H. L. Mencken
Henry Louis Mencken (23 de septiembre de 1880 - 29 de enero de 1956) fue un periodista, editor y crítico social, conocido como el "Sabio de Baltimore". Es considerado uno de los escritores más influyentes de los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX.
Mencken nació en Baltimore, Maryland, hijo del propietario de una tabacalera. Comenzó a trabajar como reportero del Baltimore Morning Herald en 1899, y se pasó al Baltimore Sun en 1906. En 1908 empezó a escribir como crítico literario para la revista The Smart Set. Fundó su propia revista, The American Mercury en enero de 1924, y pronto fue de circulación nacional. Gracias a su capacidad como editor y "hombre de ideas" Mencken fue amigo de las más importantes figuras literarias de su época, incluyendo a Theodore Dreiser, F. Scott Fitzgerald, y Alfred Knopf.
Mencken fue defensor de la libertad de conciencia y de los derechos civiles. Se opuso a la persecución, la injusticia y al puritanismo opresor. Fue autor de numerosos libros, y le movió la preocupación de acabar con el importante papel desempeñado por el fundamentalismo cristiano en los Estados Unidos. En 1931, Arkansas aprobó una moción para que se rezara por el alma de Mencken. Puede ser considerado como uno de los principales escépticos americanos del siglo xx.
Los puntos de vista de Mencken suelen ser considerados libertarios por la mayoría de los analistas. Los escritos de Mencken contienen un fuerte elemento elitista e incluso el racismo es una actitud presente:
A veces defendía posturas en sus ensayos más por el hecho de causar conmoción que por profundas convicciones, como en el caso del ensayo en que defiende que la raza anglo-sajona es la más cobarde en la Historia de la Humanidad.
Mencken sufrió una trombosis cerebral en 1948, de la que nunca se recuperó. Irónicamente, el daño cerebral lo dejó consciente aunque incapaz de leer o escribir. En sus años postreros escuchaba música clásica o hablaba con sus amigos, aunque se refería a sí mismo en tiempo pasado, como si ya hubiera muerto. Efectivamente murió en 1956 y fue sepultado en el cementerio de Loudon Park en Baltimore. Su epitafio dice:
Si tras dejar este valle me recordáis y queréis dar una satisfacción a mi alma, perdonad a un pecador y haced un guiño a una muchacha poco agraciada.
Mencken sugirió este epitafio en The Smart Set. Tras su muerte, fue grabado en una placa en el vestíbulo del Baltimore Sun. El periodista P. J. O'Rourke llamó a Mencken "...creador de un nuevo y diferente estilo de periodismo, que me gustaría llamar 'sabiondo de la gran ciudad'."
En la película Inherit the Wind (1960), el papel de Gene Kelly, como el cínico editor de un periódico que corre con los gastos de la defensa, está basado en Mencken.1
Obras
George Bernard Shaw: His Plays (1905)
The Philosophy of Friedrich Nietzsche (1907)
The Artist: A Drama Without Words (1912)
A Book of Burlesques (1916)
A Little Book in C Major (1916)
The Creed of a Novelist (1916)
Pistols for Two (1917)
A Book of Prefaces (1917)
In Defense of Women (1917)
Damn! A Book of Calumny (1918)
The American Language (1919)
Prejudices (1919–1927)
First Series (1919)
Second Series (1920)
Third Series (1922)
Fourth Series (1924)
Fifth Series (1926)
Sixth Series (1927)
Selected Prejudices (1927)
The Hills of Zion (1925)
Notes on Democracy (1926)
Libido for the Ugly (1927)
Menckeneana: A Schimpflexikon (ed) (1928)
On Politics: A Carnival of Buncombe (1920-1936)
Treatise on the Gods (1930)
Making a President (1932)
Treatise on Right and Wrong (1934)
Happy Days, 1880–1892 (1940)
Newspaper Days, 1899–1906 (1941)
Heathen Days, 1890–1936 (1943)
