miércoles, 30 de marzo de 2016

PIETRO METASTASIO [18.344]


Pietro Metastasio

Pietro Antonio Domenico Bonaventura Trapassi, más conocido como Metastasio (Roma, 3 de enero de 1698 - Viena, 12 de abril de 1782), fue un escritor y poeta italiano, uno de los más importantes libretistas de ópera del siglo XVIII.

Nació en Roma, donde su padre, Felice Trapassi, originario de Asís, formaba parte de un regimiento militar del papado. Su madre era una boloñesa, Francesca Galasti; se establecieron en Roma por su propia cuenta y tuvieron dos hijos y dos hijas. Pietro improvisaba versos y cantaba ya de niño. En una de esas improvisaciones en 1709 fue descubierto por el árcade Gian Vincenzo Gravina y por el crítico Lorenzini. Gravina lo adoptó y le proporcionó una educación esmerada, helenizando su apellido Trapassi a Metastasio; quiso hacer de su hijo adoptivo un jurista como él, para lo cual le hizo dominar el latín, pero también lo llevaba a improvisar en verso sobre un tema cualquiera hasta ochenta estrofas de una sentada, lo que iba deteriorando su salud mental; pero un viaje de Gravina a Nápoles y a Calabria en que llevó al muchacho cambió esa situación de niño prodigio explotado, porque confió su educación a Gregorio Caroprese, más atento a la salud de su alumno. A los doce años tradujo la Ilíada; dos años más tarde compuso una tragedia senequista, Giustino, impresa en 1713 por Gravina, pero de la que Trapassi habría de renegar en el futuro. Caroprese murió en 1714, haciendo de Gravina su heredero; el mismo Gravina murió en 1718 y Metastasio heredó de su fortuna 15.000 escudos de oro, lo que le dio una cierta autonomía económica. Tenía las órdenes menores, pero su belleza y juventud lo hicieron un buen partido y al cabo de dos años había dilapidado esos bienes, aunque también aumentado su fama. Pasó a Nápoles al bufete de Castagnola para trabajar como jurista.

En 1721 empezó su carrera musical con el epitalamio Endimión, con ocasión de la boda de su protectora, la princesa Pinelli di Sangro, con el marqués Belmonte Pignatelli. En 1722 compuso para el virrey de Nápoles una solemne serenata para festejar el aniversario de la emperatriz, con la condición de que el autor permaneciera anónimo. Escribió Gli orti esperidi (Los jardines de las Hespérides), musicado por Nicola Porpora y cantado por el alumno de este último, el castrato Farinelli, quien hacía por entonces su brillante debut. Hacía el papel de diosa Venus la prima donna Marianna Bulgarelli, conocida como «la Romanina». El éxito fue considerable. La poco discreta Romanina divulgó el bien guardado secreto y se supo quién era el autor de la letra. Es más, la Romanina persuadió a Metastasio de que abandonara la carrera jurídica y se volcase en la carrera literaria como letrista de dramas líricos. Instalado en su propia casa, fue conociendo a los mayores compositores de su tiempo: Porpora, quien le dio una formación musical, Johann Adolf Hasse, Pergolesi, Alessandro Scarlatti, Leonardo Vinci, Leonardo Leo, Francesco Durante y Benedetto Marcello, y no paró de escribir sus encargos. En ese mismo cenáculo aprendió el arte del bel canto y se familiarizó con el estilo de intérpretes como Farinelli. Extraordinariamente dotado para la composición y de una verdadera sensibilidad poética, no tuvo dificultad alguna en engendrar obras de gran mérito literario genuino que llegaron a ser obras maestras de la música cantada en una escuela vocal sin equivalente ni precedentes. Su mérito no se desvela en la mera lectura de sus obras; las intrigas son convencionales, algunas situaciones son absurdas, se toma libertades con la verdad histórica de algunos personajes y existe una repetitividad, a veces molesta, del tema del amor en todos sus desarrollos, pero todo se explica por las necesidades de la musicalización.

En sus libretos de ópera se encuentra la mejor expresión de la corriente árcadica, que predominó en la lírica neoclásica italiana. Estos libretos fueron musicados por compositores como Vivaldi, Haendel, Gluck, Meyerbeer, Traetta y Mozart.

