miércoles, 12 de agosto de 2015

MARCO VALERIO MARCIAL [16.779]


Marco Valerio Marcial

Marco Valerio Marcial, Marcus Valerius Martialis en latín (Bílbilis —actual Calatayud—, 1 de marzo de 40 – ibídem, 104), fue un poeta latino.

Procedía de Bílbilis (Calatayud), en la Hispania Tarraconense. Alrededor del año 64 d. C. marchó a Roma para terminar sus estudios jurídicos con la protección de Séneca, pero la caída en desgracia de éste y su suicidio le dejaron desamparado y su pobreza le obligó a sobrevivir de forma bohemia e itinerante como cliente de diversos patronos la mayor parte de los 35 años que pasó allí. Se ganó sin embargo la amistad de los mayores escritores de ese tiempo, Plinio el Joven, Silio Itálico, el también satírico Juvenal y el gran rétor Marco Fabio Quintiliano, que también era hispanorromano. De la misma manera trabó amistad con el poeta gaditano Canio Rufo, un temperamento afín al suyo. Poco a poco favorecido por los emperadores Tito y Domiciano, a quienes dedicó interesados elogios, estos le nombraron miembro del orden ecuestre y ganó diversos honores, entre ellos la exención de los impuestos que habían de pagar los que no tenían hijos, esto es, el ius trium liberorum. Sin embargo, sus sucesores Nerva y Trajano se olvidaron de él y hubo de retornar a Bílbilis y aceptar allí el regalo de una propiedad campestre por parte de una admiradora; la vuelta a la vida rural era uno de sus grandes sueños. Allí marchó el año 98 d. C. para pasar su vejez y murió seis años después. Era la vida que ansiaba, como escribió en unos celebérrimos versos muy citados a su amigo Julio Marcial:

Las cosas que hacen feliz, / amigo Marcial, la vida, / son: el caudal heredado, / no adquirido con fatiga; / tierra al cultivo no ingrata; / hogar con lumbre continua; / ningún pleito, poca corte; / la mente siempre tranquila; / sobradas fuerzas, salud; / prudencia, pero sencilla; / igualdad en los amigos; / mesa sin arte, exquisita; / noche libre de tristezas; / sin exceso en la bebida; / mujer casta, alegre, y sueño / que acorte la noche fría; / contentarse con su suerte, / sin aspirar a la dicha; / finalmente, no temer / ni anhelar el postrer día.
Lib. X, ep. 47.

Obra

Su obra, que ha sobrevivido prácticamente íntegra, se compone de quince libros de versos, con prólogo en verso o en prosa, en diversos metros (sobre todo dístico elegiaco, pero también endecasílabos catulianos, hexámetros falecios y yambos catalécticos), un total de unos mil quinientos poemas pertenecientes a un solo género literario, el epigrama, en el que no tuvo en su tiempo rival y en el que superó a sus antecesores y modelos, Catulo y la Cicuta de Domicio Marso. En cierto modo el epigrama representaba el correlato en verso a la concisión de la prosa aforística del también hispanorromano Séneca el Joven.

El primer libro es el Liber spectaculorum, también primero cronológicamente hablando, ya que fue compuesto en el año 80 d. C. y celebra la construcción del Anfiteatro Flavio, actualmente conocido como Coliseo, por el emperador Tito.

Los Xenia (libro XIII) y los Apophoreta (Libro XIV) son dísticos compuestos para los regalos que hacían a los patronos los clientes en la fiesta de las Saturnales.

Los libros I y XII poseen un contenido vario: literatura, sociedad y temas personales. Llama la atención el silencio del autor sobre el historiador Tácito y el poeta Estacio, sus contemporáneos; si al segundo pudo considerarlo un rival, la falta de alusiones al primero es más difícil de explicar.

