TING TING MEI nació el 29 de mayo de 1989 en Shanghai, China. A los seis años vino a la Argentina y desde ese momento vive en la ciudad de Buenos Aires. Ha colaborado en diversas publicaciones en su colegio secundario, el Carlos Pellegrini, y actualmente, se encuentra cursando la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires. También participa del taller literario Siempre de Viaje, literatura en progreso, espacio desde donde realizó lecturas y puestas en escena de sus textos, así también como publicaciones de pliegos de poesía que formaron parte de la colección Poesía Portátil.
TE TOMO
“Atajáme
en lo menguante de tus dedos
en lo fosa
en los dos segundos que se atrapa amor y te entierra
antes de que amanezca
ante todo el sol el tendón que milena
que milena
que milena y muere”
1.
en mis ojos de niño
la imagen es expectante
es de cuclillas
de abrazo a la espera
y la puerta fuertemente cerrada
es de suspiro que se vuelve hilo
de las manos en las orejas
y apresando un silencio
que se hace inviolable
cuando sólo se escucha el mover de los huesos
y el débil latido que apenas roza las paredes
pero que constante
es cuenta regresiva
de pequeños estallidos de anticipación
firmemente condensados a los lados del cuerpo
es el universo atrapado en los párpados
de oscuridad color negro
o rojo profundo de sombra
una momentánea desaparición
de no estar en el mundo
para que efímeramente el tiempo se detenga
a buscarme
en el fondo del armario.
2.
ultramarino
en los surcos de los dedos
dispara
pequeñas municiones
de arena
de hueso
el sedimento
que en cada roce
un poro lastimado
deja su huella
ultramarina
se siente la mano
abrazando el viento
de la arena al polvo
que saluda
un adión de playa
del mar y el vuelo
ultramarinos
de la tierra lejana
que se esfuma
arena movediza
que es espuma
y en lo disuelto
en agua salada
decanta
su sabor de fondo
ultramarino
fuertemente
ardiendo en los labios
y entre los dientes
la piedra
el gusto caracol
secando la lengua
ultramarina
sedienta
que punza hasta el cuello
de frío pulmón
agitando el aire
el pecho convulso
la tos de arena
y los últimos
estertores
se apagan
en la explosión
ultramarina.
Huellas
El otro día salí con desesperación a buscar una cámara de fotos. Habría que recuperar una vida entera me dije, aquellos innumerables momentos en los que no estuve y por lo tanto no pude formar parte. Supongo que me habrá atormentado sentirme insignificante y por algún motivo, eso se traducía en la falta completa, el desenfreno replegado a la negación y al negativo de las cosas. Y finalmente, la imposibilidad ya de proyectar nada: todo terminaba ahora. ahora. ahora.
“Y ahora es muy poco Alejandro”, le dije “cómo hacemos para sobrellevar los días si ninguno de los dos sabe, será un juego, será una historia, será una mentira, las cosas yo no las digo así como las veo, pero llevo un diario hace varios meses, y sí, es el que escondo con toda cautela porque dice más de mí que todo lo que podría afirmar, y sí, ayer dejé por escrito que estoy dispuesta a leerlo en voz alta:
'Día tanto, Mes tanto, Año.
Hoy se me ocurrió confesarle que yo no conocía el desamor. Le dije que no tenía experiencias sobreviviendo con un corazón roto. Creo que se habrá dado cuenta de mi estrategia, o de mi mensaje.
(Eso me recuerda inevitablemente a cuando le pido algo. Por ejemplo, que me compre una cosita cualquiera del quiosco, y entonces le digo, no sé, me da igual, lo que vos quieras. Él primero me mira impaciente, pero luego descubro que le brillan un poco los ojitos. Él entiende que es un guiño de confidencialidad, sabe que me gustan en un punto las imposiciones, especialmente si son sobre mis preferencias. Al mismo tiempo, me podría sonreír tranquilamente, pienso, imaginándolo tratando de amoldarse con fidelidad y absoluta prespicacia a mis verdaderos sentimientos.
Entonces, según el día me trae algo salado o algo dulce, y dentro de estas categorías varía con tanta imaginación, con tanta sensatez, que a veces me repregunto si me habrá espiado intuitivamente en algún momento sin que yo me diera cuenta. Un día hasta acertó con mi esporádico sentido de la picardía y trajo un sobrecito que reconocí al instante. El chupetín, la dulzura artificiosa de la sandía, y el polvo acaramelado que estalla sobre la lengua efervesciendo toda la boca reactivaron en mí cada uno de los sentidos, y pensé, ridículamente, que la vida se había concentrado en una golosina).
En fin, en esto que tenemos, los guiños amistosos del no decir son constantes. Porque al fin de cuentas, cuando digo no sé, Alejandro sabe que me entrego por completo. Y entonces ya no importa si dudo, si desconozco, o si simplemente callo. Confío, mantengo los ojos cerrados y los brazos en el aire, como supongo, suele pasar antes de un desamor. En todo caso, Alejandro propone, y yo dispongo.'
¿Podés creer Alejandro, que eso escribí un día, y eso escribo básicamente todos los días? Me gustaría que nos sacáramos fotos por ejemplo. Vos sabés cómo van mis emociones, que el miedo me desespera y de repente me siento chiquita o tardía. Porque viví tan pocas cosas me doy cuenta, y reactualizo tantas otras de maneras impensadas. Me gustaría empezar a tener algo, coleccionar algo pequeño aunque sea, nuestro, por las dudas, sabés, de que empecemos a olvidar antes de tiempo.”
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