Metastasio vivía en Roma en casa de la Romanina y su marido. La cantante lo adoptó de forma aún más apasionada que Gravina, investida de un afecto semimaternal, semiamoroso, y por una verdadera admiración de artista por unos talentos tan excepcionales. Es más, acogió con ella a toda la familia Trapassi, padre, madre, hermano y hermanas. Permitía todos los caprichos del genio. Bajo su influjo benéfico compuso poco a poco Didone abbandonata, Catone in Utica, Ezio, Alessandro nell' Indie, Semiramide riconosciuta, Siroe y Artaserse. Dramas líricos puestos en música por los principales compositores y estrenados por toda Italia. Pero la Romanina llegaba a la edad de no cantar en público y el poeta se sentía cada vez más asfixiado y dependiente. Cobraba 300 escudos por cada uno de sus libretos de ópera, cantidad apreciable pero escasa e irregular para sus necesidades, y necesitaba buscar un sueldo fijo, así que en septiembre de 1729 recibió la oferta de sustituir a Apostolo Zeno, quien volvió a Venecia, y ser poeta oficial del teatro de Viena con 3000 florines de emolumentos. Aceptó al momento y, de manera muy desinteresada, la Romanina lo dejó partir, cargando además todavía con su familia en Roma. Es que ella también deseaba marchar a Viena.

Al comienzo del verano de 1730 se instaló en Viena en la residencia de un español de Nápoles, Nicolás Martínez, con el que continuó hasta su muerte, porque se había enamorado su hija, la cantante, pianista y compositora Marianne von Martínez, que fue su último amor. Entre 1730 y 1740 escribió sus más bellos dramas líricos: Adriano, Demetrio, Issipile, Demofoonte, Olimpiade, Clemenza di Tito, Achille in Sciro, Temistocle y Attilio Regolo. Algunas de ellas se escribieron en intervalos increíblemente cortos; Achille en dieciocho días, Ipermestra en nueve solamente. Todo el mundo, poeta, compositor, copistas, cantantes, escenógrafos, trabajaban de forma frenética. Y Metastasio dirigía todo hasta en los menores detalles.

En Viena no llevó una vida social muy brillante por sus modestos orígenes; pero le alivió la compañía de la condesa Althann, pariente de su antigua protectora, la princesa Belmonte Pignatelli. Era viuda y había sido durante un tiempo favorita del emperador. Su relación con Metastasio fue tan íntima que incluso se piensa que tal vez se casaron en secreto.

La Romanina quería, entretanto, obtener para ella un contrato en el teatro de la corte imperial. Por eso él la odiaba y desechaba sus demandas, e intentó disuadirla de que lo fuera a ver. El tono de las cartas que le enviaba él le inspiró decepción y cólera. Se preparaba para abandonar Roma cuando murió en ignoradas circunstancias. Ella había hecho de él el heredero de su fortuna personal cuando su marido falleciera. Metastasio, transido de dolor y remordimientos, renunció a esa herencia. Este acto desinteresado perjudicaba a su familia que estaba en Roma. Y a consecuencia de ello, su hermano Leopoldo Trapassi, sus padres y sus hermanas fueron echados de su casa y tuvieron que sostenerse por ellos mismos.

Desde 1745 ya no escribía apenas y su salud se resentía, aunque sus escasas obras de este periodo son las mejores y más populares de su repertorio, como la cancioncilla Ecco quel fiero istante que dedicó a su amigo Farinelli. En 1755 murió la condesa Althann y ya no se relacionaba más que con los habituales visitantes del burqués Martínez con quien se hospedaba. Entró en una cierta senilidad aunque llegó a vivir hasta 1782. Legó toda su fortuna (alrededor de 130.000 florines) a los cinco hijos de su amigo Martínez. Había sobrevivido a todos los miembros de su propia familia.

Estilo e influjo

Durante los cuarenta años que duró su carrera original y creativa, su renombre no paró de crecer de una forma verdaderamente formidable, casi increíble. En su biblioteca se contaban no menos de cuarenta ediciones distintas de sus Obras completas. Fueron traducidas a numerosas lenguas: francés, inglés, alemán, español e incluso griego moderno. Fueron musicadas y remusicadas continuamente por todos los compositores de alguna notoriedad, y cada ópera reponía sus obras continuamente. Los cantantes más famosos estrenaron sus composiciones en cada capital de Europa. No había sociedad académica que se preciara que no considerara un honor tenerlo entre sus miembros. Todos los visitantes extranjeros importantes que pasaban por Viena querían visitar al viejo poeta en su casa del Mercado del Carbón (Kohlmarkt Gasse).