La fama de Marcial deriva principalmente de su ingenio satírico; pero, si bien fue un observador penetrante de la sociedad de su tiempo, su visión está afectada por la más absoluta indiferencia moral, por lo que no se le puede tener estrictamente por satírico. El tono de sus piezas oscila de la más pura lírica a la obscenidad más abyecta. Sus epigramas son también importantes por su valor documental, por la información que aportan sobre la sociedad romana de la época, que refleja con una gran vitalidad. Hace gala de un ingenio agudísimo y de una extrema concisión, que ha hecho a veces considerarlo el primero de los conceptistas españoles; también sabe encontrar hábilmente la parte miserable y oculta de las aparentes grandezas humanas. Los aprovechados, los sinvergüenzas, los degenerados, los hipócritas, la dama semimundana que envejece, el cinedo y toda la comedia humana de la gran metrópoli que era Roma en aquel tiempo aparecen vistosamente atacados y descritos en sus poemas. Pero si bien se burla siempre, a veces hiriendo, jamás lo hace con irritación moral. Se queja calculadamente de su pobreza y dedica lisonjas arrastradas e indignas al emperador Domiciano.

En el cuadro renacentista Retrato de Giovanna Tornabuoni (1488) de Domenico Ghirlandaio, podemos leer uno de sus epigramas en el fondo de la escena, que dice: "ARS VTINAM MORES ANIMVMQUE EFFINGERE POSSES PVLCHRIOR IN TERRIS NVLLA TABELLA FORET" (Arte, ojalá pudieras plasmar la conducta y el espíritu, no habría en la tierra pintura más hermosa).

Traductores y comentaristas de Marcial

El canónigo de Huesca Manuel de Salinas y Lizana hizo una traducción de los Epigramas de Marcial que puede encontrarse en la Agudeza y arte de ingenio de Baltasar Gracián; Juan de Iriarte hizo otra ya en el siglo XVIII, que se halla en el primer tomo de sus Obras sueltas, (Madrid, Francisco Manuel de Mena, 1774). Víctor Suárez Capalleja hizo otra en tres tomos para la Biblioteca Clásica de la Casa Editorial Hernando.

Las agudezas de Marcial suscitaron frecuentemente, al par que admiración, también el comentario erudito o moral de los humanistas desde el Renacimiento. Entre los escoliastas españoles destacan Baltasar de Céspedes por su Comentario a los Epigramas de Marco Valerio Marcial; Lorenzo Ramírez de Prado, por los suyos de 1607; el deán de Alcoy, Manuel Martí; el jesuita P. Tomás Serrano, que discutió con Girolamo Tiraboschi acerca de los méritos de Marcial en su singular libro Super iudicium Hieronymi Tiraboschi de Marco Valerio Martiale, Roma, ¿1786?; otros comentaristas fueron Víctor Suárez Capalleja, Marcelino Menéndez Pelayo y Arturo Masriera.




Queda la vuelta

Que caiga enfermo, Deciano, si no es cierto que me gustaría
estar contigo todos los días y todas las noches.
Pero resulta que nos separan dos mil pasos,
y son cuatro mil, cuando regreso a casa.
A menudo no estás en la tuya y, si estás, a menudo lo niegas:
o estás ocupado en tus negocios o estás descansando.
Para verte, a pesar de todo, no me molesta andar dos millas;
para no verte, me molestan las cuatro.

Marcial en II 5, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).




Los placeres del campo

Si quieres saber en pocas palabras lo que te desea tu Marco,
amigo Frontón, gloria del ejército, honor de la ciudad,
esto es: gusta el labriego de un campo propio y no grande
y pasar en negocios de poca monta sus ocios triviales.
¿Quién prefiere pasear por los fríos pórticos decorados con mosaicos
y llevar, como un inútil, el matutino «¡Ave!»,
si puede, feliz con el botín que ofrecen bosque y campiña,
extender ante su hogar las redes repletas
y sacar el pez que se cimbrea en el trémulo sedal
o hacer salir del rojizo cántaro la miel rubia?
¿Y si una buena moza le llena las mesas desiguales,
mientras uno prepara en las cenizas huevos que no necesita comprar?
Que no ame esta vida quien no me ama, eso es lo que pido,
y que viva, vestido de toga, en medio de los ajetreos de la ciudad.

Marcial en I 55, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).




Un encanto

Isa es más pilla que el pájaro de Catulo,
Isa es más pura que el beso de la paloma,
Isa es más delicada que todas las niñas,
Isa es más valiosa que las gemas indias,
Isa es una perrita, delicias de Publio.
Y tú, si llora, creerás que habla;
siente la tristeza y el gozo.
Apoyada en el cuello, se recuesta y duerme,
hasta no percibirse ni un suspiro;
si se ve apremiada por el deseo de vientre,
no ensucia con gota alguna las colchas,
sino que llama con su tierna pata, pide
bajar del lecho y ruega desahogarse.
Es tan pudorosa esta casta perrita
que ignora a Venus, y no encontramos
macho digno de tan delicada niña.
Para que la luz suprema no se la llevase,
Publio la retrató en una tabla pintada,
y en ella la verás tan igual a Isa
que ni ella se parece tanto a sí misma.
Pon a Isa, si quieres, junto al cuadro:
ni sabrás cuál de las dos es la verdadera,
ni sabrás cuál de las dos es la pintada.