1948. A Mencken Chrestomathy.
Obras póstumas
1965. The American Scene, Huntington Cairns, ed).
1991. The Impossible H. L. Mencken: A Selection Of His Best Newspaper Stories (Marion Elizabeth Rodgers, ed).
1994. A Second Chrestomathy.
2007. A Religious Orgy in Tennessee A Reporter's Account of the Scopes Monkey Trial.
LA CAPITAL DE UNA GRAN REPÚBLICA
El Cuarto Secretario de la Legación del Paraguay
El empleado principal de la Comisión de la Cámara de
Representantes para Artes Industriales y Exposiciones
El secretario del secretario del Secretario de Trabajo
El hermano del ex-Diputado del tercer distrito de Idaho
El mensajero del bodeguero de la bodega del Senado
El portero de la oficina de la Comisión de la Cámara para
la disposición de papeles inútiles
El primer corresponsal del BANNER de Toomsboro Ga.,
en la galería de la prensa en el Senado
La estenógrafa del primer asistente entomólogo del
Bureau de Industrias Animales
El tercer asistente del principal computador de la Oficina
del Almanaque Naval
El Vice Fiscal General encargado de la investigación de
fraudes postales en los estados centrales del Sur
La ex-esposa del ex-secretario del ex-miembro de la
Comisión Comercial Interestatal
El hermano de la esposa del Encargado de Negocios de
Checoslovaquia
El agente de prensa del Capellán de la Cámara
El portero suplente, en funciones, de la galería de
visitantes del Senado
El nuevo Senador por Delaware
El asistente del secretario del empleado principal de la
División de Revisión de Cuentas y Erogaciones, Sección
de Sellos y Abastos de la Administración de Correos
El Agregado Comercial de la Legación Americana en
Quito
El chofer del cuarto Sub-Administrador General de
Correos
El ascensorista suplente, en funciones, del Monumento de
Washington
El hermano de la esposa del cuñado del Vice-Presidente
La tía de la hermana de la esposa del encargado de la
Jefatura del Protocolo del Departamento de Estado
El vecino del primo del padrastro de la cuñada del
párroco del Presidente
La superintendente de las carretilleras del Almacén
provisional B 7, de la Oficina de Astilleros y Muelles
de la Marina
El asistente empleado confidencial del empleado principal
del principal registrador de la Oficina de Patentes
El ayuda de cámara del Presidente de la Corte Suprema.
EL SANTUARIO DE LA MEMORIA
El pueblecito de Kirkwall, en las Islas Orkney, envuelto
en una niebla de mediados de invierno, horizontal y
encantador como un grabado japonés.
San Francisco y el Golden Gate desde la cima de Twin
Peaks.
Gibraltar en un día de primavera, todos tonos al pastel,
como el telón de fondo de una comedia musical.
Mi primera visión del trópico, las palmeras surgidas de
pronto entre la oscuridad de la madrugada, la tremenda
quietud, el olor agridulce, la inconmensurable extrañeza.
El Trentino una mañana gloriosa, subiendo de Verona al
Paso del Brenero.
Alemania Central de Bremen a Munich, todo en un sólo
día, con los manzanos en flor.
Copenhague, una noche de farra, con la Polizei por toda
la ciudad buscando al americano que arruinó el piano.
Cristianía en enero, con la estatua de Ibsen, encapuchada
de nieve apareciendo en la semi-oscuridad como un
fantasma en un sótano.
La playa de la isla Tybe, con el suave, escalofriante ruido
de los cangrejos.
Un niño que jugaba en un descampado de una población
abandonada de Dios en el desierto de Wyoming.
El montoncito de piedras en la costa de la isla de Watling
(San Salvador), que señala el lugar del desembarco de
Colón.
Una aburrida noche en un hotel de Buffalo, leyendo la
Versión Americana Revisada del Nuevo Testamento.
El día que recibí las pruebas de mi primer libro.
La gran lista de citas de H.L. Mencken, en Positive Atheism
El impulso para salvar a la humanidad es casi siempre sólo una máscara para el impulso de dominarla.
Dicen que necesitamos religión, cuando lo que realmente quieren decir es que necesitamos policía.
La más curiosa convención social de los grandes tiempos en los que vivimos, es la que nos da la impresión de que las opiniones religiosas deben ser respetadas.
Debemos respetar la religión de los demás, pero sólo en el sentido y con el alcance de que respetamos su teoría de que su esposa es hermosa y sus hijos son inteligentes.
