Daniel Medina Rosado
Nació en Mérida, Yucatán, México en 1996. Es egresado del Centro de Educación Artística “Ermilo Abreu Gómez” en el área de Letras. Autor del libro Mímesis para Gusanos (2015). Poemas suyos aparecen en más de una docena de publicaciones, como Punto en Línea, Monolito, El Humo, Vagón de Ostras y Parteaguas; así como en las antologías 8° Carruaje de Pájaros (Editorial Transeúnte) y Poetas Latinoamericanos (Editorial Imaginante). Recibió el Premio Nacional de Poesía Joven “Jorge Lara” 2014 y el Concurso de Poesía “100 Años de letras mexicanas”, otorgado por el INBA y el CEDART. Dirige la revista de poesía Bistró.
LA TRANSMUTACIÓN DE LAS SOMBRAS
El tono de la voz de la sombra no era el tono de un solo ser,
sino el de una multitud de seres.
EDGAR ALLAN POE
Magnético el brillo de los pájaros,
el fragor de las sustancias fronterizas.
¡Sombra, oh Sombra!
Cuerpo desigual de la tarde que se incendia.
¿Cuándo podré volver a verte?
¿bajo qué nombre?
¿en qué raíces?
¿entre qué formas?
De los árboles inclinados
a la espera del vacío,
Sombra,
brotan sus frutos refulgente.
NIEBLA
Se yerguen las serpientes hiperbóreas en los cielos.
Y la mañana
con su denso cuerpo de tiniebla
acecha los ojos de quienes miran atentos
el fulgor del día que comienza.
HAIKÚ
Para M.P
De entre la espuma
brotan las moléculas
del amor azul.
Ebria otra vez la casa de silencio
la enorme soledad tiene tu nombre,
el envés ligero de tus ojos y tu sexo.
¿A dónde va la soledad
sino a tus brazos?
Llena de piel completamente espera
rota
a entrar por tus pupilas y devorar tu cuerpo,
derretirlo, cambiar su forma y sus disfraces;
toda la belleza que aletea.
La soledad es un mar decapitado y bebido
en donde crecen máquinas.
Nunca supe pronunciarte, soledad;
yo sólo creo en tus abismos.
Si digo semilla
naces como nueva
y todo inicia ahí; te conviertes,
tomas la forma de la tierra
hasta colmarte.
Si digo buganvilia,
eres el canto y te despiertas,
recreas tu grafía y tu palabra.
Poderosa
permaneces en mis manos
para brotar de una fisura.
Si digo la ebriedad,
si la pronuncio, tomas tu verdadera forma
y te destapas:
nadie pudo descifrar nunca
tu cuerpo de poema.
De la niñez devienen los muertos.
A través de fríos columpios
vimos a la soledad
–tan sola–
hacerse de escrituras en la arena
y en el cielo.
Hemos sido pájaros
oropéndolas.
Y también la soledad es un despojo
un gajo de lluvia.
El salitre de tus dedos
teje nuestra infancia en las esquinas.
Cuando niños también éramos ebrios.
Llenos de ánimas y sales
jugábamos a desnudarnos
a atrapar el viento.
Coronamos el filo del silencio en nuestras voces,
fuimos ígneos.
Fugitivos de ti y de tus brazos
nadie nos espera
nada
–sólo tú–.
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