Marcial en I 109, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).






Incunable de los Epigramas de Marcial, editado en 1490 en Milán por Udalricus Scinzenzeler. Archivo del Gobierno de Aragón.






EPIGRAMAS DE MARCO VALERIO MARCIAL

Texto, introducción y notas de JOSÉ GUILLÉN
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/23/14/ebook2388.pdf





LIBRO DE LOS EPIGRAMAS

I

La maravilla del anfiteatro

No mencione la bárbara Menfis las maravillas de sus pirámides, ni el trabajo asirio se jacte de Babilonia; no se alaben los afeminados jonios con el templo de Diana 278, que el ara abundante en cuernos deje olvidar a Delos, y que los carios cesen de ensalzar con elogios inmoderados hasta los mismos cielos el Mausoleo colgado en el aire vacío. Toda obra humana debe ceder al anfiteatro del César, la fama celebrará únicamente ésta por todas.





II

Roma ha sido devuelta a Roma

Aquí en donde el coloso sidéreo contempla muy de cerca las estrellas 279 y se elevan en mitad de la vía altos andamiajes, irradiaban los atrios soberbios del fiero tirano y había ya una sola casa en toda Roma. Aquí en donde se eleva la augusta mole del hermoso anfiteatro estaban los estanques de Nerón. Aquí en donde admiramos las termas 280, obra prontamente acabada, un campo inmenso había expropiado las casas de los míseros ciudadanos. En donde el pórtico de Claudio proyecta sus amplias sombras, venían a terminar las últimas construcciones del palacio imperial. Roma ha sido devuelta a sí misma y, contigo en el trono, César, hace las delicias del pueblo lo que las hacía de su señor 281.

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278 Apolo construyó un altar con los cuernos de los animales cazados por su hermana Diana.
279 La estatua de Nerón de cien pies de alta que se había erigido en la Domus Aurea (cf. 8, 60: Palatinus Colossus). Vespasiano cambió la cabeza y puso la del dios Sol, rodeada de siete rayos o potencias. Adriano la situó en la entrada del anfiteatro de los Flavios, que desde entonces se llamó el
Coloseo > Coliseo, cf. 1, 70, 7-8.
280 Las termas de Tito.
281 “De su señor”, así por odio, porque Nerón trataba a los romanos como un dueño a sus esclavos.




III

Todo el mundo viene a Roma

¿Qué pueblo hay tan apartado, qué gente tan bárbara, César, de la que no haya espectadores en tu ciudad? Ha llegado el labrador tracio desde el Hemo de Orfeo; ha venido también el sármata alimentado con la sangre de sus caballos282; y el que bebe las primeras aguas del Nilo conocido, y aquél a quien zarandean las olas del Océano más remoto283. Se apresuran a llegar los árabes, vienen precipitadamente los sabeos, y los cilicios se empapan aquí con sus propias lluvias de azafrán. Llegan los sicambros con sus cabellos recogidos en un nudo284, y los etíopes con sus cabellos recogidos de otra suerte. Las lenguas de estos pueblos suenan diversas, pero no hay más que una cuando proclaman que eres el verdadero padre de la patria.



IV

Paz y tranquilidad sin delatores

La turba molesta para la paz y enemiga del sosiego tranquilo, la que siempre iba buscando sórdidas riquezas, ha sido deportada a los getulos y el circo no ha podido dar cabida a todos los culpables: el delator sufre el destierro que él imponía. El delator está en el destierro, habiendo huido de la ciudad ausonia. Esto puedes añadirlo a los gastos del emperador285.


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282 Cf. Plin. N. H. 18, 100.
283 El mar de Britania.
284 Cf. Tac. Germ. 38; Juven. 13, 164.
285 Al suprimirse la delación, tan frecuente con otros príncipes, el tesoro imperial dejaba de recibir las
haciendas de los que eran condenados o desterrados.