La manera de tratar con la superstición, es no ser amable con ella, sino enfrentarla con todas las armas, y así aniquilarla, mutilarla, y hacerla para siempre infame y ridícula. ¿Es, por casualidad, mantenida por personas que deberían saber más? Entonces, su insensatez debería ser sacada a la luz del día, y exhibida en toda su atrocidad hasta que huyan de ella, ocultando sus cabezas de la vergüenza. Por cierto, aún un hombre supersticioso tiene ciertos derechos inalienables. Tiene el derecho de esconder y satisfacer sus imbecilidades tanto como les guste, con la única condición de que no trate de inculcarla por la fuerza a otros hombres. Tiene el derecho de exponerlas tan elocuentemente como pueda, en temporada alta o temporada baja. Tiene el derecho de enseñárselas a sus hijos. Pero ciertamente, no tiene ningún derecho de ser protegido contra la libre crítica de aquellos que no están de acuerdo. No tiene ningún derecho a pedir que sean tratadas como sagradas. No tiene ningún derecho de predicarlas sin discusión.
La certeza moral es siempre un signo de inferioridad cultural. Cuanto más incivilizado es el hombre, más seguro está de que conoce precisamente lo que está bien y lo que está mal. Todos los progresos humanos, aún en moral, han sido el trabajo del hombre que ha dudado de los valores morales corrientes, no de los hombres que se alegraban de ellos y trataban de que los demás los aceptaran. El hombre verdaderamente civilizado es siempre escéptico y tolerante.
El más común de todos los disparates es creer apasionadamente en lo que evidentemente no es verdadero. Es la principal ocupación de la humanidad.
El sacerdote, considerado realísticamente, es el hombre más inmoral, porque siempre está dispuesto a sacrificar a cualquier otra clase de bien, por el bien de su arcanum - el vago cuerpo de misterios a los que él llama la verdad.
En lo profundo del corazón de cada evangelista descansa la ruina de un vendedor de autos.
La maldición del hombre, y causa de casi todas sus tragedias, es su estupenda capacidad para creer en lo increíble.
El mundo siempre hace la suposición de que la exposición de un error es idéntico al descubrimiento de la verdad - de que el error y la verdad simplemente son opuestos. No sucede nada así. A lo que cambia el mundo cuando se ha curado de un error, es usualmente otro error, y posiblemente uno peor que el primero.
Porque es la natural tendencia del ignorante creer lo que no es verdadero. Para superar esa tendencia no es suficiente exhibir la verdad; también es necesario exponer y denunciar lo falso.
Los hombres que la gente estadounidense admira más extravagantemente, son los más audaces mentirosos; los hombres detestados más violentamente, son aquellos que tratan de decirles la verdad.
La esencia de la ciencia es que está siempre deseando abandonar una idea dada por una mejor; la esencia de la teología es que mantiene sus verdades para que sean eternas e inmutables. Para asegurarse, la teología está siempre cediendo un poco al progreso del conocimiento, y sólo el Santo Rodillo de las montañas de Tennessee se atrevería a predicar hoy lo que los Papas predicaron en el siglo XIII.
La noción de que la ciencia es sí misma no está preocupada por las primeras causas -que deja el campo a la teología o a la metafísica, y se confina a sí misma a los meros efectos-, esta noción no tiene sostén en los hechos simples. Si pudiera, la ciencia explicaría el origen de la tierra de una vez -y habría todas las razones para creer que lo hará en un futuro cercano. Sostener que los huecos en el conocimiento que enfrentará el que busca serán llenados, no por investigación paciente, sino por intuición o revelación, es simplemente darle a la ignorancia una dignidad gratuita y ridícula.
El esfuerzo para reconciliar la ciencia con la religión casi siempre es hecho, no por los teólogos, sino por los científicos incapaces de quitarse de una vez la piedad absorbida junto con la leche de su madre.
La fragancia de los astrónomos fritos hace mucho que dejó de ascender a Yavé.
