sábado, 26 de marzo de 2016

MERARI LUGO OCAÑA [18.318]


MERARI LUGO OCAÑA

Merari Lugo Ocaña  (Hermosillo, Sonora. 1990). Poeta y Médico Cirujano y Partero. En 2014 obtuvo 2do y 3er lugar en el Certamen de Literatura Joven convocado por la UANL. Ha colaborado con poemas y fotografía en diversos medios electrónicos e impresos, entre ellos Círculo de poesía y Kátharsis XXI. Aparece en la antología Los árboles arrancan su cuerpo de la sombra (Bitácora de vuelos, 2015). Actualmente reside en Monterrey.


Luz

¿Cómo escribir la desnudez?
La ato al suelo.
Pido que la luz la cubra.




Herida por arma de fuego

Algo de virginal y tibio conserva el orificio:
Lo anónimo del cuerpo. 
La bala perdida en algún punto de la carne. 
La sangre fluyendo hacia un pozo desnudo y sin salida.




Gangrena

La piel de mi brazo es un mapa estelar
hay un hilo invisible entre cada punto de punción
que me cose al universo de la cama.
Me instalaron junto a la ventana
afuera la vida distrae el pensamiento de la fiebre,
simple cordialidad, un paliativo
porque ninguno de mis signos ha cambiado:
La extremidad enferma, la bacteria, la piel que le sirve
de casa. Todo en mi diagnóstico es oscuro.
Mis ojos se pierden y tropiezan
con el mundo de vivos que se mueve tras el vidrio
y en él no encuentro la luz suficiente.



Muerte cerebral

En la sala de terapia intensiva
un hombre en coma estalló dentro de mi oído

él a la orilla de las nueve, abandonado dentro de su cuerpo 
con los brazos caídos sobre agujas
siempre silenciosas
                               pero un quejido
como si por primera vez un quejido
en los labios del que moría
se abría como libro apenas dibujado.
Pensé en ir hasta su cama cada noche
aprender su nombre y luego hacérselo sonar,
hablarle de un niño buscando sombra bajo un árbol
en medio de la calle
que se quedó estacionado esperando la caída
de los primeros frutos.
                              Olvidé así mi vida
un lunes de septiembre
y al buscar en su expediente 
encontré que llevaba en ese estado trece años
trece años 
y un padre muerto.
Yo no imaginaba así la eternidad ni la tristeza
revisé sus signos, estables todos
y salí del cuarto.

Por la madrugada 
sobre una camilla vacía soñé con un árbol viejo que lloraba. 



Ars Médica

Decidir quedarse a mirar cómo la memoria olvida 
cómo la enfermedad los consume
cómo desaparecen.
No conocer otra prueba de amor.




Azul ultramar

Me dijeron que tuviera fe,
que sería como Cristo caminando sobre las olas.

Cuando el cáncer llegó, lo vi en la superficie:
Dios teñido del azul de mar

y yo era el fondo,
la arena que resiente la ausencia de los pies.




Amputación

Tocar el contorno enfermo, delimitar el daño, tomar la cuchilla y seccionar.

Es necesario propagar el astro y la tristeza por el pequeño puente-bisturí. Que extirpe el conducto, acaso un poco más. Que extirpe la oscuridad, algo eléctrico.
Es necesario enunciar la fragilidad capilar, la resistencia de los vasos conteniendo el flujo de la sangre con una precisión hermosa.
El cuerpo enfermo no opone resistencia a abrirse al menor tacto y se desgaja como si fuera una flor marchita esperando ser arrastrada por el viento.

Todo es luminoso y todos los seres en la sala son estáticos y extáticos. Sólo la mano se mueve.

El proceso de avulsión es todo espectáculo, todo alarido.

El ruido de la extremidad al caer es un ruido humilde.




Eutanasia

Bajo su cuerpo hueco
toda sonoridad se desprende:
Al percutir el hígado, un pájaro canta
en la punta de sus pies
El trombo ocluyendo la arteria
hace un sonido de tambor pequeño
Mi abuelo dijo que sí a la eutanasia
él merece la música suficiente.





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