V

Verismo en los espectáculos

Podéis creer que Pasífae se ha unido al toro de Creta: lo hemos visto nosotros, la antigua fábula ha recibido su confirmación. Que no se admire de sí misma, César, la longeva antigüedad: lo que la fama canta, lo presenta la arena ante tus ojos286.




VI

Los dioses al servicio del emperador

Marte, el dios de la guerra, está a tus órdenes con sus armas invictas; pero hay más: Venus misma está también a tu servicio.



VI b

Hércules superado por las mujeres

La fama ensalzaba un trabajo famoso y propio de Hércules: que el león había sido abatido en el vasto valle de Nemea. Calle la leyenda, porque después de tus juegos, oh César, declaramos que esto lo hace ya **un Marte femenino287.



VII

Reproducción de un mito en el teatro

Lo mismo que Prometeo, atado en las rocas de Escitia, alimentó con su hígado potente al águila puntual a su cita, así Lauréolo, colgado realmente en una cruz288, presentó sus entrañas desnudas al oso de Caledonia. Sus músculos desgarrados palpitaban en sus miembros sangrantes, y en todo su cuerpo no había cuerpo por ninguna parte289. Por fin recibió un castigo digno: él había clavado cruelmente el cuchillo en el cuello de su padre o de su dueño; había robado locamente el oro sagrado de los templos; te había aplicado a ti, Roma, las teas incendiarias; había superado el criminal las atrocidades referidas por la antigua leyenda, y por ello lo que era hasta entonces pura imaginación, se cumple en él realmente.


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286 Vrbs Roma, II, 387-394. Dispensará el lector que cite con frecuencia esta obra mía. Lo hago con el fin de evitar largos comentarios indispensables para entender bien a Marcial.
287 Bücheler completó la última frase: ... femineo **Marte fatemur agi** , por las noticias de Dión y de Suetonio, que comentan que de las nueve mil fieras que se mataron en la inauguración del anfiteatro, un buen número fue abatido por mujeres, cf. L. Bruno, Le donne nella poesia di Marziale, Salerno, 1965; Suet. Nero 4; Tac. Ann. 15, 32.
288 Cf. Vrbs Roma, II, 365-368; Juven. 8, 187; Suet. Calig. 57, 4.
289 El cuerpo no era cuerpo, sino una herida continua.




VIII

¡Quién las tuviera!

Dédalo, al sentirte devorado por el oso de Lucania, ¡cómo desearías haber
tenido ahora tus alas!



IX

El rinoceronte

Exhibido el rinoceronte por toda la arena, te ofreció, César, un espectáculo que no prometió. ¡Oh con qué bravura se enfureció incoerciblemente! ¡Qué grande era el toro290, para quien un toro era un pelele!291



X

El león y el domador

Un león traicionero hirió con su boca desagradecida a su cuidador, atreviéndose a lastimar las manos que le eran tan conocidas. Pero ha recibido el castigo merecido por tan gran crimen, y él, que no aguantó el látigo, ha sentido los venablos. ¡Qué costumbres habrán de practicar los humanos bajo este príncipe, que desea que hasta las fieras amansen su furor natural!


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290 Da el nombre de taurus al rinoceronte, bos Aethiopius. También al elefante se le llamaba “toro”, Luca bos, cf. Plin. N. H. 8, 16.
291 Cf., infra, 22, 6; 2, 43, 5-6; 10, 86, 4; 14, 53, 2, donde repite a la letra este final del pentámetro: cui pila taurus erat.




XI

La caza del oso

Mientras un oso, cayendo de cabeza, rueda sobre sí por la ensangrentada
arena, no pudo huir al ser atrapado por el vesque. Cesen ya los relucientes venablos de hierro disimulado y no se arroje la lanza balanceada por la sacudida del brazo. Que el cazador atrape su presa en el vacío del aire, si gusta cazar fieras con el arte del pajarero.



XII

El espectáculo de una cerda preñada

Entre las crueles peripecias de la caza de fieras ofrecida por el César, habiéndose clavado una ligera asta en una cerda preñada, salió un cerdito por la herida de la desgraciada madre. ¡Oh feroz Lucina!, ¿fue eso un parto? Ella hubiera querido morir herida por más dardos, para que todos sus cachorrillos encontraran expedita una triste salida. ¿Quién puede negar que Baco nació por la muerte de su madre?292 Creed que un dios nació así, porque también ha nacido un animalito.