Pero su estilo convenía a una cierta música, la de los virtuosos de la vocalización, los sopranos dramáticos. Las evoluciones que afectaron al drama musical con la llegada de Gluck y Mozart, el desarrollo de la orquestación y la moda del estilo germánico que se expandía rápidamente necesitaban libretos de una factura distinta. Las obras de Metastasio cayeron en un olvido que ciertamente no merecían, como no lo merecía la música que las acompañaba. Farinelli, considerado por él como un alter ego, personificaba de alguna manera su poesía y con la desaparición de los castrati la música apropiada a Metastasio se desvaneció. Los dos hombres estaban verdaderamente ligados por su instinto y sus talentos complementarios.

Traducciones españolas

Metastasio fue traducido al español ya en el siglo XVIII por José Ibarro, Ignacio García Malo, Juan Marugán, Cándido María Trigueros y Benito Antonio de Céspedes.



La vida

¿Por qué la vida nos parece bella?
¿Qué placer nos ofrece mientras dura,
si no hay edad ni condición en ella
que dolor no se vuelva y amargura?

Niños, un ademán nos intimida;
juguete somos en la edad florida
de la fortuna y del amor insano;
y al fin, cubiertos de cabello cano,
abrumados gemimos
al peso de los años que vivimos.

Ya el ansia de adquirir nos atormenta,
ya el temor de perder nos pone susto:
lid continua y violenta
entre sí tienen siempre los malvados,
y perdurable lid también sustenta
contra la envidia y la falacia el justo.

Fantasmas engendrados
por loca fantasía,
sueño, delirio son nuestros cuidados;
y cuando al cabo con vergüenza un día
se desengaña nuestra mente ciega,
entonces es cuando la muerte llega.



[ANTOLOGÍA DE POETAS LÍRICOS ITALIANOS
TRADUCIDOS EN VERSO CASTELLANO (1.200—1.889)
OERA RECOGIDA, ORDENADA, ANOTADA Y EN PARTE TRADUCIDA
POR Juan Luis Estelrich

PRIMERA EDICIÓN a expensas de la EXMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE LAS BALEARES

PALMA DE MALLORCA ESCUELA-TIPOGRÁFICA PROVINCIAL año 1889]


LA LIBERTAD A LICE

Merced á tus traiciones,
Al fin respiro, Lice,
Al fin de un infelice
El cielo hubo piedad;

Ya rotas las prisiones,
Libre está el alma mía;
No sueño, no, este día
Mi dulce libertad.

Cesó la antigua llama,
Y tranquilo y exento,
Ni aun un despique siento
Do se disfrace amor.

No el rostro se me inflama
Si oigo tal vez nombrarte;
El pecho no, al mirarte,
Palpita de temor.

Duermo en paz y no creo
Tu imagen ver presente,
Ni al despertar, la mente
Se empieza en ti á gozar.

Lejos de tí me veo,
Y quieto estoy de grado;
Que nada en mí ha quedado
Ni gusto ni pesar.

Si hablo en tus perfecciones,
No enternecerme siento,
Si mis delirios cuento,
Ni aun indignarme sé.

Delante te me pones,
Y ya no estoy turbado;
En paz, con mi engañado
Rival, de tí hablaré.

Mírame en rostro fiero,
Habíame en faz humana;
Tu altanería es vana,
Y es vano tu favor;

Que en mí el mandar primero
Perdió tu hablar divino,
Tus ojoe no el camino
Saben del corazón.

Lo que me place ó enfada,
Si estoy alegre ó triste,
No en ser tu don consiste,
Ni culpa tuya es;

Que ya sin ti me agrada
El prado y selva hojosa; 
Toda estancia enojosa
Me cansa, aunque allí estés.

Mira si soy sincero:
Aun me pareces bella,
Pero no, Lice, aquella
Que parangón no ha;

Y (no por verdadero
Te ofenda) algún defecto,
Noto en tu lindo aspecto,
Que tuve por beldad.

