lunes, 3 de diciembre de 2012

IVÁN PADILLA BRAVO [8641]






Iván Padilla Bravo: con permiso de la urgencia
Iván Padilla Bravo (Caracas, VENEZUELA 1950), es un poeta prestado a los andares de la palabra impresa, periodista cierto, sus versos tienen el sabor y el tacto de la caricia que inaugura el día, que bienviene al alba. Estos poemas urgentes, que no saben de tiempo, tienen en cambio la vigencia de un hombre enamorado, de ese propio y ajeno que se escurre tal vez al cruzar la calle al final de una avenida. Como si esperara, esperando, con la certeza del día que muere y de la noche que trae los rumores de algún recuerdo próximo y lejano.


Estallan las voces con las que hay que nombrar el silencio. Se pronuncia desde antes y desde lejos el roce detenido en la hoja de un árbol, en la espuma que se demora frente al mar definitivo. A veces, sobran los adjetivos y no se encuentra la palabra justa para decir y decirnos los sentidos. A veces, el poeta le pide permiso a la urgencia y entonces los versos son canción de bienvenida.

Azul 
es un borde apenas 
donde la mirada llega 
Un muelle 
El látigo de luz 
con el que se despide la tarde 
Puerto para la ilusión del poeta 
Flagelo 
cuando la noche es lo único que queda. 

(Azul)




Voy 
de inútiles tumbos 
la noche 
Oscura 
como ella misma 
Soy un ciego 
en el ocaso 
es decir muy cerca 
de las sombras del día 
que se arrincona 
donde menos había ganas  
No veo 
siento 
que soy un sol 
al que le arrancaron 
el calor 
y la vida 
Voy 
de inútiles gritos 
que nadie oye que nadie sabe 
Una luctuosa voz 
hecha de rascacielos en 
Catuche 
en nada / 
¡Es mentira!.



Cuerpo adentro, la piel se teje y se entreteje en el papel que titila de pantallas, la mujer se vuelve eco y se torna verso. Le nace al poeta la humedad compartida, le brota la voz y la nombra. Se dice en ella y se siembra, cosechando las cotidianidades y las sombras y los roces y la vida, la que es y la que quisiera que fuera. Entonces, los escritorios hacen un alto y el tiempo alza vuelo, despeinando heridas, salvando las batallas.



Esta mujer me hace temblar 
desde las plantas 
Me arranca lunas 
me inventa mañanas 
Esta mujer es una tormenta 
me llueve de abrazos 
moja mis adentros 
alborota todas mis instancias 
Esta mujer es 
toda una noche de centellas 
desgarrar de cielo 
pero también un alba. 

(Previo, fragmento)

Son éstos, poemas urgentes. Turgentes en piel y en alma. Apurados de besos y de versos, como si cada palabra tuviera la exacta dimensión de la memoria henchida de ganas. Todo en él es convocada ternura, fuego que fragua y enciende.
Iván Padilla, poeta necesario, voz del sur que clama, tiene entre el corazón y la espalda un augurio que se hace palabra. Hombre de pasos y abrazos, hombre que lleva entre las manos el andar del mundo y del futuro y la mañana. Tendrá tal vez la memoria de lo que calla, de lo que dicen sus versos, de lo que invita y en él se hace cierta herida que se derrama. Fecunda siembra la de este poeta que hoy canta, dulce abismo y definitiva palabra que nos llama.


Algún día
voy a ser viejo como Bagdad 
Entonces escribiré versos  
después de las cicatrices 
Y sólo estarás presente 
como una centella en el recuerdo 
Algún día 
tendré la piel torcida de recorridos  
pero guardaré una sonrisa infantil  
en el gesto 
Y sólo estarás presente como marzo 
como el mes más alegre 
de este año que se me volvió eterno.


Escrito por Daniela Saidman revistaislanegra 


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