La verdad es que la teología cristiana, como todas las demás teologías, no sólo está contrapuesta al espíritu científico; está también contrapuesta a todos los demás intentos de pensamiento racional. No es por accidente que Génesis 3 muestra a la serpiente como a la madre del conocimiento -viscosa, secreta y abominable. Desde los primeros días la iglesia, como organización, se ha lanzado violentamente contra cada esfuerzo para liberar el cuerpo y la mente del hombre. Ha sido, en todo momento y en todo lugar, la defensora habitual e incorregible de los malos gobiernos, las malas leyes, las malas teorías sociales, las malas instituciones. Fue, por siglos, apologista de la esclavitud, como fue apologista del derecho divino de los reyes.
El hombre se vuelve civilizado, no en proporción a sus deseos de creer, sino en proporción a su disposición a dudar.
La metafísica es casi siempre un intento de probar lo increíble, recurriendo a lo ininteligible.
La fe puede ser definida brevemente como una creencia ilógica en la ocurrencia de lo improbable... Un hombre lleno de fe es simplemente uno que ha perdido (o nunca ha tenido) la capacidad de pensar clara y realísticamente. No es sólo un mero idiota: realmente está enfermo.
Dios es el refugio inmemorial para el incompetente, para el desamparado, para el miserable. No sólo encuentran asilo en Sus brazos, sino que tembién una especie de superioridad, tranquilizadora para sus egos aplastados.
¿Por qué asumir con tan poca sinceridad que el Dios que presuntamente creó el universo está todavía dirigiéndolo?
Cada vez que a un periodista se le asigna cubrir una conferencia metodista, vuelve a su casa como ateo.
Las así llamadas organizaciones religiosas, que ahora lideran la guerra contra la enseñanza de la evolución, no son nada más que conspiraciones del hombre inferior contra los mejores.
Los cristianos evangélicos, como todos saben, están fundamentados sobre el odio, así como la cristiandad de Cristo estaba fundamentada en el amor.
Digas lo que quieras acerca de los Diez Mandamientos, siempre volverás al hecho placentero de que sólo son diez.
Aquí, el único conflicto genuino es entre los verdaderos creyentes. De un texto dado de las Sagradas Escrituras, una facción puede decir una cosa y la otra, otra cosa, pero ambos están de acuerdo sin reservas en que el texto en sí es impecable, y ninguna de las partes en el medio de la más violenta disputa se atrevería a acusar a la otra de dudar. Decir que un hombre duda, entre estas partes, es igual que acusarlo de canibalismo. Ni aún el mismo infiel Scopes es acusado de tal infamia.
El Apocalipsis tiene toda la autoridad, en estas cumbres teológicas, de una orden militar en tiempos de guerra. La gente lo busca para que ilumine todos sus problemas, espirituales y seculares.
La diferencia entre el perro más inteligene y el hombre más estúpido -digamos un creyente de las sagradas escrituras- es realmente muy pequeña.
Si un político se diera cuenta de que tiene caníbales entre sus electores, les debería prometer misioneros para el almuerzo.
El hombre promedio realmente nunca piensa de una punta a la otra de su vida. La actividad mental de tales personas es sólo repetición de clichés. Lo que ellos confunden con pensamiento es eimplemente la repetición de lo que han oído. Apuesto que mucho más del 80 por ciento de la raza humana va por la vida sin tener un solo pensamiento original.
Progreso: el proceso por el cual la raza humana se deshace de las patillas, el apéndice vermiforme y Dios.
Escuela dominical: una prisión en la cual los niños hacen penitencia por la mala conciencia de sus padres.
Puritanismo: el atormentante temor de que alguien, en algún lugar, pueda ser feliz.
Arzobispo: un eclesiástico cristiano de un rango superior al que consiguió Cristo.
Una monja, cuanto más, es sólo medio mujer, así como el clérigo es sólo medio hombre.
Ahora es bastante legítimo que una mujer católica evite el embarazo recurriendo a la matemática, ya que aún le está prohibido recurrir a la física o a la química.
El clero católico rara vez se preocupa de hacer que sus argumentos sean plausibles; es claro que tiene poco respeto por la inteligencia humana, y aún poca creencia en su existencia.