Al romper las cadenas
(Dígolo sonrojado),
Mi corazón llagado
Romper se vio y morir;

Mas por salir de penas,
Y de opresión librarse,
En fin, por rescatarse;
¡Qué no es dado sufrir!

El colorín, trabado
Tal vez en blanda liga,
La pluma, en su fatiga,
Deja por escapar;

Mas presto matizado
Se ve de pluma nueva,
Ni, cauto con tal prueba,
Le tornan á engañar.

Sé que aun no crees extinto
Aquel mi ardor primero,
Porque callar no quiero,
Y del hablando esto;

Sólo el natal instinto
Me aguija á hacerlo, Lice,
Con que cualquiera dice
Los riesgos que sufrió.

Pasadas iras cuento
Tras tanto ensayo fiero; 
De la herida el guerrero
Muestra así la señal.

Así muestra contento,
Cautivo que de penas
Escapó, las cadenas
Que arrastró por su mal.

Hablo, mas sólo hablando
Satisfacerme curo;
Hablo, mas no procuro
Que crédito me des.

Hablo, mas no demando,
Si apruebas mis razones,
Si á hablar de mi te pones,
Que tan tranquila estés.

Yo pierdo una inconstante,
Tú un corazón sincero;
Yo no sé cuál primero
Se deba consolar.

Sé que un tan fiel amante
No k hallarás, traidora:
Mas otra engañadora
Bien fácil es de hallar.

Traducción:   Juan Meléndez Valdés




EL PRIMER AMOR

¡Qué bien dijo, amor, quien dijo
Que tu primer llama era,
Si una vez prendió en su pecho,
Entre cenizas centella,
Y oculta esperando que el aura la mueva
Al más leve soplo levanta una hoguera.

Dígalo yo; que si miro
Tal vez mi enemiga bella
De su perfidia me olvido, 
Contemplando su belleza;
De nuevo amoroso suspiro por ella,
Y es Nise de nuevo mi gloria y mi pena.

Ni tan sólo es alimento
Del fatal delirio el verla;
Que en todas partes encuentro
De mi perdición la senda;
El monte y el río, el prado y la selva
Heridas mal sanas de amor me renuevan.

Allí me rindió; este prado
La vio premiar mi terneza;
Junto á aquel bosque la ingrata
Se burló de mis querellas;
Y fieles testigos de paces y guerras,
Las fuentes y troncos su historia conservan.

Digo amores á las ninfas
Por divertirme con ellas;
Mas si en Clori ó Silvia admiro
El donaire y gentileza,
Y en cantos sus gracias mi lira se emplea,
El alma suspira: mi Nice es más bella.

Del amor, dulce bien mío,
Por ti conocí la fuerza;
Por ti sola vivir quiero,
Ó morir si tú lo ordenas;
Y al pecho afligido dé alivio en sus penas,
Que tú de mi suerte el arbitro seas.

Traducción: Alberto Lista




LA PRIMAVERA

¡Ay Dios! ya, mi dulce amado,
La campiña reverdece,
Y ya el aterido bosque
A vestir sus ramas vuelve. 
Nuncio de la primavera,
Desde el templado Occidente
Vuela céfiro importuno,
Que el corazón me entristece.

La nueva estación te llama
Al campo de honor y muerte:
¡Ayl y ¿cómo sin tu amante
Vivir podrás, triste Irene?
No respires, aura blanda,
Que un alma amorosa hieres:
No tan pronto, Abril florido,
Extiendas tu mano fértil.

Cada flor que se colora,
Cada renuevo que crece,
¡Ay de mí! ¡cuántos suspiros
Cuestan á mi pecho ardiente!
¿Quién fue el primer despiadado
Que hizo al acero inocente
Instrumento de homicidio,
Y para matar dio leyes?
Jamás la grata ternura
Su corazón inclemente
Penetró, ni sintió el crudo
De amor los blandos placeres.

¡Ay! ¡qué demencia! ¿Es posible,
Que por las iras crueles
De un enemigo, el halago
De una dulce amante trueque?
|Ay! no, querido Fileno,
No, simple, engañarte dejes:
Si es que las guerras te agradan,
También amor guerras tiene.

