es casi milagrosa. También me da mucha alegría investigar y encontrar poetas franceses actuales que escriben cosas increíbles y tratar de compartir esos hallazgos con la comunidad hispanohablante. Ojalá pueda dedicarme con más tiempo a la traducción en el futuro. En todo caso, la convivencia con el francés, el lugar que ocupa dentro de mí, sí me parece una manifestación de esa errancia que empezó en efecto hace casi cuatro años, porque hablarlo, leerlo o escribirlo supone para mí estar en interacción y convivencia con una forma de otredad. Al final la emigración es un proceso que confunde encuentros y desencuentros, con lo propio heredado y con lo ajeno diverso, y creo que eso se plasma en la escritura.
ROSTRO
aparece una imagen
que recuerda a un ícono bizantino los colores están
desteñidos y raspados
la erosión borra a medias los ojos que
miraban fijo parte los labios la delgada boca cerrada
desencaja las facciones
es el rostro de una mujer todavía se aprecia
el ribete rojo destacando al borde del velo
azul cobalto enmarcando la cara y la garganta oscurecida
esa piel tan tenue
no está el cuerpo
su cuerpo se desvaneció sobre una duna de polvo
abrasado siempre envuelto en telas de colores tersos
vivos el cuerpo
desapareció se descompuso casi al instante
como un fruto quemado por el
sol
el rostro no
la palidez de la piedra se desmorona despacio aguanta las grietas
componen el intrincado mapa del tiempo resaltan algunas conexiones
no evidentes pero hermosas agotadas
un soplo se desliza suavemente por todas las vidas de la vejez
sol
pero ella estaba allí en el tejado
donde se estaba pegando la luz del
sol la inmensa fruta blanca
deshaciéndose
fundiéndose en transparencia y lágrimas
estaba tan pequeña sus mejillas
como dos membrillos quemados
temiendo
el rayo blanco le iba vaciando las pupilas
y apenas podía ver nada pero tampoco
escabullirse
aquél era un lugar reseco humeante
crujían frágiles esqueletos de
pájaros desmenuzándose
sólo sobrevivían las rapaces
dando vueltas en torno al agujero luminoso
y abajo ella que apenas hacía sombra
entre las piedras del miedo
ella que apenas podía levantar la voz
para cantar y se le llenaba la música de
grietas los párpados tan finos
a lo lejos
una melodía de sal le abría el corazón
errar
a qué juegos te entregas dime
cada noche cuando las fresas se apagan
resplandecen azules en tu cesto a dónde te diriges
cuando sales quedamente
y andas de un portal a otro
arrastrando la capa de silencio y las ganas
tú y tu bestia fiel lamiéndote los pasos
qué disfraces qué máscaras qué
oscuras acrobacias planeas
cuando atraviesas la selva de neón el asfalto ardiendo
con los pies desnudos
dicen que sólo vas buscando
no la boca que más arda
el corazón hoguera no
sólo la piedra blanca que lleva tu nombre
escrito
te han visto frecuentar los descampados
y acampar bajo los puentes dicen que acaricias
el rostro de los mendigos mientras duermen
sus labios resecos
que golpeas hasta agotarte la puerta de
una casa ajena
cuentan que te han visto
beber el aliento de la periferia enferma
resplandecías
estabas rodeada de niños calvos de metralla
de caballos muertos
dicen que deambulas por carreteras vacías
que la lengua se te vuelve negra
sin embargo eres la misma que aguarda en el claustro
de la noche muy quieta
la que afila las palabras y después
a solas en su circo de sangre se va abriendo
fisuras
en los dedos
mientras el miedo se le vierte por la boca
como la savia de un árbol enfermo
golpes contra todas las esquinas
la náusea florece desde la garganta despierto
el cálido hilo de sangre borda la mañana
no se aclara el frío persiste rodea mis mejillas
con las manos negras
envuelve desde temprano las vísceras
la piel arrancada de los frutos
mientras
la descomposición avanza
ya trajeron los animales degollados
su sangre gotea en regueros desde el camión
el óxido su gusto inerte estancándose en mi lengua
ni siquiera está caliente
veo los rostros tirantes casi piedra
atravesar las calles la rígida espera en los andenes
un día más ese hombre con traje oscuro que no sube
a ningún tren porque no sabe a dónde llevan
oigo la dura cuerda cada vez más
tensa tanta gente
el sudor las suaves canciones murmuradas
sus huesos quejándose de arriba abajo
no
quería escribir sobre la nieve
quería contar una historia: había una vez
una mujer desencajada
compraba cada día las mismas cantidades
de leche y de lejía
quería comer nieve hasta volverme
transparente
después como campanas frías
tocar las palabras
la pulsación exacta el tañido debajo de la piel
pero
hay algo que no alcanzo a nombrar
algo una fuga que abre la zona de pérdidas
parece una hoja fina y afilada una melodía dulce
por eso quizá despierto
vacía como un pozo abandonado
y extiendo las manos
hasta sentir en los dedos el ardor
las pequeñas hogueras de la calle
el humo borrándome la cara
-
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