miércoles, 2 de marzo de 2016

PERCY LÚBER IPANAQUÉ [18.178]


PERCY LÚBER IPANAQUÉ

Pucallpa, Perú. 1985. Estudiante de Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Piura. Ha publicado las siguientes plaquetas: "Transmutación", "Epistola a los transeúntes", "Suicidas Aedos" y el libro: "Hostia Sideral" (2005); en narrativa ha publicado el libro "Los apóstoles de la muerte" (2007) y “Paraíso en llamas” (2008). Premio Nacional de Poesía  en el concurso Ciudad de Huamachuco con su poemario  “La Sinfonía del Náufrago” (Segundo puesto).




RECUERDOS OSCUROS

Mariposa de la muerte
veo tirado los recuerdos
el otoño de mis sueños
se ahuyentaron...
Pedazo a pedazo
trato de volver a la vida
me inclino hacia la nada
¡Cuántos dioses mueren a mi costado!
una paloma blanca a veces llega
a esta tumba
luego se aleja, es que todos se alejan siempre.
Acabo de oler tu perfume,
adoro el santo sacramento de mis penas
y la cruz negra de tus besos...
me quedo vacío.



SOLEDADES DE ULTRATUMBA

"Abrid esta tumba:
al fondo se ve el mar"
Vicente Huidobro

I

Otra vez estoy solo,
con el acto efímero de araña
que teje melancolías
y se detiene en el corazón nocturno,
en el resplandor cálido del silencio.
Otra vez estoy solo,
tan perdidamente solo,
tan desquiciadamente solo,
que no siento el calor de tu mirada,
que lloro tristemente en los ojos de Diana.
Sin embargo,
aquí la noche inventa una ilusión agreste,
aquí la noche reconoce mi edad de pájaro sombrío.
Otra vez estoy solo,
tan perdidamente solo,
que ni la muerte viene a verme.


VII

A veces siento a mi pueblo con olor a frutas,
con olor a pan caliente,
con pan, miel y vino de mi madre.
Mi pueblo quedaba solo, con la luz,
el verdor de los arboles, el silencio desus calles,
con el resplandor que emanaban las estrellas,
con el fuego familiar de mis hermanos,
en una noche de truenos, lluvias
y el tierno abrazo de mi madre.


XI A Jesús Gutarra

Un asesino viene a visitarme,
es silencioso, leve, cruel.
Cada noche el crimen nunca falla,
cada noche me da muerte.
No deja pistolas ni cuchillos,
ni gota de sangre alguna.
El asesino soy yo mismo,
el suicida, el inefable,
el inmoral, el traicionero.


XII 

TOCO mi mano y no soy el que te toca.
CAMINO despacio y no soy yo el que va trasde tus pasos.
CANTO a tu amor y no soy yo el que te ama.
TOCO mi rostro y no soy yo el que te extraña.
Estoy tan fuera de mí mismo por estar a tu lado.

De Hostia Sideral. Piura: Universidad Nacional de Piura y Anís Editores. 2005



El suave discurrir a los abismos

I

Lo que sientes en tu sangre te lleva al mito del barro

al vuelo del pájaro.
Lo que sientes en tu sangre como una espada que quema

como una rosa de oro, te lleva

al encanto de un río en tu piel,

al sueño de un colibrí en tu alma
¿Adónde te sumerges?
A la urdimbre de lágrimas construidas por tu madre,

a la orilla del encanto,

a la piedra del día sin sombra.
Donde salía el encanto de sirenas,

la brujería de un bujeo sobre tu sonrisa de plata.
¡Ah, qué hermosa la selva, qué hermosa!
Entonces oíste hablar a las flores,

disfrutaste la sonrisa del río, las cascadas.
Tu corazón se transformó en verde canto

de luisas,

en dulce llanto de ayaymamas solitarias,

fluiste por las piedras,

fluiste sobre los aguajales,

junto al jergón y a la boa en un rincón del cielo.
Y te diste cuenta que eres el viento.
Volabas, sí, volabas en un coro de palomas,

en el llanto de un niño indio, en el dolor

de los leñadores.
¡Oh, qué solo, qué solo te sentías!
La soledad era lo que sentías en tu sangre,

el simple descender a los abismos

el simple reptar de las serpientes en tus venas.

Lo que sientes en tu sangre es el venado herido,

es el lomo de un asno.
Entonces eres el llanto y fluyes sobre las playas,

emerges del olvido.
Fluyes en ese canto de cristal, en los grillos,

en el rugir del otorongo.
Naces en el resplandor de una flor, en el vuelo

de una gaviota.
Dibujas estrellas con tus manos de nube, desciendes

vertiginosamente en la selva.
Estrellas tu corazón contra las piedras, ¡Qué dolor,

estás solo, qué triste!




ALUCINACIÓN/ IV

Bebiendo. Bebiéndome la vida, oí:
“Lúber, tu mujer dará a luz un niño.
No tengas miedo y llévala a tu casa.”
Hace días estás que me hablas,
yo no quiero caer en tu juego.
No soy tonto y capaz que tú
ya te has acostado con ella – le contesté
aturdido.
“Has lo que se te venga en gana,
pero recuerda quién te habla” – dijo.

I.- Mientras la lluvia seguía, en el cielo
retumbaban los truenos y relámpagos.
Y se oyó el perreo vallejiano: “Bruno, perreo. Bruno, perreo.
Hay golpes en la vida…Azótame”

II.- Lloraba, sí, lloraba. Lúber lloraba.
Y en sus ojos se reflejaban las estrellas.
Así fue como se cortó el brazo y se quemó
con puchos de cigarros.

III.- Se hizo necesario navegar en el horror,
ser pasajero de combi, contener náuseas,
soportar olores pestilentes:
“Mi país es una combi conducida hacia el abismo.”

IV.- Pues él vio como incendiaban nuestros
pastos y cortaban nuestra historia.
Se lo llevaron todo y nos dejaron sin sentido.
Pero aquí no pasa nada, un momento por favor,
aquí no pasa nada: el Perú es el Perú
y no sirven para nada los poetas.



El jardinero de otoños

I

El mar destrozó mi corazón ante tu ausencia.
Ay, si vieras cómo se cae a pedazos mi pobre corazón y
se disuelve en el humo como un
pájaro de agua, como pájaro perdido entre la niebla.
Esta tristeza volvió mi corazón en el
pájaro solitario de aspavientos que
desde tu soledad te llama. Óyelo.
Él te llama desde
sus eternas soledades.
Él te llama desde el fondo marino,
desde el reflejo del cielo donde cree ver tu rostro como
espejo de agua, como espejo de viento.
En las blancas lejanías
él te ve sobre las olas del mar, ausente en las espumas.
Él te llama desde la tierra húmeda, en el ocaso donde
aún resuenan olas lejanas, lejanas:
¿Acaso jamás dejarán de destrozar mi corazón
hecho pedazos?





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