Earl McKenzie
Nació en 1943, Mount Charles, St. Andrew, Jamaica.
Earl McKenzie nació en la zona rural Monte Carlos, San Andrés Jamaica en 1943. Asistió a Oberlin High School y Mico Teachers College. Luego vivió durante algunos años en los EE.UU. y Canadá, donde obtuvo una licenciatura y maestría de la Universidad de Columbia y un Ph D de la Universidad de Columbia Británica.
Enseñó Inglés, Artes Visuales y Educación en el Colegio de Maestros de la Iglesia, Mandeville, Jamaica durante 25 años, y durante 15 años fue profesor de Filosofía de la Universidad de las Indias Occidentales, Mona. Ahora está retirado. En 2000, fue galardonado con una medalla de plata Musgrave por su contribución a la literatura. En 2011, recibió un premio Mico University College 175 aniversario por servicios distinguidos.
Publicó dos poemarios – Contra la linealidad cronológica (Against Linearity, 1993), y La hoja del almendro (The Almond Leaf, 2008).
Translator: Alexander Best
https://zocalopoets.com/2016/08/
El silencio es mi hogar
Si el oído es el último sentido que “va”,
según dicen,
entonces envíeme a la meta con
El Canon en Re Mayor por Pachelbel
pues la cosa final que oiré
es la capacidad para la belleza
del hombre pecador.
Si me afferaré tan tenazmente
a los ruidos de este mundo,
esto es porque
el sonido – sobre todo –
es la consecuencia más pura
del ser.
Si yo soltaría
tu belleza,
tu perfume,
y tu piel lisa,
me afferaré al sonido de tu voz.
Y si el sonido es
el vecino más cercano de la muerte,
pues este amante – yo –
sabe que el silencio es su casa.
Las ruedas de la guerra
Las ruedas de matanza por la guerra
están moviendo sobre el desierto
los camiones y tanques del ejército.
Entre los cuentos saliendo a la luz
hay una fotografía
de un chico refugiado
jugando con una rueda.
Yo, a la misma edad de él,
corría las ruedas
en caminos tranquilos
que hendieron colinas verdes
– sin ningunos soldados a la vista.
Pero este chico,
más que cuantos soldados,
entiende el júbilo del
ingenio de la rueda.
Jazz y Canto de Ave
Mientras escucho
el saxofón de Coltrane
dando forma a una melodía exquisita
también yo oía
un pájaro cantando afuera.
El uno es arte,
según dicen,
un arreglo de sonidos,
estampado por la voluntad humana,
que tira enigmáticamente
a la experiencia del corazón.
El otro es un sonido
genéticamente programado
– quizás una llamada de apareamiento –
y moldeado por la evolución.
Pero los dos son divinos
– como la gramática –
ordenados en su manera.
Pues:
hay la divinidad
– seguramente –
en el jazz y en el canto de aves.
El análisis
Después del análisis de sangre
yo di un paseo en el centro comercial.
En la tienda
la música era empalagosa
mientras yo miraba las ropas que
llevaré como un hombre enfermo.
En la librería
no había ningún volumen
que hablara de mi condición.
En el supermercado
compré la comida saludable
– pero demasiado tarde.
Mientras yo conducía a casa
me decía que
la enfermedad es algo tan natural
– como un río en torrente,
o una tormenta en el mar.
El resultado estaba negativo
– y alegremente.
La fuerza del arte
Cuando nos dimos cuenta de que
nuestras voces pueden volverse en
instrumentos musicales exquisitos;
que nuestros cuerpos pueden estar moldeados
en danzas poderosas;
que nuestras palabras pueden estar colocadas
en poemas y cuentos emotivos;
que podemos dar forma de declaraciones de la verdad
con el barro y la pintura;
que podemos erigir la arquitectura sublime
de las materias de esta tierra;
que la grande música está empotrada
en la madera y los metales y las pieles;
cuando descubrimos estas cosas
tropezamos con la potencia
– no el misterio –
del arte.
Silence is My Home
If hearing is the last sense to go,
as they say,
then send me home with
Pachelbel’s Canon in D
so that the last thing I hear
is sinful man’s capacity for beauty.
If I will cling most tenaciously
to the noises of the world,
it is because
above all else
sound is the purest consequence
of being.
So if I let go
of your beauty,
your perfume,
and your smooth skin,
I will cling to the sound of your voice.
And if sound
is death’s nearest neighbour
this lover of stillness knows
that silence is my home.
Wheels of War
The killing wheels of war
move army trucks and tanks
into the desert.
Among the stories coming out
is a photograph
of a boy refugee
playing with a wheel.
At his age I ran wheels
on quiet roads
slicing green hills,
without a soldier in sight.
But this boy,
more than the soldiers,
knows the joy
of the invention of the wheel.
Jazz and Birdsong
While listening
to Coltrane’s saxophone
shaping an exquisite melody
I also heard a bird
singing outside.
One is art,
they say,
patterns of sound
arranged by human will
and mysteriously tugging
at the heart’s experience.
The other is genetically programmed sound,
a mating call, perhaps,
shaped by evolution.
Yet, so ordered,
both are divine as grammar.
There is divinity, surely,
in jazz and birdsong.
The Test
After the blood test
I went for a walk in the mall.
In the store
the music was sickly sweet
as I looked at the clothes
I might wear
as a sick man.
In the bookshop
not a single volume
spoke to my condition.
In the supermarket
I bought healthy food
too late.
As I drove home
I told myself
that sickness is as natural
as a river in spate
or a storm at sea.
The result was joyfully negative.
The Power of Art
When we discovered
that our voices can become
exquisite musical instruments;
that our bodies can be shaped
into powerful dances;
that our words can be arranged
into moving poems and stories;
that we can form clay and paint
into statements of truth;
that we can raise sublime architecture
from the substances of the earth;
that great music is embedded
in wood, metals and skins;
when we discovered these things
we came upon
not the mystery
but the power of art.
Earl McKenzie has lectured at the University of the West Indies in Mona, Jamaica, as Professor in Philosophy. He has written novels and philosophical essays, as well as gathering together his poems into two collections – 1993’s Against Linearity, and 2008’s The Almond Leaf (from which the above poems have been chosen).
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