sábado, 15 de diciembre de 2012

PEIU YAVOROV [8836]




Peiu Yavorov ( búlgaro : Пейо (Кр.) Яворов; nacido Peiu Totev Kracholov, Пейо Тотев Крачолов, 1 enero 1878 a 17 octubre 1914) fue un poeta búlgaro simbolista. Se le considera uno de los mejores talentos poéticos del fin de siècle en el Reino de Bulgaria. Yavorov era un miembro prominente del grupo Misal. Su vida y obra están estrechamente relacionados con el movimiento de liberación Interna de Macedonia-Adrianópolis Organización Revolucionaria de Macedonia. Era también partidario del armenio Movimiento de Independencia, y escribió una serie de poemas sobre los armenios.
La mayoría de sus poemas son románticos, y dedicados a las dos mujeres de su vida - Mina Todorova y Karavelova Lora. 

El 30 de noviembre de 1913, pacta un ritual de suicidio en pareja con su esposa Lora Karavélova, mujer de extraordinaria belleza (Alma en el alma del mundo,/ tú, sangrienta flor del amor ). Yávorov, juguete roto del destino, pierde la vista a consecuencia de las heridas y es acusado, además, de provocar la muerte de Lora.

Un año más tarde, en Sofía, a la edad de treinta y seis, Peiu Yávorov consuma el letal matrimonio reuniéndose con Lora en el infierno de los suicidados. Esta vez apuntala su muerte con veneno y un tiro en la sien:


No tengo por qué esperar a arruinarme hasta el punto de convertirme en un mendigo o ir al manicomio. Sed fuertes como yo. Nada puede volver.





Y ante mí te detendrás,
en las estrellas, resplandecientes, incomprensibles, 
en las flores, serás secreta, aromática… […]

Ante mí, ángel, te presentarás 
¡oh felicidad y alegría! 
¡oh felicidad y eterna alegría,
Como un vampiro sobre mí te detendrás,
¡oh felicidad y tristeza!
¡oh felicidad y tristeza, y desgracia!






Yo no vivo: yo ardo. Inconciliables
dos almas rivalizan en mi pecho: 
un alma de ángel y otra de demonio. En mí 
respiran fuego y su ardor me abrasa. 

Y arden las dos con llamas, donde toco 
aun en la piedra, oigo latir ambos corazones…
Siempre los dos, en todos sitios, obsesivamente 
con rostros enemigos se consumen hasta hacerme brasas. 

Detrás de mí el viento, a donde vaya, 
mis huellas con ceniza cubrirá. ¿Quién podrá conocerlas?
Solitario, yo no vivo, ¡ardo!, y mi rastro 
será ceniza en el sombrío infinito.







MOTIVOS DE OTOÑO IV

Callada noche y tinieblas pavorosas...
En ningún sitio luz ni sonido:
casi toca el suelo,
tan bajo pende, el firmamento.
El espíritu sufre angustiado,
la mente vaga a ciegas...
Oh, Dios, manda una estrella
y una voz, ¡aunque sea de un pájaro nocturno!

De Peiu Yávorov, Viento de medianoche. Prólogo y traducción del búlgaro de Juan Eduardo Zúñiga. Madrid, Endymion, 1983



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