El buen amante es soldado;
Sufre el calor y la nieve;
La experiencia y el ingenio
Y el valor triunfos le adquieren. 
También amor dicta ardides,
Espera, asalta, defiende,
Huye, se rinde á partido,
Da paces y enojos mueve;
Mas son amables las paces
Y son los enojos breves,
E igualmente halaga el triunfo
Al vencido y al que vence.

Así no hay pena que en gozo
Benigno el amor no trueque.
Mas ¡ayl el fatal instante
Ya la odiosa trompa advierte.
Tente, ingrato; ¿por qué huyes?
No te pido tus laureles:
Poco te pido, hombre duro:
Mírame otra vez y vete.

Vete y conserva en tu vida
La de tu infeliz ausente,
Y vuelve, si puedes, mío;
Pero victorioso vuelve.
Adonde quiere que vayas
Lleva mi dolor presente,
Y di: ¿quien sabe si ahora
Vive mi constante Irene?

Traducción: Alberto Lista




EL CONVITE DEL PESCADOR

Ven, ya baja la noche, amada mía,
Y en la fresca ribera
Respirarás de la marina fría
El aura placentera.

Ven, dulce amor; su delicioso aliento
Gocemos en la arena, 
Ora que el soplo del favonio lento
Crespa la mar serena.

Deja, mi Elisa, la feliz cabana
Que alberga tu hermosura,
Y descienda el placer de la montaña
A la playa segura.

Cuando esparce la noche el negro velo,
Más lucientes y bellas,
Verás el claro mar, émulo al cielo,
Retratar sus estrellas;

Y en ascendiendo á la celeste cumbre
La luna sosegada
Rielar en largo surco su alba lumbre
Por las olas quebrada.

Y cuando nazca el sonrosado día,
Al son de ruda avena
Te contaré, dulce zagala mía,
Mi enamorada pena.

O si más, bella Elisa, te recrea,
Entre las blandas flores,
De Glauco ó de la linda Galatea
Contaré los amores.

Tú, con dorada caña y corvo anzuelo,
Pescadora y zagala,
Las deidades del mar y las del suelo
Envidiarán tu gala.

¡Ahí no ya el pez se salvará escondido
Tras el peñasco algoso,
Que vendrá alegre por el mar tendido
Al lazo venturoso.

Y las ninfas del piélago sereno,
Dejando los cristales,
Festivas te ornarán el albo seno
De lúcidos corales.

Traducción: Alberto Lista 




LA VIDA

Por qué la vida nos parece bella?
Qué placer nos ofrece mientras dura,
Si no hay edad ni condición en ella
Que dolor no se vuelva y amargura?
Niños, un ademán nos intimida;
Juguete somos en la edad florida
De la fortuna y del amor insano;
Y al fin cubiertos de cabello cano,
Abrumados gemimos
Al peso de los años que vivimos.

Ya el ansia de adquirir nos atormenta,
Ya el temor de perder nos pone susto:
Lid continua y violenta
Entre sí tienen siempre los malvados,
Y perdurable lid también sustenta
Contra la envidia y la falacia el justo.

Fantasmas engendrados
Por loca fantasía,
Sueño, delirio son nuestros cuidados;
Y cuando al cabo con vergüenza un día
Se desengaña nuestra mente ciega,
Entonces es cuando la muerte llega.

Traducción: Juan Eugenio Hartzenbusch



EL DESTINO

Nace en un bosque venturoso niño,
Mece madre infeliz su tosca cuna;
Y más tarde al favor de la fortuna
Los destinos de un pueblo regirá.
Otro desventurado en regio alcázar
Mira correr sus juveniles años; 
Y.... tal vez con el tiempo los rebaños
Del otro, infortunado, cuidará.

Colombia
                              Traducción: Rafael Tamayo




DESPEDIDA

Llegó el terrible instante:
Adiós ¡oh prenda mía!
¿Cómo podré yo un día
Vivir lejos de ti?
Será eterno mi duelo;
No encontraré consuelo,
Mientras que tú iquién sabe
Si pensarás en mil
Deja que en pos al menos
De mi perdida calma
Siga tu sombra el alma
Cual yo tu amor seguí.

Errante peregrino
Yo iré por tu camino;
Y en tanto tú ¡quién sabe
Si pensarás en mil
Allá en lejana tierra
Doliente el pecho mío,
Al valle, al monte, al río,
Preguntará por ti.