De los hombres eruditos, el clero muestra el menor desarrollo de la ética profesional. Cualquier pastor es libre de robar clientes a los clérigos de las sectas rivales, y de denunciar a los mismos clérigos como cuanderos teológicos.
No hay ninguna posibilidad, ninguna en absoluto, de reconciliar la ciencia con la teología, al menos en el reino de la Cristiandad. Tanto Jesús se levantó de los muertos como no lo hizo. Si lo hizo, la Cristiandad se vuelve plausible; si no lo hizo, entonces es claramente un sinsentido. Desafío a cualquier científico genuino a decir que cree en la Resurrección, o aún en cualquier otro dogma cardinal del sistema cristiano.
Los tabúes que he mencionado, son extraordinariamente severos y numerosos. Están alrededor de casi cada tema que es genuinamente importante para el hombre: cercan la libre expresión y experimentación por todas partes. Consideren, por ejemplo, el tema de la religión. Es debatida libre y furiosamente en casi cada nación del mundo, salvo en los Estados Unidos: aquí la crítica es silenciada. El resultado es que todas las religiones son parejamente resguardadas contra la crítica, y que todas ellas pierden vitalidad. Cuidamos el status quo, y por eso mantenemos una firme guerra contra el revisionismo y la mejora.
La religión está fundamentalmente opuesta a todo aquello por lo que tengo veneración -el coraje, el pensamiento claro, la honestidad, la equidad y, sobre todo, el amor a la verdad.
¿Cuál es la función que los clérigos cumplen en el mundo? Respuesta: se ocupan de asegurar a los idiotas que ellos los pueden salvar de un infierno imaginario.
La principal contribución del protestantismo al pensamiento humano es su aplastante prueba de que Dios es un aburrido.
La teología es el esfuerzo de explicar lo inconocible en términos de lo que no merece la pena saber.
Toma mucho tiempo para una persona naturalmente confiada, reconciliarse con la idea de que, después de todo, Dios no lo va a ayudar.
El Creador es un comediante cuya audiencia teme reir.
Hay sólo un impulso honesto en el fondo del puritanismo, y es el impulso de castigar al hombre con una capacidad superior de felicidad -de rebajarlo al miserable nivel de un hombre "bueno", es decir, de hombre estúpido, cobarde y crónicamente infeliz.
Si asumimos que el hombre realmente se asemeja a Dios, entonces estamos forzados a sostener la imposible teoría de que Dios es cobarde, idiota e inescrupuloso.
La verdad es, como todos sabemos, que los más grandes artistas del mundo nunca han sido puritanos, y rara vez aún ordinariamente respetables. Ningún hombre virtuoso -es decir, virtuoso en el sentido de la YMCA- jamás ha pintado un cuadro que sea digno de observar, o escrito una sinfonía digna de oirse, o un libro digno de leerse, y es altamente improbable que esto haya sido alguna vez hecho por una mujer virtuosa.
La actuación que uno ve sobre el escenario no muestra cómo los seres humanos se comportan en los tiempos de crisis, sino cómo los actores creen que debería ser. Así es que, como la poesía y la religión, un mecanismo para encantar el corazón, es palpablemente no verdadero.
La religión, como la poesía, es simplemente un esfuerzo concertado para negar las realidades más obvias.
Los judíos sujetaron su religión sobre el mundo occidental, no porque fuera más razonable que las religiones de sus contemporáneos -de hecho, era muchísimo menos razonable que muchas de ellas- sino porque era, por lejos, más poética..
Yo creo que la religión, hablando en general, ha sido una maldición para la humanidad.
Lo que obtuve en las escuelas dominicales... fue simplemente una firme convicción de que la fe cristiana estaba plagada de absurdos palpables, y que el dios cristiano era absurdo... El acto de adorar, tal como lo realizan los cristianos, me parece rebajante, en lugar de ennoblecedor. Implica humillarse ante un ser que, si realmente existiera, merece ser acusado, en vez de respetado.
El esfuerzo cristiano es notoriamente difícil sobre la belleza de las mujeres.
Cuando me muera, estaría de acuerdo en desvanecerme en la nada... Ningún show, no importa cuán bueno sea, puede ser bueno para siempre. No creo en la inmortalidad y no tengo ningún deseo de ella.
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