sábado, 4 de abril de 2015

RAÚL MORALES GARCÍA [15.391]



Raúl Morales García 

(Madrid, 1973) Poeta. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense. Ha recopilado y traducido, junto al pintor Yurihito Otsuki, la obra del poeta japonés Makoto Ooka en la antología Memoria y presente (Vitruvio, 2012). En 2013 apareció el audiolibro Tierra y Anatomía, que recogía por primera vez en este formato una antología de su obra (Dom and Loy Audiolibros). Los poemas aquí recogidos pertenecen a su libro Pájaro visitador, de próxima aparición en. En la actualidad mantiene el blog Luz en la ventana (http://luzenlaventana.net) 

Ha publicado:

-Del nombre de las cosas (Pre-Textos, 1998), con el que obtuvo el Premio Cantabria de Poesía
-Casa (Vitrubio. Madrid. 2010.) 
-Pájaro visitador   (El Gaviero Ediciones, 2014)




-Del nombre de las cosas (Pre-Textos, 1998), 
con el que obtuvo el Premio Cantabria de Poesía





En la enfermedad de las flores blancas, en su muerte
por agua me aferro al suelo; a la lucha entre
la Tierra y el Mundo; al año segador; a la antigüedad
de las raíces buscando el miedo latido.
a la danza en que las niñas morenas
se envuelven, 
a la injusticia de mi nombre

decir yo no te salva

Del nombre de las cosas




-Casa (Vitrubio. Madrid. 2010.) 

Por TÚA BLESA
Casi al final del libro y a modo de poética se lee “Extraer lo de dentro de / lo profundo” y no es una declaración postiza. En la escritura de Raúl Morales García (Madrid, 1973) se da efectivamente, si no esa extracción, sí la búsqueda de una intensidad de la palabra y Casa, un título que podría señalar hacia lo cerrado y propio, es en realidad, como hace saber una cita inicial, la casa del lenguaje, una casa que habitan tanto una mujer en la cocina o unos niños como un ciervo, un corzo o las muchas aves que pueblan los versos, unas aves que, por otra parte, se confunden por momentos con los poemas mismos. 



Faltaba el decir…

Faltaba el decir
de la pieza abatida. Es
una herida cruda, un círculo.
Faltaba verle el buche
encarnado, duele más
–en invierno, el plomo,
su cortecito recto en cada hueso,
se le escapa el aliento,
se precipita
el pájaro





El poema comienza con un pájaro.
Envejece sobre la empalizada
–el arco, la serpiente y el punto
en la longitud del año.
Detrás de sus ojos brotan adormideras
que se extienden por los brazos de mi hermana;
y casi en invierno
ese blanco se adueña también de su pelo y del ángel
dentro de su estómago.
El poema se ha hecho temible: tensado
por la edad, su pico
confunde la carne granada
con la sutura de una madre.
Pero el pájaro no muere en esa confusión
sino al entrar en mí
–piel, músculos e himen
antes de echarse a volar





No es intenso el decir para
la luz que entra y se deposita en el fondo
de las ollas, en los pulmones
o en la estirpe
de la mujer que habita esta cocina.
No es intenso después de tres años a la espera,
cubierto por la misma luz que ilumina
también el final del pasillo y el olor
que nos hacía temblar.
Pero si lo recorro despacio,
en la baldosa catorce
comienza el jardín echado a perder
-con frutos y azufre
la silla arrastrada,
la alfombra rota.
No es intenso este lenguaje para
las cosas que son
para el hombre que soy al final del pasillo.

(De Casa)





Pájaro visitador   (El Gaviero Ediciones, 2014)