Me encontrará la aurora
Llorando hora tras hora,
Mientras que tú, ¡quién sabe
Si pensarás en mil
Verán mis ojos tristes
La playa, el bosque umbroso
Donde viví dichoso
Cuando tu amante fui. 

Felices pensamientos
Serán fieros tormentos,
Y tú, mi bien, ¡quién sabe
Si pensarás en mil
Esta es, diré, la fuente
Donde lloró celosa,
Y donde en paz dichosa
La mano la tendí.

Aquí lloré mudanzas,
Allí me dio esperanzas
Y tú, mi amor, ¡quién sabe
Si pensarás en mí!
¡Cuántos verás en tanto
Llegar á tu morada,
Con alma enamorada
Buscando amor en ti!
Entre esos mil amantes
Rendidos y anhelantes
¡Quien sabe, vida mía,
Si pensarás en mí!

Recuerda las memorias
Que hay en mi pecho, ¡oh Nise!
Piensa que yo te quise
Y el premio no pedí.
Piensa en el duro y fiero
Bárbaro adiós postrero
Piensa mas ¡ay, quién sabe
Si pensarás en mí!

Traducción:  Eusebio Blasco 



La libertà

Grazie agl'inganni tuoi,
al fin respiro, o Nice,
al fin d'un infelice
ebber gli dei pietà:

sento da' lacci suoi, 
sento che l'alma è sciolta;
non sogno questa volta,
non sogno libertà.

Mancò l'antico ardore,
e son tranquillo a segno, 
che in me non trova sdegno
per mascherarsi amor.

Non cangio più colore
quando il tuo nome ascolto;
quando ti miro in volto 
più non mi batte il cor.

Sogno, ma te non miro
sempre ne' sogni miei;
mi desto, e tu non sei
il primo mio pensier. 

Lungi da te m'aggiro
senza bramarti mai;
son teco, e non mi fai
né pena, né piacer.

Di tua beltà ragiono, 
né intenerir mi sento;
i torti miei rammento,
e non mi so sdegnar.

Confuso più non sono
quando mi vieni appresso; 
col mio rivale istesso
posso di te parlar.

Volgimi il guardo altero,
parlami in volto umano;
il tuo disprezzo è vano, 
è vano il tuo favor;

che più l'usato impero
quei labbri in me non hanno;
quegli occhi più non sanno
la via di questo cor. 

Quel, che or m'alletta, o spiace.
se lieto o mesto or sono,
già non è più tuo dono,
già colpa tua non è:

che senza te mi piace 
la selva, il colle, il prato;
ogni soggiorno ingrato
m'annoia ancor con te.

Odi, s'io son sincero;
ancor mi sembri bella, 
ma non mi sembri quella,
che paragon non ha.

E (non t'offenda il vero)
nel tuo leggiadro aspetto
or vedo alcun difetto, 
che mi parea beltà.

Quando lo stral spezzai,
(confesso il mio rossore)
spezzar m'intesi il core,
mi parve di morir. 

Ma per uscir di guai,
per non vedersi oppresso,
per racquistar se stesso
tutto si può soffrir.

Nel visco, in cui s'avvenne 
quell'augellin talora,
lascia le penne ancora,
ma torna in libertà:

poi le perdute penne
in pochi dì rinnova,, 
cauto divien per prova
né più tradir si fa.

So che non credi estinto
in me l'incendio antico,
perché sì spesso il dico, 
perché tacer non so:

quel naturale istinto,
Nice, a parlar mi sprona,
per cui ciascun ragiona
de' rischi che passò. 

Dopo il crudel cimento
narra i passati sdegni,
di sue ferite i segni
mostra il guerrier così.

Mostra così contento 
schiavo, che uscì di pena,
la barbara catena,
che strascinava un dì.

Parlo, ma sol parlando
me soddisfar procuro; 
parlo, ma nulla io curo
che tu mi presti fé

parlo, ma non dimando
se approvi i detti miei,
né se tranquilla sei 
nel ragionar di me.

Io lascio un'incostante;
tu perdi un cor sincero;
non so di noi primiero
chi s'abbia a consolar. 

So che un sì fido amante
non troverà più Nice;
che un'altra ingannatrice
è facile a trovar.






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