viernes, 21 de diciembre de 2012

WITTER BYNNER [8904]





Witter Bynner
Harold Witter Bynner (10 agosto 1881-1 junio 1968) era un americano poeta , escritor y erudito, conocido por su larga residencia en Santa Fe, Nuevo México , en lo que hoy es la Posada del Oso Turquesa.

Bynner nació en Brooklyn, Nueva York, y se crió en Brookline, Massachusetts. Se graduó de la Universidad de Harvard en 1902. 

OBRA:

An Ode to Harvard and Other Poems (1907)
Tiger (1913)
The Little King (1914)[1]
The New World (1915)[1]
The Beloved Stranger[1]
Iphigenia in Tauris (1916) translator
Spectra (1916) poems with Arthur Davison Ficke (published pseudonymously)
Grenstone Poems (1917)
Pins for Wings
Canticle of Praise (1919)
A Canticle of Pan (1920)
Roots (1929) poems
The Jade Mountain (1929) translations from Chinese with Kiang Kang-hu
Indian Earth (1929) poems
Guest Book (1935) poems
Selected Poems (1943)
The Way of Life, according to Lao Tzu (1944)
Take Away the Darkness (1947)
Journey with Genius (1951) memoir of D. H. Lawrence
New Poems (1960)
Selected Poems (1978)
The Way of Life According to Laotzu (1944) translator (illust. by Frank Wren)





UN FINQUERO RECUERDA A LINCOLN

“¿Lincoln?”—
Bueno, yo estuve en el antiguo Segundo Regimiento de
Maine,
el primer regimiento del Estado del Pino que llegó a
Washington?
Claro que no llegué a sentir el olor de la pólvora;

solo estuvimos allá para guardar la capital—
todos nosotros éramos novatos.
Nunca he estado en el teatro en mi vida—
No supe, pues, de qué manera conducirme.
Aún puedo ver tan claro como si fuera mi sombrero el
palco en que él estaba
cuando lo tiraron—
¡Créame, amigo, hubo un gran pánico
cuando encontramos que el presidente estaba como
estaba!
Nunca vi un soldado en el mundo que no lo quisiera.

Sí, amigo. No se olvidaba su figura así no más.
Era un hombre enjuto,
era un finquero.
Todo estaba muy bien, ya lo creo,
aunque no era bien parecido que se diga,
nada de eso.
Cara flaca, pescuezudo,
y el labio grueso como salido.
Y era un tipo divertido— siempre bromista;
y no estaba tan encumbrado que los muchachos no
pudieran hablarle en su manera de ellos.
Cuando yo estaba de servicio en el Hospital,
él solía venir y me decía: “Estás muy bien aquí.”
Animarnos, ve usted.

Y se agachaba y les hablaba a los muchachos—
Y les hablaba con tanta intimidad —tan cariñoso—
Por eso es que le digo que era un hombre del campo.
No le quiero decir que no haya estado bien todo lo de él,
me entiende,
nada más que —bueno, yo era un finquero—
Y él era mi vecino, el vecino de todos,
apuesto que hasta a ustedes los jóvenes de ahora les
hubiera gustado.








COMPAÑEROS DE TREN

Fuera de Shasta, las nevadas cumbres
son una gloria, pero las desdeñas
porque ya has visto picos de montañas,
pero no mi periódico. Así hablamos.
Cigarrillos, sonrisas; buen comienzo
de un cómodo intercambio de distancias.

Tú, joven ingeniero, de estatura
de cinco pies siete pulgadas, pecho
cuarenta y cinco y fútbol en tu cielo.
Que amas la carretera limpia y nueva,
y que arrancas las flores que le prestan
una belleza ajena a lo geométrico,
y yo, un poeta, adicto a mis maestros,
leyendo aquí las animosas cartas
de Jorge Meredith, y al mismo tiempo
participando en la mezclada charla
de un tamborista, un cura y un cirquero,
todos absortos en sí mismos —Como
tú en ti y yo en mí—, feliz identidad.