XIII

El mismo asunto

Una cerda madre, herida gravemente por un dardo y abierta por una brecha, perdió y dio a un tiempo la vida. ¡Oh qué certera fue la mano que lanzó aquel dardo! 
Según yo creo fue la mano de Lucina. Muriendo experimentó la divinidad las dos Dianas: la una hace parir a una madre, la otra acaba con una fiera293.


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292 Semele, la madre de Baco murió antes de nacer el niño. Júpiter se apiadó del hijo y lo recogió, poniéndolo al calor de su pierna hasta que llegara el tiempo natural del nacimiento; cf. 5, 72.
293 Diana, diosa de la caza y de los partos; cf. Vrbs Roma, III, 355 ss.





XIV

El mismo asunto

Una hembra de jabalí, ya muy pesada por la carga de su vientre maduro, echó un cerdito haciéndose madre por una herida; y no quedó inerte la cría, sino que al morir su madre, echó a correr. ¡Qué gran ingenio se manifiesta en los acontecimientos imprevistos!294.



XV

Proezas de Carpóforo

Junta toda la gloria que tuvo, Meleagro, tu fama, ¡qué pequeña parte es de la de Carpóforo! ¡Un jabalí abatido!295 Él, además, clavó sus dardos a un oso que le acometía, el mayor que hubo en la acrópolis ártica, y derribó un león asombroso por su tamaño nunca visto, que pudo ser digno de las manos de Hércules296, y de un golpe, lanzado de lejos, abatió a un veloz leopardo. Pues cuando recogía sus premios, ¡todavía le quedaban fuerzas!

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294 Estos tres epigramas describen el mismo episodio extravagante de los juegos del circo: una lanza, que mata a la cerda preñada, abre el camino para que salga un cerdito del vientre de la madre. Un análisis profundo de los elementos estéticos, lingüísticos, sobre todos los sonidos manifiesta el arte con que Marcial ha triunfado en esta dura prueba poética, cf. B. Campbell, Martial’s slain sow poems. An esthetic analysis: C&M 30 (1969), 347-382.
295 El jabalí abatido por Meleagro es el de Calidón, su patria, ciudad etolia a la entrada del golfo de Patras o de Lepanto; cf. 1, 104, 6; 7, 2, 3; 27, 2; 9, 48, 5-6; 11, 69, 10; 13, 41, 2; 93; Ovid. Met. 8, 260-444; Hom. Il. 9, 527-549. Pero Carpóforo, además de un jabalí, abate varias fieras más. Cf., infra, 23 y 27.
296 Como el león de Nemea, cuya caza y muerte fue el primer trabajo de Hércules.





XVI

Un toro “divinizado”

El que el toro arrebatado del medio de la arena se fuera a las estrellas, no fue cosa del arte, sino de la piedad297.




XVI b

Un toro en el anfiteatro

Un toro había transportado a Europa por los mares, reino de su hermano298, pero ahora otro toro ha llevado a Hércules hasta los astros299. Compara ahora, oh fama, los toros del César y de Júpiter: ambos tomaron un peso igual, mas el primero lo llevó más alto300.




XVII

Los animales reconocen la divinidad del emperador
Esto de que, piadoso y suplicante, te adore, César, un elefante, éste que poco ha era tan temible para un toro, esto no lo hace mandado ni por amaestramiento de ningún domador; créeme, también él reconoce a nuestro dios.



XVIII

Tigre y león

Habituado a lamer la mano de su despreocupado domador, un tigre, gloria
suprema de los montes de Hircania, ha despedazado cruelmente con sus rabiosos colmillos a un feroz león. Cosa inaudita y sin parangón en todos los siglos pasados.

Nunca intentó nada igual mientras vivía en el interior de las selvas: ha acrecentado su ferocidad desde que está con nosotros301.

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297 Arte, quizás se trate de alguna máquina del teatro. Piedad de Júpiter para con Domiciano.
298 Neptuno, dios del mar, era hermano de Europa.
299 Un bestiarius, que hacía en la arena el papel de Hércules.
300 En 7, 1 se compara de nuevo a Júpiter con Domiciano.
301 Ha cogido fuerza al vivir entre los romanos, cuya norma es: parcere subiectis et debellare superbos
(Verg. Aen. 6, 853).








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