"Pájaro visitador", de Raúl Morales

POR ÁLVARO VALVERDE

Raúl Morales, madrileño del 73, publica en la exquisita editorial El Gaviero su tercer libro, Pájaro visitador; un libro, sin duda, anómalo. Por lo de extraño, digo. Irregular no es, por descartar la otra acepción del diccionario. Al revés. Estamos ante una obra unitaria, ante un poema fragmentado. La ausencia de títulos o números nos da la pista. Eso y que hay continuidad en el discurso que adopta, indistintamente, la prosa (poética) y el verso para expresarse. Dije "anómalo" y acaso deba explicarlo con más detalle. Más allá de lo singular de la apuesta, alejada de las maneras de hacer de la mayoría de sus contemporáneos, ya en uno de los epígrafes iniciales se habla de "sentido oculto" y es evidente que lo hay. El lector disfruta de este sutil y hasta frágil sucederse de símbolos y metáforas en torno al vuelo y al pájaro por el que transitan grullas, mirlos, estorninos, golondrinas, perdices, tordos, etc. También otros animales como corzos, ciervos, jabalíes y abejas. El lector, sí, se deja llevar. El vuelo es canto: "canta, pájaro púrpura". Con tonos de cuento o de leyenda (donde no faltan pastores, bosques, príncipes, brujas, reyes o pescadores), intempestivo, por más que parezca medieval, siquiera sea por sus maneras de bestiario y su aire entre fantástico y ornitológico, Morales nos traslada a un tiempo y a un espacio mágicos y el viaje se convierte, según propósito, en una canción "anterior a toda palabra", sostenida en la "simple vibración" del pájaro. "No una idea de luz, sino la luz". Este lector se confiesa tan embelesado como perdido en medio de esta poesía simbólica y hasta, digamos, hermética (otro rasgo de época, digamos) que da fe de una aventura espiritual donde la literatura (y sus referencias clásicas) tiene tanta importancia como la vida emboscada que allí vuela y alienta. 





la primera noche ya le dio un nombre,
Pájaro púrpura se llega
entre cénit y nadir
rasgándolo todo, se posa
en el poste de la luz, canta

la primera noche marcó con un diamante
lo que la oscuridad impregna: en cada cosa,
dos líneas de plata brillan
antes de cualquier pensamiento:
el brote sin hacer, topera sin topos,
el músculo, el espinazo aún en paz, el gato no brincó
sobre el hada, no enterró ni al tordo,
la tierra de la lombriz, virgen,
la higuera, sin vitral y sin leche.
Así, hasta el amanecer,
Cuando lo real,
cuando el secreto ya no,
ni la sombra es,
ni el límite

la segunda noche cantó casi a las cuatro;
el rey acortó su nombre,
Es un mirlo, debe haber luna llena.
Sabía que menguaba, porque el cerezo dijo,
Voy sangrando

la tercera noche soltó el diamante,
se asomó y me habló, Desde lo oscuro
busco mi reflejo dentro de ti,
veo el pliegue, el hígado
al calor y el nido viejo, despacio
el ámbar que el rencor ilumina,
lo que la luz no dice






Sobra toda palabra,
se dice la cierva al beber,
oscurece, piensa en
la pequeñez de su pupila, ve
el gran vórtice de Júpiter
azotando el trópico hacia el sur,
piensa, Soy pequeña,
en la pequeñez del ojo veo
el territorio, recorro
de la cola al pico
la espalda púrpura y dorada de Simorgh,
el valle a lo lejos,
donde la luz, donde todo se puede,
dice la cierva,
Me sobran las palabras;
nada tengo ni sé







es solo en el silencio que nace,
en la hechura blanca,
en la pleura.
Es al anochecer
que abandona el nido,
tapa con átomos dorados
heridas, alfileres
por donde escapa, aliento,
lo que somos







se recoge, como si
no hubiera conquista alguna,
como dejar de ser, dejar de hacer
tras arriar con el pico todo lo sido,
de células y alas y aire (…)
no ser otra cosa, salvo
este punto, previo a vivir.
Recogerse, cesar vuelo
o dejar de ser un hombre, mientras
la uña cosecha, escarba
hacia atrás los años, como si
el cuerpo no hubiera de recordar ni
presentir, salvo
este latido







morir como
cae el Palacio del tordo; ser
el hueco en la rama, merma, o
saber retirarse; no apretar
con todo el amor es
dulzura.
Dejar los hilos
al aire, sostén del mentón,
elevarse hacia ese astro, anzuelo,
ser lo que somos.
Saber morir en
la mano oreada no aprieta,
corta red, protege el fruto,
nos abandona
al vuelo







y renacer, como
el sonido. El estruendo
de la yerba a ras,
de la noche blanca, como si
aparecer en esta linde y no en otra
fuera rozar
la vida,
sin rastro que seguir,
un estar siempre, un roce
y peligrar después
en la alameda,
por donde el río corre el jabalí es
latente y rojo.
Saberse ahora
lo frágil del cordel, como
saber los huesos bien cuajados,
a dentelladas, pero
prendidos a la tierra







no sepas más, púrpura,
no seas tan grande
que la noche,
que olvides,
no intentes, no des
más sombra que hilo,
busca dentro, blande
sin herida,
sé ese punto
hacia la aurora






canta, pájaro púrpura,
encaramado a la estrella matutina,
con tu pico de titanio, una canción
sin principio ni fin,
anterior a toda palabra, hombre, miedo o dolor,
cae, arrastra, lento
lo que no es ni corresponde,
déjanos escuchar tu simple vibración



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