Después de un rato en que salieron otros,
nosotros nos quedamos, atraídos
por cierta afinidad que hasta hoy comprendo,
porque tú hablabas de fútbol entonces,
y yo de versos, hasta que supimos
que éramos ambos universitarios,
y fumamos más cómodos, sonriendo;
yo, de Cambridge, te dije, poeta siempre,
“conozco vuestro lindo teatro griego
de Berkeley”. Alzando tu cabeza griega,
“nunca jamás lo vi”, me respondiste—
“Al salir de las clases me iba siempre
a los campos de juego.”

Así pagabas,
oh, joven ingeniero, tu tributo
a la parte mejor, como yo mismo.
Sin duda la belleza está en los templos,
pero viviente alienta en los atletas,
cuando sacuden rápidos sus rizos,
que son, más adorables porque mueren.
Eres tú tan poeta como yo
aunque haya diferencia en lo que hacemos,
y yo soy tan atleta como tú
porque tú sabes mi cuarto de milla
y tu cuarteta yo; nos entendimos.

¿Quién sabe si otra vez nos encontramos
con que cirquero y tamborista marchen,
no atrás, sino adelante en el Estado—
como hoy el lanzadiscos y el poeta?




A Farmer Remembers Lincoln

“Lincoln?—
Well, I was in the old Second Maine,
The first regiment in Washington from the Pine Tree State.
Of course I didn’t get the butt of the clip;
We was there for guardin’ Washington—
We was all green.

“I ain’t never ben to the theayter in my life—
I didn’t know how to behave.
I ain’t never ben since.
I can see as plain as my hat the box where he sat in
When he was shot.
I can tell you, sir, there was a panic
When we found our President was in the shape he was in!
Never saw a soldier in the world but what liked him.

“Yes, sir. His looks was kind o’ hard to forget.
He was a spare man,
An old farmer.
Everything was all right, you know,
But he wasn’t a smooth-appearin’ man at all—
Not in no ways;
Thin-faced, long-necked,
And a swellin’ kind of a thick lip like.

“And he was a jolly old fellow—always cheerful;
He wasn’t so high but the boys could talk to him their own ways.
While I was servin’ at the Hospital
He’d come in and say, ‘You look nice in here,’
Praise us up, you know.
And he’d bend over and talk to the boys—
And he’d talk so good to ’em—so close—
That’s why I call him a farmer.
I don’t mean that everything about him wasn’t all right, you understand,
It’s just—well, I was a farmer—
And he was my neighbor, anybody’s neighbor.
I guess even you young folks would ‘a’ liked him.”






A Thrush in the Moonlight

In came the moon and covered me with wonder, 
Touched me and was near me and made me very still. 
In came a rush of song, like rain after thunder, 
Pouring importunate on my window-sill. 

I lowered my head, I hid it, I would not see nor hear, 
The birdsong had stricken me, had brought the moon too near. 
But when I dared to lift my head, night began to fill 
With singing in the darkness. And then the thrush grew still. 
   And the moon came in, and silence, on my window-sill. 





Answer

Cease from the asking,
you receive the answer.
God is not God, life life
nor wonder wonder
Save as a man himself
becomes the dancer
Across all variations
of the thunder. 






Grieve Not For Beauty

Grieve not for the invisible, transported brow 
On which like leaves the dark hair grew, 
Nor for the lips of laughter that are now 
Laughing inaudibly in sun and dew, 
Nor for those limbs that, fallen low 
And seeming faint and slow, 
Shall yet pursue 
More ways of swiftness than the swallow dips
Among . . . and find more winds than ever blew 
The straining sails of unimpeded ships! 
Mourn not ! yield only happy tears 
To deeper beauty than appears! 





Island

There is an island where a man alone,
Alive beyond the selfishness of living,
Knows the whole world around him as his own
Without resenting and without forgiving. 





Painter

I cannot paint
The growth of the spirit,
But I can paint an old man
Watching the smoke of incense
Join the sky. 

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